This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
Hola y bienvenidos a un episodio más evolutivo que nunca de ciclismo evolutivo.
Y es que hoy vamos a conocer nuestro entorno, nuestro terreno de juego o como dice el título
del podcast, sobre esos 10 metros más allá del borde de la carretera que abarca nuestra vista.
Y es que al final, como en cualquier otro deporte,
si no conocemos dónde estamos jugando, no vamos a conocer nunca la realidad de nuestro deporte.
Y es que esto, siguiendo el simil futbolístico, sería similar a ser fan acérrimo de Real Madrid
y no conocer nada sobre el Santiago Bernabéu.
El ciclismo es el mejor deporte del mundo seguramente porque se practica en el mejor
campo de juego del mundo. Y vamos a aprovechar estos momentos
veraniegos para hacer un episodio diferente donde no vamos a hablar estrictamente de ciclismo,
sino del entorno en el cual se realiza.
Y sin duda, una de las principales cosas que llaman nuestra atención al levantar la mirada
del ciclocomputador es el paisaje. El paisaje en España es una interacción entre el ecosistema
y la mano del hombre. Contamos con bosques, llanuras, campos de secano y de labor, montañas
y desiertos. Y aunque comúnmente cometemos el error de pensar en los bosques y en las montañas
como los paisajes ideales, en realidad todos los tipos de paisajes y hábitats naturales
con los que contamos tienen el mismo valor natural y debemos protegerlos por igual.
Como decíamos, el paisaje ha sido modificado por el hombre, lo cual ni es bueno ni es malo,
simplemente es. Se calcula que antes de la Edad Media aproximadamente las tres cuartas
partes de Europa estaban cubiertas por superficies boscosas. Todas las civilizaciones han usado
productos del bosque para su interés, sin embargo a partir de la Edad Media su uso se
hizo un poco más acusado e insostenible. Sin embargo fue en el siglo XIX y al principio
del siglo XX donde nuestros bosques fueron diezmados. La armada y la construcción de
traviesas para los trenes hicieron que a lo largo del siglo XIX muchos de los bosques
españoles dejasen de tener árboles. Por suerte también gracias a la conciencia social de
nuestros antepasados tuvimos grandes repoblaciones que hacen que hoy tengamos la cantidad de
masa forestal que hoy tenemos. Y es que si lo miramos a nivel de países, España es de los
pocos países del mundo donde su masa forestal ha crecido en el último siglo, principalmente
porque estábamos en una situación muy negativa. La mayoría de bosques que hoy tenemos son
bosques repoblados seguramente por nuestros abuelos, bisabuelos o tatarabuelos. Ellos
no llegaron a ver el resultado final de los árboles y los bosques que plantaron y sin embargo lo hicieron
por nosotros. Quizás sea una lección que tengamos que aprender cuando nos toca ahora a nosotros
proteger a las generaciones que vendrán después. Creemos que los sitios con más valor biológico y
forestal son las montañas simplemente porque vemos que las montañas tienen bosque. Sin embargo
las montañas no son más que el único reducto que hemos dejado a la naturaleza.
Las tierras más fértiles y llanas de los márgenes de los ríos fueron las primeras en ser ocupadas
por el ser humano para la agricultura. Poco a poco y mediante el aprovechamiento de las zonas
más habitables, más fáciles, las más llanas, fuimos relegando solamente a los animales y a la
naturaleza que antes estaba en las zonas más escarpadas, en las montañas. Las zonas realmente
más pobres y con menos posibilidad de conseguir alimentos pero las únicas que también por eso se
salvaron del uso del ser humano.
Para la naturaleza de un país que ha perdido tanta y tanta naturaleza a lo largo de su historia
y un país que fue un bosque hermoso, infinito, un bosque del cual nos apeaba una ardilla,
gloriosa ardilla, viajando desde el Pirineo hasta Giraltar. Hemos perdido, amigos míos,
un bosque inmenso, un bosque que hubiera podido cubrir hectáreas y hectáreas a lo largo y a lo
ancho. Tardaremos decenios, quizás siglos, en recuperarlas. Todos y cada uno de los españoles
tenemos la obligación de preocuparnos por el tema de los incendios forestales. Desde todos los ángulos,
desde todos los medios de información hay que llevar a cabo una mentalización del
ciudadano español. Fuimos hace dos mil años un bosque infinito. Vamos a ser alguna vez un desierto.
