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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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Numerosas economías mundiales llevan años asfixiadas por su sobreendeudamiento, tanto
privado como público. Es por ello que muchas de ellas han tenido que acometer planes de
ajuste presupuestario para tratar de reorientar su situación, su muy delicada situación
financiera. Sin embargo, cuando todos los economistas opinan igual, los hay que creen que el mundo
no padece un exceso de deuda pública sin un defecto, que en lo que nos hemos equivocado
en los últimos años no es en haber emitido demasiada deuda pública, sino demasiada
poca. Probablemente el economista más destacado que suscriba esta idea sea el premio Nobel
de Economía, Paul Krugman, quien además, en un reciente artículo titulado de Arzis
Guth, es decir, la deuda es buena, es positiva. Básicamente venía a decir que Occidente
necesita mucha más deuda por dos motivos. El primero es que hay inversiones públicas
rentables, que solo se pueden arrometer si se emite deuda pública. El segundo es que
hay inversores privados que están necesitados de activos libres de riesgo y el mejor activo
libre de riesgo que conocemos es la deuda pública. Vayamos pues a examinar cada una
de estas dos razones para ver en qué medidas son solidas y en qué medida tienen sentido.
La primera de ellas, es decir, que hay inversiones públicas rentables para lo cual tenemos que
emitir deuda pública, pues básicamente razona del siguiente modo. Tenemos ahorradores privados
que cuentan con financiación, tenemos inversiones públicas que son rentables y necesitamos
un puente, y ese puente es la deuda pública. La deuda pública se encarga de captar el
capital de los ahorradores privados, la financiación de los ahorradores privados, y de invertirla
en inversiones estatales que son rentables. ¿En qué medida tiene sentido esta operación?
Pues imaginemos que la inversión estatal promete una rentabilidad del 3% anual, que
la deuda pública se puede emitir, se puede colocar entre los ahorradores privados a un
retorno, a un tipo de interés del 2% anual, bueno, como 3% es mayor que 2%, significa
que la rentabilidad intertemporal que obtenemos por la inversión estatal, supera el coste
de oportunidad intertemporal de financiarla. Si esto fuera así, sería económicamente
correcto que el sector público emitirá deuda pública para acometer inversiones públicas.
Por tanto, en este caso, Krumann sí tendría sentido, es decir, si el sector público
conoce una enorme cantidad de inversiones estatales que son más rentables durante toda
su vida de la inversión, que el coste que implica, el coste financiero que implica emitir
deuda para financiar estas inversiones, sí sería razonable que el Estado se endeudara
para ponerlas en práctica. Ahora, esto de la teoría a los hechos media un
trecho importante. ¿Cuál es ese trecho? Pues básicamente que el Estado ignora normalmente
cuáles son esas inversiones públicas rentables. Lo ignora primero porque no tiene información
contextual, no tiene información del contexto concreto en el que esas inversiones son rentables,
es decir, Mariano Rajoy sabe si en Ávila se necesita una carretera y esa carretera es
lo suficientemente rentable como para proporcionar una tasa de retorno superior al coste de
emitir deuda pública, y al coste de emitir deuda pública no es de año, sino durante
toda la vida útil en la que se va a amortizar la carretera. Pues bueno, no lo sabe, evidentemente,
porque no está ahí y porque no conoce las necesidades locales de cada punto de la geografía
española. Pero además existe otro problema y es que muchas de las inversiones que acometen
el sector público no son inversiones que busquen un retorno explícito. Si el Estado
construye una carretera no cobra un peaje, por tanto, ¿cuál es la rentabilidad de esa
carretera? Simplemente no lo sabemos, y por tanto decir que la rentabilidad de esa carretera
durante toda su vida útil va a superar el coste de financiarla no tiene realmente mucho
