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Janet Yellen, la secretaria del tesoro de Joe Biden, pretende crear un impuesto sobre
sociedades mínimo global del 21%. Es decir, que si una compañía estadounidense opera
en otros países distintos de Estados Unidos y obtiene beneficios en esos países y tributa
en esos países a un tipo impositivo sobre beneficios inferior al 21%, la diferencia entre
lo que paga en ese país y el 21% lo ingresaría al tesoro estadounidense. Por ejemplo, ahora
mismo el impuesto sobre sociedades en Irlanda es del 12,5%. Si esta propuesta de Yellen
sale adelante, eso implicará que todas las empresas estadounidenses que tengan se de
en Irlanda y que operen en Europa a través de Irlanda, si pagan allí en Irlanda solo
el 12,5%, a Estados Unidos tendrían que ingresarle el 8,5% de diferencia hasta llegar a ese
21%. De acuerdo con Yellen, esta medida la toma para evitar la competencia fiscal a la
baja que se está produciendo en el impuesto sobre sociedades y también en otros impuestos,
pero en particular en sociedades entre los distintos estados del planeta. Como cada estado
quiere captar inversiones extranjeras, quiere atraer a los capitales a su economía, para
eso lo que hace es bajar el impuesto sobre sociedades. Pero si todos los países hacen
lo mismo, al final hay una competencia y una carrera a la baja que lleva a que todos establezcan
tipos sobre sociedades muy bajos. Y Yellen pretende lo contrario, pretende fijar un mínimo
global de tal manera que las empresas estadounidenses en última instancia sean indiferentes con
respecto a establecerse en cualquier país que tenga un tipo impositivo en sociedades
inferior al 21%. Evidentemente seguiría habiendo competencia impositiva por encima del 21%.
Si un país tiene el 23% y otro el 25%, pues las empresas estadounidenses seguirán prefiriendo
establecerse en el país que tenga el 23% porque como supera el 21% no tendría que ingresar
nada adicionalmente al fisco estadounidense. Pero todos los que tengan un tipo inferior
al 21% serán a efectos prácticos para una empresa estadounidense destinos fiscales equiparables
porque en todos ellos tendrá que pagar un 21%. Un tanto por ciento irá al gobierno
nacional y la diferencia hasta el 21% irá al gobierno estadounidense.
Pues bien, ¿qué valoración se puede hacer de esta medida que acaba de anunciar? Ya
veremos si termina saliendo adelante. La secretaria del tesoro, Janet Yellen.
Bueno, yo creo que hay cuatro planos de análisis que podemos considerar. El plano fiscal,
el plano económico, el plano político y el plano moral. Empecemos por el plano fiscal,
es decir, esta medida contribuirá a incrementar los ingresos del tesoro estadounidense. Siempre
que se crea un nuevo impuesto o se incrementa un impuesto existente, hay reacciones por
parte de los agentes económicos que tienden a minar la base imponible del impuesto. Y si
esa base imponible del impuesto se erosiona más de lo que ha aumentado el tipo impositivo,
puede terminar resultando que el fisco recaude menos de lo que originalmente recaudaba antes
de subir el impuesto. Esto es lo que se conoce como efectos lafer de un impuesto. Habrá
efectos lafer en este impuesto, es decir, al establecer un impuesto sobre sociedades
mínimo global, el tesoro estadounidense terminará recaudando menos que si no lo estableciera.
Pues aunque lo dudo bastante, desde luego hay que tener en cuenta que si se producirán
efectos negativos sobre la base imponible del impuesto, algunas empresas estadounidenses
se plantearán dejar de serlo, es decir, establecer sus sedes fuera de Estados Unidos para no
someterse a esta regulación fiscal tan onerosa, tan grabosa y en el futuro otras empresas
que a lo mejor se habrían constituidos, habrían creado, habrían iniciado sus operaciones en
Estados Unidos, ahora se plantean iniciar sus operaciones en otras jurisdicciones del
planeta. Con todo, como ya he dicho, creo que estos efectos no van a ser ni mucho menos
tan potentes como para que el tesoro estadounidense nos recaude apreciablemente más como consecuencia
del establecimiento de este impuesto mínimo global en materia de sociedades. Y esto, como
ahora veremos, creo que es una mala noticia porque este impuesto tiene efectos económicos
políticos y morales bastante negativos, pero en la medida en que el tesoro sale ganando
si lo aplica, los incentivos serán a aplicarlo, porque al estado lo que le interesa en última
instancia es si recauda más o recauda menos. Y si recauda más haciendo el mal, pues tenderá
a hacer el mal porque a él le conviene recaudar más. Ya digo, por desgracia, en este caso
los incentivos no están adecuadamente alineados entre los intereses de la sociedad y los intereses
del estado.
