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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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¿Quiénes disponen de mejores mecanismos para proteger su ahorro frente al mordisco de la inflación?
¿Los ricos o los pobres? ¿Y cuáles son las consecuencias de que esto sea así? Veámoslo.
Uno de los grandes problemas económicos del año 2022 ha sido, sin lugar a dudas,
la inflación, es decir, la pérdida de valor del dinero y el
consecuente encarecimiento del precio del resto de bienes y servicios. Y si el resto de bienes y
servicios se encarecen con respecto al dinero, aquellas personas que acumulen el grueso de
su patrimonio en dinero se estarán empobreciendo como consecuencia de la inflación. De ahí que,
como ya explicamos en un vídeo anterior, la inflación tienda a golpear de manera sobreproporcional a
las personas más pobres de una sociedad, porque son las personas más pobres de una sociedad las
que ahorran las que concentran la mayor parte de su patrimonio en dinero y, por tanto, las que se
hayan más expuestas al efecto pauperizador que tiene la inflación sobre los saldos monetarios.
Por el contrario, los ricos suelen tener acceso a estrategias financieras algo más sofisticadas
que, si bien quizá no permitan evitar absolutamente el daño, el mordisco patrimonial que genera
la inflación, si permiten minimizar el golpe. Pues bien, durante los últimos días el economista
Fernando Zirelli acaba de publicar una investigación en la que pretende modelizar este heterogéneo
impacto de la inflación sobre el patrimonio personal de los ricos y el patrimonio personal
de los pobres para así comprender mejor algunas de las dinámicas que llevan a que,
justamente, los pobres sean mucho más perjudicados que los ricos frente a una elevación generalizada
de los precios. Las dos características básicas del modelo de Zirelli que pretenden explicar uno
de los canales por los cuales la inflación perjudica mucho más a los pobres que a los ricos son
las siguientes. Por un lado, Zirelli distingue entre un grupo de ahorradores que él llama
sofisticados y un grupo de ahorradores que él llama no sofisticados. ¿Qué son los ahorradores no
sofisticados? Aquellos que únicamente se plantean adquirir activos financieros de origen bancario,
es decir, aquellos ahorradores que más allá de que puedan comprarse una vivienda, una plaza de
garaje, cuando se trata de adquirir activos financieros únicamente ahorran o en depósitos
a plazo o en cuentas corrientes ofrecidas por los bancos. No se atreven, no se preocupan por mirar
más allá. Todo su ahorro de carácter financiero se canaliza a través del circuito bancario. Son,
por tanto, ahorradores enteramente dependientes de la banca. No saben, no pueden ahorrar más allá
de los bancos. No se plantean adquirir fondos monetarios, no se plantean adquirir títulos de
deuda pública como alternativa a los depósitos a plazo o ahorran, como digo, en cuentas corrientes
o como mucho en imposiciones a plazo o fijo que les ofrecen los bancos. Esta es una de las
características del modelo de cireli que tiene un claro reflejo en la realidad. En Estados Unidos,
por ejemplo, el 60% del patrimonio líquido de los hogares se haya inmovilizado en pasivos
financieros emitidos por la banca, es decir, cuentas corrientes o depósitos a plazo. Y este
porcentaje además es más o menos independiente de la coyuntura. Es un porcentaje más o menos constante
a lo largo de los años con independencia de si la economía va muy bien, de si la economía tiene
inflación, de si la economía va muy mal, de si la economía tiene deflación de lo que sea. Es un
porcentaje bastante estable porque hay una masa de la población estadounidense que solo sabe ahorrar
a través de la banca. Estos son los ahorradores no sofisticados que en términos prácticos coinciden
en gran medida con las familias de renta más baja. Eso no significa que las familias de renta
media o de renta alta no ahorren a través de pasivos bancarios. Lo hacen pero en un porcentaje
menor, en el caso de las familias de renta más baja, prácticamente solo ahorran a través de
pasivos bancarios. La segunda característica del modelo de cireli es que la banca posee
poder de mercado, es decir que son algo así como un oligopolio. No hay suficiente competencia en el
sector bancario y eso permite que los bancos ofrezcan por los pasivos, que comercializan por los
pasivos que colocan a los ahorradores, ofrezcan un tipo de interés más bajo del que tendrían que
ofrecer si compitieran entre sí por captar el ahorro de los ahorradores. De nuevo esta es una
segunda característica que tiene bastante sentido y que encaja bastante bien con la realidad. En el
sector bancario no existe libertad de entrada. Para crear un banco necesitas una autorización estatal,
de manera que son las autoridades, es el sector público quien controla cuántos bancos hay o cuántos
bancos deja de haber dentro de la industria bancaria. Aunque haya beneficios extraordinarios por la
falta de competencia dentro de este sector, no se crearán nuevos bancos que disputarán la posición
de los existentes. Si el sector público muchas veces muy cercano a los intereses de la propia
banca establecida, si el sector público no autoriza la creación de nuevas entidades financieras. Pues
