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Desde que arrancó la actual crisis sanitaria y económica del coronavirus, se nos ha repetido desde distintas terminales, mediáticas y políticas,
que esta crisis suponía el fin del capitalismo y el fin de la globalización.
Que la crisis era justamente una consecuencia de haber tenido demasiada libertad en todos los ámbitos,
que el hecho de que se pudiese viajar libremente de China al resto del mundo, el hecho de que se pudiese comerciar con cualquier mercancía,
que pudiésemos invertir en cualquier parte del planeta, se hallaba en la raíz de que un virus local en China
se hubiese extendido al resto del mundo en forma de pandemia.
Y a su vez, conforme esta crisis fue avanzando, también se nos dijo que la economía de mercado, el capitalismo, era incapaz de adaptarse a las nuevas circunstancias,
que no era capaz de reaccionar a tiempo a las urgentes necesidades de la población,
y que por eso teníamos que avanzar hacia una economía mucho más dirigida, a una economía cerrada frente al exterior,
o parcialmente cerrada frente al exterior, donde se promovieran, donde se impulsaran desde el gobierno,
campeones nacionales en industrias estratégicas que evitarán que el desastre que estábamos viviendo se volviera a repetir.
Ese mundo ha terminado, eso ya se terminó, habrá algunos que todavía tengan como un cierto canto de cisne de las políticas tacherianas o riganianas,
pero eso ya ha quedado atrás, y algunos viejos camisas viejas del neoliberalismo ya se están dando cuenta de que tienen que cambiar de chaqueta
lo antes posible porque su mundo ha muerto, estamos en una época distinta.
Y si bien es cierto que la globalización genera fragilidades en nuestras economías, dado que nos vuelve a todos interdependientes,
cada uno nos especializamos en producir muy poquitas cosas, y por tanto, para acceder a otras cosas que nosotros no producimos,
tenemos que comerciar con otros países, con otras empresas, con otras economías,
que son más eficientes a la hora de producir esas otras cosas que nosotros no producimos,
por tanto, si bien la globalización nos vuelve interdependientes y por tanto, frágiles frente a la posibilidad de que los mercados exterios se cierren,
o si bien es cierto que, obviamente, la globalización amplifica la dispersión de un virus como este y, por tanto, puede convertir muy rápidamente
una epidemia local en una pandemia global, lo cual no significa, por cierto, que sin globalización no hubiese habido pandemia global,
la habría habido, pero de manera más retrasada, más tardía.
Como digo, si bien es cierto que la globalización puede tener estas fragilidades, la globalización y el capitalismo
también nos vuelven a todos mucho más adaptables para ser capaces de superarlas lo antes posible,
y la historia de las dos primeras vacunas que hemos conocido, las dos primeras vacunas realmente sólidas
que hemos conocido para terminar de superar esta pesadilla que ha sido el coronavirus,
de alguna manera ponen de manifiesto las ventajas y el potencial que tiene la globalización y que tiene el capitalismo
para lograr una innovación rápida y continuada que eleve nuestros estándares de vida.
Empecemos con la vacuna de Pfizer y de Biontech, se trata de una vacuna desarrollada en primer lugar
por el acuerdo, por la inversión conjunta, por la financiación conjunta de una compañía estadounidense Pfizer
y por una compañía alemana, Biontech, por tanto para que se pueda haber financiado el proceso de innovación y desarrollo.
El proceso futuro, esperemos, de manufactura y el proceso de comercialización de esta vacuna
habrá sido necesario que dos compañías extranjeras, una estadounidense y la otra alemana,
hayan puesto su capital en común para sufragar este enorme esfuerzo de innovación, de producción y de distribución.
Sin libertad de movimientos de capitales, o al menos sin una amplia libertad de movimientos de capitales,
esta entente entre la empresa estadounidense y la empresa alemana no habría sido posible
y de no haber habido esta entente, la vacuna no habría salido adelante,
al menos esta vacuna no habría salido adelante, pero no solo esto, no solo es importante destacar la libertad de movimientos de capitales
que ha permitido la cooperación entre una compañía alemana y una compañía estadounidense,
también es muy importante recordar cuál es el origen de Biontech.
Biontech es una compañía que ha sido fundada y que es actualmente dirigida,
tanto en el puesto de director general como en el puesto de directora médica,
por un matrimonio que a su vez cada uno de ellos son hijos de inmigrantes turcos,
son hijos de la inmigración turca que acudió a Alemania Occidental, que no a Alemania Oriental,
esto tampoco conviene olvidarlo, cuando hace tan poquitos días celebrábamos el derrumbamiento del muro
de la vergüenza que separaba al Berlín capitalista del Berlín comunista,
son hijos los dos de familias turcas que emigraron a Alemania a ganarse la vida a prosperar
durante la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial.
De nuevo, por tanto, esto ilustra el potencial que tiene la libre circulación de mentes brillantes entre países
para que cada una de esas mentes brillantes se pueda instalar allí donde se maximiza la generación de valor,
allí donde pueden aportar más para la sociedad.
Si estos inmigrantes turcos no hubiesen acudido a Alemania al concluir la Segunda Guerra Mundial,
si no hubiesen acudido a ganarse honestamente la vida y si no hubiesen proporcionado una educación de calidad a sus hijos,
sus hijos no habrían creado Biotech y sin crear Biotech, porque no la habrían creado ni en Alemania,
ni tendrían, habrían tenido los medios para crearla en Turquía y sin Biotech no tendríamos la vacuna Pfizer-Biotech.