Vamos, amigos míos, camino de ser un desierto. Hasta los niños del bachiller saben que el bosque
produce el oxígeno que respiramos. El bosque es el más importante responsable del clima.
Donde hay bosques llueve más, los calores no son tan rigurosos. El bosque sujeta con sus raíces las
tierras fértiles que de otra manera, como pasa en tantos lugares de España, las aguas de la lluvia
se llevan al mar. El bosque nos da cobijo placentero en los días de descanso. El bosque
nos proporciona madera. El bosque incluso nos cubre con el más tibio y quizá el más dramático
de los cofres el día en el que ya dejamos vivir. El hombre está ligado al bosque desde el oxígeno
que respira hasta la caja en la que va a descansar. Siguiendo con el repaso de nuestra mirada,
una vez levantamos la vista del ciclocomputador y vemos el paisaje. La vista se nos puede ir
hacia los árboles o hacia los bosques. Los árboles, sin duda, son uno de los seres
vivos más infravalorados del planeta Tierra. Los árboles son nuestro antítesis necesario
para la vida y es que si nosotros usamos o necesitamos oxígeno y producimos CO2,
ellos son capaces de hacerlo al contrario y darnos el tan preciado oxígeno.
Solemos pensar quizá por desconocimiento de los sistemas naturales, que ya lo conocemos
todo y sin embargo los árboles son mucho más que esa mancha verde que acompaña a la carretera
y hay muchas cosas de ellos que aún desconocemos. Lo primero es que no todos los árboles ni todas
las plantas son iguales y cada una cumple una función diferente y necesaria. En España contamos
principalmente con dos géneros que es lo más común que veis en las carreteras. Por un lado,
los extendidos pinos tan usados en las repoblaciones forestales y tan necesarios,
pues sin ellos los bosques yermos seguirían estándolos y por otro lado los quercos,
las encinas, los arcos noques o los que se veis del norte, los robles y las hallas.
Los bosques siempre han sido el terreno de las brujas, de las hadas y de los dragones
y es que en realidad guardan a un secreto que no conocemos.
Hace poco que se descubrió que los árboles están conectados.
Árboles y plantas se comunican entre sí mediante una red subterránea de micorriza,
o sea hongo, que unen sus raíces. A través de ella son capaces de traspasarse recursos vitales
como carbono, agua, fósforo o nitrógeno, pero también se ha visto como comparten información
más compleja sobre los estresores del ambiente. La doctora Susan Simar ha descubierto que los
árboles juegan distintos roles dentro de esta red subterránea. Los árboles más grandes y viejos,
conocidos como árboles madres, son los que están más conectados con el resto y ayudan a los demás
con el traspaso de recursos vitales a los árboles más jóvenes. Pero estas conexiones van un paso más
allá de lo que creíamos comprender. Por ejemplo, en unas investigaciones recientes unos científicos
han descubierto cuando se generaba un estrés a un árbol conectado a la red de micorriza,
en este caso mediante la aplicación de unas larvas que se comían su hoja, este árbol y el resto de
árboles que estaban conectados a él generaban una serie de enzimas para sobreactivar el sistema
inmune del árbol y estar más fuerte, como por ejemplo la producción de resina y de compuestos
tóxicos para estas larvas. Mientras se vio que los árboles que estaban aislados mediante bolsa,
aislados del suelo y de esta red de micorriza, no mostraron cambios metabólicos de ningún
tipo y quedaron mucho más susceptibles al posible ataque. Como veis, los árboles se
avisan entre sí mediante una red de señales que en muchas ocasiones no podemos entender,
simplemente porque no la conocemos. La doctora Simar remarca, si perdemos estos árboles más viejos
por una sequía, por ataque o porque los cortamos, toda la red puede colasar porque
son los nodos centrales del sistema.
Muchos árboles son potencialmente inmortales, lo cual significa que no tienen un programa de
senescencia. Colocad un árbol en las mejores condiciones posibles durante toda su vida y ponedlo
de manera escrupulosa al resguardo de todos los ataques, todos los peligros y todos los
contratiempos que puedan ocurrirle. Mientras se le aseguren buenas condiciones, permanecerá vivo
y continuará creciendo.
