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El rechazo ha vuelto a triunfar en el segundo plebiscito de reforma constitucional de Chile.
Quienes han ganado, quienes han perdido y cuáles son las implicaciones de todo ello
para el futuro político y económico del país.
Veámoslo.
La mayoría de Chile nos ha vuelto a rechazar el nuevo proyecto de reforma constitucional
para Chile.
Concretamente, el 55% de los ciudadanos han votado rechazo.
Se trata de una oposición algo menor a la que suscitó el anterior proyecto de reforma
constitucional escrito por la izquierda, donde el bloque del rechazo alcanzó el 61%, pero
aún así constituye una mayoría más que suficiente para tumbar este segundo intento
de reformar la Constitución de 1980 o, según lo interpretemos, de 2005.
¿Y quiénes han votado en contra de esta segunda propuesta de reforma constitucional?
Pues por un lado, claramente las izquierdas del país.
El gobierno de Gabriel Boric estaba en contra de este segundo texto de esta segunda propuesta
de reforma constitucional, pero también expresidentes de Chile dentro del ámbito de la izquierda,
como Michelle Bachelet o Ricardo Lagos, apostaron por votar en contra.
Por tanto, todo el espectro de la izquierda, desde el centroizquierda a la extrema izquierda,
ha votado en general en contra de este segundo proyecto de reforma constitucional.
Pero también una parte no desdeñable de la derecha se ha opuesto.
En un vídeo anterior ya explicamos las razones por las que este segundo proyecto de reforma
constitucional no le gustaba a la izquierda, básicamente que imposibilitaba que el estado
chileno creciera, se expandiera, se multiplicara en todos los frentes, tanto como la izquierda
y la extrema izquierda de Chile aspiran a que crezca y a que se multiplique.
Pero también, en otro vídeo anterior, explicamos que este segundo proyecto de reforma constitucional
también dificultaba que Chile pudiese avanzar hacia un estado limitado o hacia un estado mínimo,
porque el texto de reforma constitucional, la propuesta de texto de reforma constitucional,
contenía obligaciones del estado en materia de intervención económica y de redistribución coactiva
de la renta. Por tanto, y por decirlo de otra manera, era una constitución incompatible con
las aspiraciones máximas de la izquierda, pero también era una constitución incompatible con
las aspiraciones máximas de la derecha, podríamos decir liberal-libertaria. Así pues, esta pinza
entre la izquierda, extrema izquierda, y una parte de la derecha ha terminado tumbando este
segundo texto de reforma constitucional. ¿Y quiénes pierden con este resultado? ¿Quiénes
pierden con este 55% de los votos en contra de este nuevo intento de reforma constitucional?
Pues, por un lado, los primeros perdedores son el Partido Republicano de José Antonio Cast. Con
el Partido Republicano de José Antonio Cast se da una situación paradójica. Y es que el Partido
Republicano de Cast fue la única formación política que se opuso a reformar la Constitución
de 1980. Denunciaron, con razón, que era del todo innecesario meter a Chile en un
incierto proceso constituyente cuando la Constitución de 1980, o debido al número
de múltiples enmiendas a las que ha sido sometida, más de 70, también podríamos llamar la Constitución
de 2005, consideraban que los problemas de fondo que tiene la sociedad y la economía chilena no
se solventan con una nueva Constitución y que, por tanto, el proceso constituyente era,
en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo y, en el peor, un salto hacia el vacío institucional.
Eso es lo que decía en un comienzo el Partido Republicano. ¿Qué sucedió? Que en este segundo
intento de reforma constitucional, el Partido Republicano obtuvo la mayor representación
política dentro del Consejo Constitucional y, por tanto, pudo tutelar gran parte del proceso
de redacción de este nuevo texto constitucional. Con ciertas e importantes limitaciones,
pero en buena medida el texto que se sometió a votación ayer y que fue rechazado por el 55%
de los chilenos fue un texto creado, en buena medida, por el Partido Republicano de José Antonio Cast.
