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Todos los políticos están de acuerdo con que hemos de eliminar las emisiones de CO2
en el año 2050, pero ¿están realmente los ciudadanos de acuerdo con ese objetivo?
Y si no lo están, ¿cuáles serán las consecuencias de que los políticos están pactando ahora
mismo algo que los ciudadanos no están dispuestos realmente a aceptar para el año 2050?
Veámoslo.
Todos los líderes mundiales reunidos en la convención marco de las Naciones Unidas sobre
el cambio climático, la famosa COP26, todos los líderes mundiales coinciden.
Para el año 2050 tenemos que haber descarbonizado plenamente nuestras economías con emisiones
de CO2 iguales a cero.
No soy climatólogo y por tanto no voy a debatir sobre si este objetivo es el adecuado
o no es el adecuado o sobre si a lo mejor tendríamos que conseguirlo todavía más pronto.
No es ese el propósito de este vídeo.
El propósito de este vídeo es reflexionar sobre si ese objetivo que se están marcando
los líderes mundiales emisiones de CO2 iguales a cero en el año 2050 es un objetivo políticamente
viable.
¿Y por qué digo o por qué me pregunto si es políticamente viable?
Porque en democracia las decisiones que toman los políticos en última instancia y a largo
plazo tienen que estar, aunque sean remotamente basadas en cuáles son las preferencias mayoritarias
de los ciudadanos.
Y por tanto, lo que nos tenemos que plantear es si la mayoría de ciudadanos occidentales
realmente están dispuestos a hacer frente al coste económico, al muy importante coste
económico que resultaría necesario para eliminar las emisiones de CO2, para eliminar plenamente
las emisiones de CO2 en el año 2050.
En un reciente estudio publicado en Nature se estima que la transición energética dirigida
orientada a eliminar prácticamente en su totalidad las emisiones de CO2 en el año 2050 tendría
un coste en Estados Unidos de más de 11.000 dólares por persona y año.
En concreto, alcanzar emisiones de CO2 casi cero, ni siquiera cero, sino casi cero, reducirlas
en un 95% con respecto a los niveles del año 2005.
Reducir en un 95% las emisiones de CO2 en Estados Unidos para el año 2050 utilizando
la tecnología actualmente disponible supondría a carrería un coste de más de 11.000 dólares
por persona y año.
Como podemos observar, el coste de reducir las emisiones de CO2 en porcentajes más moderados,
por ejemplo en un 20%, es muchísimo más bajo.
El coste por persona y año de reducir las emisiones de CO2 en un 20% apenas es de 75
dólares, en un 40% de 485 dólares, incluso en un 60%, es un coste bastante modesto, no
llega a 2.000 dólares por persona y año.
Ahora bien, conforme tratamos de descarbonizar actividades para las que actualmente todavía
no contamos con tecnología para descarbonizar, pues evidentemente el coste se va disparando
sobreproporcionalmente, no es lo mismo pasar del 40 al 60, que del 60 al 80 o del 80 al
95.
Ese es el coste estimado, más de 11.000 dólares por persona y año dentro de tres décadas.
Puede que a mucha gente le parezca un coste bajo en relación con cuál sería la alternativa
si no descarbonizamos la economía, de nuevo no voy a entrar en eso, lo que quiero analizar
es si los ciudadanos occidentales y más en concreto, en este caso los de Estados Unidos,
son partidarios, van a ser partidarios de implementar este tipo de políticas.
¿Cómo podemos responder a esta cuestión?
Pues esencialmente preguntando a los ciudadanos estadounidenses cuál es el coste máximo
que están dispuestos a asumir para combatir el cambio climático.
Y cuando hacemos eso, nos encontramos con que un 68% de los estadounidenses ni siquiera
está dispuesto a pagar más de 100 dólares al año en forma de un sobreprecio en la factura
eléctrica para combatir el cambio climático.
Estamos diciendo que el 68% dos tercios de la sociedad estadounidense hoy en día ni
siquiera está dispuesto a asumir una centésima parte de los costes reales que supondría
con la tecnología existente descarbonizar la economía.
