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Hablemos del Sistema Socialista de Hannos Kornay.
Si uno quiere aprender cómo funcionan las economías capitalistas, puede leer la acción
humana de Ludwig von Mises, o el hombre de la economía y el estado de Murra y Rothbard.
Pero ¿qué debería leer aquella persona que desee conocer cómo funcionan o cómo funcionaban
no las economías capitalistas a través de su sistema de precios de mercado, sino las
economías socialistas, con sus sistemas de planificación centralizada?
Pues lo que debería leer es el siguiente libro.
El sistema socialista, la política económica del comunismo, del economista húngaro Hannos
Kornay.
Hannos Kornay, quien por cierto falleció hace dos meses a la edad de 93 años, es probablemente
el economista que mejor haya entendido desde dentro el funcionamiento de las economías
socialistas.
Es verdad que Ludwig von Mises, entre los austríacos, tiene mucha fama por haber desarrollado
el teorema de la imposibilidad del cálculo económico dentro del socialismo.
Sin embargo, ese es un teorema general, un teorema abstracto, un teorema que no desciende
a la realidad material de cómo funcionaban las economías socialistas desde dentro y
a los problemas que esas economías socialistas en funcionamiento se encontraban internamente.
No es que el teorema de la imposibilidad del socialismo sea incorrecto, todo lo contrario,
pero es un teorema demasiado general que no nos permite comprender las dificultades prácticas
que en el día a día se encontraban los planificadores socialistas cuando intentaban coordinar de
manera centralizada absolutamente todos los recursos de la economía.
Y si queremos entender estas dificultades prácticas a las que se enfrentaban las economías
socialistas, los planificadores centrales, cuando trataban de planificar, el mejor libro
que podemos leer a este respecto es, como digo, el libro de Hannes Kornay.
Este libro, de más de 600 páginas, se divide en dos grandes bloques.
El primer bloque, que es a mi juicio el más interesante y el que tiene más jugo, es la
anatomía del estado socialista, cómo funcionaba económicamente un estado socialista.
La segunda parte analiza las reformas que deben implementarse en un estado socialista
para hacer la transición hacia el capitalismo, pero centrándonos en la primera parte que
ocupa alrededor de 400 páginas, lo que Hannes Kornay estudia en este bloque es, en primer
lugar, cómo se organizaba el estado socialista, cómo se organizaba el régimen de propiedad
dentro del estado socialista y cómo esa estructura del régimen de propiedad dentro del estado
socialista era a la vez una estructura de poder.
Precisamente porque toda la propiedad de los medios de producción caía bajo las manos
del estado socialista, con algunas excepciones que Kornay también analiza de manera muy interesante
en su libro, por ejemplo, la propiedad cooperativa que subsistió en algunos estados socialistas
o incluso la propiedad privada que se toleró en algunos negocios, en algunos sectores menores
dentro de algunas economías socialistas, pero como en general la propiedad de los grandes
medios de producción caía bajo el control del estado, entonces todo el poder político
y económico dentro de esa sociedad caía bajo las manos del estado, que no era más que
la agregación de la burocracia estatal, más sobre todo el partido comunista respectivo
que había parasitado, controlado, instrumentalizado ese estado.
Y como todo el poder, no solo político sino también económico, dentro de una sociedad
socialista recae en las manos del estado, únicamente el estado dentro del socialismo
puede tomar decisiones económicas.
En el capitalismo las decisiones económicas se toman de manera descentralizada, cada uno
dentro de su propiedad y luego llegando a acuerdos voluntarios, contractuales con otras
personas que también han planificado dentro de su propiedad.
