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Hoy quería hablaros sobre las ideas del economista Mankur Olson y más concretamente sobre cómo Olson explica el origen de los estados en su libro Power & Prosperity.
La explicación de Olson se basa en lo que posteriormente se ha conocido como el modelo de los bandidos itinerantes versus a los bandidos estacionarios.
¿A qué nos referimos con este modelo?
Bueno, reflexionemos brevemente sobre qué supone la actividad criminal, la actividad de un ladrón.
En términos generales, los ladrones prefieren vivir en sociedades ricas antes que en sociedades pobres,
dado que en la sociedad de ricas el botín del que pueden apropiarse es potencialmente mayor,
pero se da la circunstancia de que la actividad del ladrón en el margen contribuye a empobrecer una sociedad.
El tiempo y los recursos que el ladrón dedica a robar es tiempo y recursos que no dedica a otras actividades productivas.
Las víctimas del robo del ladrón ven reducida a la recompensa que habían obtenido por ser productivos en otras actividades
y si ese robo se sucede en el tiempo podrían decidir a acumular menos propiedad y por tanto ser menos productivas.
Y a su vez, una sociedad que se enfrente a robos asistemáticos tenderá a invertir más en seguridad, en defensa, en justicia
para protegerse frente a esos atracos y esos recursos que son invertidos en seguridad o justicia
no se pueden invertir en otras actividades que si la sociedad fuera más pacífica estarían disponibles para esa sociedad.
Ahora bien, aunque las actividades de un ladrón contribuyan en el margen a empobrecer a una sociedad,
el ladrón por ese motivo no dejará de robar, ni tampoco optará por robar menos.
¿Por qué? Porque si el ladrón opta por robar la mitad de lo que venía robando,
su fomento de la riqueza dentro de esa sociedad será infinitesimal, será muy pequeño
y por tanto como los costes de dejar de robar, es decir, el botín del que no se apropia,
es un coste que soporta enteramente el ladrón, mientras que los beneficios de dejar de robar
son beneficios que están socializados y son muy pequeños en el conjunto de la población,
el ladrón preferirá seguir robando.
Contrastemos este caso, sin embargo, con el de una mafia que llega a un territorio
y consigue establecer una especie de monopolio de los atracos sobre una determinada colectividad de personas.
En el caso de las mafias, que tienen una participación en los intereses de la sociedad mucho más amplia
que la del ladrón solitario y tinierante que va atracando de manera sistemática,
en el caso de la mafia, los razonamientos anteriores ya no sirven exactamente.
Por ejemplo, imaginemos que la mafia se apropia del 95% de los ingresos de una sociedad.
Si esa sociedad, por tanto, produce unos ingresos de 100 y la mafia se apropia de 95,
a los individuos atracados les quedan unos ingresos de 5.
Pues bien, si la mafia opta por reducir el porcentaje de atraco del 95 al 90%,
las víctimas del atraco duplican la renta disponible después del atraco.
Pasan de tener una renta de 5 después del atraco a una renta de 10.
Y ese incremento de su renta después del atraco quizá les estimule a ser más productivos,
a producir más, a ahorrar más, a invertir más, porque pueden conservar un mayor porcentaje de su esfuerzo.
Si ese es el caso y, por ejemplo, consiguen incrementar sus ingresos antes de atracos de 100,
a 110 la mafia recaudará más, robando el 90% de 110, una recaudación de 99,
que robando el 95% de 100, una recaudación de 95.
Por tanto, como la mafia tiene un interés mucho más amplio, mucho más entrelazado
con los intereses del conjunto de la sociedad, la mafia, que es un bandido estacionario,
si puede plantearse a diferencia del bandido itinerante, que era el ladrón, que va robando de aquí y de allá,
sin tener una capacidad de atraco muy general sobre la sociedad,
la mafia si puede plantearse reducir la intensidad de sus atracos,
porque si roba mucho, reduce la riqueza socialmente atracable,
y si roba menos, incrementa la riqueza socialmente atracable.
Pues bien, este razonamiento, que tienden a efectuar las mafias que dominan un territorio,
no es distinto al razonamiento que efectúan los gobiernos con la famosa curva del afer.
Hay un tipo impositivo a partir del cual se recauda menos que si bajas ese tipo impositivo,
¿por qué? Porque reduces la base imponible de los tributos más de lo que has incrementado el tipo impositivo.
