This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
en qué clases de activos podemos invertir y cuál de todos ellos ha sido históricamente
el más rentable. Veámoslo.
En el vídeo anterior, dentro de esta serie de educación financiera apatrinada por la
plataforma TradeRepublic, explicamos que utilizar sostenidamente la fuerza del interés compuesto
es fundamental para construir un amplio patrimonio personal a largo plazo.
El interés compuesto nos permite que los intereses obtenidos sobre nuestro ahorro
pasado se conviertan en fuente de nuevos intereses futuros. De ahí que para construir
un patrimonio personal propio no sólo sea importante ahorrar, que también, sino dirigir
canalizar ese ahorro hacia activos financieros que nos proporcionen una rentabilidad razonable,
como para que esa rentabilidad sobre nuestro ahorro se convierta en la base en el fundamento
de nuevas rentabilidades futuras.
Pero, claro, ¿cuáles son esos activos que nos proporcionarían una rentabilidad de razonables
que capitalizadas a largo plazo se convertirían en un sustancial patrimonio personal propio?
Pues en este vídeo vamos a hablar y a describir tres categorías de activos y vamos a ilustrar
cuál ha sido la rentabilidad histórica media de estas tres categorías de activos.
Primera categoría de activos. Deuda a corto plazo y de muy bajo riesgo.
Por ejemplo, los depósitos de los bancos o la deuda pública a corto plazo.
La deuda a corto plazo y de bajo riesgo es un instrumento adecuado para aparcar nuestra
liquidez, pero no para cosechar una alta rentabilidad que a largo plazo nos permita construir un
patrimonio personal sustancial.
Por ejemplo, la rentabilidad media que han proporcionado las letras del Tesoro a tres
meses en Estados Unidos, es decir, la deuda pública a corto plazo del gobierno estadounidense
entre el año 1928 y el año 2023 ha sido de apenas el 3,3%.
Y uno podría decir, bueno, pues una rentabilidad promedio del 3,3% al año por estar invertido
en deuda pública a tres meses, es decir, en deuda pública que puede rescatar en cualquier
momento y que no implica ningún riesgo de impago, no es una mala rentabilidad.
Y desde luego, no es una mala rentabilidad en términos nominales, pero si tenemos en
cuenta que al mismo tiempo la inflación durante ese mismo periodo ha rondado también el 3%
anual, el rendimiento real, la ganancia real de poder adquisitivo que habría conseguido
un inversor invirtiendo durante el último siglo en letras del Tesoro estadounidense
habría sido prácticamente nula.
En este gráfico representamos el patrimonio acumulado de un inversor que en el año 1927
hubiese invertido 100 dólares en letras del Tesoro estadounidense y que a partir de ese
momento se hubiese limitado a reinvertir en letras del Tesoro estadounidense el principal
y los intereses de su inversión inicial.
Y como vemos, apenas tendría un patrimonio ya descontada a la inflación, es decir, son
dólares con poder adquisitivo constantes, perfectamente comparables en términos de
poder adquisitivo en todos y cada uno de los años que aparecen en el gráfico, apenas
tendría en el año 2023 un patrimonio de 126 dólares.
En prácticamente un siglo de inversión solo habría incrementado su patrimonio personal
en un 26%, o dicho de otra manera, habría logrado una rentabilidad anual promedio después
de inflación del 0,25%.
Y ya os anticipo que no cabe esperar que este tipo de activos, la deuda a corto plazo y
de muy bajo riesgo, proporcione nunca una rentabilidad sostenida muy alta.
Y es que quien invierte en deuda a corto plazo y sin riesgo no está asumiendo prácticamente
ningún coste de oportunidad personal, no tiene que aplazar prácticamente nada su gasto
y no se está exponiendo a ningún riesgo.
Por tanto, una alta rentabilidad por este tipo de activos sería un completo chollo
que llevaría a que todo el mundo lo comprara masivamente y al comprarlo masivamente su
rentabilidad bajaría.
