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Histórico discurso de Javier Milei ante el Foro Económico Mundial de Davos. Veámoslo.
En el Foro Económico Mundial de Davos se dan cita cada año las élites político-económicas
globales. Los gobernantes, los burócratas, los empresarios y gestores de capitales encamados
con políticos y burócratas que mueven, que manejan, que controlan los hilos que dirigen
la mayor parte de nuestras vidas. No es que sea específicamente el Foro Económico Mundial como
institución, el que controle nuestras vidas, pero sí lo hacen aquellos que cada año se dan cita en
este Foro Económico Mundial. Pues bien, en este foro poco amigable para el liberalismo libertario,
y en cambio muy amigable para el crónicapitalism, para el capitalismo de amiguetes, para el
capitalismo corporativista, para el capitalismo mercantilista, para el capitalismo donde los
empresarios bien conectados con el poder político hacen negocio a expensas, a costa de parasitar
a través del Estado al conjunto de la población, en este foro no especialmente amigable hacia el
liberalismo libertario ha intervenido hoy el nuevo presidente de Argentina, el liberal libertario,
Javier Milei, y lo ha hecho, digámoslo así, para cantarles muy educadamente las 40 a este
establishment político-económico global. En primer lugar, Javier Milei ha arrancado su discurso
advirtiendo de que las sociedades libres están en peligro porque aquellos que supuestamente
deberían defenderlas, los intelectuales, los empresarios y también los políticos,
los gobernantes liberales, han abnegado de esa labor y lo han hecho ya sea por piadosas,
buenas intenciones pero mal enfocadas o ya sea por intereses personales propios de convertirse en
una casta oligárquica y han dejado de defender las sociedades libres para abrazar el colectivismo,
una perspectiva teórica que de acuerdo con Javier Milei conduce al socialismo. En realidad
sería más correcto hablar del estatismo, el crecimiento continuado y sin freno del
tamaño y de las competencias del Estado sobre nuestras vidas.
Hoy estoy acá para decirles que Occidente está en peligro. Está en peligro porque aquellos que
supuestamente deben defender los valores de Occidente se encuentran cooptados por una
visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo y en consecuencia a la pobreza.
Lamentablemente en las últimas décadas motivados por algunos deseos bien pensantes de querer
ayudar al prójimo y otros por el deseo de pertenecer a una casta privilegiada,
los principales líderes del mundo occidental han abandonado el modelo de la libertad por
distintas versiones de lo que llamamos colectivismo. Y para Milei el colectivismo
en sus muy diversas versiones. Así es como llegamos al punto en el que con distintos
nombres o formas buenas partes de las ofertas políticas generalmente aceptadas en la mayoría
de los países de Occidente son variantes colectivistas. Ya sea que se declamen abiertamente
comunistas, fascistas, nazis, socialistas, socialdemócratas, nacionalsocialistas,
demócratas cristianos, cainesianos, neocainesianos, progresistas, populistas,
nacionalistas o globalistas. En el fondo no hay diferencias sustantivas. Todos sostienen
que el Estado debe dirigir todos los aspectos de la vida de los individuos. Todas definen un
modelo contrario al que se va la humanidad al progreso más espectacular de su historia.
El colectivismo, todas estas variantes del colectivismo, dice Javier Milei,
empobrece a las sociedades porque ataca de raíz el sistema de mercado, de propiedad privada,
de competencia, de precios y de libre comercio. Y si tú atacas todas esas instituciones,
la consecuencia última es la pobreza. Y el ejemplo más palpable para Javier Milei de que
esto es así es precisamente el caso de Argentina. Nosotros estamos acá para decirles que los
experimentos colectivistas nunca son la solución a los problemas que aquejan a los ciudadanos del
mundo, sino que por el contrario son su causa. Créanme, nadie mejor que nosotros los argentinos
para dar testimonios de estas dos cuestiones. Ya lo vivimos nosotros y estamos acá para alertarlos
acerca de lo que puede pasar si los países de occidente que se hicieron ricos con el modelo
de la libertad continúan por este camino de servidumbre. El caso argentino es la demostración
empírica de que no importa cuán ricos seas, cuántos recursos naturales tengas, no importa
cuán capacitada esté la población, ni cuán educada sea, ni cuántos lingotes de oro haya en
las arcas del Banco Central. Si se adoptan medidas que entorpecen el libre funcionamiento de los
mercados, la libre competencia, los sistemas de precios libres, si se entorpeza el comercio,
si se atenta contra la propiedad privada, el único destino posible es la pobreza.
