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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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El Premio Nobel de Economía y Premio Princesa de Asturias a Martiasen ha demostrado que el
liberalismo es incompatible con la eficiencia económica y social. ¿Tiene razón a Martiasen?
Veámoslo.
Ayer el Premio Nobel de Economía a Martiasen fue galardonado con el Premio Princesa de
Asturias.
A Martiasen es una economista que, entre otros campos, ha explorado las conexiones entre la
economía y la filosofía política, un campo que a mí en particular me resulta especialmente
atractivo. Y, coincidiendo con el galardon, me gustaría efectuar una reflexión sobre
una de las críticas más conocidas de Martiasen contra el liberalismo, un famoso paper titulado
La Imposibilidad del Liberal Pareteano. ¿Qué argumenta a Martiasen en este paper? Pues
básicamente que no es posible seguir los principios liberales y, al mismo tiempo, alcanzar
el óptimo de Pareto. Los principios liberales de mínima interferencia propugnan que cada
persona, que cada agente económico, pueda escoger cómo quiere vivir su vida. Y el óptimo
de Pareto prescribe que si todos los agentes económicos prefieren una opción X a una
opción Y, entonces, socialmente debería escogerse, socialmente debería prevalecer en el mundo
la opción X frente a la opción Y. Si prevaleciera la opción Y frente a la X, todos los agentes
saldrían perdiendo.
Pues bien, básicamente a Martiasen nos está diciendo que si todos los agentes económicos
escogen libremente, si se respeta la libertad individual de todos los agentes económicos,
entonces no alcanzaremos un estado óptimo del mundo, sino supo óptimo.
En las propias palabras de Martiasen en las conclusiones del paper que os he mencionado,
se dice lo siguiente. ¿Cuál es la conclusión? En un sentido muy elemental que los valores
liberales entran en conflicto con el principio de Pareto. Si alguien se toma seriamente el
principio de Pareto, como los economistas normalmente hacen, entonces ese alguien se
enfrenta a problemas de coherencia al abrazar valores liberales, incluso valores liberales
moderados. O, visto desde otra perspectiva, si alguien tiene valores liberales, entonces
podría haberse forzado a dejar de adherirse al óptimo de Pareto.
Pese a que normalmente el criterio de Pareto se ha considerado como una expresión de la
libertad individual, parece que en aquellas elecciones que implican más de dos alternativas
puede tener consecuencias que son, de hecho, profundamente iliberales.
Ilustremos el Teorema de Martiasen con el propio ejemplo que él emplea en su paper.
Imaginemos que hay en el mundo un libro de el amante de Lady Chatterley, un libro que
en su momento generó una polémica bastante intensa en sociedad por su alto contenido erótico.
Imaginemos que hay dos personas en sociedad. A una persona la podríamos llamar mojigata
y a otra persona la podríamos llamar lasciba. Pues bien, mojigato preferiría que nadie,
ni él, ni lascibo, leyeran el libro. Es decir, su primera opción, su primera opción sobre
cómo debería ser el mundo, es que ese libro con alto contenido erótico no se ha leído
por nadie. Pero como segunda posibilidad, si esa opción de que nadie lea el libro no
está disponible, mojigato preferiría ser él quien lo lea antes de que lo lea lascibo.
Básicamente, prefieres sacrificarse y leer algo que a él le resultará desagradable
de leer antes de que lo lea a otra persona que vaya a disfrutar lastimamente leyendo
ese libro. Y en tercer lugar, evidentemente, la opción menos preferida por mojigato es
que sea lascibo quien lea el libro. Si denotamos por zeta aquella situación en la que nadie
lee el libro, si denotamos por x, aquella situación en la que mojigato lee el libro
y si denotamos por y, aquella situación en la que lascibo lee el libro, podemos representar
las preferencias de mojigato diciendo que zeta, que nadie lea el libro, es estrictamente
preferido a x, que mojigato lee el libro, e x es estrictamente preferido a y, que lascibo
lee el libro. ¿Y cuáles son las preferencias sobre los distintos estados del mundo de lascibo?
Pues en primer lugar, lascibo querría que fuera mojigato el que leiera el libro. Digamos
que lascibo se recrea pensando que una persona mojigata leera un libro con alto contenido
erótico. En segundo lugar, la segunda opción preferida es que sea el mismo quien lea el
libro. Y en tercer lugar, la opción no preferida es que nadie lea el libro. Volviendo a nuestra
nomenclatura anterior, diríamos que las preferencias de lascibo se pueden representar como x, que
mojigato lee el libro, es estrictamente preferido a y, que lascibo lee el libro, e y es estrictamente
preferido a z, que nadie lea el libro. De acuerdo con Amartya Sen, el principio liberal de no
interferencia de respeto a la libertad individual excluyen dos estados posibles del mundo. Excluyen
el estado z, nadie lee el libro. ¿Por qué? Pues porque no podemos impedir, no podemos utilizar la
fuerza, la violencia contra lascibo para impedirle que lea el libro. Por tanto, el principio mínimo
de respeto a la libertad individual siempre dejará abierta la puerta a que la ascibo lea el libro.
