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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Las bolsas de todo el planeta han caído esta semana más de un 10%.
Se trata de uno de los peores datos de los que tenemos registro.
En particular, el estándar Ampours 500 ha sufrido la cuarta peor semana desde que terminará la Segunda Guerra Mundial.
Y el Dow Jones ha sufrido la quinta peor semana de toda su historia.
¿Pero a qué se debe esta evolución tan dramática de los índices bursátiles?
A juicio de algunos, el mero hecho del coronavirus no podría justificar que las bolsas estén cayendo tanto,
estén cayendo de manera tan drástica en apenas cinco días.
Tendría que haber a su entender algo más detrás.
Y, desde luego, puede que haya otros factores detrás que expliquen esta caída.
Las bolsas estaban en máximos históricos, no sólo estaban en máximos históricos,
sino con múltiplos sobre beneficios bastante altos. La economía mundial ya mostraba signos de fatiga y de debilidad.
Y, por tanto, el coronavirus puede haber sido la llama que haya aprendido a la mecha para una caída tan importante de los índices bursátiles.
Ahora bien, tampoco deberíamos minimizar el daño que, en solitario,
esta epidemia del coronavirus puede terminar provocando en la economía mundial.
Y justamente a esto quiero dedicar el presente vídeo a explicar por qué el coronavirus
sí puede terminar socavando los fundamentos del crecimiento económico mundial,
al menos durante el presente ejercicio.
Antes de empezar, sin embargo, es necesario efectuar una distinción entre shocks de demanda y shocks de oferta.
¿Qué es un shock de demanda? Un shock de demanda es una contracción del gasto agregado dentro de la economía,
de lo que familias y empresas consumen e invierten. Podríamos incluir también las administraciones públicas,
pero quedémonos en el sector privado. Un shock de demanda, por tanto, es una contracción del gasto de familias y empresas.
Si familias y empresas gastan menos y no hay una adaptación de los precios del conjunto de la economía a ese menor gasto,
es decir, si en lugar de gastar 100, gastamos 50 y los precios siguen al nivel de cuando gastábamos 100,
es evidente que se comprarán muchas menos cosas, se efectuarán muchos menos pedidos, que antes,
y además los costes de producción de las empresas, los salarios, la electricidad, las materias primas,
serán altos como lo verán cuando gastábamos 100.
Por tanto, menos ingresos y los mismos gastos significa una contracción de la actividad.
Esa contracción no se daría si precios y costes bajaran todos a la vez una vez se ha contraído el gasto,
pero como precios y costes no suelen ser tan flexibles como para ajustarse todos ellos a la vez a la baja,
entonces, por esto, la economía se suele contraer, las empresas tienden a producir menos, tienden a despedir a trabajadores
y esto a su vez puede generar un nuevo shock de demanda, porque los trabajadores despedidos dejan de consumir,
las empresas que dejan de vender por la nueva merma del consumo dejan de invertir, etcétera.
Es por eso que ante los shocks de demanda, muchos economistas defienden políticas expansivas, políticas de gasto expansivas,
políticas fiscales expansivas, bajadas de impuestos que animen a los ciudadanos a gastar más,
políticas de gasto público expansivas, si el sector privado no gasta, que sea el sector público,
o políticas monetarias expansivas, majemos el tipo de interés para conseguir reanimar el endeudamiento
y, a través del endeudamiento, el gasto dentro de la economía. Esto es, tratemos de contrastar la caída del gasto
debido al shock de demanda con un impulso al gasto a través de medidas de estímulo.
No es aquí el lugar para criticar la lógica que hay detrás de estas políticas de estímulo,
vas a decir que, en muchas ocasiones, los shocks de demanda son el síntoma de una economía que tiene que reconfigurarse,
por ejemplo, en el año 2007, España sufrió un shock de demanda porque teníamos una burbuja inmobiliaria,
cuando colapsó la burbuja inmobiliaria, colapsó parte de la economía y, por tanto, también colapsó el gasto.
Tratar de reanimar, en muchas ocasiones, el gasto antes de haber corregido los desequilibrios subyacentes,
simplemente consolida esos desequilibrios subyacentes. O dicho de otra manera, hay shocks de demanda que no hay que corregir,
hay que pasarlos como el salampión, sino, como digo, se consolida una economía ineficiente,
improductiva y una economía zombificada. Pero, en todo caso, ya digo, no es aquí el momento de criticar
la lógica de los planes de estímulo, sino simplemente de acotar el ámbito y la definición de los shocks de demanda.