Por tanto, a los estados no siempre les interesa colocar el tipo impositivo más elevado,
un tipo impositivo del 100% sobre los ciudadanos llevaría una recaudación cercana a cero.
Necesitan los estados, al igual que lo necesitan las mafias, que los ciudadanos se mantengan productivos,
porque solo manteniéndose productivos se genera riqueza que luego puedan parasitar a través de los impuestos.
Ahora bien, y siguiendo con las ideas de Olson sobre los bandidos estacionarios,
no pensemos que el comportamiento estratégico de la mafia terminará aquí.
A la mafia también le puede interesar reinvertir parte del dinero que obtiene que extrae de la población en la propia población.
Si hay bienes públicos que la población no puede proveer por sí misma y que son importantes para fomentar la productividad de esa sociedad,
entonces la mafia podría decidir reinvertir parte de su botín en seguir desarrollando las fuerzas productivas de esa sociedad
para que el tamaño del botín futuro se incremente.
Imaginemos que, por ejemplo, hay una carretera que tiene externalidades positivas muy fuertes
y que precisamente porque el sector privado no es capaz de internalizarlas,
el estado, es decir, la mafia, el bandido estacionario, se plantea sin invertir en ella.
Y en la medida en que esa inversión por parte de la mafia incremente su botín,
en mayor medida que no invertir en esa inversión, la mafia decidirá invertir en ella.
Por ejemplo, supongamos que la mafia ha llegado a la conclusión de que el tipo impositivo que maximiza su botín es el 50%.
Por tanto, siempre que invirtiendo un euro en un bien público, la riqueza social se incremente en al menos 2 euros,
a la mafia le convendrá a efectuar esas inversiones, porque si la riqueza social aumenta, por ejemplo, en 3 euros,
es decir, más de 2 euros, 3 euros, y recauda el 50% de esos 3 euros,
la mafia obtendrá 1,5 euros de ingresos para una inversión de 1 euro,
es decir, que les saldrá rentable a la mafia reinvertir en la sociedad para, como decía,
desarrollar sus fuerzas productivas de tal manera que la riqueza social expropiable por la mafia
se incremente y, en definitiva, el botín a largo plazo sigue creciendo.
Y con esta lógica se justifican inversiones muy diversas por parte de las mafias y por parte de los estados.
Por ejemplo, inversión en seguridad. La mafia y el estado tienen que asegurarse de ser los monopolistas reales sobre el crimen organizado.
Ellos han de ser los únicos que roban, porque si hay otros que roban dentro de su comunidad,
ese botín es botín del que luego no se puede apropiar la mafia o el estado,
también tienen fuertes incentivos a evitar, por ejemplo, el asesinato,
dado que una persona que muere, es una persona que deja de proporcionar ingresos futuros para el estado,
también tienen incentivos, como decía, a proporcionar infraestructuras, a proporcionar educación,
para, por ejemplo, desarrollar el capital humano y que sus ciudadanos se vuelvan más productivos,
generan más riqueza y haya, por tanto, un mayor botín del que se puedan apropiar,
pero también a financiar la educación o, incluso, a redistribuir la renta,
para proporcionar un servicio que Olson no menciona, pero que creo que sí es clave
para entender la lógica de las mafias y de los estados, y es generar obediencia política,
es decir, minimizar el riesgo de rebelión de la población frente a los bandidos estacionarios.