¿Qué es un programa de senescencia? Pongo el ejemplo del ser humano cuya senescencia es
bien conocida por ser la mejor estudiada. Nosotros tenemos 26.000 genes, es decir,
partículas hereditarias que son responsables del color de nuestros ojos, del aspecto de nuestro pelo,
de nuestros caracteres físicos. Al principio para un niño funcionan todos estos genes,
están todos activos y conforme pasan los años, los genes se extinguen como velas sobre las que
se pone un capuchón. Esto se llama metilación. Conservamos nuestros 26.000 genes hasta nuestro
último aliento, pero el número de genes activos disminuye. Colegas españoles de la Universidad
de Oviedo han demostrado recientemente que esto no pasa de la misma manera entre los árboles.
Durante el año, desde la primavera hasta el invierno, tienen lugar estas metilaciones,
pero en la primavera siguiente, cuando se abren las yemas, se produce una desmetilación total,
y el árbol tiene de nuevo todos sus genes activos, tan numerosos como cuando era joven.
Si seguimos el camino de la mirada, después de fijarnos en el paisaje y en los árboles,
quizás lo hagamos en los suelos. Los suelos, la tierra, es el origen de la vida, el origen
de todo lo demás, y como siempre, caemos en el error de simplificarlos demasiado,
seguramente, porque no llegamos a comprenderlo en toda su totalidad.
Es importante destacar que cuando el suelo desaparece, el suelo fértil desaparece todo lo demás.
La pérdida de suelo seguramente sea uno de los grandes problemas a los que nos
enfrentamos en la actualidad, y es que cuando un suelo fértil desaparece,
tarda millones de años en volver a crearse. Los suelos, aunque parezcan simples,
se componen principalmente de tres elementos. Uno es la materia inorgánica,
los minerales, otro es la materia orgánica, como el humus, y un tercero es la vida. Los suelos,
tan llenos de microorganismos y también de pequeños insectos invertebrados como lombrices,
que generan la serie de reacciones necesarias para convertir la materia inorgánica en orgánica,
y para permitir que lleguen los nutrientes necesarios a las plantas que viven en ellos.
El empleo abusivo de pesticidas, insecticidas y herbicidas, responsables de la pérdida de
la vida de estos microorganismos, está dentro de las bases de la pérdida también de fertilidad
de los suelos. Cada vez necesitamos más fertilizantes y abonos para conseguir la
misma cantidad de alimentos. Siguiendo el camino de la mirada,
puede que tal vez nos encontremos con un animal salvaje. La verdad que siempre me
ha fascinado su vista y creo que la mayoría de personas también. Quizá es porque tienen
la libertad que nosotros ansiamos. Quizá es el hecho de ver un ser vivo tan perfectamente
adaptado al medio en el que vive y haciendo aquello que está diseñado para hacer. Pero en
cualquier caso, las especies de animales nos generan un interés especial.
Solemos prestar especial atención a las más famosas, los quebrantahuesos, el águila imperial,
el lobo, el oso, el lince, especies que están amenazadas y casi en peligro de extinción. Pero
no nos deberíamos olvidar de otras especies igualmente sino más amenazadas a las que no
hacemos caso y muchas veces por ignorancia y omisión condenamos a la extinción. En especial,
multitud de especies relacionadas con los hábitats de los ríos, las riberas, la costa y las estepas.
Y que por la simple degradación de su hábitat estamos condenando a una muerte más pronto que
tarde. Su problema principal es que su hábitat entra en conflicto con el interés económico
humano. Sin embargo tienen tanto derecho o más que nosotros aprovecharlo puesto que ya estaban ahí antes.
¿Y qué podemos decir de las aves? Estos auténticos dragones vivientes,
aquí no se han puesto los pelos de punta cuando un águila se une de compañera a su entrenamiento.
Vuitre, águila, aguilucho, corvido, todos pendientes de nuestro paso por su medio,
todos vigilantes a ver qué hacemos. Y qué decir también, por supuesto,
de los pequeños pajarillos que ponen la banda sonora a cada uno de nuestros entrenamientos.