sentido, es una expresión normalmente vacía porque, como digo, no se mide la rentabilidad
de esas inversiones. Por tanto, aunque el argumento pueda tener lógica, es mucho más
preferible que sea el sector privado que si busca un retorno explícito y si arriesga
su propio capital en buscarlo, quiera cometa este tipo de inversiones. Si se puede necesitar
una carretera en Ávila, lo lógico sería permitir que el sector público invierta en
carreteras, que no sea eso un monopolio estatal de tal manera que si es verdad que si hace
falta una carretera en Ávila rentable, solo el sector público pueda explotar esa oportunidad
de inversión, que cualquiera que tenga conocimiento de que efectivamente ahí hace falta esa
inversión y que es rentable financiarla, pues la puede ejecutar, eso es un mercado
libre y eso es lo que no hay en muchos de los ámbitos que monopolísticamente se arroga
el sector público. De todas formas este argumento, aunque tiene cierto que talógica, ciertos
problemas muy serios como los que acabamos de ver, no se ajusta en nada la práctica
que han seguido los estados occidentales durante los últimos años. La deuda pública
que masivamente se ha emitido por los estados occidentales no ha ido dirigida a cometer
inversiones públicas rentables, para lo que se ha utilizado esa deuda pública es para
financiar el gasto corriente de las administraciones públicas y obviamente esa financiación del
gasto corriente con deuda pública no entra en este supuesto. ¿Acaso puede entrar en
el supuesto siguiente? Que es de todas formas el mas interesante que plantea Krupp, es decir,
la existencia de miedo en los mercados lleva a que los ahorradores busquen activos libres
de riesgo y ¿cuál es el mayor activo libre de riesgo que existe? En teoría la deuda
pública. Por tanto la estructura del argumento sería algo así, tenemos una serie en conjunto
de ahorradores miedosos que no saben que hacer con su capital y buscan como vía de
protección la deuda pública. Como el estado haga lo que haga siempre puede pagar la deuda
pública supuestamente porque puede cobrar impuestos a la gente, robarle su propiedad
a la gente y pagar con ese robo, con ese expolio a los ahorradores privados, pues en principio
mientras que en propiedades, rentas que rapiñar, los acreedores del estado siempre deberían
poder cobrar. Por tanto, el estado emite deuda pública, los ahorradores miedosos la compran
y que hace el estado con esa deuda pública a cometer inversiones o financiar gasto más
en general que pueden ser rentables o no rentables, porque el propósito de emitir activos libres
de riesgo no es materializar la financiación captada en inversiones rentables, es simplemente
proporcionar el activo financiero libre de riesgo que buscan los ahorradores. Y luego
si se acometen inversiones rentables o no es un asunto secundario, o dicho de otra manera,
aunque el sector público desconociera la existencia de inversiones rentables, los defensores
de que hay que emitir deuda pública como activo libre de riesgo, lo seguirían defendiendo.
Seguirían defendiendo que el sector público la emita, aunque ese gasto se tenga que el
capital captado para la deuda pública se da que gastar en proyectos o en capítulos presupuestarios
que son una ruina. Lo importante es darles a los inversores el activo libre de riesgo
que buscan. Entonces ahora mismo que sucede, según
Krugman hay muchos inversores, muchos ahorradores privados que buscan activos libres de riesgo,
pero hay muy poca deuda pública en circulación. Consecuencia, mucha demanda de deuda pública,
muy poca oferta de deuda pública, el precio de la deuda pública sube, que sube al precio
de la deuda pública es equivalente a que el tipo de interés baje. Y por eso los tipos
de interés de la deuda pública están tan bajos según Krugman, y esto para él acarrear
algunos problemas. El primero es que claro, cuando los tipos de
interés ya están tan bajos, dice no hay margen para estimular la economía bajando
más los tipos de interés. Si el tipo de interés ya está en el 0%, ¿cómo vamos a bajar los
tipos de interés más para estimular una economía que no lo está pasando especialmente?
