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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, aboga por una abolición de la privacidad
bajo el argumento de que, si no tienes nada que ocultar, tampoco tienes nada que temer.
¿Es este un argumento razonable que nos acercaría hacia una sociedad más segura y libre? Veámoslo.
Durante los últimos días se ha viralizado a través de las redes sociales el extracto de
una entrevista a Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, y uno de los teóricos
y defensores de un gran reinicio, es decir, de un cambio en las reglas de juego globales,
se ha viralizado un extracto de una entrevista de Schwab donde aboga, donde defiende,
una supresión radical de los estándares de privacidad de los individuos. En el extracto
de esta entrevista, que ahora vamos a escuchar, Schwab aboga por una transparencia total y añade
que si no tienes nada que ocultar, no tienes nada que temer.
Este argumento de que si no tienes nada que temer, no tienes nada que ocultar, es un argumento muy
peligroso que lleva mucho tiempo utilizándose para ir erosionando poco a poco los estándares
de privacidad que, en última instancia, contribuyen a proteger la libertad de los individuos. Pero es
un muy mal argumento por tres razones. En primer lugar, una persona puede no haber cometido nada
que sea ilegal, puede no tener nada que ocultar frente a la ley y, aún así, no querer que los
trapos sucios de ese individuo, trapos sucios dentro de la legalidad, se aireen en público.
Si no nos gustaría que un funcionario público pudiese entrar en cualquier momento en nuestra
casa o leer cualquiera de nuestros correos electrónicos o escuchar nuestras conversaciones
por teléfono, no, insisto, porque haya nada ilegal que ocultar, sino simplemente porque no
queremos que terceras personas se enteren de los detalles más íntimos de nuestra vida,
pues si nada de esto nos gustaría y a mucha gente, a buen seguro, no le gusta, desde luego,
si puedes temerle a una transparencia total, es decir, a una anulación absoluta de la privacidad,
aunque no tengas nada ilegal que ocultar. En segundo lugar, la frontera entre lo legal y
lo ilegal no es una frontera fija, no es una frontera congelada o inamovible. De modo que,
aún cuando una persona actúe hoy plenamente dentro de la ley y, por tanto, siguiendo la
lógica de su app, no tenga nada que temer porque tampoco tiene nada que ocultar, toda
su vida se desarrolla dentro de la legalidad, aún así, esa persona puede temer que actividades
que hoy son plenamente legales porque no generan ningún tipo de perjuicio sobre terceros y porque
constituyen una expresión de la libertad individual más nuclear de una persona,
se declaren mañana ilegales y precisamente porque la privacidad ha sido eliminada,
porque existe, como dice su app, una transparencia total, ni siquiera podamos seguir desarrollando
esas actividades que hoy son legales, que no dañan a nadie, que son una manifestación nuclear de
nuestra libertad, que ni siquiera podamos seguir desarrollándolas al margen de esa opresora nueva
legalidad. Por ejemplo, imaginemos que un gobierno decide censurar la obra de Marx o que decide
ilegalizar las donaciones a una asociación de defensa pacífica de la libertad individual. Bueno,
hoy todo eso está dentro de la ley y, por tanto, cualquiera que lea a Marx, aunque sea,
para criticarlo, o cualquiera que donne parte de su dinero a una asociación liberal dirigida
a defender y promover las libertades ciudadanas, una persona que desarrolla alguna de estas
actividades, según la lógica de su app, no tiene nada que temer, aun cuando todo el mundo tenga
pleno conocimiento de que está desarrollando esas actividades, aun cuando los funcionarios,
la burocracia, los políticos que conforman el Estado sean en cada momento perfectamente
conscientes de si está leyendo o dejando de leer a Marx o de cuánto dinero está donando o dejando de
donar a esa asociación promotora de las libertades individuales. Por consiguiente,
una completa supresión de los estándares de privacidad, que todo lo que haga un individuo a
lo largo del día en su vida sea de conocimiento público, esa total supresión de los estándares
de privacidad dificultaría la resistencia pacífica a las normas liberticidas de los
estados y, por tanto, incentivaría a los estados a que aprobaran muchas más de esas normas
liberticidas en la medida en que no podrían ser tan fácilmente resistidas por los ciudadanos.
