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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Durante los últimos meses hemos escuchado en innumerables ocasiones que la crisis del coronavirus,
que la pandemia, ha demostrado la necesidad de un estado grande, de un estado gigantesco,
de un estado omnipotente, que sea capaz de contrarrestar la epidemia y de protegernos a todos.
Dejando de lado que esta tesis en muchas ocasiones ha confundido lo que eran medidas extraordinarias
con lo que deberían ser medidas ordinarias, sería como decir, esta crisis ha demostrado
que el estado ha de controlar quién se puede reunir, quién se puede manifestar, porque
cuando la gente se reúne o se manifiesta sin control del estado, entonces suceden cosas
horribles, pues no, como mucho habrá una justificación para que, por motivos sanitarios
y de manera acotada y extraordinaria, se impongan medidas de distanciamiento social para romper
las cadenas de transmisión del virus, pero desde luego no hay ninguna justificación para
que en condiciones normales el estado controle con quién nos reunimos, con quién nos asociamos
o con quién nos manifestamos.
Pero dejando de lado que muchas veces se confunde lo coyuntural con lo estructural, lo cierto
es que quienes efectúan esta afirmación quizá tengan razón, quizá aquellos estados
que son estados grandes, que son estados gigantescos, han tenido muchos más medios a su alcance
para contrastar la pandemia y, en cambio, los estados más pequeños, más escuálidos,
al no tener ningún medio a su disposición para enfrentar tanto la crisis sanitaria como
la crisis social económica que puede derivarse a raíz de esta pandemia, pues necesariamente
se podrían haber visto abocados al caos o a una reacción notablemente ineficaz en
comparación con los estados grandes frente a esta pandemia.
De hecho, esta semana, repasando mi tuitline en Twitter, me encontré con un tuit de Eduardo
Garzón, allá por el mes de marzo, que tuvo muy notable éxito, más de 12.000 retweets
y más de 30.000 me gustas en su momento, que decía lo siguiente.
Como os imagináis que, durante la crisis del coronavirus, tuviésemos un país como
claman los economistas neoliberales que tanto aparecen en los medios, un país sin sanidad
pública, sin ayudas públicas, sin intervención alguna del Estado, sin pensiones públicas,
madre mía.
Y bueno, ya en su momento, ese mismo día le repliqué que los liberales, lo que queremos
es minimizar el tamaño del Estado, el gasto público sobre el PIB en España es del 41%,
en otros países como Francia, de más del 55% del PIB, y sin embargo, hay otros países
notablemente más pequeños que España.
Hong Kong tenía un gasto público sobre el PIB del 19,5%, Taiwán del 17,3%, Singapur
del 14,3%, podríamos añadir también a Corea del Sur, con apenas el 23% de gasto público
sobre el PIB, es decir, aproximadamente la mitad, algo más de la mitad que España.
Y sin embargo, ya por aquel entonces, la cifra de contagios en España era de 11.400, contagios
que hubiésemos detectado, en Hong Kong de 162, en Taiwán de 77, y en Singapur de 266,
y a su vez el número de muertos en España en aquel momento era de 499, en Hong Kong
de 4, Taiwán 1, y Singapur 0 muertos.
Es verdad que estas cifras no estaban dimensionadas en función de la población, pero es fácil
ver que, aun cuando las dimensionáramos por población, las diferencias seguían siendo
muy notables, y por eso dije, igual no sería tan terrible tener un país como el que quieren
los liberales, si ese país con un estado tan pequeño como el que quieren los liberales
es capaz de conseguir cifras tan buenas, cifras tan positivas en materia de lucha contra
la pandemia.
Pero bueno, a lo mejor podría decirse que no era momento, a mediados de marzo, para
medir, para estimar qué política frente a la pandemia, qué modelo de estado frente
a la pandemia, había funcionado mejor.
Si el modelo de estado grande de España o de estado grande de Francia, o el modelo
de estado más pequeño, notablemente más pequeño, la mitad, o incluso una tercera
parte que el de Francia, de Taiwán, de Corea del Sur, de Singapur o de Hong Kong.
Y por eso, como me volví a encontrar con este tweet en mi cuenta de Twitter, pues decidí
actualizar las cifras, y si actualizamos las cifras, esta vez ya dimensionadas por población
para que nadie crea que hay ningún engaño detrás, pues lo que observamos es que los
países que ya a mediados de marzo, algunos nos temíamos que iban a tener un resultado
muy eficaz a la hora de combatir la pandemia, a pesar de su estado raquítico, han tenido
un resultado muy bueno en su lucha contra la pandemia.
