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Marta Ortega, la hija de Amancio Ortega, fundador de Inditex,
reemplazará como presidente de la compañía a Pablo Isla,
quien probablemente sea uno de los mejores directivos del mundo.
Irracionalidad, arbitrariedad, falta de meritocracia, veámoslo.
Hoy hemos conocido que Marta Ortega, la hija de Amancio Ortega,
reemplazará al frente de Inditex a Pablo Isla,
quien venía ejerciendo como consejero delegado desde el año 2005
y como presidente de la compañía desde el año 2011.
Bajo la batuta de Pablo Isla, Inditex ha triplicado su tamaño.
Hoy, Inditex en gran medida es lo que es gracias a Pablo Isla.
Y claro, después de conocer la noticia, después de conocer que la hija de,
la hija de Amancio Ortega,
reemplazará a Pablo Isla como presidente de la compañía, las críticas no se han hecho esperar.
¿Qué tipo de críticas?
Pues básicamente que el capitalismo es un sistema con las cartas marcadas,
donde los hijos de son los que llegan a las más altas magistraturas directivas
al margen del mérito que hayan exhibido para ocupar esos puestos,
para ocupar esos cargos de dirección.
Por ejemplo, Íñigo Eregón ha publicado en Twitter
que la hija de Amancio Ortega sustituirá a su padre al frente de Inditex.
O Eregón no sabe que Amancio Ortega no estaba al frente de Inditex
o cree que Marta Ortega exija a la vez de Amancio Ortega y de Pablo Isla.
Pero bueno, dejando este detalle insignificante de lado, añade Eregón.
La meritocracia son los padres, literalmente.
Y Pablo Echenique, por supuesto, tampoco ha podido resistirse a revolcarse en ese charco.
Y ha escrito, la inmensa mayoría de las personas trabajadoras
nunca dejan de serlo, aunque se esfuercen muchísimo y se maten a trabajar.
La inmensa mayoría de los millonarios lo son porque han heredado.
La meritocracia son los padres.
Bien, vamos a reflexionar un poco sobre esto.
¿Tiene algún sentido que Marta Ortega sustituya a Pablo Isla al frente de Inditex?
Para responder a esta pregunta hemos de entender dos conceptos que son claves,
que son cruciales en cualquier sistema económico a la hora de decidir cómo se organiza ese sistema económico.
Me refiero al concepto de control residual sobre una empresa
y me refiero al concepto de ingreso residual sobre una empresa.
En otras palabras, ¿quién decide sobre aquello que no está expresamente regulado en algún texto normativo,
sea la ley o sean los contratos?
Si surge algún problema, si surge alguna contingencia
que no estaba expresamente prevista en la ley o en un contrato,
¿quién es el que tiene la capacidad de decidir qué debe hacerse?
Pues bien, la persona que decida qué debe hacerse es la que posee el control residual.
¿Y qué es el ingreso residual?
Pues esa que ya parte del excedente productivo que resta en la empresa después de que esta ya haya pagado a todos sus proveedores,
después de haber pagado todos los salarios, después de haber pagado por todos los suministros que recibe una compañía,
después de haber soportado por tanto todos los gastos vinculados a la actividad empresarial,
lo que resta dentro de la empresa es el ingreso residual.
¿Y ese ingreso residual de quiénes?
¿A quién se lo debemos entregar? ¿A quién le corresponde?
En una sociedad socialista el ideal organizativo es que el ingreso residual le corresponda al conjunto de la sociedad,
es decir, que se distribuya entre todos los ciudadanos,
y que el control residual caiga en manos de aquellos gestores que sean los más eficaces a la hora de dirigir una empresa.
Dado que toda la sociedad no puede dirigir una empresa,
dado que hay que delegar, se plantea que los más hábiles, los más capaces, los mejores gestores
deberían ser los que administraran las empresas públicas, los que maximizaran la producción
y después de haber remunerado a todos los trabajadores que participan en la empresa,
el ingreso residual, el beneficio, lo que queda, que se distribuya entre el conjunto de la sociedad.
Sin embargo, este modelo organizativo tiene problemas muy evidentes.