Por tanto, abolir la privacidad es multiplicar el control estatal. Pero además, y en tercer lugar,
hay otra razón por la cual este argumento de que si no tienes nada que ocultar frente a la ley,
no tienes nada que temer, hay una tercera razón por la que este argumento es deficiente. Y es
tan sencillo como plantearse. ¿Esa abolición de los estándares de privacidad sería de aplicación
a absolutamente todos los individuos y absolutamente todas las organizaciones? Y la respuesta creo que
todos sabemos que es que no. Los estados evidentemente no renunciarán a sus secretos de estado y
apelarán a razones de seguridad nacional para no hacerlo, y los políticos y los funcionarios del
estado, o al menos algunos altos funcionarios del estado, también es muy improbable que se sometan
a esos estándares de transparencia absoluta, de abolición de su privacidad, aunque solo sea,
de nuevo, por cuestiones de seguridad nacional. Porque los secretos del estado no son otra cosa
que las conversaciones o las acciones o las decisiones que perpetran esos políticos y esos
altos funcionarios, de manera que si conociéramos todas sus acciones, todas sus decisiones y todas
sus conversaciones, de facto estaríamos también aboliendo los secretos de estado. De entrada,
esta inaplicación de los estándares de transparencia total al estado y a quienes forman parte del
estado ya nos debería hacer pensar que, aunque no tengas supuestamente nada que ocultar, si puedes
tener que temer. Los políticos y los altos funcionarios del estado no querrán salvaguardar
su privacidad apelando a que estén haciendo cosas ilegales, sino a que estando dentro de la
legalidad, una transparencia absoluta los colocaría en una situación de riesgo. Pues bien, si eso es
aplicable a los políticos, desde luego también será aplicable a cualquier ciudadano, aún cuando
sea a una escala menor, pero también será aplicable. Por tanto, ellos mismos te estarán
diciendo que, aunque no haya nada que ocultar frente a la ley, sí puede haber que temer. Luego,
por supuesto, además, los políticos y los altos funcionarios del estado, claro que cometerán
ilegalidades y por eso también tendrán muchas cosas que ocultar frente a la ley y, por tanto,
que temer de una transparencia absoluta. De ahí, por cierto, que si queremos empezar rebajando los
estándares de privacidad, habría que empezar rebajándolos por el estado, por el sector público,
que es aquel que sí debe ser fiscalizado y controlado por los ciudadanos. Pero bueno,
dejando de lado todo eso, lo que quiero remarcar es que no es verdad que si no tienes nada que
ocultar no tienes nada que temer, porque que los demás tengan cierta información sensible sobre
ti puede ser un arma contra ti, aún cuando esa información no sea referida a nada ilegal. Con lo
cual, si el estado, los políticos o los altos funcionarios no se van a aplicar a sí mismos
estándares de transparencia absoluta, pero sí quieren aplicarles al resto de ciudadanos estándares
de anulación absoluta de la privacidad, ¿hacia dónde nos conduce eso? Pues nos conduce hacia una
sociedad con una casta, con una oligarquía que sí disfruta de altos estándares de privacidad y
con un bulgo, con una plebe, que por carecer de privacidad está a merced del control de esa
casta. La casta podría seguir haciendo lo que quisiera, dentro o fuera de la ley que ellos mismos
establecerían, porque al gozar de privacidad no podrían ser fácilmente fiscalizados por el bulgo,
y en cambio el bulgo estaría totalmente controlado por esa casta en la medida en que no poseería
privacidad y, por tanto, en la medida en que esa oligarquía podría imponerle cualquier ley
arbitraria si goza de la suficiente fuerza como para castigar al bulgo que se revele contra la
ley. Dicho de otra manera, aunque fuera totalmente cierto que si no tienes nada que ocultar, no tienes
nada que temer, por ejemplo, porque nos diera absolutamente igual que se airearan nuestros
trapos sucios legales, pero trapos sucios al fin y al cabo, o porque creyéramos ciegamente en
que los políticos no utilizarán esa ausencia de privacidad para ir aprobando crecientemente leyes
liberticidas de las que ni siquiera podríamos escapar dentro del ámbito anulado de nuestra
privacidad, aunque eso fuera cierto, seguiría habiendo motivos para temer una abolición de
la privacidad en la medida en que esa abolición fuera asimétrica. La mayoría de la población
carece de privacidad, pero mantenemos, por cualquier excusa, mantenemos la privacidad del
Estado y de quienes están dentro del Estado. Es decir, que esa desigualdad ante la ley,
usted tiene derecho a la privacidad, usted no tiene derecho a la privacidad, esa estratificación
estamental de la sociedad, el estamento con derecho a la privacidad, el estamento sin derecho
a la privacidad, por supuesto que sí es algo a temer. Y por eso también hay motivos para
temer cualquier gran reseteo, cualquier gran reinicio de los estándares de nuestra privacidad
y, por tanto, de nuestra libertad.
Subtítulos por la comunidad de Amara.org