Si esto es así y si las estimaciones de costes de descarbonización plena de la economía
y si las estimaciones de cuál es la predisposición de los ciudadanos a sacrificarse por ese
objetivo son estimaciones correctas, entonces es evidente que tenemos un conflicto muy claro
entre democracia, es decir, entre el gobierno de la regla de la mayoría y la agenda climática
de descarbonización plena de la economía.
¿Cómo se puede salvar ese conflicto?
Pues esencialmente se puede intentar salvar por tres vías.
La primera sería la vía menos dañina para la democracia, esencialmente que los políticos
o agrupaciones civiles de carácter ecologista a través de campañas de concienciación
vayan elevando la predisposición de los ciudadanos a sacrificarse para combatir el cambio climático.
Si a lo largo de las próximas tres décadas también se producen cambios tecnológicos
sustanciales que abaraten ese coste y si además los efectos devastadores del cambio
climático se van materializando en acontecimientos catastróficos que de nuevo lleven a los
ciudadanos a plantearse que es urgente combatir el cambio climático y si además tenemos
en cuenta que gracias al crecimiento económico es probable que en el año 2050 seamos mucho
más ricos que ahora y que por tanto también estemos dispuestos a sacrificarnos más por
combatir el cambio climático, pues entonces la democracia podría terminar sobreviviendo
a esta agenda de transición energética.
Si se abarata el coste de la transición y los ciudadanos están dispuestos a sacrificarse
en mayor medida se puede terminar compatibilizando las políticas de transición energética
con la voluntad de la mayoría de los ciudadanos dentro de una democracia.
Ahora bien, ya llevamos muchos años de campañas de concienciación en materia de cambio climático,
es un tema que copa la agenda política y que copa la agenda mediática y en Estados Unidos
ya estamos viendo que un 68% de los ciudadanos ni siquiera está dispuesto a sacrificarse
en 10 dólares mensuales para combatir el cambio climático, va a cambiar esta predisposición
al pago de manera muy sustancial, se va a multiplicar por más de 100 a lo largo de
las próximas décadas, pues como poco es dudoso y si es dudoso entonces habrá que plantear
los otros dos escenarios de compatibilización entre democracia y agenda climática.
Segundo escenario se mantiene el desequilibrio entre el coste de la transición energética
y el sacrificio que están dispuestos a asumir los ciudadanos por esa transición energética
pero los políticos dentro de la democracia siguen adelante con su agenda climática mintiendo
a los ciudadanos.
Los ciudadanos notan que se están empobreciendo más de lo que están dispuestos a empobrecerse
pero los políticos culpan a otra serie de chivos expiatorios de ese empobrecimiento,
la desigualdad, los ricos, el fraude fiscal, la austeridad, el sobreendeudamiento, la inflación,
los inmigrantes, China, el propio cambio climático que no hemos sido capaces de frenar, etcétera.
Es decir, los políticos pueden buscar muchos chivos expiatorios a los que culpa habilizar
del empobrecimiento excesivo para los ciudadanos que se derivaría de la implementación de
la transición energética a la que ahora mismo se están comprometiendo en la COP26.