Pero vamos al segundo plano analítico, el plano económico. ¿Cuáles serán los efectos
económicos de establecer este impuesto mínimo o global en sociedades? Bueno, por un lado
hay que recordar, siempre tenemos que recordar que el impuesto sobre sociedades en realidad
no lo paga únicamente la empresa, entendiendo por empresa los accionistas de la empresa.
Parte del coste de ese impuesto termina siendo repercutido por las empresas a otros agentes
económicos vinculados relacionados con las empresas, por ejemplo trabajadores, por ejemplo
proveedores, por ejemplo consumidores. En el caso de un país bastante cercano como Alemania,
la evidencia nos indica que la mitad del impuesto sobre sociedades termina repercutiendo
negativamente en los trabajadores. Todo esto depende, claro, de la capacidad de negociación,
de la competencia que existe para reducir o no esa capacidad de negociación entre empresa,
trabajadores, consumidores, proveedores y por tanto no es siempre una cifra fija. Pero
lo que está claro es que parte, mayor o menor, pero parte de este impuesto terminará siendo
repercutido a otros agentes económicos distintos de la empresa y como consecuencia, esta subida
del impuesto sobre sociedades global supondrá menores salarios y mayores precios pagados
por los consumidores, en definitiva menores salarios reales.
Pero luego hay otra derivada que también conviene analizar sobre los efectos económicos
de este impuesto. Este impuesto, en mayor o menor medida, va a repercutir como ya hemos
dicho sobre los accionistas, es decir, va a reducir la rentabilidad de muchas inversiones
después de impuestos. Si una empresa invierte en una línea de negocio y esa línea de negocio
le proporciona unos determinados beneficios, pero esos beneficios se someten a un tipo
impositivo muy alto, lo que le quede después de impuestos puede no compensar a los accionistas
para invertir en esas líneas de negocio. Como digo, no todo el impuesto repercutirá
sobre los accionistas, pero sí una parte y por tanto habrá líneas de negocio que,
como consecuencia de este impuesto mínimo global sobre sociedades, dejarán de ser
atractivas, dejarán de ser rentables, para los accionistas. Y por tanto, aquí lo que
debemos plantearnos es, las líneas de negocio que desaparecerán, cuya rentabilidad morirá,
eran susceptibles de generar un mayor valor añadido, que el que será capaz de generar
el gobierno estadounidense a través de esa recaudación, porque el gobierno, claro,
se está quitando dinero a las empresas, incentivando a que las empresas inviertan menos y con ese
dinero el gobierno invertirá. Por tanto, la cuestión es cuál es el valor añadido,
que a la hora de la verdad es capaz de generar el estado con sus inversiones, con el gasto
que aprueba a cargo de esos impuestos que está cobrando.
Y en términos generales sabemos que los gobiernos invierten bastante peor, administran bastante
peor el dinero que las empresas, no digo que siempre, en todos los casos, sea así, pero
las empresas están sometidas a un marco institucional que empuja, les empuja a tener que invertir
adecuadamente. Las empresas están invirtiendo sobre el terreno, invierten en un contexto
determinado, dentro del cual esas empresas poseen mucho conocimiento, son expertas, se
han especializado en eso, no invierten en cualquier cosa, no invierten masivamente en
todos los sectores, sino en un sector determinado que controlan, y además si una empresa no
lo hace bien, otras tienden a desplazarla, a expulsarla, a apartarla del mercado. Por
tanto, ya digo, hay un proceso evolutivo de selección natural en el mercado por el cual
solo las mejores empresas, las que generan valor añadido, subsisten.
