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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Hoy es 10 de noviembre y, por tanto, día de elecciones generales en España.
Una fecha en la que, al parecer, nuestro deber cívico, como ciudadanos, nos impone la necesidad
de acudir a las urnas para brindar nuestro apoyo a aquella opción política que consideremos
que, en mayor medida, va a promover el bien común dentro de nuestra sociedad.
Sin embargo, en este vídeo quiero ofrecer las razones por las que yo, a título personal,
no voy a acudir a votar, no voy a acudir a votar ni hoy ni ha acudido a votar en las
pasadas citas electorales, porque, por tanto, considero que el abstencionismo activo es
una opción, al menos, tan legítima como apoyar a alguna de las formaciones políticas que
concurre a estas elecciones, sino una opción moralmente superior.
Primero, ¿por qué no voto? Pues por una cuestión de principios. Cada vez que depositamos un
voto en una urna, lo que estamos implícitamente diciendo, el mensaje que estamos implícitamente
trasladando al resto de la sociedad, es que tenemos el derecho a decidir sobre cómo los
demás han de vivir sus vidas. Cuando votamos, no votamos sobre cómo vivir nuestra vida,
eso lo hacemos en nuestro día a día. Cada vez que tomamos una decisión que nos afecta
a nosotros y que queda restringida a nuestro ámbito personal, votamos, escogemos, sobre
cómo queremos vivir nuestra vida. Pero en el voto que depositamos en unas urnas de unas
elecciones generales, lo que estamos es decidiendo cómo se van a aplicar políticas públicas
que afectan a la totalidad de los ciudadanos de un país. Por tanto, no solo estamos votando
sobre nuestra libertad, sino sobre la libertad de los demás. Y esto, desde luego, contiene
una perversión moral muy evidente. No somos dueños de nosotros, pero sí somos dueños
en parte de los demás. Cada uno de nosotros tiene la obligación de someterse al dictad,
a la voluntad, mayoritaria, general, que se desprenda de unas urnas. Y, por tanto, como
yo no suscribo esa premisa de partida, como yo considero, como lo consideran los liberales
en general, que cada persona es soberana de su propia vida y que, por tanto, tiene unos
derechos que son inatacables por otras personas, también por otras personas cuando se mancomunan
electoralmente para decidir sobre cómo esa persona debe vivir su vida, me revelo no
votando, me revelo protestando contra este perverso sistema donde votamos para decidir
sobre la vida de los demás. Es verdad que se podría argumentar que hay decisiones que
son irreductiblemente comunes y que no nos queda otro remedio que decidir por mayoría,
por consenso, y un consenso puede ser el mayoritario. Y este argumento no es malo, es cierto que
hay determinados ámbitos donde no queda otra que votar, aunque inevitablemente el voto
afecte a la vida de otras personas. Una comunidad de vecinos es el ejemplo más claro, una comunidad
de vecinos por necesidad de unas zonas comunes que se tienen que administrar de una determinada
manera y por tanto votar es decisivo, es necesario, para determinar cómo ese organismo, esa comunidad,
toma las decisiones con respecto a las zonas comunes. Sin embargo, hay que distinguir
claramente entre una comunidad de vecinos y el gobierno de la nación o el gobierno
de un estado. Y aquí el modelo que ha desarrollado el pensador Nassim Taleb de localismo fractal
tiene pleno sentido. Lo que hice Taleb es que en nuestras vidas hay distintos ámbitos
de decisión. Por ejemplo, en Estados Unidos tenemos el ámbito federal, el ámbito de
los estados, el ámbito municipal y luego finalmente el ámbito familiar. Pues bien,
a cada uno de esos ámbitos le puede corresponder un tipo de gobierno y de legitimidad gubernamental
distinto. Taleb dice que en el ámbito federal hay que ser libertario, es decir, hay que
oponerse a que 300, 350 millones de personas decidan en común cómo cada uno tiene que
vivir sus vidas a un nivel tan sumamente agregado. Y es que no hay nada o prácticamente nada,
quizá la defensa, pero no hay nada o prácticamente nada que deba ser necesariamente decidido
por 350 millones de personas. Las decisiones que tomen 350 millones de personas sobre cómo
deban vivir sus vidas, 350 millones de personas, son perfectamente separables en decisiones
a menor escala, en decisiones sobre las que cada cual tenga un mayor poder de decisión.
