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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Y voy a hablar del empresario extractivo porque los liberales solemos glorificar la figura
del empresario y es lógico que así sea porque hay un tipo de empresario, al que llamaré
empresario creativo, que es tremendamente útil para el buen funcionamiento de cualquier
sociedad libre que se precie. Pero hay otro tipo de empresario, el empresario extractivo,
que lejos de ser positivo, lejos de contribuir a la prosperidad de la sociedad, tiende a
socavar las bases de su bienestar material y tiende también a corromperla moralmente.
Básicamente un empresario es simplemente un agente encargado de intermediar, coordinar
o promover proyectos y sabemos que en cualquier sociedad hay dos formas por las cuales una
persona puede conseguir sus fines. El filósofo Franz Oppenheimer hablaba de los medios
económicos y de los medios políticos. Los medios económicos son los intercambios voluntarios,
la cooperación voluntaria. Tú das, yo doy, intercambiamos porque yo salgo beneficiado
de lo que tú me das y tú sales beneficiado de lo que yo te doy. Los medios políticos
son los medios violentos, los medios coactivos, es esencialmente la rapiña y, por tanto,
una persona también puede enriquecerse y puede prosperar rapiñando al resto. Los intercambios
voluntarios, los medios económicos dan lugar a juegos de suma positiva. Las interacciones
coactivas, el parasitismo da lugar a juegos de suma cero e incluso negativa. Por tanto,
aquí hay que introducir la figura del empresario. Si el empresario se dirige a participar en
intercambios voluntarios, si el empresario participa en esos juegos de suma positiva,
utiliza medios voluntarios, es decir, se dedica a contratar voluntariamente a gente a la que
le paga una renta que esa gente acepta para venderle, para alquilarle su tiempo de trabajo
y ese tiempo de trabajo o esos medios materiales que el empresario compra, es capaz de transformarlos
incorporando valor añadido y venderlos a unos consumidores que valoran más el producto
final que cada una de las partes que compró el empresario, ese empresario obtendrá beneficios
y sus beneficios sean el reflejo de que ha coordinado adecuadamente a las dos partes
de la cadena, ha coordinado adecuadamente a los factores productivos, trabajadores,
terratenientes, otros empresarios de bienes intermedios, les ha aportado suficiente valor
para que esos factores productivos acepten participar en ese proceso y a su vez ha coordinado
a la otra parte porque les ha proporcionado un bienoservicio que valoran en mayor medida
que el tiempo, los recursos que ha tenido que sufragar por el otro lado, por tanto el
beneficio obtenido en condiciones de cooperación, de intercambio, de relaciones voluntarias
es la ilustración, es la muestra de que todas las partes que han participado en la operación
salen beneficiadas y el empresario creativo se lleva la recompensa por ser el coordinador,
el engranaje que pone en contacto a todas esas partes y las conduce a obtener un beneficio.
Pero el empresario como promotor, coordinador, impulsor también puede participar o también
se puede dirigir a efectuar o a participar en los medios políticos, es decir, se puede
convertir en un organizador de la rapiña, en lo que vendrías en una mafia. Organizamos
un grupo para qué, no para proporcionar a los demás los bienes y servicios que desean
los demás en cooperación o en coordinación con otras personas que han decidido voluntariamente
juntarse con nosotros para producir esos bienes que les ofrecemos voluntariamente
a los demás, sino nos organizamos una banda de criminales para robar, expoliar, esclavizar
a los demás. Esos son los medios políticos a los que también puede recurrir un empresario.
Como digo, el empresario que recurre a los medios políticos vendría a ser la mafia
o llamémosle empresario extractivo, un empresario que se dedica a parasitar al resto de la sociedad.