¿Y por qué el mundo se ha dejado seducir por los cantos de sirena del colectivismo?
Pues según Javier Milei, porque ha calado la idea de que el capitalismo de libre mercado,
que es la causa última del florecimiento de la riqueza global, de la caída sostenida de
los índices de pobreza en todas las partes del mundo, ha calado el canto de sirena de
que el capitalismo de libre mercado es injusto por ser individualista y por extremar las
desigualdades, de tal manera que en contra de ese capitalismo de libre mercado hay que apostar,
dicen los intelectuales, los políticos y también los empresarios,
ante el libre mercado, hay que apostar por la justicia social.
Por ser, según ellos, dicen sus detractores que es injusto. Dicen que el capitalismo es
malo porque es individualista y que el colectivismo es bueno porque es altruista
con la ajena y en consecuencia bregan por la justicia social.
Pero la justicia social ni es justa ni es social, es decir, constituye una vulneración de los
principios generales de justicia, respeta la libertad del prójimo, respeta la propiedad
privada pacíficamente adquirida, cumple los contratos, no ejerzas la violencia contra los
demás y tampoco es social porque no hay nada más antisocial que la pobreza.
El problema es que la justicia social no es justa, sino que tampoco aporta el bienestar general.
Muy por el contrario, es una idea intrínsecamente injusta porque es violenta, es injusta porque el
Estado se financia a través de impuestos y los impuestos se cobran de manera coactiva o al
caso alguno de nosotros puede decir que pagan los impuestos de manera voluntaria, lo cual significa
que el Estado se financia a través de la coacción y que a mayor carga impositiva, mayor es la coacción,
menor es la libertad. Quienes promueven la justicia social parten de la idea de que el conjunto de la
economía es una torta que se puede repartir de una manera distinta, pero esa torta no está dada,
es riqueza que se va generando en lo que por ejemplo Israel Kirchner llama un proceso de
descubrimiento del mercado, pero si el Estado castiga al capitalista por tener éxito y lo
bloquea en este proceso de descubrimiento destruye sus incentivos y las consecuencias de
eso es que va a producir menos y la torta será más chica generando perjuicio para el conjunto de la
sociedad. El colectivismo al inhibir estos procesos de descubrimiento y al dificultar la
apropiación de lo descubierto ata al emprendedor de las manos y le imposibilita producir mejores
bienes y ofrecer mejores servicios a un mejor precio. Este perverso ideal de injusticia antisocial
conduce según Javier Milei hacia el socialismo y el socialismo como la planificación estatal del
conjunto de la sociedad y de la economía, afirma de nuevo Javier Milei, ha fracasado siempre y en
todo lugar y está inevitablemente condenado a seguir fracasando. Digo que Occidente está en
peligro justamente porque en aquellos países que deberíamos defender los balares del libre mercado,
la propiedad privada y las demás instituciones del libertarismo, sectores del establishment político
y económico, algunos por errores en su marco teórico y otros por ambición de poder están
socavando los fundamentos del libertarismo, abriéndole las puertas al socialismo y condenándonos
potencialmente a la pobreza, a la miseria y el estancamiento. Porque nunca debe exhibirse que el
socialismo es siempre y en todo lugar un fenómeno empobrecedor que fracasó en todos los países que
se intentó. Fue un fracaso en lo económico, fue un fracaso en lo social, fue un fracaso en lo
cultural y además asesinó a más de 100 millones de seres humanos. El problema esencial de Occidente
hoy es que no sólo debemos enfrentarnos a quienes aún luego de la caída del muro y la evidencia
empírica abrumadora siguen bregando por el socialismo empobrecedor, sino también a nuestros
propios líderes, pensadores y académicos que amparados en un marco teórico equivocado,
socavan los fundamentos del sistema que nos ha dado la mayor expansión de riqueza y prosperidad
de nuestra historia. Y frente a esta injusta y antisocial justicia social, ¿qué propugna
concretamente Javier Millet? Pues Javier Millet defiende también en el Foro Económico Mundial de