En cambio, los gobiernos, aunque no generen valor añadido, es más, muchas veces, gracias
a no generarlo, son capaces de medrar y de mantenerse en el poder, y por tanto, existe
el riesgo más que cierto de que un gobierno que invierte en todos los sectores de manera
generalizada y que no tiene buenos incentivos para seleccionar adecuadamente las inversiones,
termina invirtiendo mucho peor el dinero que les quita las empresas que las propias empresas.
Con lo cual, si esto es así, globalmente tendremos una peor distribución de los recursos escasos.
La economía mundial, como consecuencia de este impuesto, generará menor riqueza que
antes.
El tercer plano de análisis, el plano político, es decir, ¿cómo cabe esperar que los distintos
gobiernos van a reaccionar a este anuncio del gobierno estadounidense? ¿Qué harán
los otros gobiernos como consecuencia de esta medida adoptada en Estados Unidos?
Y, por desgracia, se me ocurren dos tipos de reacciones. Por un lado, tenemos la reacción
de aquellos estados que saldrán perjudicados por esta medida, como Irlanda. Irlanda ya
no podrá atraer empresas estadounidenses, ofreciendo un tipo impositivo más bajo que
el vigente en Estados Unidos. Y si eso es así, una reacción bastante lógica del gobierno
irlandés podría ser elevar el tipo impositivo sobre sociedades para las empresas estadounidenses
hasta el 21%. Si por tener tu sede en Irlanda vas a pagar sí o sí el 21% con independencia
de cual sea el tipo impositivo interno de Irlanda, porque la diferencia se la vas a
pagar al gobierno estadounidense, pues ya te subo yo hasta el 21% y no le pagues nada
al gobierno estadounidense, me lo quedo todo yo. Como Estados Unidos, igual me perjudica,
ponga yo el tipo en el 9, en el 10, en el 11 o en el 12, porque me dices de cobrar el
21, pues ya cobro el 21 y Estados Unidos no se lleva nada y me lo llevo todo yo.
Otra reacción que pueden adoptar otros gobiernos, por desgracia, es emular esta práctica,
es decir, que otros gobiernos, como el español, el alemán, el italiano, el francés o incluso
la propia Unión Europea, deciden establecer este mismo sistema, es decir, un impuesto sobre
sociedades mínimo global para las empresas que tengan su sede en España, en Italia,
en Alemania o en Francia o en el conjunto de la Unión Europea.
Si esto fuera así, fijémonos en que se invertiría de raíz el proceso actual de competencia
fiscal a la baja entre jurisdicciones fiscales. Sería reemplazado ese proceso por una competencia
fiscal al alza. Si cada Estado confía en recaudar algo con cargo a los beneficios que sus empresas
obtienen el extranjero, pero en el extranjero lo que dicen es, para que lo cobres tú, lo
cobro yo, por tanto, si tú estableces un tipo impositivo mínimo global a tus empresas,
del 21%, yo fijo para tus empresas un tipo impositivo mínimo dentro de mi país del
21%. Entonces, el gobierno que ha establecido el impuesto mínimo global, por ejemplo, Estados
Unidos, tendrá que decir, bueno, pues el impuesto mínimo global ya no es del 21%, sino
del 25%, pero la reacción en otros países será, vale, pues yo entonces incremento mi
impuesto a tus empresas hasta el 25%. Vemos como la carrera va siendo al alza y cuántos
más países, cuántos más estados participen en el establecimiento de un impuesto mínimo
global más acusada, se dan estas tendencias de elevar progresivamente el impuesto sobre
sociedades. Y esto es negativo por lo que he dicho antes, porque en general el impuesto
sobre sociedades termina dañando a trabajadores y consumidores y también a accionistas desincentivándoles
a efectuar inversiones que son más productivas que las que pueden efectuar los estados, pero
que tras someterlas al gravamen fiscal dejan de serlo y, por tanto, la distribución global
de los recursos lejos de volverse más eficiente se vuelve más ineficiente.
Y en cuarto lugar, hablemos brevemente sobre las implicaciones morales que tiene esta política.