bien, si juntamos estas dos premisas, por un lado que una parte de la población es reen en términos
de ahorro de la industria bancaria, por otro que la industria bancaria no posee suficiente competencia
interna, ¿a qué conclusión llegamos? Pues llegamos a la siguiente conclusión. Cuando hay inflación,
lo habitual es que los bancos centrales incrementen los tipos de interés como forma
para contrarrestar esa inflación. Ese aumento de los tipos de interés se materializa en muy
diversos instrumentos financieros, de manera quizá más clara en la deuda pública. Si observamos
durante este pasado año 2022 la evolución de la deuda pública estadounidense, observaremos que
su rentabilidad se disparó. ¿Por qué se disparó? Porque la Federal subió los tipos de interés y
por qué lo subió para combatir la inflación. Esa subida de los tipos de interés ejecutada por
los bancos centrales que se termina trasladando a muchos activos financieros permite compensar parte
del daño que genera la inflación. De hecho, a medio largo plazo, incluso es posible que esos
altos tipos de interés proporcionen tipos de interés reales positivos. Aunque en el año 2022 la
inflación ha sido más elevada que el tipo de interés de la deuda pública estadounidense,
si la inflación durante los próximos años se modera al 2 o al 3% y algunos inversores
han comprado deuda pública estadounidense a 10 años por encima del 3,5 o alrededor del 4%,
eso significa que durante la próxima década, si los bancos centrales consiguen dominar la
inflación, esos inversores obtendrán rentabilidades positivas que más que cubrirán la erosión de
su valor patrimonial por parte de la inflación. Dicho de otra manera, la subida de los tipos
de interés ejecutada por los bancos centrales y materializada, con mucha claridad en el
encarecimiento del coste de la deuda pública, proporciona una cobertura parcial o incluso
total frente a la inflación en el medio plazo. Siendo esto así, el grueso de la población
debería tenerlo bastante fácil para protegerse frente a la inflación. Si yo no quiero que mis
ahorros se vean mermados por la inflación, lo que tengo que hacer es, por ejemplo, invertir en deuda
pública o invertir en otros instrumentos similares que me puedan proporcionar esa mayor cobertura que
meramente tener el dinero en efectivo, que meramente tener pasivos bancarios. Problema,
el grueso de la población no tiene sofisticación financiera suficiente como para plantearse dar
el salto desde los pasivos bancarios a otro tipo de inversiones como la deuda pública,
a pesar de que son pasivos muy sustitutivos. Al final, si los pasivos bancarios son más o menos
seguros, si cabe esperar que más o menos los cobraremos en términos nominales, es porque el
estado está detrás. Si tuviéramos que fiarnos de la solvencia de cada banco individualmente
considerado, muchos de ellos, desde luego, serían insolventes y no serían capaces de
reembolsar sus obligaciones financieras. Por tanto, gran parte de la seguridad que hay detrás de un
banco ya viene por la solvencia del estado, con lo cual la deuda pública, cuyo repago depende
de la solvencia del estado, no deja de ser, ya digo, un título más o menos intercambiable con
los pasivos bancarios. Ahora bien, si gran parte de la población sólo se plantea invertir en
pasivos bancarios, sólo podrá acceder a las rentabilidades que les ofrezcan los bancos,
y si los bancos no quieren pagar tipos de interés tan altos como los que está pagando la deuda
pública, no se sentirán presionados a abonarlos porque una masa muy importante de ahorradores no
se plantea dar el salto a la deuda pública. Aunque la deuda pública esté pagando un tipo de
interés del 4% y los depósitos bancarios un tipo de interés del 0,5%, mucha gente se quedará
con los depósitos bancarios al 0,5 en lugar de saltar al 4, y eso desde luego resulta muy
ventajoso para la banca, que se puede seguir financiando a tipos de interés muy bajos y al
mismo tiempo puede hacer inversiones, por ejemplo, comprar deuda pública a tipos de
interés más altos. La banca se está financiando al 0, al 0,5, al 1%, en el mejor de los casos,
y esos fondos ¿qué hace con ellos? Pues los invierte en deuda pública o los invierte en
un depósito en el Banco Central y cobra, por esa financiación, tipos de interés del 3% o
del 4%, me financio al 0, al 0,5, invierto al 3,5 o al 4%. Esos beneficios extraordinarios,
que en gran medida deberían ir a parar a los depositantes, deberían ir a parar a aquellos
que financian a la banca, no van a parar a los depositantes, sino que se los quedan los bancos,
porque los depositantes no amenazan a la banca con cerrar la cuenta e invertir en deuda pública
directamente. La falta de sofisticación financiera los convierte en rehenes de los pasivos muy
bajamente remunerados por parte de la banca. Sin embargo, si el único problema fuera que los
inversores no son suficientemente sofisticados como para plantearse dar el salto de los depósitos,
de las imposiciones a plazo fijo de la banca a la deuda pública, en realidad tampoco ocurriría
exactamente lo que estamos contando. Si hubiese plena competencia en el sector bancario, aparecerían
otros bancos que ofrecerían tipos de interés más elevados por los depósitos para así captar esa
financiación y poder reinvertirla a los tipos de interés de la deuda pública o a los tipos de
