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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Los países desarrollados y también muchos países emergentes, como es el caso de la
misma China, empiezan a ver cada vez con más preocupación los efectos que pueden causar
el envejecimiento demográfico y la insostenibilidad de muchos servicios públicos.
Junto a las pensiones, de las que ya hemos hablado aquí en VisualPolitik, la sanidad
es otro de los campos que más incertidumbres y miedos generan.
Una población cada vez más envejecida y la aparición de nuevas y costosas tecnologías
médicas han puesto sobre la mesa algunas preguntas muy importantes.
¿Seremos capaces de pagar un sistema sanitario de calidad o estaremos condenados a una sanidad
precaria que afecta nuestras perspectivas de vida?
Si hay algún modelo de éxito que pueda marcar el camino, ¿Hay alternativas?
Para contestar a estas y otras preguntas, hoy tenemos con nosotros a nuestro buen amigo
Juan Ramón Rayo, doctor en economía y director del Instituto Juan de Mariana.
Y ojo porque me parece que este vídeo nos va a sorprender mucho.
Atentos
Atentos al siguiente gráfico
Refleja a un país abandonando el tercer mundo y convirtiéndose en una de las zonas más
ricas del planeta.
Hace 35 años, Singapur y España tenían la misma renta per cápita, hoy en cambio la
del primero más que duplica la renta per cápita española.
En 2015, los ingresos per cápita de Singapur fueron de 86.100€ anuales y los de España
apenas llegaron a 34.750€.
Pero incluso si tomamos como ejemplo a países como Finlandia, Dinamarca, Suecia, Alemania
o los mismísimos Estados Unidos, podemos ver como Singapur se ha convertido en mucho
más rico que cualquiera de ellos.
Sin embargo, suele alegarse que el ejemplo de Singapur no sirve porque su riqueza procede
esencialmente de un sector financiero mucho mayor que el de cualquiera de los países
que hemos mencionado.
Eso es cierto, pero no es esa la clave del éxito de este pequeño estado.
El peso del sector financiero en Singapur no es tan grande como para explicar semejantes
diferencias de renta per cápita.
De hecho, si elimináramos el efecto del diferente tamaño del sector financiero entre estos
países, Singapur seguiría siendo mucho más rico que todos los demás.
Lo cierto es que tanto el comercio como la industria manufacturera son más importantes
en Singapur que el sector financiero.
Hablamos de uno de los mayores países exportadores de mercancías del mundo.
Por ejemplo, este país exporta más material de electrónica en relación con su PIB que
todo lo que exportan por cualquier concepto, países como España, Suecia, Dinamarca o
incluso la mismísima Alemania.
Entonces, la pregunta es ¿Cómo ha conseguido Singapur semejante o la de prosperidad?
Pues bien, si quisiéramos simplificar un poco podríamos decir que Singapur es la segunda
economía más libre del mundo según el índice de libertad económica que publica anualmente
la Fundación Heritage junto con el Wall Street Journal.
Su gasto público, por ejemplo, es la mitad del estadounidense y un tercio del sueco.
Fijaos, por ejemplo, en estas palabras del histórico presidente de Singapur, Lee Kuan
Yu, que reflejan muy bien cuáles fueron los auténticos cimientos del éxito económico
de este país, y eso que Lee Kuan Yu no era un político liberal, pero sí entendió
muy bien cuáles eran algunas de las bases de la prosperidad a largo plazo de cualquier
sociedad.
Cuando la mayoría de países del tercer mundo denunciaba la explotación de las multinacionales
occidentales, en Singapur las invitamos a entrar.
De ese modo conseguimos crecimiento, tecnologías y know-how que dispararon nuestra productividad
más de lo que podría haberlo hecho cualquier política económica alternativa.
El éxito de Singapur, por tanto, no se debe a la industria financiera, sino a las mismas
razones que han explicado el crecimiento de cualquier otra economía, seguridad jurídica,
impuestos bajos, estabilidad monetaria y regulaciones moderadas.
Una apuesta por el libre mercado que ha hecho que este país se convierta en muchos campos
en todo un ejemplo a seguir. Y no solo hablamos del ámbito estrictamente
económico, sino también en algunas cuestiones sociales como la sanidad.
Sí, habéis escuchado bien, Singapur es también un modelo a seguir en materia sanitaria.
