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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

El pasado domingo 30 de julio, el Gobierno chavista de Nicolás Maduro forzó la convocatoria
de elecciones a Asamblea Constituyente. El propósito de estos comicios era doble,
por un lado, disolver la Asamblea Nacional, que desde diciembre de 2015 está controlada
en dos tercios por la oposición antichavista. Una vez tomen posesión de sus actas los diputados
electos a la Asamblea Constituyente, la actual Asamblea Nacional queda automáticamente disuelta
y, por tanto, la forma que encontró Maduro de arrebatar el poder institucional del que
gozaba la oposición gracias al voto de los venezolanos ha sido convocar elecciones constituyentes
para disolver automáticamente la Asamblea Nacional. Y, por otro, evidentemente, toda
Asamblea Constituyente tiene como misión redactar una Constitución y el propósito
de Maduro es que esa nueva Constitución arremble con cualquier resquicio de separación de
poderes que queda en Venezuela y que, por tanto, sea el quien concentre todos los poderes
del Estado. Evidentemente, la oposición se ha negado
a participar en estos comicios, primero porque no reconocen legitimidad al Gobierno de Maduro
para convocarlos, es decir, no reconocen legitimidad para que el Ejecutivo convoque
unas elecciones constituyentes y para que, por tanto, disuelva la Asamblea Nacional.
En segundo lugar, tampoco reconocen limpieza al procedimiento electoral de estas elecciones.
Desde un comienzo, las elecciones fueron diseñadas por el Gobierno de Maduro para que solo pudieran
alumbrar aquel resultado que Maduro quería que alumbraran. Por consiguiente, no tenía
ningún sentido que la oposición formara parte de esta farsa golpista, no tenía ningún
sentido que le agitimara con su participación, lo que era un mero teatro para que Maduro
diera un golpe de Estado con apariencia democrática.
A día de hoy, el fraude electoral en las elecciones es algo que ya está ampliamente
reconocido, tanto en la escena internacional, prácticamente ninguna democracia avanzada
ha reconocido la Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro, como también si uno lee
las declaraciones de la empresa encargada de gestionar las elecciones, es marmática
ella misma ha reconocido que hubo fraude. Sin embargo, mucha gente no le entra en la
cabeza que las elecciones puedan ser manipuladas. Tendemos a sacralizar el rito democrático
como un proceso a través del cual cada ciudadano expresa sus preferencias políticas individuales
y a través de depositar el voto en la urna y contabilizar todos y cada uno de los votos
de todas las urnas nace algo así como la voluntad general, que es la expresión de
la soberanía nacional. Hemos tendido a sacralizar este rito, a
adherirle casi un carácter religioso y por eso no nos entra en la cabeza que ese rito
pueda ser una mera estafa política para no expresar las preferencias de los ciudadanos
sino para que el político de turno, el gobernante de turno, manipule a la población haciéndola
creer que las elecciones expresan su voluntad cuando en realidad son una manipulación del
político de turno para que exprese lo que él quiera que expresen. De hecho, en ciencia
política hay toda una disciplina que se conoce como herestética que se dedica a estudiar
cómo manipular las elecciones, cómo cometer un fraude electoral, cómo controlar el proceso
electoral para que el resultado sea el que el político quiere que sea. Todos los sistemas
democráticos del mundo utilizan técnicas de manipulación electoral, todos, no hay
democracia en el mundo que no manipule, en cierto modo, el resultado de las elecciones.
Es verdad que estas técnicas de manipulación electoral pueden ser muy burdas, muy chuscas,
las más primitivas son, por ejemplo, el pucherazo, colocar votos directamente dentro
de las urnas y hay otras que son más sofisticadas, por ejemplo, el gerrymandering, es decir,
para rehacer las circunstancias electorales para que cada una de ellas concentre el mayor
porcentaje posible de votos a fines al régimen, de manera que los votos de los afines al
Gobierno de turno estén sobrerepresentados o estén sobreponderados dentro de la regla
electoral. Que la población acepte más o menos manipulación electoral depende evidentemente
de si prevalece un estado de derecho asentado y funcional o no. Si la población es consciente
de la necesidad de vigilar y controlar al poder político, los políticos lo tienen
más complicado a la hora de manipular las elecciones. Si la población está tremendamente
dividida, extorsionada y perseguida por un poder político que controla, por ejemplo,
el ejército y que ya ni siquiera guarda las apariencias a la hora de masacrar a la población,
pues entonces la población tiene muy complicado enfrentarse al poder político para que este
no manipule las elecciones. El caso de Venezuela es evidentemente este
último, el Gobierno ya se ha quitado radicalmente la careta y lo que está haciendo es perseguir
a la disidencia utilizando el poder militar del ejército y por eso no ha tenido ningún
problema a la hora de practicar todas las técnicas posibles de manipulación electoral.