Y claro, este Partido Republicano de Cast, que en un comienzo se oponía al mismo proceso
constituyente, ha terminado defendiendo en este segundo plebiscito constitucional el voto a favor
al proyecto de reforma que ellos en gran medida redactaron. Y la victoria del rechazo, por tanto,
también es una derrota política de José Antonio Cast, que no sólo se ha destapado en esto,
como un político incoherente, sino que, además, esa incoherencia no le ha servido para nada,
porque su proyecto de reforma constitucional ha sido tumbado. Pero en segundo lugar,
y no lo perdamos de vista, también pierde con este segundo rechazo la propia izquierda. Es verdad
que la izquierda defendía votar en contra de este segundo texto de reforma constitucional.
Pero no perdamos de vista, no olvidemos, que el espectro ideológico que desde el año 2019
ha promovido, incluso con violencia en las calles, la apertura de un proceso constituyente,
ha sido la izquierda chilena. Ha sido la izquierda la que quería cargarse, la que quería enterrar la
Constitución de 1980 o de 2005. Ha sido la izquierda quien ha denunciado que esa Constitución era la
Constitución de la dictadura y que, por tanto, para que Chile pueda caminar al futuro, era necesario
adoptar, dotarse de un nuevo texto constitucional. Y casi un lustro después de que la izquierda
iniciara este proceso constituyente, de que la izquierda intentara tumbar la Constitución
de 1980-2005, la izquierda ha terminado defendiendo en este segundo plebiscito constitucional el
rechazo del proyecto de Constitución sometido a votación y, por tanto, implícitamente ha terminado
defendiendo la vigencia de la Constitución de 1980-2005 que pretendía enterrar. La izquierda
ha terminado defendiendo el voto en contra de este segundo proyecto de reforma constitucional,
a pesar de que eran conscientes, a pesar de que el propio gobierno de Gabriel Boric les había
advertido de que si se rechazaba esta segunda Constitución, se cerraba, se suspendía,
sin edíe, el proceso constituyente en Chile. Y, por tanto, cuando la izquierda defendía votar
en contra de este segundo texto de reforma constitucional, redactado mayoritariamente
por el Partido Republicano de José Antonio Cast, implícitamente lo que estaba defendiendo esa
izquierda era la vigencia del texto constitucional de 1980-2005. Votar ayer rechazo a efectos
prácticos políticos era equivalente a votar a prueba a la Constitución que la propia izquierda
llamaba de Pinochet. Y eso es un fracaso en toda regla de las aspiraciones de revolución institucional
a través de la tabla rasa constitucional que pretendía desde el año 2019 perpetrar la izquierda
chilena. Pero sobre todo este proceso constituyente ha sido un absoluto fracaso para el conjunto de
la sociedad chilena. Los últimos 5 años de la historia política y económica de Chile son 5
años absolutamente perdidos. 5 años en los que la sociedad chilena no ha progresado absolutamente
en nada y donde, desde un punto de vista social e ideológico, las posiciones políticas dentro de
Chile únicamente se han polarizado. El proceso constituyente que abrió la izquierda no ha
generado más concordia, más reencuentro entre los chilenos, sino más enfrentamiento y oposición
entre ellos. Desde un punto de vista económico, además, el último lustro, el último lustro de
incertidumbre constitucional, el último lustro en el que Chile estaba abierto institucionalmente
en canal, este último lustro ha sido un lustro donde los chilenos no han prosperado absolutamente
nada. La renta per cápita descontada a la inflación de los chilenos en el año 2023 será apenas un 1%
superior a la renta per cápita de los chilenos en el año 2018. Y eso, de nuevo, es un fracaso
para una sociedad que durante las últimas décadas se había acostumbrado a crecer y a prosperar
gracias a que el marco constitucional que han pretendido enterrar durante los últimos 5 años
ha sido un marco institucional que ha posibilitado ese crecimiento y ese desarrollo económico. Y en
lugar de haber dedicado estos últimos 5 años a reflexionar qué le estaba pasando a la sociedad
y a la economía chilena para que ese marco constitucional que había funcionado bien durante
más de 20 años no haya seguido arrojando los resultados que permitía arrojar, en lugar de
dedicar 5 años a reflexionar qué leyes era necesario cambiar en Chile para reimpulsar el
crecimiento económico, los chilenos han perdido 5 años en estériles debates constitucionales,
tirándose los trastos a la cabeza los unos contra los otros y colocando en el horizonte