Primero, no hay un método de selección de las personas más valiosas que sea indisputablemente preferible a otro,
como seleccionamos a los mejores gestores empresariales en un sistema socialista,
a través de un concurso público, a través de una oposición,
y que nos garantiza que aquellos que hayan reunido mayores méritos para el concurso
o que hayan sacado una mejor nota en la oposición serán quienes mejor gestieren una determinada empresa.
Todos sabemos que el conocimiento teórico no necesariamente implica conocimiento práctico.
Un empresario es una persona que necesita mucho conocimiento práctico sobre cómo organizar los recursos.
Incluso podríamos decir que requiere de ciertas habilidades, que hoy se suelen llamar soft skills,
es decir, habilidades blandas, habilidades que son muy complicadas de medir, de parametrizar en un examen,
y que por tanto hacen complicado seleccionar exante quienes van a ser las mejores élites,
los mejores directivos, los mejores equipos gestores de una compañía pública.
Además, está otro problema vinculado con este y es que aquellos planificadores que diseñen las pruebas de acceso,
las oposiciones, los concursos pueden estar preseleccionando al candidato que ellos, por cualquier motivo personal,
por ejemplo, que son familiares, que son amigos, que son miembros del mismo partido,
que tienen una ideología similar, que va a haber un intercambio posterior de favores,
que por cualquier motivo quieren que ocupe un determinado puesto.
Por tanto, realmente se puede diseñar la prueba para que dé el resultado que quien diseña la prueba quiere que dé.
Este es un primer problema al que se enfrentan los métodos de selección objetiva de méritos dentro de un sistema socialista,
pero luego hay otro problema que incluso es más importante.
En la medida en que no coincide el control residual sobre una empresa y el ingreso residual sobre esa empresa,
se generan una serie de incentivos perversos.
Por muy bien que lo hagan los directivos que han llegado a lo más alto de la compañía,
el ingreso residual que generen no será para ellos, sino que será para el resto de la sociedad.
Con lo cual, a lo mejor no les interesa a los directivos maximizar el ingreso residual,
a lo mejor les interesa maximizar su tiempo libre, a lo mejor les interesa minimizar el esfuerzo,
a lo mejor les interesa minimizar el riesgo de experimentar, porque si yo como directivo de una empresa pública
pruebo nuevas combinaciones de factores y fracasan el marrón, si me lo como yo, pero si tienen éxito, el éxito se redistribuye entre el resto de la sociedad,
y yo apenas retengo nada de ese valor, de todo ese valor que he generado.
Además, fijémonos que desde fuera es muy difícil evaluar todos estos parámetros.
¿Cómo sabemos si un directivo se está esforzando todo lo que podría esforzarse?
¿Cómo sabemos si realmente está trabajando duramente o podría trabajar todavía más duramente o no?
Podemos ver si le echa horas aparentemente, pero no la calidad de las horas que le está echando,
no sabemos todo el valor adicional que podría generar si él quisiera generarlo.
Y por tanto, como es muy complicado controlar externamente, porque no estamos en su cabeza,
si un determinado directivo lo está haciendo bien o simplemente está calentando el sillón aparentando qué hace,
es tan problemático que se generen esos incentivos perversos derivados de que el control residual
no coincide con el ingreso residual.
En la medida en que el ingreso residual no coincide, no va a parar a quien tiene el control residual,
quien tiene el control residual puede torcer la organización empresarial
para parasitar a la propia organización empresarial en su propio privativo provecho.
Puede intentar obtener ingresos, obtener rentas, que no sean de tipo monetario,
porque las de tipo monetario van a parar a los titulares del ingreso residual al conjunto de la sociedad,
sino otro tipo de rentas en especie, en forma como decía de tiempo libre, estatus, subordinados,
colocación de amigos, de familiares, de correliginarios, etcétera.
¿Cuál es la solución que han adoptado las sociedades capitalistas al problema de determinar quién debe poseer
el control residual y al problema de determinar quién debe poseer el ingreso residual?
Pues básicamente que tanto el control residual como el ingreso residual
le corresponden a aquella persona que ha creado la compañía.
En el sistema capitalista cualquier persona puede intentar crear una empresa.