El problema de esta estrategia es que si bien los políticos tienen capacidad para mentir,
para mentir mucho y para mentir continuamente a los ciudadanos, no se puede engañar a todo
el mundo durante todo el tiempo y por mucho que haya gran parte del estabilismo en político
y mediático que estén en el ajo colaborando para mentir, para engañar a los ciudadanos
diciéndoles os estáis empobreciendo pero esto no tiene que ver con la agenda climática,
con la transición energética, de nuevo. No estoy valorando si ese empobrecimiento es
necesario o no para combatir males mayores pero si lo es no habría que engañar a los
ciudadanos diciéndoles que no se están empobreciendo como consecuencia de la transición energética
habría que decirles pues estáis empobreciendo pero es para evitar un mal mayor. Cierro aquí
el paréntesis. Pues de la misma manera que habría políticos, que habría periodistas,
que habría analistas que estarían en el ajo mintiendo y diciendo que ese empobrecimiento
no se debe a la transición energética en una sociedad libre y plural pueden aparecer
otros políticos, otros periodistas, otros analistas que digan lo contrario. Y claro a
largo plazo los ciudadanos puede que se terminen creyendo a esos periodistas, a esos políticos
que están culpando la transición energética si ven que aquellos que echan balones fuera
culpando a otros nunca dan con la tecla para evitar su empobrecimiento. De modo que si
es verdad que la transición energética supone el empobrecimiento que está estimando Nature,
entonces esa verdad terminará siendo percibida de alguna manera por los ciudadanos a lo largo
de las próximas 3 décadas. Y si la perciben los ciudadanos y los ciudadanos no están
dispuestos a asumir ese coste de la transición energética, pues entonces en democracia las
tornas cambiarían y saldrían electos políticos cuyas propuestas consistirán en enterrar
esa transición energética para abaratar el coste de vida de los ciudadanos.
Con lo cual nos desplazamos hacia el tercer escenario. Si la agenda climática es incompatible
con la democracia liberal, la única forma de terminar imponiéndola será renunciando
a la democracia liberal. Es decir, estableciendo una especie de gobierno de tecnócratas climáticos
con cierta represión o censura hacia todos aquellos negacionistas que se atrevan a cuestionar
la indisputable verdad de la agenda climática y tratando por tanto de mantener engañada
a la opinión pública acerca de cuáles están siendo las consecuencias reales de esa transición
energética implementada por esa nomenclatura tecnocrática.
En esencia estoy describiendo el modelo chino, un modelo que puede terminar siendo necesario
para imponer la agenda climática en una sociedad de occidentales que no están dispuestas
mayoritariamente a asumir el coste que esa agenda climática tendría para sus vidas. Y si no
se puede renunciar a la agenda climática o si los gobiernos no quieren renunciar a la
agenda climática y esa agenda climática colisiona con la voluntad de los votantes,
pues entonces lo que sobrará no será la agenda climática sino la democracia liberal.
Por lo bien tampoco pensemos que una dictadura al estilo chino sería capaz de imponer sobre
sus ciudadanos un programa político, un programa económico, un programa climático que esté
muy desalineado con las preferencias mayoritarias de esos ciudadanos. Se tiende a pensar erróneamente
que las dictaduras tienen un poder absoluto sobre sus ciudadanos, pero no es así las
dictaduras en gran medida, algo que sean extremadamente represivas, descansan sobre
un cierto consentimiento tácito de la mayoría de sus ciudadanos. Ciudadanos que consienten
tácitamente con la dictadura porque creen que es el mejor instrumento, por ejemplo,
para pacificar a una sociedad, para conseguir seguridad o incluso, como ahora ocurre en
China, para alcanzar crecimiento y desarrollo económico durante las últimas décadas.