Si nos fijamos el presupuesto moral que subyace a esta medida, es que las personas físicas
y en este caso jurídicas, en última instancia, son propiedad de los estados. Y precisamente
por eso los estados pueden cobrarles impuestos, residan donde residan esas empresas y obtengan
donde obtengan los beneficios que motivan esos impuestos.
Mucha gente nos ha contado la historia de que los impuestos que pagamos en realidad
es el pago por vivir en una determinada comunidad. En esa comunidad recibimos una serie de servicios
públicos que tienen un coste y que, por tanto, hay que costear los beneficios que en parte
obtenemos dentro de esa comunidad pueden ser atribuibles a las inversiones que ha efectuado
el estado, por ejemplo, para mantener el orden público o para educar a sus ciudadanos, etc.
Y, por tanto, si eso fuera así, tendría sentido que las empresas que operen dentro de esas
comunidades políticas y que generen sus beneficios dentro de esas comunidades políticas podría
tener cierto sentido, yo no compro estas premisas, pero tendría cierta coherencia que esas empresas
pagaran impuestos para remunerar estas actividades valiosas que ha proporcionado el estado y
que les han permitido generar beneficios.
Pero fijémonos que aquí esta historia ya desaparece por entero. Aunque tú tengas filiales
en otros países extranjeros, aunque tú no obtengas todos tus beneficios dentro de mi
país, dentro de mi comunidad, aún así me tienes que pagar impuestos porque eres de
mi propiedad. Como tú has nacido en Estados Unidos, entonces eres siempre, vivas donde
vivas, obtengas donde obtengas tus beneficios, eres siempre un siervo del gobierno estadounidense
y le tienes que rendir pleitesía fiscal pagando los correspondientes impuestos. Este principio
es un principio que Estados Unidos ya aplica con respecto a sus personas físicas, con
respecto a los ciudadanos. Los ciudadanos estadounidenses vivan donde vivan, aunque
hayan nacido en Estados Unidos, luego se hayan marchado a un país extranjero y no hayan
vuelto a pisar suelo estadounidense, tienen la obligación de declarar anualmente sus
ingresos y de pagar impuestos al Fisco estadounidense, evidentemente en función de la diferencia
de lo que pagan en la jurisdicción en la que residen y de lo que deberían pagar en Estados
Unidos. Pero este principio ya se lleva aplicando desde hace muchos años en Estados Unidos.
Muy bien, ahora lo que se pretende es extender esta misma lógica perversa al caso de las
personas jurídicas de las empresas. En lugar de retirar esta lógica perversa de las personas
físicas, es decir, que aunque yo haya nacido en Estados Unidos, si vivo en España y de
pagar los impuestos en España y no parte de ellos en Estados Unidos, lo que se pretende
es que las personas jurídicas también sufran esta carga de servidumbre inaceptable. Y digo
inaceptable porque, repito, el presupuesto es que no somos sujetos de derecho frente
a otras personas y frente al Estado, sino que en última instancia somos un objeto
del que el Estado se apropia y puede extraer el correspondiente rendimiento.
En definitiva, la propuesta de Janet Yellen es una propuesta que tanto desde un punto
de vista económico como desde un punto de vista político como sobre todo desde un punto
de vista moral resulta frontalmente rechazable. Pero como por desgracia, si es conveniente
desde un punto de vista fiscal para el FISCO estadounidense, todo indica que esta propuesta
terminará saliendo adelante y que habrá muy pocos incentivos en la burocracia imperialista
estadounidense para retirar este impuesto. Porque, en definitiva, y pese a que en este
caso la izquierda no lo va a denunciar, aquí estamos ante un caso de imperialismo estadounidense,
Estados Unidos, con su potencia militar, con su influencia política en el resto del mundo,
pretende apropiarse de unos beneficios que no son suyos, pretende entrometerse en la
soberanía de otros países, extrayendo unas rentas, parasitando unos beneficios que esos
otros países no quieren extraer o no quieren parasitar. Lo que quiere, por tanto, es socavar
la autonomía fiscal de otros estados para que no haya competencia fiscal a la baja y
que Estados Unidos tenga mayor capacidad para asablear tributariamente a sus empresas.
Como digo, un despropósito económico, político y moral que, sin embargo, todos los estadounidenses
y no estadounidenses partidarios de un megastado terminarán apoyando.