Y en su manera más tosca, que es directamente montar la mafia y asentarte en un sitio y
empezar a, como si tuvieras un ganado, a exprimir el ganado, a ardeñar el ganado, pues esa
parte de coordinación de la rapiña también tiene su arte, también tiene su dificultad,
porque has de evitar que las ovejas se te rebelen, o que se mueran demasiadas ovejas,
o que sobre explotes las ovejas, o que como las estás robando pierdan los incentivos
a trabajar y, por tanto, tengas que promover una cultura estájano vista para conseguir
que sigan produciendo y produciendo, aunque tú los vayas a expoliar, es decir, el esclavismo,
la economía de rapiña, tiene también su economía, es una economía absolutamente
inmoral, absolutamente criticable, absolutamente repudiable, pero tiene su arte y su ciencia
que puede ser objeto de estudio, pero evidentemente para atacar y criticar directamente.
Hoy, por fortuna, este empresario extractivo tan chusco pues no tiene una gran aceptación
social, es decir, no hay empresarios que se dediquen directamente a esclavizar a otros
empresarios, a otros trabajadores, no hay empresarios que vayan puerta por puerta robando
a la sociedad, en esencia, porque, por fortuna, la sociedad ya ha interiorizado ciertos valores
liberales, de igualdad ante la ley, de libertad como prioridad o derecho prioritario, es verdad
que muy matizado, pero en general, la sociedad no admite que otra persona vaya puerta por
puerta robando a los demás o que una persona se convierta en propietario de otra persona,
pero justamente porque la sociedad ha interiorizado el rechazo a este tipo de parasitismo empresarial,
de parasitismo social, el empresario extractivo ha tenido que sofisticar la forma de desplegar
ese parasitismo, ha tenido que sofisticar la forma de desplegar esa extracción y como
lo ha hecho, pues parasitando a través de un entramado que sí tiene legitimidad social
para parasitar a la sociedad, que es el Estado. El Estado es un ente con autoridad política,
entendiendo autoridad política como la manera para comportarse de formas en las que a los
demás no se nos está permitido comportarnos. El señor Montoro, por ser ministro de Hacienda,
no por ser Montoro, sino por ser ministro de Hacienda, es decir, por ocupar una posición
dentro del Estado, está legitimado para robarnos en cada transacción que realicemos un 21%
del precio de esa transacción o está legitimado a mes a mes retenernos una parte de nuestro
salario o está legitimado a todos los meses de junio completar la mordida que no ha podido
completar durante el resto del año para ingresar más dinero a su hacienda particular o a la
hacienda del Estado, que es la que él maneja y sobre la que él dispone. De hecho, está
tan legitimado que, como decía antes Fernando, si alguien no se revelarse contra esa potestad,
contra esa prerrogativa de Montoro, va directo, a través de varios juicios, etcétera, pero
puede ir directo a la Carte. Es decir, si miramos fríamente la operación, lo que está sucediendo
aquí es que un señor llamado Cristóbal Montoro tiene derecho a quitarte a ti la cartera y
si tú protestas tiene derecho a secuestrarte y a encerrarte durante varios años en una
habitación aislado del resto de la sociedad. Esto que en frío parece aberrante es lo que
el Estado consigue legitimar, porque el Estado, como se ha convertido en una especie de la
encarnación de la voluntad popular que se ubica por encima de la libertad particular
de cada persona, tiene esa hiperlegitimidad para comportarse de maneras distintas a las
del resto de las personas. Y esto, en algunos casos, a algunas personas les puede parecer
genial, porque gracias a esta hiperlegitimidad, por ejemplo, el estado de bienestar se llega
a materializar. Está de bienestar, permite que, como también nos decía antes Fernando,
cada cual le robe a su vecino una cantidad de renta, paguemos todos a Scott en una serie
de servicios, redistribuyamos el coste y que aquellas personas que han contribuido menos
o que no contribuyen nada, etc., puedan seguir recibiendo esos servicios aún cuando los
otros no quieran pagárselos, simplemente porque el Estado impone que así tiene que
ser. Por tanto, para un grupo de la sociedad, parece que está hiperlegitimidad del Estado
para regular la sociedad y para imponerse sobre la sociedad de formas distintas, ya
digo, a lo que tenemos permitido hacer el resto de los mortales, lo típico que se dice
de que si cualquier persona se comportara como el Estado llamaría a la policía, porque
es así, es decir, el propio Estado viola todos y cada uno de los artículos del Código
Penal que él mismo redacta. Esa hiperlegitimidad del Estado es un arma de doble filo porque