Contracción del gasto que, como no se enfrenta normalmente a una flexibilidad absoluta de precios y costes,
tiende a generar una contracción de la producción. ¿Qué es, en cambio, un shock de oferta?
Un shock de oferta, un shock de oferta negativo, es una contracción en la producción de bienes y servicios
por circunstancias que afectan al propio proceso de producción. Por ejemplo, en economías agrarias,
el mal tiempo puede generar malas cosechas, una restricción, una reducción de la producción de petróleo
por parte de los países productores, con el objetivo de elevar el precio, también es un shock de oferta.
O una guerra, un terremoto, que impida que las empresas funcionen, también es un shock de oferta.
Y una pandemia también es un shock de oferta. Una pandemia que impida que la gente vaya a trabajar,
vaya a producir, que por tanto paraliza las empresas, que por tanto paraliza la actividad económica,
no porque estemos gastando menos, sino porque hay restricciones que nos impiden coordinarnos para producir,
es un shock de oferta. ¿Por qué es importante distinguir entre shocks de oferta y shocks de demanda?
Porque los shocks de demanda, como hemos dicho, se pueden contrarrestar, otra cosa es que vamos a hacerlo o no,
pero se pueden contrarrestar con políticas de estímulo. Si de repente gastamos menos y se estimula el gasto,
podemos terminar equilibrando el gasto total neto resultante. Ahora bien, ante un shock de oferta,
si aplicamos políticas de estímulo, no vamos a conseguir que produzcamos más.
Si la gente no puede ir a sus empresas, a sus fábricas a producir, porque tiene que estar en cuarentena dentro de casa,
por mucho que le demos más poder adquisitivo a la gente para que gaste más, no se va a producir más.
Y por tanto, las políticas de estímulo del gasto en un contexto de shock de oferta,
en general, solo producen subidas de precios, colocan más poder adquisitivo en manos de los ciudadanos,
pueden gastar nominalmente más, pero si no hay más bienes que se estén produciendo
y no hay un incentivo a producir más bienes por las medidas draconianas tomadas para contener la pandemia,
entonces llegarán a las tiendas la misma cantidad de bienes contra un mayor gasto subidas de precios.
Pues bien, el coronavirus empezó siendo un shock de oferta para China. China se ha parado,
absolutamente durante el último mes, por medidas del gobierno para evitar que la infección
siga creciendo por todo el país. De hecho, hoy mismo ha salido el índice de actividad en China
y lo que vemos es que ha caído a su nivel más bajo de la historia.
Estamos ante la mayor contracción de la actividad fabril y no fabril de China
en toda la historia de la que tenemos registros, peor incluso que la crisis económica del año 2008-2009
que contrajo el comercio internacional y que, por tanto, afectó muy directamente a China, peor incluso que eso.
Por tanto, el shock de oferta ha afectado a China. En un principio, los inversores confiaban en que todo se quedará ahí,
que ese shock de oferta ciertamente iba a generar un shock de demanda sobre países como los países europeos,
como Estados Unidos, porque, claro, si China produce menos, si sus ciudadanos se empobrecen, aunque sea temporalmente,
esos ciudadanos van a comprar menos al resto del mundo, van a importar menos bienes
y, por tanto, las empresas europeas o las empresas estadounidenses van a vender menos a China
y eso es un shock de demanda en Europa y en Estados Unidos. Pero, claro, confiaban en que ese shock de demanda
pudiese, en parte, contrarrestarse con medidas de estímulo interno.
Ya en un momento anterior, en un vídeo previo, ya explicamos que, incluso en esa fase,
la epidemia del coronavirus en China no podía ser solo un shock de demanda, sino también un shock de oferta para Europa y Estados Unidos.
¿Por qué razón? Porque China produce muchos bienes intermedios que son necesarios para que Estados Unidos y para que Europa
puedan seguir produciendo. Si China se para y deja de producir esos bienes intermedios dentro de las cadenas globales de producción,
las fábricas europeas y estadounidenses, en parte, no pueden operar a pleno rendimiento porque les faltan piezas básicas
para completar el proceso de producción. Por tanto, incluso en un comienzo, nunca fue un shock puro de demanda para Estados Unidos y Europa.
Fue un shock de demanda y un shock de oferta parcial, pequeño, pero en todo caso un shock de oferta.