El segundo problema es que si el tipo de interés de la deuda pública es muy bajo, la gente
empieza a plantearse, bueno, un tipo de interés tan bajo en la deuda pública no me interesa,
voy a tener que buscar rentabilidades superiores, aunque sea asumiendo riesgos crecientes. Y
ahí teme Krugman, que se puedan generar malas inversiones y burbujas. Si la gente salta
de la deuda pública a inversiones activos, privados, acciones, bonos, corporativos, etc.
que sean muy arriesgados, que implican mucho riesgo, solo porque paga unos puntos de rentabilidad,
nosotros tendremos una mala valoración del riesgo en el sector privado. Y por tanto,
según Krugman, hay que buscar una solución a este problema, solución que no puede pasar
según él por subir los tipos de interés, porque no podría decir, bueno, pues si la
deuda pública paga muy bajos, subámoslos. Pero de acuerdo con Krugman, esto no se puede
hacer porque subir tipos de interés machaca la economía, es decir, si en una economía
que está débil de subir los tipos de interés, la destrozas. Y por tanto, lo único que queda
es emitir más deuda pública. Bien, este es el argumento de Krugman, pero alguien obviamente
podría plantearse, ¿y por qué tiene que ser del sector público el que emita activos
libres de riesgo? ¿Por qué no puede ser el sector privado el que los emita? Y sería
desde luego una pregunta muy pertinente, ¿por qué antes de que los economistas kinesianos
como Krugman se cargaran las instituciones monetarias básicas sobre las que se asienta
el capitalismo, es decir, una moneda sana y libre y una banca sin privilegios, pues esto
era lo que sucedía. Cuando teníamos un conjunto de ahorradores miedosos, básicamente lo que
hacían era buscar aquellos activos más seguros en la economía. Por ejemplo, en el patrón
oro la gente atesoraba oro, guardaba el oro debajo del colchón hasta que la situación
se estabilizara, se calmara y pudiese volver a invertir. O si no tenían oro o el oro les
parecía un activo con un retorno demasiado bajo, porque básicamente es nulo, lo que
podían hacer también, y lo que hacían también era invertir en deuda comercial a muy corto
plazo. ¿Qué es deuda comercial a muy corto plazo? Pues básicamente deuda de empresas
de distribución de bienes y servicios, lo que hoy podrían ser, por ejemplo, in-text,
el corte inglés, que utiliza o la utiliza simplemente para financiar su capital circulante,
es decir, para financiar, la ven el periodo que va desde que compran las mercancías a
sus mayoristas hasta que las venden a los consumidores. Se trata, por tanto, de una financiación
que la necesitan a muy corto plazo y que es muy segura. ¿Por qué? Porque los bienes
de consumo que se van a vender ya existen, además suelen ser bienes de consumo que
tienen una demanda muy grande, incluso durante las crisis económicas, y que además tienen
esa deuda comercial a grandes empresas detrás, con capital suficiente como para pagar la
deuda. No hace falta haber otra cosa que, durante esta crisis económica, el corte inglés
o inditex no han impagado ni una sola de sus deudas comerciales a corto plazo. Por tanto,
estamos hablando de activos muy muy seguros. Activos que, al captar financiación, la destinaban
a financiar, como hemos dicho, el tránsito de mercancías ya producidas hasta su distribución
al consumidor. Por tanto, se trataba de inversiones a muy corto plazo y muy seguras que eran
rentables, que indudablemente eran rentables. Vemos aquí, por tanto, cómo se coordinan
los deseos de los ahorradores que buscan seguridad con las capacidades y realidades
del sistema económico. El sistema económico ofrece seguridad sin despreciar la rentabilidad.