de los inversores la absoluta incertidumbre sobre cuáles iban a ser las reglas de juego
dentro de ese país en el medio largo plazo. El último lustro ha sido un lustro de inestabilidad
y de aventurismo institucional en Chile y, por tanto, un lustro que ha generado inquietud,
miedo, zozobra entre aquellos inversores que podrían haber estado interesados en invertir
en Chile a largo plazo pero que no eran capaces, como no lo era nadie, de prever cuál iba a ser
el marco institucional básico vigente a largo plazo en Chile mientras Chile seguía abierto
institucionalmente en canal debatiendo sobre cuál debía ser la Constitución del futuro
sin que existiera, como hemos visto en estos dos últimos años, un claro consenso social,
un mayoritario consenso social sobre cuál debía ser ese texto constitucional. Porque
cuando el texto constitucional lo redactó la izquierda, la derecha lo rechazó y cuando el
texto constitucional lo ha redactado una parte de la derecha, la izquierda y la otra parte de
también lo han tumbado. Por tanto, claramente, el saldo de este proceso constituyente iniciado
revanchistamente por la izquierda en el año 2019 ha sido un saldo tremendamente negativo
para la sociedad chilena. No han ganado nada y han perdido mucho. Por eso, incluso Gabriel Boric,
que fue uno de los abanderados de la apertura de este proceso constituyente, ahora, tras el
segundo rechazo, ha decidido poner en suspenso el proceso constituyente porque él mismo es
consciente de que Chile no puede soportar más años abierto institucionalmente en canal.
Con esto quiero ser claro. Durante nuestro mandato se cierra el proceso constitucional.
Las urgencias son otras. Y una vez aparcado este camino a ninguna parte que era el proceso
constituyente, los chilenos deberían comenzar a reflexionar seriamente sobre cómo resolver dos
de sus principales problemas actuales. El estancamiento económico y la creciente
delincuencia. Dos problemas que pueden resolverse dentro del marco constitucional vigente,
dentro de la Constitución de 1980-2005. Al contrario de lo que les han dicho muchos
políticos chilenos durante los últimos años, que para resolver esos problemas hacía falta una
nueva Constitución. Una mentira que meramente repetían porque esos políticos sí querían
una nueva Constitución que supusiera menos restricciones y menos controles a su poder
arbitrario, al ejercicio de su poder arbitrario en contra de la sociedad chilena. Como digo,
al contrario de lo que les han estado repitiendo machaconamente durante los últimos años,
esos problemas claves sí se pueden resolver dentro del marco constitucional vigente. Y lo
que habría que exigirles a los políticos que están en el Legislativo y en el Ejecutivo de Chile
ahora mismo es que se pongan a trabajar eficazmente a la hora de resolver esos problemas. Que dejen
de perder el tiempo, la libertad y los recursos de los chilenos en aventurismos institucionales
estériles y que reformen liberalizadoramente la economía y las fuerzas de seguridad para atajar
el estancamiento y la delincuencia. Mucho me temo, sin embargo, que los políticos chilenos van a ser
en su mayoría incapaces de resolver estos problemas fundamentales y que a su vez la
izquierda chilena no va a dar su brazo a torcer con el intento de iniciar más adelante un nuevo
proceso constituyente para conseguir terminar aprobando una Constitución que amplíe enormemente
los poderes del Estado sobre la sociedad y que, por tanto, le otorgue a esa izquierda chilena
cuando esté en el poder un control casi absoluto sobre la economía y sobre los ciudadanos. Es decir,
mucho me temo que la izquierda chilena no habrá aprendido la lección del fracaso del proceso
constituyente de estos últimos cinco años. Su prioridad es acrecentar extraordinariamente
el tamaño del Estado y, por tanto, acrecentar extraordinariamente su poder político. Y para eso,
no para resolver el problema del estancamiento económico o de la delincuencia, sino para
acrecentar extraordinariamente el tamaño del Estado y su poder político, para eso sí necesitan
una nueva Constitución. Y como esa es su auténtica y su única prioridad, como esa es su obsesión
política, van a intentar conseguir una nueva Constitución en el futuro, caiga quien caiga,
aún cuando ello suponga someter a los chilenos a un nuevo tortuoso proceso constituyente de un
final tan incierto como el proceso constituyente iniciado por esa misma izquierda en 2019 y que
felizmente concluyó ayer. Dependerá de la mayoría de los chilenos no permitir que en un
futuro probablemente no tan lejano, la izquierda chilena vuelva a abrir el país institucionalmente
en canal.