La oposición, como ya hemos dicho, era consciente de esto, era consciente de que las elecciones
sean un mero paripé que no iba a resultar en ningún tipo de proceso limpio, imparcial
y no manipulado y por eso, entre otros motivos, se negó a participar.
Pero ¿qué técnicas específicas ha utilizado Maduro, el Gobierno chavista, para manipular
el resultado de las elecciones? Pues bueno, en primer lugar ha controlado
el censo electoral, controlado y manipulado el censo electoral. El censo electoral es
un documento, un registro donde se inscriben las personas que tienen derecho al voto,
es decir, quienes aparecen inscritos en el censo electoral pueden votar y quienes no
aparecen inscritos en el censo electoral no pueden votar.
Por tanto, se trata de un documento clave que debe ser auditado, supervisado y controlado
por múltiples contrapoderes porque, al final, si ese documento lo elabora únicamente el
Gobierno, puede regalar votos a gente que ni siquiera existe, por ejemplo los muertos,
se pueden inscribir a los muertos para que tengan derecho al voto, cuando evidentemente
ya no son sujetos de derecho que puedan ejercer el sufragio activo y también el Gobierno puede
denegar el derecho al voto, si una persona no aparece inscrito en el censo no puede votar
el día de las elecciones. En estos comicios constituyentes el Gobierno se saltó la fase
de consulta, impugnación y solicitud de incorporaciones en el registro electoral y, además, el censo
ni el territorial ni los sectoriales fueron auditados. Eso que significa que el Gobierno
elaboró el censo electoral como le dio la gana y, por tanto, ya en su misma génesis,
en su mismo origen, se manipuló y se tergiversó quién podía votar y quién no podía votar
a gusto del Gobierno. En segundo lugar, el chavismo también acometió o realizó un
pacherazo a la hora de repartir los escaños. Se suele describir la democracia como el
principio de un hombre o un voto, sin embargo, en estas últimas elecciones en Venezuela,
desde luego este principio no se respetó. La Asamblea Constituyente está diseñada
para que la conformen 545 representantes, 545 diputados. 364 de estos 545 diputados son
elegidos territorialmente, es decir, se vota en cada circuncripción territorial y quien
salga electo en cada circuncripción integra la Asamblea. Ocho de los 545 son elegidos
por los pueblos indígenas y 173 son electos por los sectores económicos y sociales.
¿Quiénes son los sectores económicos y sociales? Pues, esencialmente trabajadores,
funcionarios, controlados, amenazados, amordazados por el Gobierno de Maduro, ocho representantes
están o integran el colectivo de campesinos y pescadores, cinco el de empresarios, 28
el de pensionistas, cinco el de discapacitados, 24 el de estudiantes y 24 consejos comunales
y comunas, de nuevo controlados por el chavismo. Por tanto, 79 representantes para los trabajadores,
sindicatos y funcionarios, controlados por el chavismo, 24 por consejos comunales y
comunas, controlados por el chavismo, 24 por estudiantes, controlados por asociaciones
estudiantiles del chavismo, 28 por pensionistas, a su vez, controlados, amenazados por el chavismo
y por tanto, digamos que estos 173 diputados, imputables a sectores económicos y sociales
eran 173 diputados, muy fáciles de conseguir a través de la presión social que ejercía
la penetración del chavismo por todos los sectores de la sociedad. Evidentemente, una
persona puede estar inscrita en el censo territorial y, a su vez, si es, por ejemplo, un trabajador,
un estudiante, un pensionista, estará también inscrita en el censo sectorial. Por tanto,
una misma persona podrá votar dos veces en estas elecciones, una territorialmente, dos
sectorialmente. Y, evidentemente, lo que ha hecho Maduro, lo que ha hecho el chavismo
es repartir ese segundo voto entre aquellos sectores que sabían que eran más favorables
a votar al chavismo. Tercera técnica de manipulación electoral, pues, impedir que la oposición
no se pudiera presentar. Y hemos dicho que la oposición manifestó su voluntad de no
presentarse porque no reconocía legitimidad a estas elecciones y porque se sabía que
era un fraude. Pero es que, aunque lo hubiera querido, lo habría tenido muy complicado.