En el estado socialista esto no puede suceder porque la única unidad que puede tomar decisiones
en última instancia es el estado socialista, es el comité de planificación central del
estado socialista, a este respecto Kornay distingue entre dos mecanismos de coordinación
de los recursos dentro de cualquier economía, la llamada coordinación de mercado, que son
esas relacines horizontales entre unidades de planificación, tú eres jurídicamente
igual que yo y por tanto para que lleguemos a cooperar hemos de llegar a un acuerdo mutuamente
beneficioso sobre los términos de esa cooperación, por un lado tenemos esa coordinación de
mercado y por otro lado tenemos la coordinación burocrática, como hay alguien que se ubica
por encima de los demás, ese alguien les impone a los demás como deben coordinarse
con él, mientras que la coordinación de mercado es una coordinación vía a acuerdos,
la coordinación burocrática es una coordinación vía órdenes, en el capitalismo podemos encontrar
instancias de coordinación de mercado y de coordinación burocrática, las decisiones
dentro de una empresa se toman burocráticamente, jerárquicamente, pero las decisiones entre
empresas se toman horizontalmente, es decir a través del mercado, en cambio en el socialismo
en última instancia las decisiones se toman burocráticamente, porque como decía, dado
que toda la propiedad cae bajo las manos del estado y por tanto es el estado el que manda
absolutamente sobre todos, en última instancia la coordinación dentro del socialismo es
una coordinación jerárquica de tipo burocrático, y aquí es donde nos topamos con el problema
de la información del socialismo, que no es más que la exteriorización del teorema
de la imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo, justamente porque en la
planificación burocrática en última instancia solo planifica una persona o un grupo reducido
de personas, el resto de la sociedad que se somete a esa planificación central no desvela
la información que posee, que va descubriendo o que tiene incentivos a crear de nuevo a esos
planificadores centrales, y los planificadores centrales tienen muy complicado incorporar
toda esa información dispersa, privativa, contextual, no articulable que existe en sociedad,
y si no la articulan en sus planes centralizados, esos planes centralizados serán planes centralizados
incompletos o incorrectos. En el capitalismo, como las relaciones son horizontales, cada
individuo tiene incentivos a revelar la información que posee y a crear nueva de esa información,
y esa información se materializa en precios de mercado que no son más que el resultado
de los pactos, de los acuerdos que han llegado unidades de planificación al negociar horizontalmente
entre sí, pero como digo, esto no puede suceder en el socialismo porque en última instancia
solo hay una unidad de planificación centralizada que, por tanto, no se puede beneficiar de
la revelación de información de todos sus súbditos, porque esos súbditos ni tienen
incentivos a revelarle la información ni tampoco tienen incentivos a crear nueva información.
Pero claro, la unidad de planificación central en el socialismo si necesita captar al menos
parte de esa información. Entonces, si esa información no le es revelada voluntariamente
a la unidad de planificación central, ¿cómo consigue la unidad de planificación central
obtener parte al menos de esa información? A través de lo que Hannos Kornay llama negociación
vertical. El planificador central tiene que hablar, tiene que dialogar, tiene que negociar
con los directivos de las distintas empresas socialistas que, sin tener ni mucho menos
toda la información que existe en sociedad, al menos si tienen una información más cercana
al objeto que debe ser planificado. Son ellos los que están día a día en la empresa observando
cuál es el potencial de esa empresa que puede llegar a producir, que se necesita para producir
un determinado output, etc. Pero claro, si el planificador central les pregunta a los
directivos de las empresas socialistas cuánto pueden producir y qué necesitan para producir
ese algo, obviamente los directivos de las empresas socialistas cuyo principal incentivo
no es maximizar beneficios porque, a diferencia de lo que sucede en el capitalismo, los directivos
de las empresas socialistas no se quedan con los beneficios que contribuyen a generar
porque esos beneficios se socializan entre el conjunto de la sociedad, el principal objetivo
de un directivo de una empresa socialista es cumplir con las órdenes, es ser capaz de
ejecutar el plan central tal como se lo han ordenado. Por tanto, ese directivo de la empresa
socialista, cuando el planificador central le pregunte cuánto puedes producir y qué
necesitas para producir eso, tenderá a engañarlo, tenderá a subestimar su potencial productivo
y a sobreestimar las necesidades de factores productivos para alcanzar ese objetivo, minimizando
el output y maximizando el input, se consigue maximizar la probabilidad de cumplimiento
con el plan central. Y eso claro, el planificador central también
lo sabe, de ahí que el planificador central entre en una negociación vertical de arriba,
donde está él abajo, donde está el directivo socialista, para negociar una cuota de producción
más alta, de la que el directivo socialista le revela que puede llegar a alcanzar y también
para negociar una cuota de inputs más baja que aquella que le demanda el directivo de
la empresa socialista. Es esa negociación entre superiores y subordinados lo que termina
configurando el plan central que, ulteriormente, se impone a toda la economía. Sin embargo,
no pensemos que ese plan central, una vez ha sido impuesto, ya se aplica rígidamente
sobre todas las empresas públicas de la economía. Todas ellas reproducen exactamente las órdenes
como se han concebido en ese plan central y, acatándolas estrictamente a lo largo del
año, terminan llegando a un determinado resultado. No. Precisamente porque el plan central está
repleto de errores, ese plan central se tiene que ir ajustando sobre la marcha. Según se
va desplegando, según van apareciendo los fallos de coordinación dentro de ese plan
central, hay que ir enmendándolo. Y los directivos de las empresas públicas son conscientes
de ello. Son conscientes de que, a lo largo del ejercicio y a lo largo de los años, tendrán
nuevas oportunidades para renegociar verticalmente con el planificador central, aún cuando no
estén cumpliendo del todo con los objetivos que ese planificador central les ha impuesto.