también puede ser instrumentada por el empresario de tipo extractivo. La hiperlegitimidad del
Estado actual, la autoridad política del Estado, es instrumentada por el empresario
extractivo para seguir parasitando a la sociedad. Si hoy el empresario extractivo no puede parasitar
la sociedad directamente, no puede esclavizar, no puede robar, no puede cometer delitos en
sociedad si está legitimado a cometer esos delitos a través del Estado, de manera más
disimulada, camuflada, pero en definitiva a través del Estado. Y es aquí donde aparecen
los famosos rent seekers, los famosos cazadores de rentas, es decir, individuos que se especializan
no en proporcionar bienes y servicios que valoran los ciudadanos contratando y negociando
con otros factores que pueden contribuir a producir esos bienes y servicios, no. Son
agentes que se especializan en cabildear políticamente, en buscar los resquicios legales
para aprovecharse de los privilegios o directamente para influir sobre el boletín oficial del
Estado para lograr beneficios propios. Beneficios como, por ejemplo, subvenciones estatales,
licencias, es decir, solo tú puedes desempeñar este negocio, otros agentes que no tengan
esta licencia no pueden entrar en esta industria, regulaciones que, sin ser licencias, de facto
cierran el mercado, por ejemplo, es necesario que, para proveer este vino servicio, se haga
en estas condiciones exactas que casualmente solo las pueden cumplir ahora mismo dos o
tres grandes empresas asentadas, de manera que todas las restantes que podrían proporcionar
servicios, más o menos análogos, como no se someten a estas regulaciones supuestamente
hipergarantistas, que en realidad son barreras de entrada para nuevos entrantes en el mercado,
entonces, esos quedan excluidos y el mercado se les queda reducido a un cortigito de aquellos
que han conseguido imponer esa normativa a través del Estado, o también avales. Si
yo quiebro, me rescatas garantías implícitas para que yo pueda acceder a los mercados
financieros en mejores condiciones de financiación. Por tanto, los rent seekers, los cazadores
de rentas, que son la versión moderna del empresario extractivo, lo que buscan es atar
privilegios a través del Estado para salir beneficiados. Y cuando esos rent seekers se
organizan y se profesionalizan de una manera incluso pública y notoria para todos, los
llamamos lobbies, grupos de presión. Pero los grupos de presión son simplemente la
punta del iceberg de los rent seekers, es decir, ya es la culminación del despropósito de
aquí tenemos una serie de agentes organizados para influir sobre el Estado en general en
nuestro propio beneficio. Sin embargo, ya digo, no hace falta llegar a un nivel de
profesionalización de organización de corporativismo tal como para que un rent seekers se transformen
lobby para que existan cazadores de rentas. Cazadores de rentas los existen múltiples
en la medida en que el Estado proporciona incentivos a que existan cazadores de rentas.
¿Y por qué a los políticos también les interesa que existan cazadores de rentas? ¿Por qué
a los políticos les interesa que haya empresarios extractivos? Porque ellos mismos pueden salir
beneficiados de que existan empresarios extractivos. El empresario, perdón, el político es una
gente que cuenta con autoridad política. Cristóbal Montoro, por ser ministro de Hacienda,
puede comportarse, como os decía, de formas en las que todos los demás no tenemos derecho
a comportarlos. Sin embargo, en teoría, el político no puede aprovechar, no estamos
en un Estado patrimonialista, no estamos en un Estado personalista, en teoría el político
no puede aprovechar el poder político, la autoridad política de la que cuenta en beneficio
propio. No puede, por ejemplo, Cristóbal Montoro, llegar y decirte voy a cobrar un impuesto
para quedármelo yo, en principio eso no se puede hacer. Sin embargo, hay maneras indirectas
de capitalizar este poder político, hay maneras indirectas de monetizar este poder político,
por ejemplo, relacionándose con empresarios extractivos. Yo tengo potestad para encomendarte
este contrato público que va a suponer una transferencia enorme de dinero a tu empresa
y tú a cambio me colocas dentro de unos años en tu consejo de administración. Es un ejemplo
de corrupción alentada por la existencia de empresarios extractivos, pero que el propio
político favorece, porque el propio político tiene el incentivo de tratar de vender de
subastar, de enajenar parte de su potestad política a cambio de pingües ganancias que
ha de conseguir de una manera más o menos compatible con la ley, es decir, más o menos
compatible con el grado de reprobación pública que toleremos o aceptemos los demás.