Habrá empresas que triunfen y habrá otras que fracasen, pero en todo caso
el ingreso residual y el control residual le corresponde a quien ha financiado y creado esa empresa.
Con esto se consigue solventar los dos problemas anteriores.
En primer lugar, ¿cómo seleccionamos a los mejores directivos?
No los selecciona nadie en concreto, los selecciona el mercado.
Una persona puede no tener estudios, pero tener muy buena intuición, muy buen olfato,
muy buenas habilidades directivas, puede promover la creación de una pequeña empresa.
Si es una buena idea, si es un buen modelo de negocio, esa empresa puede crecer, puede ir escalando
y en la medida en que esa persona siga gestionando bien, siga administrando bien la empresa,
siga generando valor para el consumidor, esa empresa crecerá.
Es decir, ¿qué será el mercado quien ha seleccionado que esa persona es un buen directivo para la empresa?
Porque en cambio si otra persona con muchísimos estudios, con muchísimo conocimiento
crea una empresa y la empresa fracasa, el mercado también ha seleccionado
que esa persona no debe dirigir la empresa porque no ha sido capaz de generarle valor.
Si lo queremos es un poco parecido a la evolución versus el diseño inteligente.
En el diseño inteligente parece que tiene que ser alguien quien diseñe las mejores adaptaciones biológicas al entorno.
Tiene que ser alguien muy sabio y tiene que ser capaz de dar con la tecla exacta
de cuáles son las mejores adaptaciones biológicas al entorno.
Con la selección natural no es nadie en concreto que diseña una adaptación,
sino que son las mejores adaptaciones las que competitivamente sobreviven y preponderan.
No hay ninguna mente superior que establezca quién tiene que dirigir una empresa o no dirigirla
ni tampoco qué adaptaciones biológicas tienen que prosperar y cuáles no,
sino que es el propio proceso de mercado, el propio proceso de la selección natural
quien selecciona en el conjunto qué adaptaciones, qué directivos son buenos,
qué adaptaciones, qué directivos son malos.
Y a la vez en la medida en que el control residual le corresponde a la misma persona que tiene el ingreso residual,
esa persona tiene todos los incentivos del mundo a gestionar bien su empresa,
porque si la gestiona muy bien, si maximiza la generación de valor para el consumidor,
quien se va a beneficiar en primera instancia es el mismo.
Su empresa se va a revalorizar y como su empresa es suya,
como los ingresos residuales le corresponden a él, él se va a enriquecer.
Y en cambio si toma malas decisiones empresariales,
como por ejemplo colocar a sus amigos, como por ejemplo no esforzarse,
como por ejemplo multiplicar los gastos y multiplicar la plantilla para que él se sienta más cómodo dirigiendo,
todas esas pérdidas, todas esas ineficiencias, las va a soportar el contra su patrimonio,
por tanto es un despilfarro social que le perjudica en primera instancia a él mismo.
Ahora bien en el capitalismo, quien posee el control y el ingreso residual sobre una empresa,
también puede tomar la decisión de subcontratar la dirección, la agerencia,
la administración de una empresa a una tercera persona,
delegando las decisiones más importantes que deberían recaer bajo la esfera del control residual.
Eso es lo que hizo esencialmente Amancio Ortega durante muchos años con Pablo Isla,
en lugar de ser Amancio Ortega quien tomara las decisiones ejecutivas sobre el rumbo que debía tomar Inditex,
contrató a un gestor profesional, a Pablo Isla, para que maximizara el valor de Inditex,
para que hiciera crecer positivamente a la empresa.
En estos casos no es que se rompa totalmente el nexo entre el control residual y el ingreso residual,
dado que Amancio Ortega, como accionista mayoritario, seguía teniendo, sigue teniendo,
la última palabra sobre quién no ocupa la dirección de Inditex y, por tanto, él es responsable
de quién está al frente de la compañía, de los aciertos, de los fracasos, de quién está al frente de la compañía,
y, a su vez, el propio Amancio Ortega, como accionista mayoritario de Inditex,
también recibe la mayor parte de los beneficios o de los perjuicios de aquellas decisiones que tome aquella persona que él ha nombrado.