¿Podrán renegociar a la baja los objetivos de producción? Oye que en un principio exageramos
la capacidad productiva de mi empresa. ¿Renegociémosla ahora a la baja para ajustarla a la realidad?
¿O podrán renegociar a la alza la dotación de factores productivos que necesitan para
alcanzar un determinado objetivo de producción? Por consiguiente, la empresa pública dentro
del socialismo cuando incumple el plan central no desaparece, no quiebra como en el capitalismo,
sino que entra en un proceso de renegociación vertical con sus superiores jerárquicos.
Y a esto es a lo que Hannos Kornay denomina restricción presupuestaria suave o blanda,
uno de los conceptos que más fama ha alcanzado de este economista. ¿A qué nos referimos
con restricción presupuestaria blanda? En el capitalismo, las empresas se enfrentan
a una restricción presupuestaria dura, estricta. Si una empresa pierde regularmente dinero
y no hay nadie, no hay ningún accionista que quiera asumir esas pérdidas y que quiera
recapitalizar la empresa, esa empresa termina quebrando o al menos reestructurándose para
ver cómo es capaz de generar un valor que ahora mismo no está generando. Y la empresa
y los directivos de la empresa privada son conscientes de ello. Si sigo acumulando pérdidas
y no hay ningún inversor que confíe en mi plan de negocio, en mi futuro, la empresa
desaparecerá, no me podré perpetuar en el tiempo, no podré seguir gastando aquello
que no estoy ingresando. Eso es una restricción presupuestaria estricta, gasto a largo plazo,
tanto como ingreso a largo plazo. En cambio, en el socialismo, las empresas
públicas son conscientes de que se enfrentan a una restricción presupuestaria suave, que
no cumplo exactamente con el plan central. No pasa nada, el planificador central terminará
relajándome o bien la cuota de producción que debo alcanzar o bien me terminará otorgando
más recursos para que pueda alcanzar esa cuota de producción. Por tanto, como la empresa
pública no desaparece, no se reestructura por mucho que no alcancemos los objetivos
productivos, por mucho que no seamos eficientes, por mucho que no nos enfrentemos a una competencia
que en el socialismo no puede emerger, porque los términos de la competencia también están
planificados desde arriba, pues esas empresas saben que van a seguir existiendo y que van
a poder seguir gastando, aunque no generen suficiente valor como para acreditar, como para avalar,
como para convalidar ese gasto. Simplemente, los directivos de las empresas
socialistas saben que tienen que renegociar. Con el planificador central, para que ese
planificador central les otorge, por muy diversas vías, el capital que necesitan
para seguir funcionando, ya sea a través de créditos blandos no reembolsables, ya sea
a través de subsidios, ya sea ajustando a la baja el precio de los inputs que las empresas
públicas socialistas tienen que comprar para producir los outputs, ya sea elevando los
precios de los outputs de la producción de una determinada empresa socialista que es
vendido a los consumidores o a otras empresas socialistas que utilizan ese output como input
y por tanto si subes el precio ingresas más, etcétera. El directivo de una empresa socialista
sabe que su restricción presupuestaria es suave, es blanda. Es una significa que no
haya restricción presupuestaria, siempre hay alguna restricción presupuestaria y el planificador
central en algún momento puede decir, basta, te estás pasando, estás siendo demasiado
ineficiente. Sin embargo, ni muchísimo menos la restricción presupuestaria a la que se
enfrentan las empresas públicas socialistas es igual de estricta, es igual de dura que
aquella a la que se enfrentan las empresas privadas en el capitalismo y eso modifica
críticamente sus incentivos dinámicos, sus incentivos a largo plazo. La empresa privada
en el capitalismo sabe que si no es dinámicamente eficiente va a terminar desapareciendo, la empresa
pública en el socialismo sabe que si es dinámicamente ineficiente no va a pasar probablemente
nada porque primero el planificador central no tiene medios para saber si está siendo
o no está siendo ineficiente y segundo porque el estado socialista tenderá a socializar
las pérdidas de esa empresa pública con las del resto de la economía.