Para postularse como candidato electoral, hacía falta, en estas elecciones, recoger
el 3% de las firmas de la circuncripción territorial o sectorial para la que uno se
postulaba. Problema, únicamente, se dio 20 días para recopilar estas firmas y, además,
no se admitió la firma biométrica. Es decir, cualquier candidato que quería participar
en estas elecciones tenía que recoger manualmente el 3% de las firmas de circuncripción en un
plazo, ya digo, de 20 días. Obviamente, esto es algo muy complicado de conseguir y, al
final, era el Consejo Electoral que está controlado por el chavismo, quien podía
validar o tumbar estas firmas. Evidentemente, si el chavismo presentó firmas manipuladas,
el Consejo Electoral les dio pase, y si la oposición hubiese querido tratar de inscribirse
en un tiempo récord, incluso manipulando firmas como ha hecho el chavismo, evidentemente a
la oposición se lo hubiesen parado los pies y se habría denegado su inscripción como
candidatos. Por tanto, nueva técnica, barreras de entrada a los competidores electorales.
Cuarta técnica, manipulación de las actas de mesa. El voto es secreto, el voto se
deposita en las urnas y no podemos asociar quién ha depositado cada voto con su propia
persona, precisamente para mantener ese secreto de voto. Por ello, el documento clave para
saber cuál ha sido el conjunto de votos en cada mesa electoral son las llamadas actas
de mesa. Son actas que recogen, que certifican que votos había en cada urna. Evidentemente,
si estas actas se manipulan, es como efectuar un puchedazo físicamente, es como meter votos
directamente en la urna. En lugar de meterlos, simplemente se certifica que los votos que
había eran distintos de los que realmente había. Por eso, es muy importante que en
las distintas mesas que componen las circunscripciones electorales, participen miembros de la oposición,
los llamados interventores, para que todos los interventores certificen que efectivamente
el acta de mesa era un fiel reflejo de los votos que contenían las urnas. En estas elecciones
no hubo supervisores ni de la oposición, por tanto, los únicos que controlaban que
se ponían las actas de mesa eran los miembros del chavismo, ni tampoco hubo supervisores
internacionales. ¿Qué significa esto? Pues que, al final, los fanáticos del chavismo,
que eran los que estaban presentes en las mesas electorales, pudieron inscribir, pudieron
colocar en cada acta de mesa lo que les dio la real gana, evidentemente, inflando tanto
la participación como los votos, en este caso, para los candidatos chavistas que eran
los únicos que se presentaban. Quinta técnica de manipulación electoral,
los puchedazos en los centros de contingencia. Venezuela vive en un estado de violencia extrema,
por ejemplo, es una asesinada a cada año 18.000 personas. Evidentemente, el estado de pobreza
generalizado en el que ha sumido al país el Gobierno de Nicolás Maduro solo ha hecho
que alimentar esta violencia generalizada. En estas circunstancias suele ser desaconsejable
convocar elecciones porque, si no, se puede garantizar que la gente bote con libertad
con normalidad democrática se entiende que el resultado electoral puede estar viciado.
Por eso, ya de entrada, habría sido desaconsejable que Maduro convocara estas elecciones a Asamblea
Constituyente, aún cuando todo lo demás hubiese sido absolutamente limpio, honesto
y transparente. Solo por la situación social en la que se encuentra Venezuela, quizá
habría sido desaconsejable convocar ahora elecciones.