Si Pablo Isla es un buen gestor, quién se enriquecerá más esa Amancio Ortega.
Si Pablo Isla es un mal gestor, quién se empobrecerá más esa Amancio Ortega.
¿Qué es, en última instancia, quién lo ha nombrado?
Y es, en última instancia, quién lo ha nombrado, porque es Amancio Ortega quien disfruta del control residual.
Y es, a Amancio Ortega, en última instancia, quién disfruta de los beneficios o sufre los perjuicios de las decisiones de Pablo Isla,
porque es, en última instancia, Amancio Ortega quién obtiene el ingreso residual.
Aun así, no obstante, es cierto que, una vez nombras como presidente de la compañía a alguien que no es el accionista mayoritario
o que no es un accionista significativo de la empresa, los incentivos comienzan a pervertirse.
Amancio Ortega no tiene forma de controlar, no tiene forma de saber, porque no está en la cabeza de Pablo Isla.
Si, cuando Pablo Isla toma una determinada decisión ejecutiva, Pablo Isla está tomando la decisión que él considera
que va a maximizar el valor de Inditex a largo plazo, o si, en cambio, está tomando aquellas decisiones
que van a maximizar su salario, su prestigio social, su futuro profesional, su colocación de amigos,
que van a minimizar su tiempo de trabajo, su esfuerzo.
No estoy diciendo que este sea el caso de Pablo Isla, de hecho, ya he dicho al comienzo, que Pablo Isla me parece un directivo extraordinario.
Pero lo cierto es que ese es un riesgo que siempre existe cuando tú, accionista mayoritario, nombras a un tercero,
que no es un accionista significativo, presidente de una compañía que va a dirigir la compañía tal vez en su propio beneficio y no en el tuyo.
De ahí, por cierto, la lógica de repartir paquetes de acciones al equipo directivo para tratar de alinear un poquito sus intereses
con los intereses de la compañía que son los tuyos como titular del ingreso residual.
Bien, pues vayamos ahora con el caso de Marta Ortega. Marta Ortega dentro de algunos años, esperemos que muchos,
pero dentro de algunos años se convertirá en la accionista mayoritaria de Inditex,
porque su padre Amancio Ortega repartirá su patrimonio entre sus dos hijas
y ya ha dejado claro que el control mayoritario de Inditex le corresponderá a Marta Ortega.
¿Por qué Amancio Ortega tiene la potesta de decidir quién heredará la compañía?
Pues porque Amancio Ortega, ya lo hemos dicho, tiene el control residual sobre Inditex
y dentro de ese control residual también está la potesta de transferir ese control a quien Amancio Ortega escoja
y ha elegido a Marta Ortega.
En este sentido, Marta Ortega como perceptora futura de un enorme patrimonio tenía dos opciones.
O sentarse en un sillón y vivir de rentas, básicamente confiar en la gestión de Inditex a Pablo Isla
o a otra persona, confiando en que lo seguirán haciendo muy bien, o arremangarse y coger las riendas de la compañía,
dado que todo su patrimonio está invertido en esa empresa y, por tanto, si todo tu patrimonio,
y además un muy cuantioso patrimonio, está inmovilizado en una empresa,
algo de sentido tiene que tú te quieras responsabilizar de la gestión de ese patrimonio.
Máxime si tenemos en cuenta que Pablo Isla tiene 57 años y Marta Ortega tiene 37 años.
Es decir, que Pablo Isla, quizá en 10, 15 años, se quiera jubilar.
Una fecha en la que Marta Ortega tendría unos 50 años y en la que todavía le restaría otros 30, 40 o 50 años de vida.
Si Pablo Isla se jubila dentro de 10 o 15 años, es decir, después de haber llevado alrededor de 30 años al frente de la empresa,
sería muy sencillo buscar a un sustituto que estuviera a la altura y que administra la empresa con tanta lealtad hacia sus accionistas mayoritarios,
como lo ha hecho Pablo Isla, porque además no olvidemos que Pablo Isla ha administrado la compañía con lealtad también,
porque Amancio Ortega estaba dentro del Consejo de Administración.