Pero claro, si se generaliza la restricción presupuestaria suave, la economía no tiende
hacia la eficiencia, sino que consolida la ineficiencia. La suma de planes centrales
mal concebidos y de empresas que se enfrentan a una restricción presupuestaria suave lo
que provoca son economías esclerotizadas y dentro de esas economías esclerotizadas
los agentes económicos se adaptan a vivir dentro de la mediocridad. Los consumidores
se acostumbran a que en las tiendas no haya aquellos productos que demandan con mayor
urgencia ni haya tampoco productos de calidad, los consumidores son conscientes de que se
tienen que adaptar a comprar lo que hay no lo que quieren, no es la empresa la que se
subordina a sus preferencias, sino que son sus preferencias las que se subordinan a lo
que haya producido la empresa, esto es lo que Hanos Kornay llama equilibrio forzoso,
y a su vez las empresas también se adaptan a vivir en un entorno de carestía continuada
de los inputs y eso se realimenta negativamente con la negociación vertical y la restricción
presupuestaria suave. Por un lado, las empresas se acostumbran a renegociar continuamente
con sus superiores pidiéndoles la mayor cantidad posible de inputs porque saben que
cuando los puedan necesitar quizá no estén disponibles, de ahí que cuantos más te asignen
en el plan central mejor, y a su vez las empresas también saben que precisamente porque lo
habitual es que falte de todo tendrán un chivo expiatorio al que culpar de no haber
alcanzado el objetivo que se les había impuesto en el plan central, lo cual facilitará esa
restricción presupuestaria suave por parte de sus superiores. Los superiores serán más
comprensivos con los directivos de las empresas públicas por no haber alcanzado los objetivos
que les habían marcado porque como en parte no han alcanzado esos objetivos por problemas
de planificación de los propios superiores jerárquicos, entonces les darán mayor margen
para que puedan continuar aún cuando, como digo, estén siendo muy ineficientes.
Dentro por tanto de esas economías socialistas que funcionan tan mal, familias y empresas
se acostumbran a comprar no cuando necesitan la mercancía que están demandando, sino
cuando esa mercancía está disponible, porque son conscientes de que quizá en el futuro
cuando necesiten de esa mercancía, esa mercancía no estará disponible, porque el sistema no
se adapta, no se readapta eficientemente a sus necesidades, y justamente porque familias
y empresas se acostumbran a comprar cuando las mercancías están disponibles, se generaliza
una demanda precaucionaria que todavía incrementa, agrava más el desabastecimiento en todo momento
de esas mercancías. Y justamente por esto, justamente porque en el socialismo se mezclan
los planes productivos ineficientes desde el lado de la oferta y las compras exuberantes,
exageradas, excesivas, precaucionarias desde el lado de la demanda, justamente por esta
oferta ineficiente y esta demanda excesiva, es por lo que Janos Kornay denomina al socialismo
economía del desabastecimiento, falta permanentemente de todo por los incentivos institucionales
y por los problemas de coordinación institucionales que existen dentro de esa economía, una
economía donde no rige la soberanía del consumidor, sino la tiranía del productor
ineficiente. Como digo, si uno quiera adentrarse en los detalles, en las profundidades sobre
el funcionamiento de las economías socialistas, lo mejor que puede hacer es leer este libro
en inglés, el sistema socialista del economista húngaro Janos Kornay.