La prevalencia de estados de cazadores de rentas de empresarios extractivos convierte
a un sistema económico en un régimen mercantilista o neomercantilista, es decir, un sistema
económico donde gran parte de las relaciones económicas, de las transacciones económicas
pasan por el Estado, están sometidas al Estado y son reglamentadas por el Estado en su puesto
bienestar general cuando en realidad no es más que el bienestar particular del político
implicado en la venta de su autoridad política y el empresario extractivo implicado en la
compra de esa autoridad política. Pero ese estado neomercantilista es en régimen neomercantilista
por desgracia tiende a corromper la propia sociedad en la que se implanta.
En esencia, primero, porque si tú eres un empresario creativo que estás todo el día
abregando con la competencia, con sacar nuevos productos, con satisfacer al consumidor,
te resulta mucho más fácil si tienes esa habilidad social en relacionarte con un político,
a comer con un político, plantarle una mordida a un político para obtener el poder de robar
al resto de empresarios que están generando riqueza. Es decir, cuando tú creas un modelo
de negocio que estás autorizado a robar riqueza a los demás, pues eso en general puede resultar
mucho más fácil que esforzarte en crear riqueza sin recurrir al parasitismo.
Pero es que además los empresarios extractivos también tienden a desplazar a los empresarios
creativos por un segundo motivo y es que a los empresarios extractivos les resulta mucho
más fácil prevalecer en un mercado que a los empresarios creativos. De manera que incluso
aquellos empresarios honrados que no tenían ningún interés, al menos instintivo o inicial
en parasitar a los demás, se vende alguna manera abocados a este juego perverso, porque
si el empresario de al lado roba, si el empresario de al lado recibe publicidad institucional,
si el empresario de al lado recibe algún tipo de prevenda del Estado, si yo no participo
en ese mismo juego, estoy jugando con desventaja, estoy jugando con una pierna rota y por eso
incluso el empresario honesto, el creativo, el que podría contribuir a generar riqueza
para el resto de la sociedad, termina participando en la pomada repartiéndose los privilegios
con el político claro de la autoridad estatal con la que cuenta la administración pública.
Por tanto, el neomercantilismo, la prevalencia de empresarios extractivos, es un virus que
hay que erradicar de raíz. Es una corrupción social subyacente, una corrupción económica
absoluta que debe ser erradicada de raíz. ¿Y cómo erradicarla? Pues aquí evidentemente
existen dos potenciales recetas o dos potenciales vías. La primera, que es la que estamos tan
habituados a escuchar diariamente en televisión, es incorporando mayores controles internos
en el Estado, es decir, tratar de supervisar más claramente todas las operaciones que
realiza el Estado para tratar de erradicar la concesión de cualquier tipo de privilegio
a algún empresario a cambio normalmente de algún tipo de contrapartida política para
el gobernante de turno. Y desde luego el control, la vigilancia, la transparencia pueden
ser herramientas útiles de control cuando el ámbito de actividades de un político
es limitado y, por tanto, el número de actos políticos que tienen que ser controlados
o supervisados es muy reducido. ¿Qué pasa? Cuando un político maneja presupuestos de
cientos de miles de millones de euros, cuando un político y toda su legión de burocrata
subordinados tienen que regular hasta prácticamente el último detalle de alguna actividad económica
cuando los políticos, además, por la naturaleza, con sustanciada su gestión, tienen un margen
razonable de discrecionalidad política, por ejemplo, en un concurso público, como evaluas
que empresa merece más recibir esa concesión, esta, la otra o la demás allá. Hay un margen
de indeterminación que es muy difícil valorar de manera objetiva. Cuando todo eso coincide,
