This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
Bueno, pues muchas gracias, Ruche. Muchas gracias, Axel, por invitarme a...
presentar o estar antecederte en tu turno de palabra en la presentación de tu libro.
Y muchas gracias por supuesto a todos los asistentes y a la Fundación Rafael del Pino
por acogernos una vez más después de tantas y tantas veces.
El libro de Axel Keiser, La tiranía de la Igualdad, se inscribe dentro de una tradición
de libros liberales profundamente anti-igualitaristas o muy críticos con el igualitarismo.
Dos referencias, yo creo, clarísimas y fundamentales de esta crítica liberal al igualitarismo.
Por un lado, quizá más conocido, el libro de Murra y Rothbard,
el igualitarismo como una revuelta contra la naturaleza.
Bien, el de ese paleo libertario, Erich von Cohen el Ledin, Libertato y Igualdad,
donde plantea que la derecha liberal tiene como ideal la libertad
y la izquierda anti-liberal tiene como ideal el igualitarismo extremo,
casi rozando la identidad absoluta entre los individuos.
Axel nos hablará perfectamente, porque ya lo hace en el libro,
de por qué el igualitarismo conduce a una conculcación fundamental de las libertades
de las personas y por eso se puede considerar profundamente inmoral.
Yo quería darle una vuelta a esta idea y empezar explicando por qué el igualitarismo
no solo atenta contra la libertad y la prosperidad, sino también contra la igualdad.
Porque la igualdad es un valor fundamentalmente liberal
y porque las ideologías igualitaristas no solo se cargan la libertad,
sino que también se cargan la libertad real, la igualdad real de las personas.
El liberalismo es una filosofía política individualista.
Individualista significa que parte de la base moral del presupuesto moral
de que el individuo importa y de que, por tanto,
hay que considerar al individuo una importancia capital dentro de una comunidad política.
Como he dicho de otra manera, el individuo tiene derechos frente a la comunidad política
o, como decía Nozick, las personas, los individuos, tenemos derechos
y hay cosas que ningún otro individuo ni ningún grupo puede hacernos sin conculcar esos derechos.
Precisamente porque, como digo, el individuo es fundamental,
se le reconocen socialmente derechos para que pueda desarrollar sus proyectos vitales
y aquí es donde entra crucialmente la igualdad,
y especialmente en tiempos populistas como el actual,
donde no solo se ataca esa igualdad entre personas con desigual fortuna,
sino también entre personas con desigual origen étnico religioso o nacional.
El liberalismo reconoce derechos a cada individuo
iguales a los de cada otro individuo.
El liberalismo necesita parte, esencialmente,
la igualdad jurídica de la igualdad de derechos entre las personas,
precisamente porque considera a todas las personas iguales desde un punto de vista moral,
desde un punto de vista jurídico.
De hecho, hay grandísimos liberales que han hecho hincapié
en este presupuesto fundamentalmente de igualdad
en la filosofía política liberal.
Por ejemplo, Friedrich Haye, que en los fundamentos de la libertad,
dice, la lucha por la igualdad formal y contra toda discriminación basada en el origen social,
la nacionalidad, la raza, el credo, el sexo, etcétera,
sigue siendo una de las características más importantes de la tradición liberal.
O, si vamos un poco más atrás, ¿qué dice la declaración de independencia de Estados Unidos?
Sostenemos como evidentes estas verdades,
que todos los hombres son creados iguales,
que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables,
que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
O, incluso, si vamos más atrás,
si vamos al origen intelectual de la declaración de independencia de Estados Unidos,
si vamos a John Locke, a la segunda carta por la tolerancia,
dice, si como debería suceder, como debería,
las leyes de un país se redactaran de manera igualitaria para todos los sujetos,
sin distinción entre las distintas confesiones religiosas,
lograríamos inmediatamente una perfecta tolerancia
que mostraría la inutilidad del uso de la fuerza en materia de religión.