Y en cambio, los países que también algunos nos temíamos que íbamos a experimentar una
gestión desastrosa en cuanto a la lucha contra la pandemia, como España o como Francia,
pues efectivamente hemos experimentado una catástrofe a la hora de contrarrestar esta
pandemia.
Las cifras creo que hablan por sí solas.
A fecha de hoy, el número de contagios por millón de habitantes en España supera los
21.000, en Hong Kong es de 698, en Taiwán de 22 y en Singapur de 9.876, y los muertos
por millón de habitantes en España son de 722, en Hong Kong de 14, en Taiwán de 03
y en Singapur de 5.
Por tanto, especialmente a la hora de evitar muertes, estos países han sido tremendamente
exitosos.
En el caso de Singapur, por ejemplo, ha sido tremendamente exitoso a la hora de evitar
muertes, aún cuando no ha sido tan exitoso a la hora de evitar contagios, porque en términos
de millón por habitantes, Singapur ha tenido más o menos la mitad de los contagios que
España, pero no muchísimos menos.
Y sin embargo, en muertos, comparemos 722 por millón de habitantes.
En España, 5 por millón de habitantes en Singapur, y eso que la sanidad de Singapur
es de las que más se aproximan a lo que podríamos llamar un modelo de sanidad privada, un modelo
donde los ciudadanos tienen que ahorrar, mes a mes, en sus cuentas de ahorro sanitario
personal, para luego, con ese dinero que tienen ahorrado, contratar seguros frente a gastos
catastróficos o atender el pago de los servicios sanitarios de los que hacen uso.
El modelo sanitario de Singapur se acerca más a lo que sería un modelo de sanidad privada
puro del libre mercado, que por ejemplo, el de Estados Unidos, y normalmente escuchamos
lo desastroso del sistema sanitario estadounidense, y sin embargo, no escuchamos las bondades
del sistema sanitario de Singapur, que es uno de los mejores del mundo, como se ha vuelto
a comprobar en esta pandemia.
En todo caso, y más allá del sistema sanitario, lo que creo que estas cifras ponen clarísimamente
de manifiesto es que tener un estado pequeño no significa incapacidad a la hora de proteger
a tu población frente al desastre sanitario y económico que puede constituir una pandemia,
y al revés, que tener un estado gigantesco no te blinda frente a una gestión absolutamente
desastrosa en lo sanitario y en lo económico para hacer frente a la pandemia.
Entiéndase lo que realmente estoy afirmando a la luz de los datos.
No estoy diciendo que un estado grande necesariamente tenga que fracasar a la hora de enfrentarse
a la pandemia, o que un estado pequeño necesariamente tenga que triunfar a la hora de enfrentarse
a la pandemia.
Lo que estoy diciendo es que tener un estado pequeño, como decía Eduardo Garzón, imagínaros
luego, madre mía, el desastre en el que estaríamos inmersos, pues bien, tener un estado pequeño
no conduce necesariamente al desastre, no necesitamos un estado grande para hacer frente
a una pandemia, no necesitamos un estado que pese el 40, el 50 o el 60% del PIB para proteger
a la población frente a una pandemia, y a su vez, que tener un estado grande tampoco
es garantía de que la población va a estar bien protegida.
De hecho, y aunque insisto el argumento que se infiere de estos datos es simplemente ese,
que tener un estado grande no es condición necesaria para ser eficaz frente a la pandemia
o que tener un estado pequeño no es condición suficiente para fracasar frente a la pandemia,
pese a que los datos solo dicen eso, no obstante, sí puede hacerse un argumento teórico de
por qué los estados pequeños pueden ser más eficaces que los estados grandes a la hora
de contrarrestar una pandemia u otros desastres extraordinarios a los que una sociedad se
puede llegar a enfrentar.
¿Y cuál es el argumento?
Pues que lo fundamental para hacer frente a una pandemia, o a un terremoto, o a un desastre
natural de cualquier tipo, no es tanto el tamaño del estado, cuanto la actuación eficaz
del estado para hacer frente, para contrarrestar, para combatir esa amenaza.
En el caso de la pandemia, por ejemplo, lo que necesitábamos era distanciamiento social
desde un principio para suprimir rápidamente la transmisión comunitaria del virus y que
por tanto la sociedad, la población rápidamente también pudiese volver a la normalidad porque
el virus ya no estaba dentro de nuestras fronteras.
Por tanto, como digo, lo que necesitábamos era una respuesta eficaz frente a la pandemia
y una respuesta eficaz no necesariamente nos la va a dar un estado gigantesco.