es imposible fiscalizar todas y cada una de las actividades de la política, de la política
y de los subordinados de la política o de los encargados de supervisar que el político
no se corrompa. ¿Por qué? ¿Quién vigila al vigilante? ¿Cómo sabemos que el vigilante
no se va a corromper vendiendo también a precio de oro su, en última instancia, derecho
a actuar políticamente? Porque él es el que da el visto bueno o lo de niega. Es imposible
en un estado tan gigantesco como el actual que el empresariado extractivo no prevalezca
o no tenga una importancia crucial dentro de nuestra organización económica. De hecho,
el país que se suele tomar como referencia de lucha contra la corrupción, de transparencia,
de honradez a todos los niveles de la administración y de la sociedad, y es verdad que es un país
en general más honesto, más transparente que el resto, es Dinamarca. Dinamarca en cabeza,
el ranking de percepción internacional de corrupción. Es el país que es percibido internacionalmente
por sus propios ciudadanos como el menos corrupto. Bueno, pues en Dinamarca, incluso
en Dinamarca, algo huele apodrido. ¿Y por qué? Bueno, en 2005, un estudio que realizaron
recientemente Daniel Lamore y Morten Menetsen, en 2005 hubo una reagrupación municipal en
Dinamarca, esto que también se quiere trasladar aquí, es decir, que no haya ayuntamientos,
por ejemplo, de menos de 20.000 habitantes. Entonces, en 2005 se reagrupan ayuntamientos
de manera que como mínimo tengan menos de 20.000, o sea, como mínimo tengan 20.000 habitantes,
y lo que hacen estos dos economistas es medir cuáles son las consecuencias en aquellos
consistorios reagrupados frente a los no reagrupados. Es decir, una vez se reagrupan los municipios,
evidentemente el municipio nuevo tiene mayor tamaño, maneja mayor presupuesto, tiene mayor
capacidad para otorgar nuevos contratos, nuevas licencias, concesiones, etcétera. Bueno,
lo que descubren estos economistas es que aquellas empresas con conexiones, con políticos
re elegidos después de la reagrupación municipal, en los años posteriores, duplican sus beneficios.
Es decir, estas empresas y además los beneficios se incrementan especialmente en aquellas que
tienen una mayor conexión con los servicios públicos, estas empresas recibieron mayor
cantidad de favores políticos por parte de aquellos políticos que empezaron a manejar
más presupuesto. En principio no tendría por qué haber sido así. Si yo manejo más
presupuesto, habré un concurso y qué casualidad que el concurso lo ganan, aquellas mismas
empresas que ya lo estaban ganando cuando yo manejaba menor presupuesto y que además
están vinculadas conmigo de alguna manera, por ejemplo, que mi hijo está en el Consejo
de Administración, mi mujer está en el Consejo de Administración, etcétera. Es decir, incluso
en Dinamarca hay una corrupción institucionalizada que no es nada transparente porque esto es
un hallazgo que se descubre simplemente mirando dos series. Vamos a establecer una variable
de control sobre ayuntamientos reagrupados con políticos reelectos y vamos a ver cómo
evolucionan los beneficios de esas empresas que tienen conexión con esos políticos,
pero no hay un control caso por caso. Es una evidencia agregada de que algo, como decía
huele apodrido, pero nada más. No es posible juzgar este político aquí y se ha corrompido
al darle este contrato a esta empresa. Simplemente parece muy sospechoso que se hayan producido
estos hechos porque además en los beneficios, en los municipios que no se reagruparon, es
decir, que ya tenían más de 20.000 habitantes o que no tuvieron políticos reelectos, esto
no sucedió. Por tanto, la vía de pretender controlar toda actividad política para minimizar
ese trato, esa relación con el empresario extractivo no parece ser la más eficaz. ¿Cuál
es la más eficaz de deslegitimar la actuación del Estado en todos los ámbitos posibles?