Pero ¿qué sucede si una dictadura trata de aplicar una agenda que no enriquece a sus
ciudadanos sino que los empobrece? Pues muy probablemente que los cimientos de esa dictadura
empiecen a tambalearse. Lo hemos visto recientemente en China. Como ya explicamos en un vídeo anterior,
China está experimentando una crisis eléctrica sin precedentes como consecuencia de la orden
que había dado meses atrás el Partido Comunista Chino de reducir la producción interna de
carbón. Si China se tiene que descarbonizar, y añado, si China no se descarboniza todos
los otros esfuerzos que hagamos en el resto del mundo no valdrán para absolutamente nada,
a día de hoy China es el mayor emisor con mucha diferencia de CO2, más que duplica
las emisiones de CO2 de Estados Unidos. Si China se tiene que descarbonizar, tiene que
consumir menos carbón y, por tanto, parece de sentido común que haya que producir menos
carbón. Pero la falta de producción interna de carbón y el embargo a la importación
del carbón de Australia ha dejado a las centrales eléctricas chinas sin materia prima
barata para generar electricidad. Y, como además el Partido Comunista no quiere que
la factura eléctrica de los chinos aumente, pues el país está viviendo apagones masivos
que han llevado, que han conducido a que la economía china se haya frenado como pocas
veces en su historia reciente. ¿Qué ha sucedido a continuación? ¿Acaso el Partido Comunista
chino ha proclamado, señores ciudadanos, sé que os estáis empobreciendo, sé que
estáis dejando de crecer, pero tenéis que asumir que estos sacrificios son indispensables
para combatir el cambio climático? Por tanto, no hay otra alternativa. ¿Es eso lo que ha
dicho el omnipotente Partido Comunista chino? No, lo que ha dicho el Partido Comunista
chino es, produzcan más carbón. Necesitamos más carbón para quemar más carbón generando
electricidad, generando más electricidad y, claro, emitiendo mucho más CO2. Es decir,
que ha abastado un pequeño conflicto entre crecimiento económico y descarbonización
para que China se olvide rápidamente de ese objetivo de descarbonización. ¿Y por qué?
Pues porque el Partido Comunista es consciente de que no se puede permitir una economía
que no crezca durante un periodo prolongado de tiempo, porque si eso es así, el consenso
tácito que existe en China sobre que está bien que gobierna el Partido Comunista, porque
fijaos cuánto nos hemos desarrollado en las últimas décadas, ese consenso tácito se
podría desvanecer y el poder omnímodo del Partido Comunista podría terminar siendo menos
poder y menos omnímodo. Al final, por tanto, ni siquiera hay garantías de que a través
de una dictadura se pueda imponer una agenda climática como la actual emisiones cero en
el año 2050, si es que no conseguimos abaratar el coste de esa transición energética, si
es que no conseguimos que los ciudadanos voluntariamente aumenten su predisposición
a sacrificarse por esa descarbonización de la economía. Si no sucede ninguna de las
dos cosas, nos enfrentaremos por desgracia a incentivos muy fuertes entre una parte del
establishment de la clase gobernante occidental para transitar hacia tecnocracias donde se
amordace a los ciudadanos, donde se amordace a los disidentes, pero ni siquiera con esa
nomenclatura tecnocrática habría garantías de que esa clase gobernante no democrática
fuera capaz de sacar adelante su agenda climática con la firme oposición de una ciudadanía
empobrecida en mayor medida de lo que esa ciudadanía está dispuesta a aceptar.
¿Cuántos políticos están ahora mismo reflexionando sobre este gravísimo problema? ¿Cuántos
políticos están poniendo encima de la mesa los costes reales de la transición energética
y hablando a los ciudadanos como adultos? Señores, sabemos que estos costes son muy
elevados, pero el riesgo de no hacer nada es todavía mayor. ¿Cuántos políticos si
quiera están intentando articular este argumento para justificar lo que están pactando de
espaldas a los ciudadanos en estas cumbres climáticas globales? Ninguno de ellos, porque
aunque nos digan que están pensando en el año 2050, que están planificando a tres
de cada vista, en realidad solo están pensando en su reelección, que como mucho será cuatro
años vista. Ahora mismo la agenda climática parece que puede sumar votos y por eso se
suman al tren de la agenda climática sin siquiera haber planteado un debate serio sobre los pros
y los contras de esa agenda climática. Lo que pretenden no es salvar el planeta en el
año 2050, es salvar su sillón en el año 2025.
Pero la hipoteca de meternos de cabeza en una transición energética que hoy por hoy
la mayoría de la población no compraría si fuera consciente de su coste real, la hipoteca
que nos dejan por su irresponsabilidad electoralista la terminaremos pagando a lo largo de las
próximas décadas con una fuerte tensión entre agenda climática y democracia. Por
tanto, la pregunta ya no debería ser solamente ¿Qué coste económico está dispuesto usted
a asumir por esa agenda climática? La pregunta terminará siendo ¿Qué coste político está
usted dispuesto a asumir por esa agenda climática?