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Campaña multitudinaria de la Izquierda en redes sociales para que despidan a una directiva de
Orange por haber cometido el tremendo pecado de haber expresado sus opiniones políticas a favor
de Vox delante de una cámara. Veámoslo. Supuestamente, la Izquierda defiende al trabajador
frente al empresario. Considera que existe un desequilibrio de poder negociador entre ambas
partes y que, por eso, el Estado se tiene que colocar detrás del trabajador para nivelar la
balanza. Y una de las formas en las que el Estado se tiene que colocar detrás del trabajador para
nivelar la balanza es dificultando los despidos arbitrarios de trabajadores por parte de empresarios.
Hay que tasar exhaustivamente las causas que justifican el despido de un trabajador para que
el empresario no abuse de esta potestad y pueda desprenderse de aquellos trabajadores que le
resultan muy caros o incómodos. A su vez, y tal como hemos podido escuchar durante los últimos días,
la Izquierda también se proclama como una guardiana de las esencias de la libertad de expresión,
de ahí que, según nos dicen, haya arrancado una campaña censora en muchos de los ayuntamientos
donde han comenzado a gobernar PP y Vox. Por tanto, frente a este nuevo oscurantismo de la
derecha, la Izquierda sería la luz, la luz que protege nuestra libertad de expresión para decir
lo que queramos decir sin ningún tipo de cortapisa. Pero estos principios, supuestamente tan firmes de
la Izquierda, no siempre son aplicados con coherencia. Este fin de semana llegó a las
redes sociales el siguiente extracto de una entrevista por la calle a dos personas, en principio, anónimas.
¿Quién se vota en el próximo matino de julio?
A Vox, sin lugar a dudas.
¿Qué te gusta de Vox?
Absolutamente todo. Si quieres empezamos de la Z, pero todo, todo, absolutamente todo.
Inmigración solo ilegal, los que sean ilegales a tomar por saco, déjate de abortos con menores,
déjate de que más los putos ocupas, qué más quieres que te diga, el cambio de sexo sin tal, algo más.
Y todo porque al Partido Popular.
Hombre, porque yo soy una persona maderada y quiero que España vaya adelante.
Yo no.
Y creo que hay derechos que tenemos que conservar, por supuesto, LGTBI,
violencia machista, todo, pero no podemos tener a un trilero de presidente.
Bueno, una votante del PP y una votante de Vox expresándose libremente por la calle cuando
les preguntan a quién van a votar en las próximas elecciones del 23 de julio. En principio,
y aunque uno sea de Izquierdas, no debería haber nada de lo que escandalizarse o sorprenderse,
más allá de constatar nuevamente que existen votantes del PP y votantes de Vox.
Porque así es como piensan la mayoría de votantes del PP o la mayoría de votantes de Vox.
Y simplemente están exteriorizando libremente lo que piensan,
como el próximo 23 de julio exteriorizarán en las urnas lo que piensan.
Pero he te aquí que algunos en redes sociales se pusieron a investigar quién puede ser esta
señora que ha dicho que va a votar a Vox porque no le gusta la inmigración ilegal,
porque no le gusta la ocupación de viviendas o porque no le gusta el aborto de menores.
Y terminaron descubriendo que esta persona que se atreve a decir todo esto en público es una
directiva de Orange. E inmediatamente después de este hallazgo, las redes sociales se llenaron de
mensajes increpando a Orange por tener en su plantilla a una persona que piensa así y que
se expresa de este modo en público. Y terminaron exigiendo el despido de esta directiva.
Tal fue la catarata de críticas que recibió la compañía y el escándalo que se montó,
que la propia Orange tuvo que publicar a las pocas horas los siguientes tuits.
Para los que nos comentáis sobre las opiniones vertidas en redes por una empleada de Orange,
afirmar que en Orange siempre trabajamos sobre valores de diversidad e inclusión.