Si la mafia, si el estado, consigue inculcar determinados valores a la población,
mediante los cuales se legitima su actividad, o si la mafia consigue que parte de la población
participe del botín que está obteniendo la mafia a partir de determinados grupos de población,
por ejemplo, los que tengan mayor propiedad, los más ricos, se pueden generar alianzas amplias
entre la mafia, el estado y esos grupos amplios de la población para parasitar a las minorías,
por tanto, estas también son inversiones socialmente rentables para el estado que puede
desarrollar a partir de su botín. Y en este mismo sentido, por supuesto, con posterioridad al
establecimiento de un bandido estacionario, de una mafia dominante, de un estado plenipotenciario,
todas las organizaciones que quieren mantener la rapiña sobre la población han creado leyendas
para legitimarse, leyendas de que tenían un origen divino y de que, por tanto, tienen un derecho
natural a gobernar, no es que te estén robando, es que Dios los ha escogido, o leyendas de que,
en el fondo, estos atracos no son verdaderamente atracos porque hubo un momento primitivo y original
donde la población suscribió un contrato social con el estado donde renunciaba aparte
de su libertad y, por tanto, en realidad el estado solo está haciendo uso de esas competencias que
previamente le fueron cedidas a través de ese contrato social. En realidad, nada de esto sucedió jamás
y de lo que se trata es de crear narrativas que el estado consigue inculcar normalmente a través
de los intelectuales cortesanos sobre la población para que la población no entienda cuál es la
naturaleza original del estado, que es la naturaleza de un bandido estacionario. Por supuesto,
todo esto no significa que la población no pueda recibir servicios valiosos del estado, como hemos
dicho, al estado, a la mafia dominante le interesa reinvertir parte del botín en mejorar la calidad
de vida de los ciudadanos para que estos se vuelvan más productivos y para que acepten someterse a la
voluntad del estado. El propio Olson reconoce que si la alternativa a un bandido estacionario es ser
víctima de bandidos itinerantes, como los bandidos itinerantes tienen incentivos a ser mucho más
brutales en el atraco, porque solo atracan una vez y no se sabe si van a volver a atracar esa víctima
en el futuro, como los bandidos itinerantes tienden a ser mucho más brutales que los estacionarios,
la población puede preferir un bandido estacionario que los proteja frente a los itinerantes que la
inexistencia de un bandido estacionario que los deje expuestos a esos bandidos itinerantes. Pero
esto sí significa que el típico argumento que algunos intelectuales cortesanos intentan utilizar
para desacreditar que los impuestos sean en definitiva un robo, un argumento que probablemente
habréis escuchado en muchas ocasiones, es de que ningún ladrón tiene incentivos a reinvertir su
botín en la población y por tanto como el estado si reinvierte la recaudación en la población no
puede ser un ladrón, pues ese argumento es falso. Quizá los impuestos no sean un robo por otros
motivos distintos que este, aunque mi punto de vista es que sí lo son y ya intenté explicarlo en un
vídeo que podréis encontrar en la sección de pestañas arriba a la derecha, pero como digo quizá
no lo sean, pero si no lo son será por otros motivos, no por el hecho de que el estado reinvierta
parte de la recaudación en la población bajo la presunción de que ningún ladrón jamás tendría
incentivos a reinvertir parte de su botín en las víctimas de ese robo, no es verdad. Hay un determinado
tipo de ladrones que sí tienen ese incentivo y son los bandidos estacionarios. Y si como sostiene
Olson el origen de los estados está en el crimen organizado en convertirse en la mafia dominante
monopolística sobre un determinado territorio, ¿cuál es la implicación política que hemos de
extraer de este hecho histórico? Pues en esencia que si los estados no han tenido un origen voluntario
y si además siguen desarrollando aún hoy su actividad no para beneficiar a los ciudadanos en
última instancia, sino para beneficiarlos instrumentalmente como si fueran ganado con el
propósito de seguir atracándolos, la conclusión debería ser que deberíamos reducir la actividad,
el tamaño de ese crimen organizado en forma de estado al mínimo indispensable. ¿Cuál es el
mínimo indispensable? Pues desde luego no lo sabemos, el mínimo indispensable no es necesariamente
cero, porque sí como decía Olson, la alternativa a los bandidos estacionarios, es decir al estado,
fueran los bandidos itinerantes mucho más brutales que el estado, pues consecualistamente
podría ser preferible el bandido estacionario a los bandidos itinerantes. Pero sí significa que
todas aquellas actividades que desarrolla el estado y que no sean estrictamente indispensables para
protegernos de los bandidos itinerantes y que tampoco hayan emergido del consentimiento expreso
y voluntario de cada uno de los ciudadanos son actividades que deberían desaparecer. Como decía
Robert Nozick, el único estado que podría llegar a ser justificable debido a su origen nada
inmaculado a su origen como bandido estacionario, como mafia monopolística establecida, el único
estado que podría llegar a ser justificable es el estado mínimo, el más pequeño indispensable para
proteger la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Y si ni siquiera el estado mínimo fuera
indispensable para articular esa protección efectiva, ni siquiera ese estado mínimo sería justificable.