La banda sonora de nuestros caminos son simplemente mensajes codificados para que los pueda descodificar.
He aprendido a interpretar los mensajes de la naturaleza. Los animales se comunican entre
sí mediante mensajes fáciles de entender. El celo, la búsqueda de contacto, miedo, alarma,
hambre. Pero para quien se para a escuchar hay otros mensajes más sutiles. En estas tres últimas
décadas, por ejemplo, el ruido se ha expandido por los campos, como un telón de fondo que todo
lo tapa. Cada vez más carreteras, maquinaria agrícola, vías aéreas ensucian el paisaje
sonoro. Los paisajes más limpios suenan más lentos, en lugares más escondidos,
ahora más interspectivas. El elenco también se ha empobrecido con la caída de las poblaciones
de los intérpretes más comunes. La triple nota de la codorní, por ejemplo, o el arrullo de las
tórtolas ya solo se escucha con la mitad de frecuencia que entonces. En los bosques del
norte, los urogallos se aproximan a la extinción. El parloteo continuo de las alondras es cada vez
menos denso en los campos de labor. La subida generalizada de las temperaturas empuja a las
aves por las montañas. Modifica las fechas de llegada de la ave migrante. Como síntomas,
en algunas zonas el canto reseco de las chicharras sube la adera arriba, por los cada vez menos
frescos bosques de montaña. Pero, pese a todo, los ciervos siguen berreando al comenzar el
otoño. Unas semanas después, las grullas llegan trompeteando por los puertos del norte,
anunciando que el invierno no es una estación tan mala. Los patos chapotean en las aguas quietas
de las lagunas. Y, en los rincones más retirados de la noche, el aullido de los últimos lobos,
supervivientes a ultranza, seguirán estremeciendo a los que disfrutamos con la escucha de la
naturaleza salvaje. Más de 35 años, fragmento del libro El sonido de la naturaleza, calendario
sonoro de los paisajes de España de Carlos de Ita. Siguiendo el recorrido de la carretera,
seguramente tarde o temprano debemos con un camino o quizá con una puerta que nos impide
pasar por ese camino. El cual es un tema muy complejo, puesto que si bien hay puertas
totalmente innecesarias y que atentan contra el derecho constitucional de libertad de tránsito
y de disfrutar de la naturaleza, también en otras ocasiones se hace simplemente por la protección de
esta. Recientemente hemos tenido alguna polémica por la prohibición de tránsito de bicicletas de
montaña en algunos senderos y muchas veces también, como digo por desconocimiento, nos
enfadamos por cosas que quizás si lo comprendiésemos las veríamos lógicas. Y es que, como decía antes,
las montañas y las zonas más recónditas se han convertido en el único refugio posible que les
queda a muchas especies amenazadas de flora y de fauna. Cuando se prohíbe el tránsito de bicicletas,
muchas veces tenemos que pensar que no es por molestarnos directamente a nosotros, sino por
proteger, por ejemplo, esa planta que vive muchas veces en los bordes del camino por el que transitamos
sin querer, o esa especie que nidifica en los árboles cercanos al camino y que cuando ve mucho
ruido o mucha gente es incapaz de hacerlo y acabar por ellas por tierra a su progenie y desapareciendo.
Tenemos prácticamente todo el país para pedalear, pero debemos saber que hay ciertas zonas que no
son nuestro territorio y que al igual que no pedaleamos por encima del sembrado de una
agricultura, tampoco deberíamos hacerlo por los últimos rincones que les quedan a algunos seres
vivos para seguir existiendo. Además, ya lo sabéis, no todo el mundo que viene a la montaña es igualmente
respetuoso con ella. Y es que ya sabéis lo que pasa, no es lo mismo la persona que ama de verdad
la naturaleza y que trata de dejarla tal y como estaba sin que parezca que ha pasado que aquellas
personas que dicen que les gusta la naturaleza, el campo o el monte, pero en realidad lo que quieren
es aprovecharla y en muchas ocasiones no les importa dañarla.