Así lo acreditan nuestras líneas de acción en el ámbito de nuestra responsabilidad desde hace
25 años. La opinión de un empleado expresada en el ámbito personal no representa en absoluto
a nuestra compañía. Vamos que Orange no tiene por qué compartir los valores de sus empleados
o de algunos de sus empleados, y a su vez tampoco está fiscalizando qué dicen o qué dejan de decir
esos empleados en su vida privada. ¿Se imaginan de hecho qué diría la izquierda si un empresario
contratara vigilantes para espiar qué dicen sus empleados en el ámbito privado en materia
política? Y si dijeran algo que no está alineado con las ideas de ese empresario que procediera
a despedirlos o a sancionarlos, desde su punto de vista sería un absoluto escándalo. Por tanto,
lo que ha dicho Orange es lo que previsiblemente la izquierda le pediría que dijera en cualquier
otra circunstancia. La empresa tiene sus opiniones, los empleados tienen las suyas,
no tienen por qué coincidir y, en todo caso, si las expresa en el ámbito privado, pues haya
esa trabajadora en su ámbito privado, pero no afecta necesariamente al ámbito público de la
empresa. La respuesta debería haber sido suficiente para todos aquellos que pedían un
posicionamiento público de la empresa distanciándose de las opiniones de esta directiva,
pero no lo fue. Porque lo que se busca en realidad no es una clarificación de posturas. ¿Usted como
compañía apoya estas mismas posiciones políticas o no? No. Lo que se busca es un castigo ejemplarizante
para esta señora de tal manera que otros tomen nota en el futuro y no hagan como ella. Es decir,
que no se expresen en público para decir lo que piensan, sobre todo si eso que piensan no
se ajusta a los cánones de la izquierda. Es decir, para que otras personas en el futuro se
autocensuren por miedo a que los cancelen y sean despedidos de sus puestos de trabajo.
Por ejemplo, Víctor Gutiérrez, secretario LGTBI del PSOE, escribió,
«Trabajar los valores de la diversidad es incompatible con tener a una directiva que,
delante de una cámara, suelta un discurso sin complejos, transfobo, xenófobo, antiabortista,
etc. El 70% de las personas LGTBI siguen en el armario en España por pensamientos y actitudes
como estas». Es decir, que lo que Orange dice, que ellos están a favor de la diversidad y de la
inclusión, es incompatible con que esta persona trabaje en Orange. Por tanto, habría que despedirla,
evidentemente. De la misma manera, Juan Carlos Monedero, lo que le faltaba a Orange es que,
además de tener una directiva fascista, salga su logo debajo de una lona fascista. A ver si le va
a pasar como lo del pato, que anda como un pato, grazna como un pato, etc. Por tanto,
Orange de momento es una compañía fascista. Y si no quiere serlo, cabe pensar que deberá tomar
medidas drásticas. Por ejemplo, castigar a esta directiva con el despido por haber dicho lo que
nadie debe decir. A su vez, la marca de ropa 198, según ellos mismos la mayor marca de izquierdas
del mundo, y para quien no lo sepa, una marca de ropa muy vinculada a Podemos, escribió también
en Twitter. «Somos clientes de Orange. Hasta este lunes que nos daremos de baja. Esta señora
fascista es directiva y no se pone colorada en reclamar en público la retirada de libertades a
cierta parte de la población. Hasta aquí». Y luego nos encontramos con toda una retahíla
de tweets de muchas personas que reclaman directamente su despido. Por ejemplo,
«Si trabajáis sobre valores de diversidad e inclusión, debéis despedir a esa ultra.
Punto. Esto va más allá de la libertad de expresión. Los ideales de esa persona son
peligrosísimos para la convivencia, el respeto, las libertades y la mismísima democracia».
O también, «Lo único que os puede salvar la cara es que el próximo tuit vuestro sea anunciando
que está despedida este engendro de directiva racista. Igualmente, esto no tiene un pase. ¿Qué
hacemos ahora? Pues muy fácil. Boicota Orange, ya. Despido inmediato de la rancia Diana Carpio
por apología del fascismo y por lista. Boicot Orange. Pues ya sabéis, todos de baja de Orange
hasta que anuncien el despido de esta señora. Igualmente, su directiva Diana Carpio representa
las más bajas cotas de la miseria humana y avergüenza a su compañía y a mí como cliente
que probablemente disuelva el contrato. Quedo a la espera de que resuelvan ustedes un despido
fulminante de esta pseudo persona. Saludos. Asimismo, llevo toda la vida en Orange. Si
mañana no anunciáis el despido de esta directiva nazi, me cambiaré de compañía. No voy a financiar
a una compañía que contrata a gentuza como esa tipa inmunda. También, yo soy clienta de Orange y
lo que pido es el despido inmediato de esta tipa. Una empresa como Orange tiene que saber qué tienen
su plantilla y qué valores quiere transmitir. Os seguimos con «Despido inmediato de esta fascista.