¿Un reto imposible?
Vamos un vistazo al caso de España, cuya sanidad es considerada una de las más eficientes
del planeta.
Pues bien, el problema es que más allá de que sea mejorable, no es sostenible.
Fijaos, en apenas una década el gasto total del sistema sanitario español se ha multiplicado
prácticamente por dos y todo indica que como consecuencia del envejecimiento de la población
y de la demanda de nuevas y caras tecnologías sanitarias, esta tendencia continuará imparable
y continuará agravándose a largo plazo.
Y no penséis que es un problema sólo de España para nada. La factura médica, esto
es la sostenibilidad de los sistemas sanitarios, es un problema muy extendido en el resto
de países desarrollados. Así que la pregunta que se nos plantea es cómo lograr superar
estos retos y garantizar la sostenibilidad del sistema sanitario.
El modelo óptimo sería el de un sistema sanitario completamente libre, un sistema
en el que la oferta y la demanda se determinaran en el mercado y no en los despachos de los
políticos.
Frente a lo que suelen afirmar políticos, burocratas y con tertulios en los medios
de comunicación, este modelo tendría dos importantes ventajas.
Primero, más dinero para las familias gracias a los menores impuestos y a su vez un nivel
de ahorro precaucionario frente a las dolencias que se puedan padecer que sería muy superior
al presente.
Todo ello permitiría el pago directo de la atención primaria y a su vez el aseguramiento
contra dolencias menos comunes y para financiar tratamientos más caros.
Segundo lugar, habría una mayor diversidad y competencia entre los distintos centros
sanitarios, lo que impulsaría la productividad, la diferenciación o la innovación ante
la amenaza de verse desplazados por otros que fueran más eficientes a la hora de proveer
servicios sanitarios.
En otras palabras, lograríamos un amplio abanico de servicios sanitarios que impactaría
positivamente tanto en la calidad de ese servicio como a la hora de rebajar progresivamente
sus precios.
La competencia suele ser la mejor fórmula para garantizar mejores bienes y servicios
a los consumidores y la sanidad simplemente no es un campo diferente.
Sin embargo, a día de hoy no existe ningún país que combina adecuadamente todos estos
principios y no, el sistema sanitario de Estados Unidos como luego veremos no es precisamente
un modelo, un ejemplo de libre mercado sanitario.
Ahora bien, si hay un país que ha aplicado algunas de las características que hemos visto
antes y lo ha hecho por cierto con unos resultados extraordinarios, es atentos el caso de Singapur.
Un modelo para la reforma sanitaria
Singapur tiene ahora mismo el mejor sistema sanitario del mundo, su calidad se halla en
el top mundial y su coste es prácticamente la mitad que el español y menos de un tercio
del sistema sanitario estadounidense.
Pero no se trata solo de una cuestión de coste sino también de calidad y resultados.
La esperanza de vida al nacer en Singapur es de 2 a 3 años mayor que en Gran Bretaña
o Estados Unidos.
Su tasa de mortalidad infantil se encuentra entre las más bajas del mundo y es casi la
mitad que la de Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Canadá o Francia.
En general, sus tasas de mortalidad son impresionantes en comparación con la mayoría de países
occidentales.
Ahora bien, como ha conseguido semejante éxito, pues aplicando criterios de mercado.
En primer lugar, la característica esencial del modelo de Singapur no solo es que más
del 60% de todo el gasto sanitario es gasto privado, sino que además en gran medida
lo sufragan directamente de los usuarios en forma de pagos directos a la sanidad.
Y por tanto, el copago es la norma.
Por ejemplo, no todo el mundo paga lo mismo cuando acude al hospital, hay centros públicos
y privados, y también cinco niveles, cinco clases diferentes, A, B1, B2+, B2 y C.
Cada una de estas letras le otorga a los usuarios un servicio diferente.
Por ejemplo, la clase A supone habitación privada y elección de médico, mientras
que en la clase C la habitación es compartida y el médico asignado por el hospital.
Por supuesto, el coste de cada clase es diferente, si se elige la clase A, el usuario paga íntegramente
por todo.
Si en cambio elige la clase C, el gobierno subvenciona el 80% del coste.
Pero, ¿de dónde sacan las personas el dinero para costearse la sanidad?
Pues del mismo sitio que en los demás países, de la riqueza que generan, de su trabajo.