Ahora bien, ¿por qué esta semana las bolsas se han desplomado? Porque lo que estamos viendo es que la epidemia del coronavirus
no ha quedado contenida en China. Como poco, Corea del Sur sufre ahora en una situación a todos los efectos similar
a la que tenía a China y el país se ha paralizado, Japón ante el riesgo de que se extienda todavía más la epidemia
también está paralizando el país, el norte de Italia también se está paralizando y el resto de Europa, incluso también Estados Unidos,
aunque de momento no se ha llegado a recluir a la gente en sus casas o en los hospitales de una manera generalizada,
si como estamos viendo la epidemia se está extendiendo no es nada inverosímil, al contrario sería lo responsable,
que lleguemos a un punto en el que sí haya que recluir por cuarentena a las personas potencialmente infecciosas en sus hogares o en los hospitales.
Y todo eso va a provocar un shock interno de oferta muy fuerte en Europa y también si se extiende hasta allí en Estados Unidos.
Claro, si el shock de oferta que hemos visto, que ha sido tan brutal en China, recordemos la caída histórica de sus índices manufactureros,
se traslada a esa misma caída de actividad en Estados Unidos y en Europa, lo que tenemos es una recesión del PIB mundial para este año.
No digo que vaya a suceder, todo dependerá de si se logra contener o no la epidemia, de momento no parece que estemos siendo especialmente exitosos en eso,
pero lo que sí digo es que los mercados lo que están descontando es esa posibilidad creciente de que la economía mundial se paralice este año
como consecuencia de las medidas necesarias para frenar el avance del coronavirus.
Y si eso sucede, evidentemente los beneficios empresariales van a ser menores y si los beneficios empresariales son mucho menores de lo que se había anticipado inicialmente,
la bolsa, que no es más que el valor presente de los beneficios futuros esperados, si los beneficios esperados son menores, las cotidaciones bursátiles caen.
De ahí insisto, aunque el colapso de las bolsas de esta semana pueda estar envuelta en un lógico pánico inversor,
lo que hay en el fondo de esa caída no es pánico por pánico, es el riesgo creciente de que la economía mundial se paralice con la extensión del coronavirus.
Por no hablar, como ya hemos mencionado en otras ocasiones, de los cisnes negros que se podrían derivar de esa paralización de la economía mundial.
Por un lado, tenemos el caso de empresas muy endeudadas, que si frenan, suspenden su producción y por tanto dejan de ingresar,
tendrán dificultades para seguir pagando su deuda.
Empresas endeudadas en China y fuera de China que no sean capaces de atender el pago de su deuda son empresas quebradas.
Empresas quebradas que trasladen pérdidas a sus acreedores significa que el sistema financiero también puede terminar sufriendo,
especialmente en aquellos países donde el sistema financiero esté más debilitado.
Y sabemos que una quiebra o al menos unas pérdidas que erosionen de manera muy intensa la capitalización de los bancos,
eso es equivalente a un estancamiento persistente de las economías.
Eso es en parte lo que sucedió después de la crisis económica de 2008-2009
y de otros empresas negros, es que si colapsa el mercado bursátil, global y en Estados Unidos en particular,
la victoria de un señor tan peligroso para la economía estadounidense y mundial como es Bernie Sanders,
quien ahora mismo parece que lleva la delantera en la carrera de denominaciones de los demócratas a la presidencia del país,
pues ese señor que está, por ejemplo, a favor de prohibir la existencia de mil millonarios,
sería como si alguien aquí estuviese proponiendo expropiar la Inditex a Mancio Ortega,
pues ese señor puede terminar ganando las elecciones, porque la fortaleza,
o una de las principales fortalezas de Trump, era la buena marcha de la economía, pero si este año la economía en barranca,
aunque quepa pensar que en 2021 va a remontar si hemos ganado la batalla del coronavirus,
eso da igual, las elecciones presidenciales son en noviembre.
Por tanto, hay muchas incertidumbres en el horizonte que derivan además de una probabilidad creciente
de que la economía mundial sufra un shock de oferta por la necesidad de combatir el coronavirus
y que, por tanto, los beneficios empresariales se hundan al menos en 2020,
no es en absoluto descabellado la posibilidad de que haya una recesión global en 2020
y eso, obviamente, tiene que tener un reflejo en las bolsas.
Un reflejo que, más allá del pánico, insisto, es un reflejo de unos fundamentales
que se están deteriorando a marchas aceleradas.
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