interés de los depósitos en el banco central. ¿Qué sucede? Que como ya hemos dicho, la banca,
la industria bancaria no es un sector competitivo y eso lleva a que no puedan aparecer nuevos bancos
que compitan con los existentes ofreciendo tipos de interés más altos por los depósitos o por
las imposiciones a plazo fijo. El conjunto de la banca actualmente incumvente, actualmente existente
dentro de la industria bancaria, prefiere coordinarse más o menos de manera implícita entre ellos
para mantener los tipos de interés del pasivo bancario muy bajo, dado que así sus costes de
financiación son muy reducidos, aún cuando ellos supongan que se quedan sin captar parte de la
ahorro que está fuera de la industria bancaria o aún cuando ellos supongan que se quedan sin
captar parte de la ahorro de otros bancos. Prefieren entre todos mantener tipos de interés sobre los
pasivos, sobre los depósitos, suficientemente bajos como para que no se disparen los costes de
financiación de ninguno de ellos antes que entrar en una guerra entre ellos de la cual saldrían
todos perjudicados. Como digo, si hubiese libertad de entrada al sector bancario, esta estrategia
cartelizadora no podría funcionar. Aunque los bancos se pusieran más o menos de acuerdo para no
pisarse la manguera entre ellos, aparecerían nuevos bancos que les plantarían cara, pero hoy esto es
mucho más complicado por no decir imposible. Con lo cual, cuando juntamos las dos características
que mencionado antes, que para una parte de la población la deuda pública no compite con
los pasivos bancarios, y a su vez que los pasivos bancarios tampoco compiten entre ellos a efectos
prácticos, lo que sucede es que los inversores pocos sofisticados, los ahorradores pocos sofisticados,
se tienen que contentar con los muy bajos tipos de interés que abonan los depósitos bancarios,
y eso significa que en términos reales, una vez descontada la inflación, esos ahorradores se
descapitalizan, es decir, reciben rentabilidades negativas. Por los pasivos bancarios reciben el
0, el 05, el 1% y el 1,5% en el mejor de los casos, y en cambio la inflación a medio plazo puede
estar en el 3, 3, y medio 4%, de modo que aquellos que mantengan sus saldos de tesorería en un
instrumento bancario, en un pasivo bancario, se van volviendo cada vez más pobres. Es como si
se les aplicara una quita a su ahorro. Los ricos, en cambio, en la medida en que sean un poco más
sofisticados financieramente, no se sienten restringidos por el abanico de inversiones que
les ofrecen los bancos, que los bancos les ofrecen imposiciones a plazo fijo muy poco remuneradas,
pues compran deuda pública, no tienen ningún problema a la hora de dar el salto de los pasivos
bancarios a la deuda pública o a otro tipo de activo financiero que ofrezca una rentabilidad más
alta que los pasivos bancarios. De modo que los ricos, o al menos parte de los ricos, aquellos más
financieramente sofisticados, sí son capaces de proteger su patrimonio frente a la inflación,
no así las rentas más bajas, los patrimonios más bajos, en términos generales, los inversores
pocos sofisticados en la terminología que emplea Zideli. Con lo cual, la inflación que tiene lugar
dentro del diseño institucional de nuestras sociedades, donde una parte de la población no
tiene una elevada cultura financiera y donde, sobre todo, no hay competencia entre bancos para
proporcionar buenos instrumentos de ahorro a esa población financieramente no sofisticada,
la inflación que tiene lugar dentro de este marco institucional es una inflación que golpea
desproporcionadamente a las rentas más bajas que son incapaces de proteger su patrimonio frente
a la inflación, lo cual significa que sus ahorros van perdiendo valor año tras año. Y eso significa,
además, como apunta Zideli, que cuando en el futuro vienen maldadas, como se han descapitalizado
financieramente durante las etapas de inflación, esas familias no pueden hacer frente o no en su
totalidad a cualquier quebranto financiero extraordinario que puedan haber sufrido.
Y en esos momentos en los que alguna de esas familias o muchas de esas familias se enfrente
a algún quebranto financiero extraordinario, como no contará con el colchón financiero de
la ahorro acumulado hasta ese momento derivado de la erosión que ha perpetrado la inflación sobre
ese patrimonio financiero, esas familias, además, se tendrán que endeudar con la banca a tipos de
interés que, en este caso, sí serán positivos en términos reales, porque la banca ofrece tipos
de interés muy bajos por sus pasivos, pero obviamente carga tipos de interés más altos por sus
operaciones de activo, por sus préstamos, de modo que esas familias se habrán descapitalizado
durante las épocas de inflación y en el futuro se descapitalizarán al tener que endeudarse a
tipos de interés reales positivos como consecuencia de haberse descapitalizado durante la época
inflacionista. Acumular un patrimonio financiero que te permite hacer frente a los quebrantos
futuros a los que puedas enfrentarte a lo largo de tu vida, se vuelve una empresa muy complicada
en presencia de inflación y en ausencia de sofisticación financiera y de competencia bancaria.
Esta es otra de las vías, por consiguiente, mediante las cuales la inflación, si bien,
no vuelve más ricos a los ricos, o al menos no a todos los ricos, desde luego, si vuelve más pobres
a los pobres.