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Ciclismo evolutivo

Unimos ciencia, práctica y experiencia para hablar de entrenamiento. Unimos ciencia, práctica y experiencia para hablar de entrenamiento.

Transcribed podcasts: 248
Time transcribed: 7d 17h 4m 40s

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Es hora de reconectar con tu cuerpo. Ciclismo Evolutivo. Episodio 10
Bienvenidos y bienvenidas a un nuevo episodio de Ciclismo Evolutivo.
Ya sabéis, en el post que compartimos información útil acerca de todo lo relacionado con el rendimiento
en ciclismo y en otros deportes de resistencia.
Ya sabéis que en esta introducción tengo un lema y es que no te cuento lo que quiera escuchar, sino las cosas como son.
Y en el episodio de hoy creo que vamos a tener que aprovechar esta frase.
Y es que hoy os quiero hablar de la percepción de esfuerzo.
Más concretamente, qué es la percepción de esfuerzo, por qué se origina, para qué nos sirve y cómo utilizarla en nuestro favor.
Vamos a intentar llevar toda esta teoría que vamos a ir recopilando al apartado práctico.
Esto es un tema muy muy amplio, entonces voy a intentar comprimirlo al máximo y hacerlo entendible,
pero seguramente nos dejamos algunas cosas en el camino que espero que toquemos en próximos programas.
De todas formas, si hay algo que no quede claro, déjamelo en los comentarios o escríbemelo por correo electrónico.
Y en próximos episodios dedicaremos tiempo a que todo quede claro.
Bueno, tendríamos que empezar definiendo qué es la percepción de esfuerzo.
Ya que, aunque creo que casi todos conocemos o sabemos un poco lo que nos estamos refiriendo,
es difícil ponerle palabras a este sentimiento.
La percepción de esfuerzo se puede definir como la intensidad subjetiva de esfuerzo,
estrés, disconfort o fatiga que se experimenta durante el ejercicio físico.
Por poner un símil, esta percepción de esfuerzo sería como el contador de revoluciones de un coche.
Bueno, en un coche con una marcha o en una moto con una marcha.
Digamos que el velocímetro es la potencia realizada,
mientras que la percepción de esfuerzo es el contador de revoluciones de un coche.
Mientras que la percepción de esfuerzo es el contador de revoluciones de este coche.
¿Vale? Lo duro o lo cerca del máximo que está.
Esta percepción de esfuerzo es difícil de medir, ya que es lo que se denomina un dato cualitativo.
O sea, que no depende de números, sino de adjetivos, de sentimientos, de percepciones.
Bueno, estos datos sí que lo podemos cuantificar y de hecho se hace,
pasándolo a datos cuantitativos mediante la escala.
La principal escala que conocemos fue además la primera que se inventó,
la del sueco Gustav Bohr en los años 60.
Bueno, la escala original iba de 6 a 20 para que coincidiese con las pulsaciones,
pero realmente ahora mismo creo que es mucho más útil utilizar una escala de 1 a 10,
que es lo que estamos acostumbrados, donde siempre nos han valorado académicamente en la escuela
y cualquier cosa que hacemos solo está valorada de 1 a 10 o de 0 a 100.
Bueno, aquí lo que es importante saber es que los deportistas casi siempre sabemos
del 1 al 10 o de 0 al máximo a qué porcentaje de esfuerzo estamos
trabajando, sobre todo a que tengamos un poco de experiencia.
Así que el deportista novato puede tener problemas, pero un deportista experimentado
que ha experimentado todos los rangos de intensidad sabe perfectamente
cuándo le queda un punto más, cuándo dos, o cuándo va fácil o va al límite.
Y esto no hace falta tampoco que nadie nos lo enseñe, saber teorías.
Digamos que el ratio de percepción de esfuerzo, conocer a cuándo estamos rindiendo,
es un mecanismo que tenemos de forma evolutiva, digamos que tenemos de serie,
y somos perfectamente capaces de entenderlo.
El problema, el de siempre, y es que hemos desconectado nuestra mente de nuestro cuerpo,
hemos dejado de escuchar a nuestro cuerpo en favor de aparatos externos
que nos dan el cierto sentimiento de tener todo bajo control cuando no es así.
Digamos que hemos desconectado el cable que une nuestra mente con nuestro cuerpo.
Y por culpa de esto, nuestra percepción de esfuerzo, nuestra capacidad de escucharnos
y saber lo que nos está pasando, es peor que nunca.
A día de hoy sabemos menos de la percepción de esfuerzo, un mecanismo que lleva con nosotros
desde los comienzos de nuestra historia, que de entrenamiento por potencia o por pulsaciones.
Esto nos da las claras a entender la poca importancia que le damos a nuestro cuerpo subestimándolo
y no siendo conscientes del gran potencial que tiene
y de que aún no hemos creado ninguna máquina que pueda hacerle frente.
Una vez introducidos los conceptos básicos, vamos a meternos en la teoría más profunda
y ver por qué se produce esta percepción de esfuerzo y cómo se produce.
Tenemos que tener en cuenta que la percepción de esfuerzo es una ilusión,
es algo que no existe, no es un objeto, no es un músculo, no es algo químico,
es un sentimiento, un pensamiento que genera nuestra propia mente
con el objetivo de evitar que lleguemos a realizar un esfuerzo tan duro que nos ponga en peligro.
Nuestra mente y nuestros músculos mantienen un diálogo constante
en el cual los músculos informan del nivel de estrés que están sufriendo
y el daño que están siendo sometidos
y la mente reajusta la percepción de esfuerzo y, por ende, el ritmo
según esta nueva información que va recibiendo en cada instante.
Simplificando mucho, podríamos decir que la percepción de esfuerzo depende principalmente de dos factores.
Por un lado, la carga física, o sea, el estrés que está sufriendo el cuerpo,
y por otro lado, la predisposición mental o cómo nosotros gestionamos este grado de dolor.