Es decir, que el Estado no esté legitimado ni para otorgar contratos públicos, ni para
otorgar concesiones, ni para gastar, ni para regular un sector, es decir, quitarle al Estado
su autoridad política para saltarse las reglas que no son de aplicación generalizada a todos
los demás mortales. Restablecer la igualdante la ley también para el Estado. El Estado
no está por encima de la ley. El Estado es un súbdito de la ley y los políticos deben
ser súbditos de la ley y, por tanto, el político no puede otorgar privilegios de ningún tipo
a nadie. Y si no puede hacerlo, no habrá margen para que surgen empresarios políticos que
intenten llegar a un intercambio, llegar a una compraventa de esos privilegios políticos
a cambio de corromper al político de turno. Por tanto, tenemos que mostrar que el Estado
hiperlegitimado actual, el Estado intervencionista actual, es el instrumento imprescindible
del parasitismo empresarial, es decir, del peor tipo de empresarios posibles para seguir
parasitando al resto de la sociedad. Tenemos que demostrar que el Estado es indispensable
para que estos empresarios mafiosos o simimafiosos sigan medrando detrás de una cortina de humo
tras la capa protectora de ese Estado hiperlegitimado. Por eso, en contra de lo que suele decirse,
que el IVX35 o las grandes empresas no son nada partidarias de un sistema liberal, las
grandes empresas lo que quieren es que se les mantenga al cortijo que han obtenido a
través de sus chanchullos y de sus negociaciones con los políticos de turno. Quizá se opongan
a que el Estado crezca, sobre todo si eso acarrea que van a tener que pagar más impuestos,
pero desde luego no se oponen en absoluto a que el Estado mantenga su forma actual o
no se oponen en absoluto a que las regulaciones que a ellos les benefician desaparezcan. En
cambio, los liberales, si luchamos contra toda forma de Estado, también contra este
Estado neo mercantilista, que privilegia a unos tipos específicos de empresarios. Los
empresarios a los que podemos admirar son aquellos que prosperan sin conculcar las libertades
de las personas, sin robar a las personas, pero los empresarios que prevalecen bajo
el paraguas estatista actual son empresarios de tipo extractivo. Por eso, como digo, hay
que deslegitimar al Estado. Pero para muchos que se oponen a este Estado neo mercantilista,
pero que adoran el Estado de bienestar, esta deslegitimación del Estado les horroriza,
porque claro, si deslegitimas el Estado para unas cosas, también lo estás deslegitimando
para otras. Si el Estado no está deslegitimado a robarte, a regularte, a coaccionarte, no
lo está ni para A, ni para B. Si el Estado no puede quitarte tu dinero para construir
una carretera que construirá una constructora que se va a lucrar precisamente con tu dinero,
el Estado tampoco está deslegitimado para quitarte el dinero y pagar una determinada
educación que tú no quieres consumir, porque prefieres que te la suministre otro proveido.
Por eso, aunque hay mucha retórica contra la casta empresarial, la oligarquía empresarial,
en el fondo lo que se está planteando es simplemente una sustitución de la oligarquía
empresarial, quitar a los empresarios que no son afectos al nuevo régimen que yo quiero
imponer para que otros empresarios inexorablemente terminen ocupando ese poder, ese puesto de
empresarios extractivos. Y, de hecho, la forma que tienen de compatibilizar su oposición
al Estado neomercantilista y su defensa del Estado de Bienestar, que tiene un mismo fundamento
y es la autoridad política del Estado, ya digo, para conculcar las libertades personales,
es diciendo, es que el Estado neomercantilista no es fruto de la voluntad general, tenemos
que restablecer una democracia que sea verdaderamente expresión de la voluntad general para que
esa democracia rechace el Estado neomercantilista y se limite a implantar un Estado de Bienestar,
o dicho de otra manera, lo que están diciendo es, efectivamente el Estado está legitimado
para conculcar las libertades de las personas, pero si colocamos el Estado bajo el control
de los buenos, bajo el control de la gente, bajo el control del pueblo, el resultado que
arrojará será coacción buena, coacción del Estado de Bienestar, no coacción mala,
no coacción del Estado clientelar o del Estado neomercantilista. Y desde luego podría darse