Y por tanto, ¿por qué hemos de renunciar al poder de decisión sobre nuestras vidas
y otorgárselo a un cuerpo electoral gigantesco que ni pincha ni corta a la hora de definir
cómo yo he de vivir mi vida? En el ámbito estatal, que en Estados Unidos sería algo
así como en el ámbito autonómico español, donde sí ya pueda haber alguna competencia
que tenga sentido prestar de manera colectiva, de manera comunitaria y, por tanto, de sí
pueda tener sentido votar y decidir a la hora de cómo se configura esa política, Taleb
dice que hay que ser republicanos, es decir, que hay que otorgarle un ámbito decisorio
muy estrecho al poder político y, en todo caso, que ese ámbito decisorio esté totalmente
controlado por contrapesos como la separación de poderes para evitar que esos políticos
que se arrogan esas competencias mínimas abusen de su poder y hagan un mal uso de las mismas
o traten de ampliar su ámbito competencial, su ámbito de poder. En el ámbito municipal,
Taleb aboga porque seamos demócratas, en la medida en que va a haber muchos servicios
que ya sí son de naturaleza irreductiblemente común, hay que participar activamente a la
hora de decidir la dirección de esos servicios. Y en el ámbito familiar, Taleb aboga porque
seamos socialistas, es decir, porque haya una planificación central dentro de la familia
que es, en definitiva, cómo viven la mayoría de las familias. En las familias no hay precios
de mercado, no hay leyes generales e imparciales, sino que hay un cierto ordeno y mando de los
padres hacia los hijos. Como vemos, cada ámbito de decisión tiene un tipo de gobierno ideal
asociado. Y en el ámbito estatal, si respetamos los derechos y las libertades individuales
de las personas, es decir, el derecho de cada cual a desarrollar su propio proyecto vital
sin interferencias coactivas de terceros, la única opción razonable es ser liberal,
es decir, es impugnar el derecho que nos autoarrogamos a dirigir la vida de los demás, el derecho
a votar sobre la vida de los demás. Y por eso venía a votar como una revuelta, como
una protesta activa contra ese dogma actualmente imperante de que todos tenemos el derecho
a decidir sobre todo. No es cierto, no todos deberíamos tener el derecho a decidir sobre
todo. De hecho, nadie debería tener el derecho a decidir sobre la vida y las libertades
de los demás. Por eso, insisto, no voto por principio. Es verdad que se podría argumentar
que también cabe votar de un modo defensivo, es decir, no votar a opciones políticas
que se arrogan el derecho a conculcar las libertades de los demás para perseguir un determinado
proyecto colectivo a escala estatal, sino votar a opciones políticas que defienden
poner coto a ese intervencionismo estatal en todos los ámbitos de la vida de una persona.
Sin embargo, hay un primer problema operativo con respecto a esto y es que no existen partidos,
al menos mayoritarios, que defiendan no conculcar ningún derecho de la vida de las personas.
Todos en determinado grado se arrogan el derecho, el privilegio a intervenir sobre la vida
de los demás. Y de hecho, incluso cuando defienden no intervenir, es una intervención
que creen que cae dentro de su ámbito competencial debido a la legitimidad que les otorga el
voto y el apoyo popular. No es que se presenten a las elecciones diciendo, nosotros no tenemos
derecho a meter nuestras narices y nuestras manazas en la vida de los ciudadanos. Lo
que dicen es, consideramos que es mejor que el Estado no intervenga y, por tanto, vamos
a legitimar esa política instrumental de no intervenir sobre la vida de los demás
en el apoyo popular. Pero si ese apoyo popular decidiera otra cosa, pues tendría pleno derecho
a decidir intervenir sobre la vida de los demás. Por tanto, no hay partidos mayoritarios
que nieguen de raíz el derecho del Estado a conculcar, a violar, a agredir los derechos
y las libertades de los ciudadanos. Como mucho podríamos mencionar al Partido Libertario,
que es el único partido verdaderamente coherente desde un punto de vista liberal que hay en
España. Pero, por desgracia, su apoyo es tan reducido que no cabe calificarlo ni mucho
menos de partido mayoritario. Entre los partidos mayoritarios no hay opciones coherentes desde
un punto de vista estrictamente liberal. Ese es un primer problema, pero hay otro problema
mucho más importante. Y es que, en la práctica, un voto, el voto de un individuo no es en
absoluto determinante del resultado electoral. En el caso de España, pensémoslo, nuestro
voto, para ser relevante, tendría que ser capaz de influir en la asignación de un escaño.