Por tanto, esta primera vacuna es el resultado de la libertad de movimiento de capitales y de la libertad de movimiento de personas.
Puede ser lo de muchas otras cosas, pero desde luego lo es de estas dos, de la libertad de movimiento de capitales y de la libertad de movimiento de personas.
Segunda vacuna, la vacuna de Moderna. ¿Qué tiene de especial esta vacuna?
Bueno, pues tiene algo bastante en especial y es que Moderna es una empresa que el año pasado, en 2019, apenas tuvo unos ingresos de 60 millones de dólares.
Moderna prácticamente no ha tenido ningún tipo de ingreso hasta la fecha, es una compañía que ya tiene una década, se fundó en 2010
y desde entonces ha perdido más de mil millones de dólares.
Ninguno de los medicamentos que ha intentado desarrollar Moderna hasta la fecha ha sido aprobado por la FDA y no está siendo por tanto comercializado.
Moderna no tiene ingresos porque venda ningún medicamento, sino por las colaboraciones que establece con otras farmacéuticas.
Pero aún así, sus ingresos, como digo, son muy pequeños en relación con los enormes gastos que tiene que asumir cada año para seguir desarrollando,
para seguir innovando y para intentar alcanzar algún medicamento que sí pueda comercializar. Los gastos en 2019, por ejemplo, fueron 10 veces superiores a los ingresos.
Entonces, ¿cómo es posible que una empresa que hasta el momento no ha demostrado al inversor supuestamente cortoplacista, que solo busca el beneficio inmediato,
que no ha demostrado nada a ese tipo de inversor? Porque Moderna, insisto, desde 2010 solo ha ido perdiendo, perdiendo, perdiendo y perdiendo cada vez más dinero.
Y los ingresos en el año 2019 no es que mejoraran los de 2018, es que cayeron un 50% frente a los de 2018.
¿Cómo es posible que esta empresa, que no ha demostrado nada al inversor, que supuestamente solo busca beneficios a corto plazo, siga operando?
¿Cómo es posible que no haya cerrado? ¿Cómo es posible que Moderna, esa empresa que en teoría no debería existir, esté ahora alumbrando la que es,
tal vez, la mejor vacuna que vamos a tener frente al coronavirus, la segunda que conocemos y una vacuna que tiene una perspectiva mejor incluso que la de Pfizer y Biontech?
Pues esencialmente porque los accionistas de Moderna, no un grupo pequeño de accionistas, sino el conjunto de la comunidad que se ha convertido en accionistas,
porque Moderna ya es una empresa cotizada en bolsa, confían en el futuro de la empresa, tienen una visión largo o placista, no buscan beneficios inmediatos.
Asumen riesgos porque, evidentemente, invertir a largo plazo no es garantía de tener éxito, es tratar de tener éxito siendo conscientes de que se puede fracasar y de que se puede perder todo,
pero invertir a largo plazo también es la posibilidad de obtener grandes ganancias a largo plazo y los accionistas de Moderna han confiado durante todos estos años
en que la empresa terminará alumbrando algo importante. De hecho, antes incluso de conocer los resultados de la fase 3 de los tests de la vacuna contra el coronavirus,
el valor de mercado, la capitalización de Moderna, era de 35.000 millones de dólares.
Repito, ingresos en el año 2019 de 60 millones de dólares, pérdidas acumuladas en la primera década de subida de más de 1.000 millones de dólares y, sin embargo, la empresa, antes de conocer que la vacuna puede ser muy exitosa,
ya valía 35.000 millones de dólares. ¿Algunos hablarían de un burbujón financiero? ¿Cómo es posible que algo que pierda sistemáticamente dinero que apenas ingrese nada valga en el mercado 35.000 millones de euros?
Otros probablemente hablarían de la visión largo plazista de la comunidad de accionistas, de la comunidad de inversores de Moderna. Han sido esos accionistas los que han aportado año tras año nuevo capital hasta 3500 millones de euros,
se ha inyectado en Moderna por parte de la comunidad de accionistas para que la compañía pudiese seguir haciendo frente a sus gastos, confiando en que esas inversiones terminarían dando sus frutos los que han hecho posible que Moderna presente estos resultados aparentemente
tan positivos sobre la vacuna contra el coronavirus. Por tanto, de nuevo aquí se cae otro mito, el mito de que el capitalismo es necesariamente corto plazista, que solo busca el beneficio muy inmediato, que si algo no funciona en unos pocos años se deshecha en absoluto.
Cada vez el capitalismo es más largo plazista y cada vez invertimos más para tener un impacto en el futuro a muy largo plazo, y el ejemplo de Moderna creo que es tremendamente claro a este respecto.
Por tanto, aún cuando la globalización y el capitalismo puedan tener sus defectos y puedan volvernos frágiles en determinados aspectos, no olvidemos que también son, primero, los principales responsables de que hayamos escapado de la pobreza y de los estándares de vida que tenemos hoy,
y segundo, son también responsables de instituir un sistema de innovación continuado que permiten que nos adaptemos rapidísimamente a los problemas, a las fragilidades que esos sistemas, mientras generan riqueza en grandes cantidades para todos, también pueden tener.
El capitalismo y la globalización no están en crisis o no deberían estar en crisis, el capitalismo y la globalización habrán sido, en última instancia, los que nos han salvado de una pandemia tan devastadora como esta.
Subtítulos por la comunidad de Amara.org