Por consiguiente, el estado del mundo z no es posible, no existe. Pero a su vez, el estado del
mundo x tampoco es posible. ¿Por qué? Porque el principio de libertad, el principio de mínima
libertad, exige que respetemos la libertad de mojigato. ¿La libertad de mojigato para qué? Para no
leer el libro. Y si el estado del mundo x es que mojigato lee el libro y él no quiere leerlo,
ese estado dentro de una sociedad liberal tampoco se podrá dar. Si x y z no son posibles, el único
estado del mundo que prevalecerá, la situación de equilibrio, será y, es decir, que el ascibo lea
el libro. Ese es el estado del mundo que prevalecerá según criterios liberales. Mojigato no lo leerá,
pero el ascibo si lo leerá. Por tanto, x está fuera y z, donde ninguno de los dos lo lee,
también está fuera. Prevalece, nos quedamos, con el estado del mundo y. El ascibo lee el libro.
¿Cuál es el problema? Si nos fijamos en la escala de preferencias anterior que he mencionado,
la de mojigato era z es preferido a x e x es preferido a y, y la del ascibo era x es preferido
a y e y es preferido a z. Si nos fijamos en esa escala de preferencias, tanto mojigato como
el ascibo, prefieren x a y, es decir, prefieren que sea mojigato quien lea el libro a que lo
lea el ascibo. X es claramente pareto superior a y, porque ambos agentes prefieren el estado del
mundo x al estado del mundo y. Sin embargo, ese estado del mundo que sería un óptimo de pareto,
x frente a y, es un estado del mundo que está vedado por la aplicación de los principios
liberales. De ahí que Amartya Sen concluya que existe una incompatibilidad entre el liberalismo,
liberalismo libertario y el óptimo de pareto. El respeto a los valores liberales en este caso
nos lleva a que no alcancemos el óptimo de pareto, a que no alcancemos la eficiencia. ¿Cuál
es el principal problema de este teorema de Amartya Sen contra la compatibilidad entre el
liberalismo y el óptimo de pareto? Pues que, como ya le reprocho el también premio Nobel de
economía James Buchanan, Amartya Sen no caracteriza adecuadamente el liberalismo. El liberalismo no
consiste en que cada persona pueda escoger sobre estados completos del mundo. Es decir,
que cada persona pueda intentar materializar sus preferencias completas sobre cómo le gustaría
que se organizaran todos y cada uno de los detalles del mundo. No, el liberalismo tiene que
ver con dominio pleno sobre estados del mundo parciales. Dentro de mi ámbito yo soy dueño
y señor. Y yo decido, dentro de ese ámbito, como a mí me da la gana. Y dentro de tu ámbito,
tú eres dueño y señor, y tú decides cómo a ti te da la gana. Ahora bien, ¿cómo delimitamos
esos ámbitos dentro de los que cada uno es dueño y señor? El principio de libertad no es
suficiente para esto, porque vivimos en un mundo material donde, por tanto, es necesario trazar
fronteras para marcar donde termina mi ámbito exclusivo de control y donde empieza el tuyo.
Y justamente por esto, el liberalismo no solo se apoya en el principio de libertad personal,
sino también en otros dos principios, propiedad privada y libertad contractual. ¿Qué sucede si
introducimos en el mundo, en el ejemplo de Amartya Sen, los principios de propiedad privada y de
libertad contractual? Pues que entonces las conclusiones cambian de manera muy radical.
Si introducimos el derecho de propiedad privada y la autonomía contractual dentro del mundo,
dentro del ejemplo de Amartya Sen, la primera pregunta a la que deberíamos responder, y es una
pregunta a la que Amartya Sen no responde, es de quién es el libro en cuestión. Amartya Sen
empieza diciendo, ¿hay un libro? Vale, sí, hay un libro, pero es el libro de quién es propiedad.