No podéis arropar el fascismo. Sufriréis las pérdidas económicas». Y, finalmente, para no
seguir con cientos de tuits que piden exactamente lo mismo, pues si realmente tenéis esos valores
por escrito, quizá el Departamento de Recursos Humanos debería tener preparada la Carta de
Despido Disciplinario. Otra cosa es que sean solo unas palabras vacías de Orange. Despido
disciplinario por razones ideológicas. Es decir, que uno ha de mantener la disciplina ideológica
si no quiere ser despedido. Uno ha de someterse a unas determinadas ideas, su amenaza de ser
despedido. Uno, desde luego, es libre de cambiarse de compañía por cualquier motivo, incluyendo que
los directivos de esa empresa piensan de una manera muy distinta a mí. Sin embargo, deberíamos
reflexionar sobre el tipo de sociedad profundamente intolerante que estamos construyendo si no
permitimos que otras personas piensen y se expresen como deseen pensar y expresarse. Por
ejemplo, según todos estos que están reclamando el despido disciplinario, disciplinario de esta
persona por haber dicho lo que ha dicho, que es básicamente lo que piensa, cuáles son sus valores,
¿qué debería ocurrir con esta señora a partir de ahora? Bien, la despide Orange. ¿Y acto seguido
que la contrata a otra empresa? Pues entonces la empresa que la contrate también deberá sufrir un
boycott porque estará contratando a una persona cuyos valores privados socialmente no aceptamos.
De modo que esa persona supuestamente no debería poder trabajar nunca más en ninguna otra empresa
por cómo piensa. A menos, eso sí, que recicle profundamente sus ideas, cambie radicalmente
su chip ideológico, pida perdón en público a todo el mundo y, por tanto, se convierta a la nueva
fe de la verdad revelada por la izquierda. O dicho de otra manera, si eres votante de Vox,
si tienes las ideas de Vox, no has de poder trabajar en este país. Y si nos enteramos de que
estás trabajando en una empresa y de que te expresas en público a favor de Vox, te vamos a
boycotear hasta que te despidan y vamos a dificultar que te contrate cualquier otra
empresa. ¿Qué nivel de toxicidad, qué nivel de envenenamiento social se está promoviendo con
este tipo de conductas? Y no digamos ya si además cundiera el ejemplo desde el otro lado. Si desde el
otro lado también se empieza a reclamar que se despida a personas porque sean de izquierdas y
porque se expresen públicamente como de izquierdas, pues entonces unos y otros nos estaremos persiguiendo
ideológicamente para asfixiarnos y no dejarnos vivir nuestra vida con una cierta autonomía.
Aunque he de decir que en realidad el problema de todo esto es un problema más de fondo. En la medida
en que las opiniones, la ideología, los valores de una persona no quedan restringidos al ámbito
privado, sino que a través de las urnas se constituyen en poder político, y en la medida
en que ese poder político tiene una enorme capacidad para intervenir sobre la vida de
todas las personas, no sólo sobre la vida de las personas que comparten los valores de ese poder
político constituido, sino de todo el mundo, pues hasta cierto punto es comprensible que un
individuo que tenga valores distintos a otro individuo vea a esa otra persona como una
amenaza potencial. Porque si sus valores se canalizan a través de las urnas en un gobierno
cuyo comportamiento coactivo atenta contra mis modos de vida, pues claro, entonces tus
ideas se convierten en un peligro para mí porque tus ideas se pueden terminar materializando en
un gobierno que me coaccione. De ahí que sí, si queremos vivir en una sociedad que no esté
totalmente intoxicada, envenenada, en una sociedad que sea en última instancia invivible, donde todos
nos estemos fiscalizando a todos para hacernos la vida imposible por el hecho de pensar de un
modo ligero o profundamente distinto entre nosotros, si queremos evitar caer en ese tipo
de sociedad, no sólo hemos de trabajar la tolerancia hacia valores, hacia ideas, hacia pensamientos,
hacia opiniones que sean muy distintas de la nuestra. También hemos de desestatalizar
la sociedad. También hemos de lograr que los valores morales de una mayoría social no se
transformen en poder político coactivo que imponga ese código moral sobre las minorías. Que la
izquierda no vea a esta persona por mucho que piense así como un peligro o que la derecha no
vea a otro individuo de izquierdas por mucho que piense de una manera muy estrafalaria como un
peligro, porque ni las ideas del uno ni de la otra puedan terminar imponiéndose a través del estado
sobre nuestras vidas. Al final es el planteamiento liberal de toda la vida. Vive y deja vivir. Vive
tú con tus valores y déjame vivir a mí con mis valores. Ni yo te impongo a ti mis valores ni tú
me impones a mí tus valores. Y si nuestros valores sobre el espacio público son irreconciliables,
entonces vivimos con normas y en comunidades políticas separadas. Y hasta que esto no suceda,
hasta que no logremos restablecer instituciones liberales, cada vez más iremos viendo al otro
no como un prójimo, no como un vecino, sino como un enemigo.