Amancio Ortega se conoce muy bien la compañía, la creó él, y en un primer momento la engrandeció él,
y, por tanto, Amancio Ortega tiene cierto conocimiento interno para evaluar si las decisiones que toma Pablo Isla
son decisiones que van en pos de la empresa o que van en pos de su beneficio particular, de su beneficio personal.
Pero si Marta Ortega no ha estado nunca al frente de Inditex, si no conoce bien sus interioridades,
si no ha tenido que tomar decisiones ejecutivas difíciles, cómo va a evaluar si Pablo Isla está tomando buenas o malas decisiones?
O cómo va a evaluar si el sucesor de Pablo Isla, que, como digo, quizá no sea una persona tan leal como Pablo Isla,
con respecto a Amancio Ortega, está tomando buenas o malas decisiones?
Pues si no has estado al frente del barco, te será muy complicado hacerlo,
y quizá el próximo presidente, el próximo consejero delegado, dado que tú no estás sobre el terreno tomando decisiones,
se esté aprovechando de ti, te esté arruinando, y tú ni siquiera estás siendo consciente de todo ello.
Así que, en definitiva, la decisión que ha adoptado Marta Ortega de tomar las riendas de Inditex es una decisión arriesgada,
porque Pablo Isla es un profesional de primer nivel, un profesional que ha convertido Inditex en lo que es ahora mismo,
y por tanto, prescindiendo de sus servicios, quizá te estés arruinando si tú no eres capaz de hacerlo tan bien como Pablo Isla,
quien se va a arruinar eres tú, que ha decidido reemplazar a Pablo Isla,
pero al mismo tiempo es una decisión valiente y consecuente.
Tiene sentido que una empresa quiera gestionar directamente su propio patrimonio,
que quiera gestionar directamente Inditex en lugar de delegar las decisiones cruciales sobre el futuro de Inditex
y, por tanto, sobre el futuro de tu patrimonio en una tercera persona en la que no sabes si puedes confiar.
La izquierda se está quejando mucho de la falta de meritocracia en esta decisión,
pero es que si Marta Ortega no toma buenas decisiones al frente de Inditex,
es decir, si ella misma se ha colocado para un cargo en el que no está cualificada,
quien se va a arruinar por esa decisión es la propia Marta Ortega.
Quien va a internalizar los costes de su falta de talento es esencialmente la propia Marta Ortega,
y por eso Marta Ortega tendrá incentivos para hacerlo bien,
que luego lo hará bien o no lo hará bien, porque los incentivos, obviamente, no son lo único que cuenta,
pero al menos seguro que se esfuerza todo lo posible en hacerlo bien,
porque si lo hace bien, será ella quien se enriquezca, y si lo hace mal, será ella quien se empobrezca.
Nuevamente, pues la meritocracia se tenderá a imponer a través de la competencia empresarial.
Si eres una incompetente para tu puesto y no te quieres dar cuenta de que lo eres,
teniendo la capacidad de decidir, si eres tú quien ocupa ese cargo para el que no estás cualificada,
o es mejor que lo ocupe otra persona, si tú no te quieres dar cuenta,
otras empresas externas se darán cuenta, desplazarán a Inditex del mercado,
tú te irás arruinando y otras compañías dirigidas por personas más talentosas
te desplazarán y ocuparán tu lugar.
Pero la izquierda, en lugar de decir, fijaos en Marta Ortega,
en lugar de sentarse en un sillón y vivir de las rentas, de la herencia que le ha dejado su papá
y que está siendo gestionada por un profesional, por un tercero al que ni siquiera conoce,
pero del que sí obtiene fuertes rendimientos, en lugar de seguir el camino fácil,
ha decidido empoderarse y convertirse en presidenta de la primera compañía española.
Ha decidido responsabilizarse de su patrimonio, ha decidido demostrar en el mercado
que sí merece el patrimonio que ha recibido de su padre,
porque si no lo merece, si no tiene talento para gestionar ese patrimonio,
ese patrimonio se le irá esfumando.
En lugar de valorar su emprendimiento, su arrojo, su valentía, su independencia, incluso su feminidad,
la izquierda española ha decidido echar pestes sobre ella porque lo único que mueve a nuestra izquierda
es la vilis anticapitalista.