Por tanto, en el centro del pensamiento liberal,
está, por supuesto, la libertad, pero la igual libertad entre todas las personas,
y ahí justamente entra la famosa ley de Herbert Spencer,
el derecho a la igual libertad.
Todos podemos hacer lo que queramos
mientras no infringamos la igual libertad del resto de las personas.
Evidentemente, cuando uno parte de una concepción liberal e individualista
de los derechos, es decir, el derecho de cada persona
y de todas las personas es no vernos interferidos
por los demás en el desarrollo de nuestros proyectos vitales,
uno cae de por sí en una concepción procedimentalista de la justicia.
Esto que significa que no valoramos el resultado de las acciones de los individuos,
lo que valoramos es si esas acciones violan o no violan derechos,
y si las acciones son justas porque no violan los derechos de otras personas,
el resultado es aceptable simplemente porque deriva de un conjunto de acciones
que, como digo, son justas.
Esto es justamente el ejemplo que pone Nozick en Arquíasta o Utopía
cuando habla del caso de Bill Chamberlain.
Bill Chamberlain era un jugador de la NBA, de los tiempos de Nozick,
y hoy podríamos poner el ejemplo de Cristiano Ronaldo o de Messi.
Si cada uno de nosotros queremos darle un euro, 10 euros, 100 euros a Ronaldo o a Messi
a través del precio que pagamos en las entradas para ir a verlos al fútbol,
y esas personas se convierten en multimillonarias,
porque cada uno de nosotros simplemente les hemos querido dar,
con contrapresentación, porque disfrutamos de su juego, pero aunque fuera una donación,
si les hemos querido dar ese dinero porque a nosotros nos satisface dárselo,
el hecho de que sean multimillonarios no es injusto,
porque no se ha violado ninguno de los derechos de las personas al llegar a ese resultado.
Por tanto, el liberalismo no se preocupa por el resultado,
se preocupa por el procedimiento,
se preocupa por si se respetan escrupulosamente todos y cada uno de los derechos de las personas,
fundamentalmente el derecho a la libertad, la propiedad y a los contratos.
En cambio, las filosofías políticas de Corte Social Demócrata
adoptan una visión de la justicia de carácter consecuencialista,
es decir, un resultado determinado es justo o injusto,
en función de si el resultado del proceso social nos gusta o nos disgusta,
y nos gusta o nos disgusta en función de si se ajusta
a un molde más o menos igualitario en la distribución de los recursos.
Pero esto fijémonos que no solo es una radical amenaza para la libertad,
como dice Axel, como podemos, por ejemplo, garantizar una cierta igualdad entre los hijos
cuando los padres tienen diferentes recursos.
¿Os vamos a meter en cómo los padres educan o el dinero que gastan en educar a sus hijos?
Y, por desgracia, parece que algunos están yendo en esa dirección.
Sabemos, por ejemplo, que los padres que leen a sus hijos todas las noches al acostarse,
sus hijos obtienen luego mejor rendimiento académico.
Y no son inexistentes los filósofos que ya han propuesto prohibir
que los padres leen a sus hijos por la noche porque eso dará lugar a desigualdad
de oportunidades en el proceso social.
La otra posibilidad sería obligar a que todos los padres leen a sus hijos por las noches,
en cualquier caso conculcar la libertad.
Pero, como digo, no me preocupa tanto ahora, que es evidente que es lo fundamental,
pero no quiero incidir ahora tanto en cómo esa idea igualitarista en los resultados
y también, por cierto, muchas veces los liberales decimos igualdad de oportunidades.
Cuidado, igualdad de oportunidades depende de cómo lo definamos,
porque las oportunidades pueden venir dadas por los resultados previos.
Por tanto, determinadas igualdades de oportunidades son una conculcación de los resultados previos.
Igualdad de oportunidades en cuanto a derechos, es decir, todos tenemos los mismos derechos
y, por tanto, dentro de ese marco jurídico tenemos las mismas oportunidades exantes.
Luego ya veremos cómo las aprovecharemos en distintos escenarios,
con distintas habilidades, con distintas dotaciones naturales.