¿Qué sucede? Bueno, todo esto ya no funciona, básicamente, porque los economistas quinesianos
se cargaron el patrón oro y, además, han dotado de enormes privilegios a los bancos
que hacen que el último de los activos en los que desea invertir un banco sea crédito
comercial, a empresas solventes, para financiar el movimiento de su capital circulante, que
hacen hoy los bancos, básicamente es comprar deuda pública o, cuando se agota la deuda
pública, otros activos de más riesgo y de más plazo que estos activos comerciales a
muy corto plazo. Y, por tanto, esto ya no funciona. Hoy, o se invierten deuda pública,
o se invierten unos bancos que son, básicamente, insolventes, en muchos casos, o cuya liquidez
depende del hilo que les siga estirando el banco central de turno. Con lo cual, hoy los
quinesianos lo que dicen, ya no tenemos oro, el oro no es un activo libre de riesgo, invertir
en bancos no es seguro, lo único que nos queda es emitir deuda pública. Sin embargo, esto
tiene dos problemas. Tiene dos problemas, el hecho de que aquellos ahorradores que quieran
activos de riesgo solo puedan recurrir a la deuda pública. El primero de estos problemas
es el que ya hemos apuntado a los economistas quinesianos, no les preocupa demasiado, el
hecho de que, aunque no haya inversiones rentables, se emita deuda pública para financiar o
para proporcionar activos libres de riesgo a los ahorradores que los buscan. Por tanto,
estamos ante un proceso de dilapidación del capital. El sector público emite deuda
pública no para invertirlo rentablemente, emite deuda pública simplemente para darles
el activo que los ahorradores miedosos buscan, y que hace el sector público con la financiación
que capta gastarla de cualquier manera, eso es lo de menos. Por tanto, el escaso ahorro
privado que haya en la economía se despilfarra, pero uno podría decir bueno, pero al menos
es un despilfarro socialmente útil, porque les estamos dando a estos inversores que
buscan activos libres de riesgo, un activo libre de riesgo, de manera que cuando la economía
se establece, cuando ya se hayan saciado de activos libres de riesgo podrán volver a
invertir en el sector privado. ¿Pero qué pasa? ¿Es verdadera la deuda pública un activo
libre de riesgo? Pues este es el segundo gran problema con el que se encuentran los economistas
que inesean. La deuda pública son promesas de pago del gobierno, promesas de pago contra
impuestos que el gobierno cobrará en el futuro. Si un gobierno emite un exceso de deuda
pública, solo hace falta ver el caso de Grecia, las dudas de los inversores acerca de la capacidad
de repago de la deuda por parte de su gobierno son crecientes, son expansivas, y por tanto
empieza a cundir el miedo acerca de si esa deuda se va a pagar o no se va a pagar. Esto
es indistinto, sucede igualmente, en caso de que tengamos moneda propia o de que no la tengamos.
Si un gobierno no tiene moneda propia, la crisis de deuda se traslada en forma de tipos
de interés crecientes y de impagos de la deuda. Si un gobierno tiene moneda propia y
por tanto puede darle a la maquinita para imprimir moneda con la que pagar la deuda pública,
el miedo de la insolvencia estatal se traslada desde el impago al impago de la deuda al miedo
a una inflación muy pronunciada. Y lo que provoca es salidas de capitales del país
y de apreciación muy dura de la divisa. Por tanto, en ambos casos, en el primer caso
se teme que se impague la deuda, en el segundo caso que se impague vía inflación, tenemos
disrupciones en el funcionamiento de la economía. El Estado pretende proporcionar un activo
libre de riesgo para tranquilizar a los inversores y en la medida en que sigue emitiendo cantidades
crecientes de deuda pública e invierta esa deuda pública en inversiones que no son
rentables, lo que provoca es una huida, una fuga de la deuda pública de esos países
y no solo de la deuda pública. Un país, una economía cuyo Estado puede impagar, ya sea
con quitas, ya sea con inflación alta, es decir, inflación y depreciación de la divisa,
lo que provoca es una fuga de capital del país también del sector privado. Y por consiguiente,
una deuda pública altísima que sobrepasa la credibilidad del Gobierno para hacer frente
a esa deuda pública, lo único que provoca es huidas de capital y desinversiones en la
economía nacional. No una receta para una recuperación temprana, para una recuperación
acelerada, sino una receta para prolongar la incertidumbre sobre el periodo de ajuste
de esa economía y una receta que, en caso de seguir con ella, nos aboca hacia un desastre
más que su vida.