De verdad, nos creemos que los escaños en determinadas provincias se van a dilucidar
por un solo voto. Si no es así, si los escaños que están en juego no terminan estándolo
por un solo voto, nuestro voto ni siquiera determinaría a un escaño. Y si no se determina
a un escaño, no tiene ninguna influencia sobre el Congreso. Pero es que, aun cuando nuestro
voto fuera a determinar un escaño, y la probabilidad de esto ya es extremadamente baja, para que
de verdad nuestro voto fuera decisivo, ese escaño tendría que ser, a su vez, decisivo
para tomar determinadas decisiones, para tomar determinadas políticas en el Congreso.
Si lo único que conseguimos es que el bloque de la izquierda pase de 155 a 156 diputados
o el bloque de la derecha de 150 a 151, pues de nuevo no es escaño y, por tanto, nuestro
voto no habrá tenido ninguna relevancia práctica, más allá de colocar a un señor para que
cobre un determinado sueldo a lo largo de los próximos años. Por tanto, la probabilidad
de que nuestro voto sea decisivo es extremadamente baja. En Estados Unidos, la estimación de
cuán decisivo puede llegar a ser un voto, la estimación de la probabilidad de la influencia
de un voto en la determinación del resultado electoral, pues oscila entre uno, entre 10
millones y uno, entre mil millones. Por tanto, es más probable que toque la lotería a que
tu voto tenga alguna influencia. De hecho, el ejercicio mental que suelo recomendar a
todas las personas para que evalúen la importancia que tiene o que no tiene su voto en las elecciones
es que después de conocer los resultados de esta noche y con independencia de si hemos
votado o no hemos votado, nos formulemos una pregunta muy sencilla. Si hubiese tomado
una decisión distinta a la que he tomado, es decir, si he ido a votar, pues si no hubiese
ido a votar o si no he ido a votar, si hubiese ido a votar, si hubiese tomado una decisión
distinta a la que he tomado, los resultados electorales de esta noche habrían cambiado
de alguna manera y veréis que la respuesta es que no, que vuestro voto no habría modificado
en absoluto ningún resultado electoral relevante y, por tanto, la influencia, la importancia
del vuestro voto, tiende a cero. Obviamente, la réplica que se suele dar a esta crítica
es que un voto, efectivamente, no vale para nada, no cuenta nada, pero muchos votos sí
tienen importancia y que, por tanto, uno no puede decir que el hecho de ir a votar no
sirve absolutamente para nada, no es instrumentalmente útil para conseguir que, por ejemplo, haya
una mayoría política que se opone a la intervención estatal. Sin embargo, este argumento es tramposo,
porque cada uno de nosotros lo que controlamos es simplemente nuestro voto, cada uno de
nosotros solo tenemos el derecho a un voto, no controlamos el voto de los demás. Evidentemente,
si una persona fuera capaz de controlar el voto de 10.000, de 100.000 o de un millón
de personas, su decisión de a quién apoya o a quién no apoya sería tremendamente relevante
y si esa persona fuera liberal, evidentemente, tendría que apoyar a una opción política
que vaya a minimizar las opciones de intervención estatal sobre la vida de las personas. Pero
no estamos hablando de eso, estamos hablando si el voto de un votante individualmente
considerado de ese votante que hoy se acaba de levantar, acaba de desayunar y se plantea
si acudir al colegio electoral o no, si esa persona va a marcar, va a imprimir alguna
diferencia, tome esa decisión o no la tome y no la va a marcar. Obviamente, si mucha gente
piensa igual, sí puede haber una diferencia importante, pero démonos cuenta de que la
decisión que vaya a tomar muchísima gente es del todo independiente de la decisión
que tome cada una de esas personas. Si el señor que se levanta y decide después de
desayunar que no va a ir a votar esa decisión de abstenerse, de no ir a votar, no va a determinar
que muchas otras personas tomen esa misma decisión. Por tanto, individualmente considerada,
esa decisión es irrelevante porque los eventos de si cada persona va a votar o no va a votar
son independientes. Otra cosa, y aquí sí que podría haber una crítica razonable, es
que se nos diga a las personas que tenemos una cierta exposición mediática y que, por
tanto, tenemos capacidad de llegar y de influir mínimamente sobre un cierto número de personas
que quizá no deberíamos estar promoviendo la abstención activa, sino que deberíamos
estar apoyando a un determinado partido político para, de alguna manera, mancomunar esos votos
sobre los que podemos tener una pequeñísima influencia y dar más opciones a esa opción
menos intervencionista de obtener una cierta representación que pueda terminar siendo decisiva
para la configuración de las políticas en España. Y este argumento, desde luego, no
es malo. Yo no estoy en este vídeo defendiendo que vosotros, los oyentes, los espectadores
no tengáis que ir a votar. Eso es una decisión que tomareis cada una de vosotros. Y yo estoy
exponiendo mis razones para que yo no vaya a votar. Y no voy a votar porque, por principio,
me parece profundamente inmoral el mensaje, la perversión del mensaje que se está enviando
y porque, además, mi voto, mi voto, no lo que yo pueda decir a lo mejor en prensa o
en YouTube o en televisión, sino mi voto es del todo irrelevante para determinar el resultado
electoral. Por tanto, si lo considero un acto inmoral y si, además, aunque quisiera
estratégicamente favorecer a opciones que considere que van a tener una presencia en
el Parlamento que contribuya a reducir el intervencionismo estatal, aunque fuera así, mi voto sería
del todo inútil. Por tanto, lo mejor que puedo hacer de todas todas es no ir a votar.