De hecho, y como decía, quizá el estado gigantesco tienda a dar respuestas ineficaces.
¿Por qué razón?
Pues porque los estados, si existen y pueden llegar mientras existan a tener alguna justificación,
existen para ocuparse de muy poquitas cosas, para ocuparse de aquello que, en presencia
de un estado y de un monopolio estatal sobre determinadas materias, la sociedad civil o
el mercado no puede ocuparse, ya sea porque hay fallos del estado, como sostendrían algunos
economistas de Cortes Social Demócrata, o bien porque, como digo, si el estado se arroga
un monopolio sobre, por ejemplo, la gestión de la salud pública, entonces es evidente
que la sociedad civil no puede auto-organizarse para frenar esta amenaza.
En cualquiera de ambos casos, la justificación que, como mucho, puede tener el estado en
un momento determinado es ocuparse de muy poquitas cosas, pero ocuparse bien de esas
poquitas cosas sobre las que sí tiene competencias.
En cambio, en nuestras sociedades europeas, también en la estadounidense, lo que tenemos
son estados gigantescos que se ocupan de prácticamente todo, se ocupan de competencias que no deberían
tener bajo ningún motivo que pudiese llegar a justificarse.
Y como sabemos, quien mucho abarca poco aprieta, es decir, quien se intenta ocupar de absolutamente
todo, tiende a hacerlo todo bastante mal porque no se especializa ni se focaliza a la hora
de resolver y de ejecutar adecuadamente las pocas competencias en las que sí debería
estar centrado.
El economista Alex Tabarrauk denomina esto la presunción del la sefer, es decir, si
los estados no tienen una capacidad infinita para ser eficaces en todo aquello que se
propongan, la presunción debería ser, señor Estado, ocúpese de aquello en lo que realmente
no es reemplazable, no es sustituible, y deje todo lo demás, todos los otros ámbitos
de la vida civil y de la vida económica, en los que usted no juega ningún rol realmente
imprescindible, realmente relevante, en los que únicamente está intentando desplazar
las iniciativas privadas que se desplegarían igualmente con mayor, incluso eficiencia,
que las que está usted desplegando, céntrese en aquello en lo que es supuestamente irreemplazable
y deje todo lo demás al sector privado, pero en aquello en lo que sí es irreemplazable
tiende a ser eficaz, tiende a concentrar los recursos que tiene en esas áreas y no los
desperdigue por todo el resto de la sociedad, deje de preocuparse de regular las apuestas
deportivas o de entrometerse en la vida interna de las empresas para decirles lo que tienen
que pagarle a los hombres o lo que tienen que pagarle a las mujeres, porque no olvidemos
que esos eran los principales debates que estaban centrando la actualidad económica
y social de España mientras la pandemia, a finales de febrero y principios de marzo,
se estaba expandiendo y propagando por todo lo largo y ancho de nuestra sociedad, justamente
porque nuestros políticos estaban más centrados en aquello en lo que no deberían haber estado
centrados y desatendieron aquello en lo que sí deberían haber estado centrados, la gestión
de una pandemia que afecta al conjunto de la sociedad, precisamente por eso pasó lo
que pasó y por tanto tener un estado grande, un estado incluso gigantesco como el de Francia,
el mayor estado del mundo no garantiza absolutamente nada de eficacia frente a un desastre como
el actual, de hecho y precisamente porque la capacidad de gestión, la capacidad de
atención de aquellos que tienen que tomar las decisiones en lo más alto de la burocracia
estatal, es una capacidad de atención y de gestión necesariamente limitada, es altamente
probable que el haber subdividido la atención en tantísimos asuntos, la mayoría, la inmensa
mayoría de los cuales no deberían constituir objeto de competencia de regulación estatal,
es altamente probable que el haber subdividido tanto la atención de nuestros gobernantes
llevó a que no se centraran en lo decisivo y precisamente por eso la inmensa mayoría
de estados grandes se han mostrado tremendamente ineficaces, tremendamente incapaces a la hora
de frenar esta pandemia, en cambio muchos estados pequeños, supuestamente esqueléticos
sin recursos, focalizaron su atención y su esfuerzo en lo importante y meses después
estamos viendo que esa estrategia les ha funcionado, no necesitamos un estado gigantesco,
tenemos un estado eficaz y para que el estado sea eficaz en aquello en lo que resulta supuestamente
irreemplazable el estado, el estado debe dejar de hacer muchísimas cosas en las que sí es
perfectísimamente reemplazable por la iniciativa privada, por la sociedad civil y por el mercado.
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