Davos el liberalismo libertario. ¿Y qué es eso? Pues obviamente Javier Millet ha aprovechado este
foro para volver a definir el liberalismo libertario y para recordar a toda la plana
mayor del Foro Económico Mundial cuáles son los principios que deberían haber defendido y que han
traicionado de raíz. Para entender que venimos a defender es importante definir de a qué hablamos
nosotros cuando hablamos del libertarismo. Para definirlo, pretomo las palabras del máximo
prócer de las ideas de la libertad de Argentina, el profesor Alberto Venegas Lynch dijo que dice,
el libertarismo es el respeto y restricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el
principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad,
cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención
estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social, donde solo se
puede ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio. Dicho de otro
modo, el capitalista, el empresario exitoso es un benefactor social que lejos de apropiarse de la
riqueza ajena contribuye al bienestar general. En definitiva, un empresario exitoso es un héroe.
¿Y cómo está concretamente el establishment político-económico reunido en Davos traicionando
estos principios del liberalismo libertario, del liberalismo moderno, de la vida, de la libertad
y de la propiedad privada? Pues justificando los ataques a la vida, a la libertad y a la propiedad
privada apelando a otros conflictos estructurales dentro de la sociedad que supuestamente justificarían
ese ataque a la vida, la libertad y la propiedad privada. ¿Y cuáles son esos conflictos estructurales
a partir de los cuales las élites globales reivindican el intervencionismo omni comprensivo
del Estado? Pues en primer lugar, dice Javier Milei, el feminismo colectivista. Dado el estrepitoso
fracaso de los modelos colectivistas y los innegables avances del mundo libre, los socialistas
se vieron forzados a cambiar su agenda. Dejaron atrás la lucha de clases basada en el sistema
económico para reemplazarla por otros supuestos conflictos sociales igual de nocivos para
la vida en comunidad y para el crecimiento económico. La primera de estas nuevas batallas
fue la pelea ridícula y antinatural entre el hombre y la mujer. El libertarismo ya establece
la igualdad entre los sexos. La piedra fundacional de nuestro credo dice que todos los hombres
somos creados iguales, que todos tenemos los mismos derechos inalienables otorgados por
el creador entre los que se encuentran la vida, la libertad y la propiedad. En lo único
que devino, esta agenda del feminismo radical es en mayor intervención del Estado para
entorpecer el proceso económico, darle trabajo a burócratas que no le aportaron nada a
la sociedad, sea en formato de ministerios de la mujer o organismos internacionales dedicados
a promover esta agenda. En segundo lugar, el colectivismo antihumanista. Otro de los
conflictos que los socialistas plantean es del hombre contra la naturaleza. Sostienen
que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa, incluso
llegando a abogar por mecanismo de control poblacional o en la agenda sangrienta del
aborto. Y en tercer lugar, y esta ha sido una de sus afirmaciones más polémicas en todo el
discurso, la economía neoclásica que pretende corregir los supuestos fallos del mercado a
través de más intervención estatal. No existe el fallo de mercados. Si las transacciones son
voluntarias, el único contexto en el que puede haber un fallo de mercado es si hay coacción.
Y el único con la capacidad de coaccionar de manera generalizada es el estado que tiene el
monopolio de la violencia. En consecuencia, si alguien considera que hay un fallo de mercado,
les recomendaría que revisen si hay intervención estatal en el medio. Y si encuentran que no hay
intervención estatal en el medio, les sugiero que hagan de nuevo el análisis porque definitivamente
está mal. Los fallos de mercado no existen. Yo no iría ni mucho menos tan lejos a la hora
de afirmar que no existen los fallos del mercado entendidos como problemas de coordinación dentro
del mercado. A este respecto, más bien, las cuestiones que hay que plantearse son dos.