Ahora, cada uno de vosotros, evidentemente, puede tener una perspectiva distinta, hay personas
que consideran que, pese a que la probabilidad de que se influya en algo sea muy baja, pues
como jugar a la lotería. Jogar a la lotería y, a lo mejor, me toca algo. Aquí, jugar
a la lotería y, probablemente, no vaya a ser decisivo, pero, a lo mejor, con una bajísima
probabilidad influye en algo. Y si consigo influir en opciones que marginalmente mejoran
la libertad de los ciudadanos, tanto mejor. Con lo cual, uno también podría plantear
si tienes cierta capacidad de influencia, pequeña en todo caso, pero si tienes cierta
capacidad de influencia y, por tanto, de organizar que un determinado número de personas, aunque
sea pequeño, vote una misma opción incrementando, por tanto, la probabilidad de que esa opción
tenga alguna representación y tenga alguna influencia sobre la configuración de las
políticas públicas, ¿por qué no lo haces? Pues no lo hago, esencialmente, porque considero
que no hay opciones políticas, partidos políticos que sean objetivamente mejores en la defensa
de las libertades que otros. Como mucho, al único partido que le otorgaría esa calificación
es al partido libertario, porque, en efecto, en todos los ámbitos que pueden afectar a
la vida de las personas, en todos ellos propone ampliar sus libertades, pero incluso ahí
podría haber algunos asuntos que sean conflictivos desde un punto de vista individual, como por
ejemplo el aborto o los procedimientos de excesión y separación estatal, pero en general sí
que me atrevería a decir que el partido libertario es aquel que promueve la ampliación de la
libertad de los ciudadanos en todos los ámbitos imaginables, pero del resto de partidos políticos
hay algunos que pueden promover la ampliación de nuestras libertades en determinados ámbitos,
por ejemplo, en un vídeo anterior ya he dicho que el programa económico de corte más liberal
es el de Vox, pero eso no significa que Vox sea una formación liberal, Vox tiene guiños
liberales en el ámbito económico, pero tiene políticas muy poco liberales en ámbitos
civiles, por ejemplo la oposición a la eutanasia, por ejemplo la oposición a la gestación
subrogada, por ejemplo la oposición a facilitar la entrada de inmigrantes en nuestro país,
por ejemplo la defensa de ilegalización de partidos políticos que no encajen en su ideal
de nación, todas estas políticas son políticas que objetivamente restringen los derechos
y las libertades de ciudadanos, habrá liberales que otorgarán mayor importancia a las libertades
económicas que a la restricción de las libertades personales y poniendo ambos extremos en la
balanza considerarán que la mejor decisión que pueden tomar desde un punto de vista liberal
es votar a Vox, pero habrá otros ciudadanos que le den mucha menos importancia a las libertades
económicas y más a otras libertades personales que aborrecerán de votar a Vox y pueden escoger
otras opciones políticas, incluso que nos puedan parecer opciones radicalmente alejadas
del liberalismo como pueda ser el Partido Socialista, el Partido Socialista lleva en
su programa electoral legalizar la eutanasia, es decir permitir que las personas decidan
dentro de su ámbito de soberanía individual cuando quieren poner fin a su vida, habrá
liberales consideren que este derecho es mucho más importante que pagar un poquito menos
de impuestos porque afecta al momento de terminación de nuestra existencia y por tanto a la capacidad
de terminar con nuestra vida en condiciones que juzgamos dignas y en cambio el IRPF pues
simplemente es pagar un poco más, un poco menos, pero no afecta, no ataca directamente
el modo de vida o de no vida que puedo terminar desarrollando, pues en esos liberales aunque
sepan que el Partido Socialista es radicalmente anti-liberal en materia económica pueden
terminar votando al Partido Socialista desde una perspectiva liberal porque contiene en
su programa, su programa contiene el derecho a la eutanasia o no hablemos ya de una pareja
que quiera recurrir a la gestación suprogada, como una pareja que quiere recurrir a la gestación
suprogada es decir que quiere tener hijos, que va a tener hijos a través de esta técnica
de reproducción asistida y que por tanto va a dar uno de los pasos más cruciales en
su vida que es formar una familia, insisto a través de esta técnica de reproducción