¿Quién tiene el control efectivo sobre ese libro? Imaginemos que el control efectivo sobre ese
libro y sobre todas las otras copias posibles del libro lo tiene Mojigato. Pues bien, si Mojigato
tiene todo el stock de libros de el amante de Lady Chatterley, el liberalismo prescribirá que él
ha de decidir cómo se utiliza ese libro. Y si su opción preferida es que no lo lea ni él, ni
tampoco el activo, entonces será compatible con el liberalismo el estado del mundo Z. Recordemos
que el estado del mundo Z es que nadie lee el libro. Y el estado del mundo Z es un óptimo de
pareto, porque no hay ningún otro estado del mundo que sea pareto superior al mismo. No hay ningún
otro estado del mundo donde todos mejoren sin que nadie empeore. Pasar de Z a X o de Z a Y
supondría un empeoramiento de la situación de Mojigato. Y, por tanto, si llegándonos en Z no
es posible que nadie mejore sin que otro empeore, Z es un óptimo de pareto. Fijémonos, por tanto,
como los principios liberales, libertad individual, propia privada y autonomía contractual han
conducido, en este caso sí, a un óptimo de pareto. Pero vayamos ahora al otro supuesto que es más
interesante. Imaginemos que el ascibo es el propietario del libro o, al menos, es el propietario de
algunas copias del libro. Y, por tanto, el ascibo, como propietario del libro, tiene la libertad
para leer ese libro, pero, partiendo de principios liberales, no puede obligar a Mojigato a que lea
el libro. En ese caso, parecería que el estado del mundo que va a prevalecer es Mojigato, no lea el
libro, el ascibo, si lea el libro, el estado del mundo Y y es estado del mundo Y, ya sabemos que es
un estado del mundo supóptimo. ¿Por qué? Pues porque tanto Mojigato como el ascibo prefieren que
sea Mojigato quien lea el libro, a que lo lea el ascibo, y si finalmente sólo lo termina leyendo
el ascibo, ese estado del mundo, como digo, es supóptimo. Pero, ¿realmente el liberalismo nos
conducirá necesariamente a ese estado del mundo supóptimo? No, porque hay otro principio del
liberalismo que es la autonomía contractual, es decir, Mojigato y el ascibo pueden llegar a acuerdos
contractuales sobre asuntos muy distintos. Las obligaciones contractuales típicas son dar,
hacer o no hacer. Pues bien, en este caso, hay un contrato que se puede perfeccionar entre Mojigato
y el ascibo que es tan sencillo como Mojigato se compromete a leer el libro, obligación de hacer,
he de leer el libro, a cambio de que el ascibo se comprometa a no leer el libro, no he de leer el
libro. De esa manera, si Mojigato y el ascibo llegan a ese acuerdo y los dos están interesados en
llegar a ese acuerdo, porque tanto Mojigato como el ascibo prefieren que sea Mojigato quien lea el
libro a que lo lea el ascibo, si ambos llegan a ese acuerdo, entonces efectuaremos la transición
desde un estado del mundo y a un estado del mundo X, y el estado del mundo X es un óptimo de pareto,
un óptimo de pareto al que habríamos llegado desde premisas aplicando principios estrictamente
liberales. En definitiva, cuando definimos correctamente liberalismo como la triada,
libertad individual, propiedad privada y autonomía contractual, no hay ninguna incompatibilidad entre
el liberalismo libertario y la optimalidad de pareto, esa incompatibilidad se esfuma. Por
tanto, el liberalismo sí puede conducir a la eficiencia económica y social. Ahora bien,
la crítica que efectúa Martias en contra el liberalismo, creo que se puede reconducir como
una crítica contra el socialismo. Imaginemos una sociedad, una economía socialista, donde el estado
es el dueño y señor de todos los medios de producción, y por tanto, donde no existe propiedad
privada. En ese contexto, imaginemos que el planificador socialista aspira a respetar las
preferencias individuales de los distintos individuos, que de alguna manera quiere planificar la
economía, pero respetando la libertad personal de cada una de las personas que componen esa
sociedad. Pues bien, en ese entorno donde no hay propiedad privada y donde no es posible llegar
a acuerdos contractuales, porque todo eso está planificado desde arriba, en ese entorno sí
sería de aplicación la tesis de Amartya Sen. Sólo tendríamos preferencias individuales sobre
estados sociales del mundo, no tendríamos ninguna restricción de dominio sobre dónde aplicar
esos estados sociales del mundo, el planificador social tendría todas las opciones disponibles
para escoger unos estados del mundo u otros, y ahí sí, si el planificador social quiere
respetar la libertad de cada individuo, se vería abocado a una situación que sería
su póptima. Dicho de otra manera, la situación que describe
Amartya Sen en su paper es una situación donde no existe propiedad privada, donde
no es posible formalizar contratos, intercambiando obligaciones entre partes, y donde por consiguiente
todo está socializado, y ahí, donde todo está socializado, su crítica sí es plenamente
aplicable. Por consiguiente su paper debería retitularse no la imposibilidad del liberal
paretiano, sino la imposibilidad del socialista paretiano.