Pero el Gobierno de Maduro siguió adelante con ellas porque lo que menos le importaba
era el procedimiento electoral, lo que le importaba era pasar el trámite del teatro
democrático para dar el golpe contra la Asamblea Nacional y a favor de la concentración de
poderes. Pero Maduro sí utilizó la excusa de la
violencia para crear los llamados centros de contingencia, que son mesas electorales
extraordinarias en las que cualquier ciudadano que considere que su zona no es suficientemente
segura puede ir a votar. Es decir, son mesas extraordinarias, especialmente protegidas,
para que la población, ya digo, pueda ir a votar con seguridad, con tranquilidad.
El problema no es que existan estos centros de contingencia, que podría ser razonable,
sino que no se habilitaron mecanismos para evitar que quien ya ha votado en una mesa
o en la mesa de su circuncirción electoral vaya a su vez a votar otra vez en los centros
de contingencia. No se ha habilitó un sistema creíble para chequear que quien votaba en
un lado no podía votar otra vez en el otro. Por consiguiente, bastaba con, digamos, movilizar
a las hordas chavistas para que fueran por los distintos centros de contingencia votando
varias veces hasta que se rellenaran suficientemente las urnas de votos favorables. Por tanto, un
mismo partidario del régimen que acudió a votar a estas elecciones podía votar varias
veces en su propia mesa electoral y en cada una de las mesas de los distintos centros de
contingencia que se habilitaron por el país. Y ya por último, y como no podía ser de otra
manera, Maduro también recurrió al Gerrymandering, es decir, a diseñar las circuncirciones electorales
de tal manera que le favoreciera a la hora de trasladar los votos individuales en diputados
para la Asamblea Constituyente. El Gerrymandering es algo que se hace en todos los sistemas
electorales, en absolutamente todos, no es en absoluto una novedad. Pero si acaso en
estas elecciones constituyentes fue especialmente escandaloso en el caso de Venezuela. Como
ya hemos dicho, de los 545 representantes de la Asamblea Constituyente, 364 se escogían
territorialmente. Lo normal, lo que se intenta, al menos en teoría, es que haya una cierta
proporcionalidad entre la población, los electores, los votantes de cada circuncripción
y los representantes de esa circuncripción. En este caso, sin embargo, se tiró por la
calle de Medio, se asignó un diputado a cada, un representante a cada municipio de Venezuela,
daba igual la población que tuviera a cada municipio, un representante por municipio,
se asignó un representante adicional a cada capital de Estado y, por último, se asignaron
siete diputados a Caracas por ser la capital de la República.
Teniendo en cuenta, por tanto, que la población no guarda relación con los municipios, es
decir, que no es que se creen municipios en función de la población, sino que cada municipio
tiene poblaciones muy distintas, es evidente que no ha habido ninguna proporcionalidad
ni se la ha buscado, sino, más bien, todo lo contrario, entre representantes y habitantes
o, mejor dicho, entre representantes y votantes. ¿Con qué propósito se hizo esto? Pues,
con el propósito de sobreponderar las zonas rurales de Venezuela, que son especialmente
chavistas, por dar un ejemplo muy llamativo. El estado de Zulia, que es el más poblado
de Venezuela y es mayoritariamente antichavista, tenía asignados 22 constituyentes. Zulia
tiene 21 municipios, más la capital, 22. Y en Zulia residen 4,3 millones de habitantes.
En cambio, en el estado Falcón, con apenas un millón de habitantes, se le asignaron
26 representantes, menos de cuatro veces la población de Zulia y cuatro representantes
más. En definitiva, las elecciones constituyentes
del pasado domingo han sido un fraude de principio a fin. El Gobierno de Venezuela ha utilizado
absolutamente todas las técnicas posibles para manipular ese resultado electoral. La
oposición ha hecho muy bien en deslegitimar este paripé con apariencia democrática,
pero que en el fondo solo tenía un propósito. Concentrar el poder en Maduro, convertir a
Maduro en un dictador clásico, sin separación real de poderes. Eso sí, con la apariencia,
con la bendición que proporciona el haber pasado aparentemente por unas elecciones que,
no obstante, fueron manipuladas, fueron intergiversadas, fueron controladas desde su misma convocatoria
por el propiónico Las Maduro.