De ahí que, como decía hace un momento, las letras del Tesoro, los depósitos bancarios
a corto plazo, sean instrumentos interesantes para aparcar la liquidez y no perder poder
adquisitivo, pero no lo son en absoluto para construir un amplio patrimonio personal propio.
Otro tipo de activo, la renta fija a largo plazo y de riesgo medio alto, por ejemplo
bonos corporativos, deuda de una empresa que podemos adquirir para financiar las inversiones
de esa empresa y que esa compañía nos tiene que reembolsar a vencimiento.
En este caso ya se trata de un activo en el que, para invertir en él, ya tenemos que
diferir nuestros planes de gasto más a largo plazo, porque se trata de un activo a largo
y a su vez también estamos expuestos a un mayor riesgo, el riesgo de que la empresa
que ha emitido esa deuda a largo plazo y de riesgo medio alto se declare, por ejemplo,
en concurso de acreedores y no nos pueda devolver todo el dinero que le hemos prestado previamente.
Pues bien, en este caso la rentabilidad anual promedio de la renta fija corporativa en Estados
Unidos ha sido desde el año 1928 del 6,6% en términos nominales, una rentabilidad apreciablemente
más alta que las de las letras del Tesoro estadounidense y que después de inflación
ya arroja una rentabilidad bastante más interesante del 3,5% en términos reales.
De esta manera, 100 dólares invertidos en 1927 en renta fija corporativa y reinvirtiendo
a partir de entonces el principal y los intereses que esta renta fija corporativa nos fuera
proporcionando se habrían transformado, como podemos ver en este gráfico, en 2.780 euros
en el año 2023. Observaréis, por cierto, una pronunciada caída desde el año 2020 que
se debe a dos factores. Por un lado, la alta inflación acumulada desde el año 2020, el
problema de la renta fija es que como te devuelve una cantidad nominal fija de dinero
a vencimiento del bono, si hay inflación alta y no prevista, equivale a que te cobren
un impuesto extraordinario sobre tu patrimonio. Y el segundo motivo es la fuerte subida de
tipos de interés que experimentamos en 2021, 2022 y 2023 y que se traduce en una caída
del valor liquidativo de estos bonos a largo plazo.
En todo caso, estamos hablando de una rentabilidad real después de inflación del 3,5% al año
desde el año, desde el ejercicio, 1928. Y una forma de invertir en bonos corporativos,
por cierto, es a través de un ETF de bonos corporativos. Y precisamente la entidad que
apadrina esta serie de vídeos de educación financiera, Trade Republic, ofrece en su plataforma,
a través de su aplicación, la posibilidad de adquirir diversos tipos de ETFs de bonos
corporativos. Así que si queréis obtener más información sobre la plataforma de Trade
Republic podéis consultar el link que aparece en la caja de descripción de este vídeo.
Y el tercer tipo de activo al que voy a referirme es la renta variable, es decir, la bolsa.