La primera, ¿cuenta el mercado como marco institucional de descubrimiento y de creación
de nueva información, de incentivos para buscar una solución a ese problema de coordinación que
ahora mismo existe en el propio mercado? Es decir, ¿es el mercado capaz de solventar endógenamente lo
que en un momento determinado son problemas de coordinación dentro del mercado? Y si la respuesta
es que sí, entonces el propio mercado será con el tiempo la propia solución al propio fallo del
mercado. Y en segundo lugar, y tan importante como lo anterior, lo que hay que plantearse es si
hay algún mecanismo de planificación centralizada, intervención estatal,
que sea capaz de solventar de manera sostenida y sin generar nuevos desequilibrios e incentivos
perversos ese fallo de mercado. Porque si existe un problema de coordinación en el mercado pero que
nadie es capaz de solventar sin generar nuevos y mayores problemas de coordinación contra el
mercado, entonces el menos malo de los resultados factibles será ese, será el resultado que nos
proporcionen el mercado y no la intervención política generadora de nuevos y mayores fallos
del Estado. Frente a la demostración teórica de que la intervención del Estado es perjudicial,
la evidencia empírica de que fracasó porque no podía ser de otra manera, la solución que propondrán
los colectivistas no es mayor libertad, sino es que es mayor regulación, generando un espiral
descendente de regulaciones hasta que todos seamos más pobres y a la vida de todos nosotros dependa
de un burócrata sentado en una oficina de lujo. ¿Y cómo es posible que estas ideas nocivas para
la libertad y nocivas para la prosperidad se hayan infiltrado en nuestras sociedades hasta
volverse verdaderamente hegemónicas cuando no lo eran? Pues porque los impulsores de estas ideas
dieron y ganaron la batalla cultural controlando el Estado, la Academia, los medios de comunicación y
también organismos supranacionales y globalistas como el propio foro económico mundial ante el que
está hablando Javier Milei. Lamentablemente estas ideas nocivas han pregnado fuertemente
nuestra sociedad, los neo-marxistas han sabido cooptar el sentido común de occidente, lograron
esto gracias a la apropiación de los medios de comunicación, de la cultura, de las universidades
y sí, también de los organismos internacionales. Este último caso es el más grave tal vez porque
se trata de instituciones que tienen enorme influencia en las decisiones políticas y económicas
de los países que integran esos organismos multilaterales. Y si esto es así, la forma de
revertir este estatalizador rumbo de la historia es librando y ganando la batalla intelectual a
través de las ideas del liberalismo libertario. Y esto es lo que Javier Milei combina a hacer.
Por suerte, somos cada vez más los que nos atrevemos a levantar la voz, porque vemos que
si no combatimos frontalmente estas ideas, el único destino posible es que cada vez vamos a
tener más Estado, más regulación, más socialismo, más pobreza, menos libertad y, en consecuencia,
peor nivel de vida. Y a los primeros a los que Milei confía en despertar para que destruyan
su inmoral alianza con el establishment político es precisamente a los impulsores de la creación
social de riqueza, a los propios empresarios. Quiero darles un mensaje a todos los empresarios
aquí presentes y a los que no están, pero nos están siguiendo desde todas partes del planeta.
No se dejen amedrentar ni por la casta política ni por los parásitos que viven del Estado. No se
entreguen a una clase política que lo único que quiere es perpetuarse en el poder y mantener sus
privilegios. Ustedes son benefactores sociales. Ustedes son héroes. Ustedes son los creadores
del periodo de prosperidad más extraordinario que jamás hayamos vivido. Que nadie les diga que su
ambición es inmoral. Si ustedes ganan dinero es porque ofrecen un mejor producto, un mejor precio,
contribuyendo de esa manera al bienestar general. No cedan al avance del Estado. El Estado no es la
solución. El Estado es el problema mismo. Ustedes son los verdaderos protagonistas de esta historia
y sepan que a partir de hoy cuentan con Argentina como un aliado incondicional. Ojalá así sea.
Muchísimas gracias y ¡Viva la libertad, carajo!