La diferencia es que las enormes cotizaciones que suelen recaudar los gobiernos en Singapur
permanecen obligatoriamente eso sí, en unas cuentas especiales que posee cada ciudadano
y que solo puede utilizar para determinados fines, como el pago de su pensión, su educación,
su vivienda o la sanidad.
En el caso justamente de la sanidad, la cuenta se conoce como Medisave y se emplea para
costear las visitas al médico, las hospitalizaciones, los medicamentos, etcétera.
Es precisamente la segunda clave del sistema de Singapur.
Gracias a esta fórmula, la demanda se autoregula y la gente no solo puede gestionar cómo gastar
el dinero acumulado en estas cuentas en el Medisave, por ejemplo por clases de atención
diferentes, si quiero recibir o quiero hospitalizarme en un hospital con mayores comodidades o en
uno con algunas menos, pero a un menor coste.
Si no que además hace que el consumo redundante y superfluo sea minimizado, la gente no dilapida
su propio dinero en algo que entiende no le va a servir para nada y en algo que incluso
su médico le puede aconsejar que no lo gaste.
Luego está también, para los casos más graves, un seguro público universal conocido
como MediShield Life, que apenas cuesta 16 dólares al mes para una persona de unos 30
años.
Y junto a ello, por supuesto, la posibilidad de contratar otros seguros privados que mejoren
las prestaciones ofertadas.
Por último, la tercera pata del sistema sanitario de Singapur la compone el gasto público propiamente
dicho.
Con tal de garantizar el acceso a la sanidad, el gobierno subvenciona a hospitales y cuenta
con un fondo público, el medifant, destinado a pagar las facturas sanitarias a las familias
con menor renta.
Así es amigos, ¿Cómo Singapur ha conseguido hacer que su sistema médico sea relativamente
económico, al tiempo que logra unos resultados y niveles de calidad que lo situan entre los
mejores sistemas sanitarios del mundo, según la propia Organización Mundial de la Salud
y diferentes rankings como el Most Efficient Health Care de Bloomberg?
Sin embargo, lo normal es que cuando hablamos de sanidad y libre mercado pensemos automáticamente
en Estados Unidos y no en Singapur, y eso es un grave error.
Estados Unidos vs Singapur
En efecto, Estados Unidos carece de un sistema de sanidad pública al estilo europeo y como
los resultados de la sanidad estadounidense son bastante deplorables, teniendo en cuenta
que gasta el 17% de su PIB en el sistema sanitario, el doble que en la mayoría de países europeos
el debate parece zanjado, la sanidad privada es peor que la pública porque cuesta el doble
con un nivel de servicio similar o en algunos tramos incluso peor.
Algo que como hemos visto en el caso de Singapur, donde el 60% del gasto es gasto sanitario
privado, no es cierto, en Singapur la sanidad no solo no es peor sino que está en el top
mundial de calidad sanitaria y, además, su coste es la mitad que en el resto de países
desarrollados.
La cuestión es que el sistema sanitario de Estados Unidos no solo está muy intervenido
y regulado por el gobierno sino que su coste está tremendamente socializado.
Veréis, en Estados Unidos el 90% del gasto sanitario se canaliza a través de dos agentes
distintos del propio paciente, de cada 100 dólares que se gastan en la sanidad estadounidense,
45 los desembolsan las aseguradoras y 45 los programas estatales como el Medicaid o el
Medicare y solo por tanto 10 el propio paciente de su propio bolsillo directamente para aquellos
gastos que necesita.
Y sí, el gasto público en sanidad de Estados Unidos es mayor por ejemplo que el de España
y no me refiero en términos absolutos que sería una obviedad sino también en términos
relativos.
El porcentaje del PIB de gasto público en materia sanitaria en programas como el Medicare
o el Medicaid que destina Estados Unidos es mayor que el que destina España para financiar
todo su sistema público de sanidad.
Pero de todo esto podremos hablar con mayor profundidad en otra ocasión.
El caso que ahora nos ocupa es el de Singapur y el caso de Singapur pone sobre la mesa un
modelo de sistema sanitario con la mejor combinación de coste, innovación y resultados
médicos.
Por todo ello, no estaría nada mal que nuestros políticos le echaran un vistazo y quizá
se animaran a copiar algo para nuestra sociedad.
Un saludo y hasta la próxima.