Hay alguien que ha llamado a la nuestra, así como se habla de la cultura de la piedra, de la cultura
del bronce o de la del bronce, de la cultura del hierro, hay alguien que ha llamado a nosotros, a esta,
a la nuestra, la cultura de la basura, la cultura de los desperdicios. Verdadamente es muy posible
que este poco poético denominador de nuestra era actual haya acertado, porque hay quien más optimista
nos llama la época del átomo, la época del automóvil, la época del petróleo, pero ciertamente lo que más nos
diferencia de todas las otras épocas, de todas las otras culturas, lo que más preocupa y lo que
verdaderamente más puede transformar radicalmente la posición de la humanidad en el presente es la
basura. Basura no solamente en forma de coches viejos que se hacinan y se amontonan en los
cementerios. Basura no solamente en forma de bolsas de plásticos y de esos famosos envases sin
retorno que van a llenar España y el mundo entero. Basura en forma de venenos disueltos en la propia
sangre de los seres vivos que se van acumulando en nuestras vísceras. Basura en forma de toda
clase de sustancias químicas en las cuales ya no podemos vivir, incluido el alcohol y otros
estimulantes. No cabe la menor duda de que la nuestra puede muy bien llamarse la civilización de la basura.
Y después de recrear la mirada en todo esto, quizá la levantemos y veamos a su majestad
en las montañas. Las montañas tienen algo mágico y nos han fascinado desde el principio
de los tiempos. No hay más que ver cómo las buscamos en nuestras rutas, pese a la dificultad
que entrañan y quizás se deba a que, como todo el mundo sabe, son el refugio de los dioses.
El monte Olimpo, en Grecia, era el hogar de los principales dioses del panteón, presidido por Zeus.
Estos mismos dioses crearon, por ejemplo, los Pirineos. El origen de la palabra Pirineo proviene
del griego Piros, que significa fuego y neo, nuevo. ¿Y por qué alguien iba a llamar fuego nuevo a una
montaña en que la nieve y el hielo dominan el paisaje? Pues bien, antes de que éstas se formaran
y ascendieran a las alturas, una inmensa llanura cubría el paso entre lo que hoy es España y Francia.
En el valle se encontraba Pirineo, una ninfa del bosque, hija del rey Tubal. Allí compartía espacio
con otros seres mitológicos como Gerión, un gigante al que rechazó, pues su corazón era
de un único hombre, Hércules. Al no ser correspondido, Gerión entró en cólera e incendió el valle,
matando, de esa manera, a Pirineos. Los gritos de auxilio de ésta no sirvieron de mucho, puesto que
cuando Hércules acudió en su ayuda, era demasiado tarde. Sin embargo, el héroe griego quiso darle
sepultura en algún punto entre el valle de Benasque y el valle de Arán. Piedra a piedra, el hijo de
Zeus construyó un mausoleo gigante hasta crear la cordillera que hoy se conoce como Pirineo.
Aunque una de las explicaciones más bonitas y plausibles sobre por qué nos gusta subir a las
montañas nos las daba a Juan Toribari en el podcast que le hicimos. Este hombre escribía
Gracias, montaña, por haberme dado lecciones de vid. Porque, fatigado, he aprendido a gustar el reposo.
Porque, sudando, he aprendido a apreciar un sorbo de agua fresca. Porque, cansado, me he detenido y he
podido admirar la belleza de una flor, la libertad de un vuelo de pájaros o respirar el perfume de
la sencillez. Porque, solo, sumergido en tu silencio, me he visto en el espejo y hasta espantado he
admitido mi necesidad de verdad y de amor. Porque, sufriendo, he saboreado la maravilla de la cumbre,
percibiendo que las cosas verdaderas, aquellas que llevan a la felicidad, se obtienen solo con
fatiga. Y quien no sabe sufrir, nunca podrá entender.
Muchísimas gracias, Juan Toribari. Muchísimas gracias a todos los que sabiéndolo y no sabiéndolo
habéis participado en este podcast. Espero que realmente este podcast os haya gustado,
os haya conmovido y os sirva para disfrutar mucho más de vuestra salida en bici y también
para que nos ayudemos entre todos a proteger lo poco que queda. Yo soy Manu Sol Arjona y
esto ha sido Ciclismo Evolutivo. Nos escuchamos en el próximo episodio.