Las acciones de una empresa son formalmente pasivo no exigible, es decir, aportaciones
dinerarias que la empresa nunca tiene por qué reintegrarnos, salvo que ella quiera
hacer una devolución del capital. A diferencia de lo que sucede con la renta fija, las acciones
de una empresa son formalmente pasivo no exigible, es decir, no existe ninguna obligación
de la empresa a reintegrarnos las aportaciones dinerarias que hemos efectuado al adquirir
una porción de su capital social. Además, el accionista es el último en cobrar. Solo
después de que la empresa haya pagado a todos sus acreedores, por ejemplo, a sus trabajadores,
o por ejemplo, a quienes hayan invertido en un bono corporativo emitido en esa empresa,
solo después de pagar a todos sus acreedores, si queda dinero, si sigue habiendo beneficios,
el accionista es remunerado. Por tanto, el riesgo que comporta una acción es mayor al
que implica un bono emitido por esa misma empresa, porque el accionista cobra después,
si cobra, del bonista. Por tanto, invertir en acciones es invertir en un activo a más
largo plazo y con más riesgo que un bono, pero a la vez tenemos la contrapartida favorable
de que la rentabilidad de la acción no está limitada de antemano. Al comprar un bono,
pactamos con la empresa que nos pague regularmente un tipo de interés fijo. En cambio, al comprar
una acción, tenemos derecho a un porcentaje determinado de los beneficios que genere la
empresa, y si esa empresa genera muchísimos beneficios en el futuro, recibiremos una porción
de esos beneficios enormes. Y cuanto más elevados sean esos beneficios, mayor será
la remuneración que obtendremos. No hay un límite determinado exante a la rentabilidad
que podemos lograr invirtiendo en acciones de una determinada compañía. Y en este sentido,
la rentabilidad promedio de invertir en la bolsa estadounidense, en el Standard & Poor's 500,
desde el año 1928, ha sido en términos nominales del 9,8%, lo que significa que después de tener
en cuenta la inflación, es decir, la rentabilidad real de invertir en bolsa en el Standard & Poor's
500 desde el año 1928, ha sido del 6,5%. Hace un rato hemos dicho que la rentabilidad real de
invertir en renta fija corporativa estadounidense ha sido del 3,5% anual desde el año 1928. Y ahora
estamos viendo que la rentabilidad real de invertir en acciones estadounidenses desde ese mismo año
ha sido del 6,5%. Aparentemente la diferencia no es muy grande, apenas 3 puntos más de rentabilidad
al año. Pero 3 puntos de rentabilidad adicionales cada año a largo plazo constituyen una diferencia
brutal en términos de acumulación patrimonial, y la constituyen precisamente por el enorme poder
que a largo plazo tiene el interés compuesto. Fijaos en el gráfico. 100 dólares invertidos
en bolsa estadounidense en el año 1928 serían, a día de hoy, 44.200 dólares. Y se trata de dólares,
repito, con poder adquisitivo constante, es decir, una vez descontada la inflación. Además,
si colocamos este mismo gráfico en logaritmos para que la escala no nos confunda, comprobaremos
por la pendiente de la recta que la revalorización de la bolsa ha sido prácticamente constante a lo
largo de las últimas décadas. No es que se trate de que haya habido una década muy muy muy buena,
y todas las restantes hayan sido muy malas, y la media histórica sea aceptable porque esa década
muy buena contamine el promedio con las décadas malas. No, más o menos en todas las décadas la
bolsa se va revalorizando. Hay algunos lustros peores, desde luego, pero a largo plazo la
revalorización de la bolsa se aproxima a ese 6,5% que hemos mencionado antes. Y de nuevo,
si uno quiere invertir en una amplia y diversificada selección de acciones, podéis hacerlo a través de
un ETF de renta variable como los diversos que podéis adquirir a través de la aplicación de
la plataforma que apadrina esta serie de vídeos sobre educación financiera, TradeRepublic. Así
que si queréis obtener más información sobre la plataforma de TradeRepublic podéis consultar el
link que aparece en la caja de descripción de este vídeo. Por tanto, invirtiendo en renta fija
corporativa, nuestro patrimonio personal se habría multiplicado en términos reales por 28,
pero invirtiendo en renta variable se habría multiplicado por 441, y todo únicamente por
obtener tres puntos más de rentabilidad en promedio anual desde el año 1928. Esa es la
enorme potencia del interés compuesto que ya describimos en el vídeo anterior. Por consiguiente,
invertir en los activos adecuados es fundamental para construir un sustancial patrimonio personal
propio a largo plazo, pero también lo es invertir de manera progresiva, es decir, invertir efectuando
aportaciones periódicas a nuestra cartera de activos. Y las razones por las que es tan importante
invertir de este modo a través de aportaciones periódicas las expondremos con detalle en el
siguiente vídeo dentro de esta serie financiera apadrinada por TradeRepublic.