asistida, como va a votar a partidos como Podemos o como Vox que son enemigos radicales
de la gestación suprogada, es decir de una de las decisiones vitales más cruciales y
más importantes que va a tomar a lo largo de su vida, esa pareja por mucho que tenga
una ideología liberal que sean partidarios del libre mercado, de los impuestos bajos
va a repudiar a Vox aún cuando amplie según su programa electoral las libertades económicas
del país y de esos ciudadanos porque otorgarán previsiblemente mucha más importancia a la
legalización y al respeto en la práctica de una técnica de reproducción asistida
mediante la cual van a hacer sus hijos, es decir, lo más importante en sus vidas que
a pagar un 1%, un 2%, un 5%, un 10% más o menos en el IRPF, en el IVA o en el impuesto
sobre sociedades. Por consiguiente, yo no tengo que decirle a nadie ni tengo que intentar
dirigir el voto de nadie porque cada cual se puede informar sobre cuáles son los programas
electorales de los distintos partidos políticos y si cada cual respeta las libertades de los
demás puede, enjuiciando la totalidad de esos programas electorales, decidir a qué libertades
individuales les quiere dar más importancia y a cuáles menos importancia y por tanto
a qué partido político unos reprimen unas, otros reprimen otras, va a terminar votando
o a qué partido político no va a votar porque, insisto, otra opción muy razonable,
que es de hecho la que yo voy a tomar, es no votar. En definitiva, no voto porque primero
votar me parece una inmoralidad en la medida en que votar supone decidir sobre la vida
de los demás y nadie tiene el derecho a interferir, a decidir sobre la vida de los demás.
Y en segundo lugar, tampoco voto porque aunque me pudiera plantear impulsar aquellas opciones
políticas que quieren intervenir sobre la vida de los demás en menor medida, el voto
de una sola persona, en este caso mi voto, tiene una importancia, una relevancia, una
influencia que tiende absolutamente a cero. Por tanto, si lo considero un acto perverso
y además a título personal mi voto es completamente inútil, la mejor decisión que puedo tomar
es no votar. Eso no significa que los liberales en general no deban votar. No estoy haciendo
un llamamiento generalizado a la abstención de todos los liberales, simplemente estoy
explicando mis razones para no votar. Allá cada uno, allá cada liberal, con el uso que
quiera hacer de ese privilegio que no deberían tener de decidir sobre la vida de los demás,
es decir, de votar. Si los liberales, si algunos liberales consideran que es preferible apoyar
a determinadas formaciones políticas para promover la libertad y, por tanto, para restringir
el ámbito de intervención estatal, pues si se sienten cómodos, si se sienten a gusto,
si se sienten intelectualmente reconfortados de esa manera, hay a ellos que voten, no
pasa nada, no votar no es necesariamente anti-liberal, sobre todo si apoyas opciones
que vayan a restringir el ámbito de poder estatal. Ahora bien, si considero que a largo
plazo la contribución para la ampliación de las libertades de los ciudadanos que tienen
mensajes disruptivos como este, votar es inmoral porque nadie tiene derecho a decidir sobre
la vida de los demás, votar es inútil, especialmente en una democracia con un colegio
electoral tan grande como el español, digo si considero que la influencia que tienen
a largo plazo mensajes como este, la influencia sobre la ampliación de nuestras libertades
es mucho mayor que simplemente depositar nuestro voto en una urna medio secretamente a aquellas
opciones políticas que más o menos sean más respetuosas con las libertades de los
ciudadanos o con algunas libertades de los ciudadanos al tiempo que conculcan otras.
Así creo que tenemos que enviar este mensaje, el mensaje de que lo ideal sería que cada
cual votara sobre su vida y no sobre la vida de los demás y que como mucho votáramos
sobre cuestiones que son irreductiblemente comunes, pero no sobre cuestiones que son
perfectamente separables e individualizables y que en definitiva aquel que promueve una
fiesta de la democracia en forma de urnas que dicten a los demás como tienen que vivir,
como tienen que definir su proyecto vital lo que no está haciendo es respetar a esa persona
ni en la teoría ni en la práctica.