Pero, desde luego, igualar oportunidades por la vía de conculcar resultados legítimos
del proceso social es igualmente un igualitarismo liberticida.
Pero, como digo, no me interesa tanto incidir en cómo ese igualitarismo conculca la libertad,
sino, de nuevo, en cómo conculca la igualdad.
La perspectiva consecuencialista de la justicia y que todos los individuos tengan que ajustarse
a un determinado molde de resultados, lo que significa, en última instancia,
es que hay individuos con derechos e individuos sin derechos,
o individuos de primera e individuos de segunda en cuanto a sus derechos.
Por ejemplo, si yo hago uso de mi libertad y obtengo buenos resultados,
mi derecho a la propiedad se ve limitado por el resto de la sociedad,
no porque yo haya conculcado el derecho de nadie, sino simplemente porque he ejercido
o he efectuado un determinado uso de mis derechos.
Por tanto, tú me estás diciendo que no puedo realizar determinado uso de mis derechos,
porque si lo realizo sin perjudicar a nadie,
vas a conculcarme esos o vas a limitarme o vas a restringirme esos derechos.
En cambio, si tú realizas otro determinado uso de tus derechos,
por ejemplo, un uso irresponsable que te lleva a empobrecerte,
adquieres frente al resto de las personas una mayor cantidad de derechos,
por ejemplo, para conculcar su derecho de propiedad.
Por eso, esa filosofía o esa perspectiva de justicia consecuencialista,
lo que hace es cargarse la igualdad de derechos, la igualdad jurídica de todas las personas.
En función de cómo actúan los individuos, tienen o dejan de tener derechos.
Y esto es algo intuitivamente injusto
cuando lo aplicamos a los ámbitos jurídicos más profundos de nuestra sociedad.
Imaginemos que en el proceso penal aplicáramos
una visión de justicia consecuencialista.
En el ámbito penal, por fortuna, todavía se aplica una visión de justicia procedimentalista
como la que defiende el liberalismo. Es decir, si desarrollando el proceso penal,
somos capaces de demostrar más allá de toda duda razonable que eres culpable
porque has conculcado los derechos de otras personas, eres declarado culpable.
Imaginémonos que adoptamos una visión consecuencialista.
El procedimiento es secundario o es poco relevante.
Lo que nos importa al final es el resultado de si tú eres declarado culpable o inocente.
Imaginémonos que, dijéramos, ya hay muchos hombres en la cárcel.
Por tanto, no queremos que haya más hombres en la cárcel
porque hay desigualdad de presos entre hombres y mujeres, entre blancos y negros.
Y, por tanto, aunque tú, que eres hombre blanco,
has sido declarado culpable por el procedimiento penal,
como ya hay muchos hombres blancos en la cárcel, te vamos a declarar inocente.
O al revés, como hay pocas mujeres en la cárcel, aunque usted no ha cometido ningún delito,
es necesario que usted vaya en la cárcel para igualar el número de reos
que hay en la cárcel de un determinado sexo.
Evidentemente, si esta fuera la perspectiva, todos coincidiríamos
en que se están conculcando no solo las libertades fundamentales de las personas,
sino también su igualdad jurídica.
Yo no tengo la protección, tengo un completo desamparo frente al sistema jurídico,
simplemente porque soy hombre, porque soy mujer y mujer, porque soy blanco o porque soy negro.
No nos reconocerían un igual derecho a todos frente al procedimiento penal.
Pues bien, esta profunda filosofía inmoral y liberticida
y desigualitaria, que es el igualitarismo,
es la que por desgracia se está aplicando cada vez más a través de la manipulación
del concepto básico de justicia, calificándolo de justicia social,
como si hubiese otra justicia que no fuera social.
Justicia en cuanto a la distribución de los recursos y no en cuanto a las pautas
de comportamiento de los agentes, es la que por desgracia está moldeando nuestras sociedades
y nos está llevando primero a sociedades más pobres,
segunda a sociedades menos libres y tercero a sociedades más desigualitarias
desde un punto de vista jurídico. Gracias.