el caso, de hecho, por ejemplo, en los países nórdicos, es verdad que han conseguido arrinconar,
al menos en mayor medida que aquí, este Estado neomercantilista y también otras derivaciones
como el Estado clientelar, del que ha hablado Fernando, pero también es cierto que precisamente
como resistencia a su progresiva marginación o eliminación, el Estado neomercantilista
tiene muchas formas de perdurar, incluso en una democracia absolutamente expresiva
de la voluntad popular, por ejemplo, repartiendo privilegios al conjunto de la sociedad, así
es como el Estado neomercantilista, adopta políticas de tipo gremialista, es decir,
como extiende los gremios, que son simplemente parcelitas de mercado troceadas y empaquetadas
para empresarios concretos y determinados. De hecho, el gremialismo va normalmente de
la mano del mercantilismo, los dos convivieron y los dos, por cierto, fueron reivindicados
y fueron incorporados a su ideario por la versión más sofisticada y más visible de
este Estado neomercantilista, que era el fascismo corporativista. Los dos instrumentos, la conciliación
y el diálogo con las grandes empresas y la concertación con las grandes empresas de
la mano del gremialismo de los pequeños sectores para asegurarles su parcela de actividad económica
en cooperación con otras parcelas de actividad económica. Y, de hecho, estamos viendo que
el gremialismo sí está implantado en amplios sectores de la sociedad, pesemos el sector
del taxi, de los farmacéuticos, de los estancos, de pequeñas empresas que tienen su cuota de
mercado porque hay una regulación que las protege o que dificulta que puedan entrar muchos
otros competidores y que, por tanto, no quieren que ese sector se desregule, etcétera, etcétera.
Y el gremialismo es, verdaderamente, pauperizador y aterrador para los propios gremios, porque
el gremialismo no solo supone protección para ti cuando estás dentro, también supone
absoluta desprotección para ti si llegas a salir del gremio. Precisamente si los gremios
son muy cerrados, como tú pierdas tu gremio, estás en la intemperia absoluta. Un mercado,
en cambio, ofrece posibilidades múltiples. Que yo no puedo trabajar de esto, pues me
dedico a trabajar de otra cosa. Sobre todo si es un mercado laboral flexible que te permite
cambiar de empresa con absoluta facilidad, no tienes por qué tener un gran pánico, especialmente
si has acumulado unos mínimos ahorros que te permitan aguantar entre empresa y empresa
o montar tu propia empresa directamente si no quieres ser un trabajador. El mercado libre
te ofrece posibilidades múltiples. El mercado hiperregulado contingentado y repartido entre
gremios y entre empresarios extractivos bien afines con el poder político es un mercado
donde no hay libertad absoluta, en absoluto, y donde por tanto el que se descuelga lo pasa
muy mal. Y por eso, también la oposición social mayoritaria a que se liberalice el
mercado. Por claro, si se liberaliza solo una parte del mercado, yo pierdo mis privilegios
y los otros no los pierden o los pierden más tarde o ya veremos si los pierden y por tanto
yo me quedo absolutamente descubierto. Por eso, la democracia, como digo, no es en absoluto
garantía de que este estado neomercantilista y la proliferación de empresarios extractivos
vaya a terminar. No digo que no pueda suceder o que no se pueda reducir mucho el grado de
extracción de rentas que vivimos actualmente en España, pero desde luego con un estado
tan gigantesco como el que tenemos y con una capacidad de mutación de los intereses
neomercantiles tan grandes como existe, es complicado que simplemente por voluntad popular
consigamos utilizar el estado para el bien, es decir, el supuesto bien del estado de bienestar
y que no conviva con el evidente mal que es el estado neomercantilista.
Y por eso, insisto, la forma y lo que debemos reivindicar absolutamente es que el estado
es el instrumento preferido por los cazadores de rentas, por los empresarios extractivos
y que quienes luchamos contra el estado también luchamos contra el mercantilismo y que de
hecho el liberalismo como oposición a la hiperlegitimidad del estado como oposición a la extracción
de rentas del estado ya sea mediada o no mediada por empresarios es la única forma de dejar
de conseguir acabar con que una parte de la sociedad parasite sistemáticamente a la otra
parte de la sociedad.
Muchas gracias.