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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Ministros del Gobierno de España que bloquean a los ciudadanos para que no puedan fiscalizar
su labor a través de redes sociales. Concejales de la capital de España que insultan a los
ciudadanos por el hecho de criticar el comportamiento totalmente reprobable de los ministros. Degradación
absoluta de las instituciones públicas. Veámoslo.
En el vídeo de hoy me gustaría reflexionar a partir de ciertas experiencias personales sobre
el grado de degradación y oligarquización al que han sido sometidas las instituciones
políticas españolas. Todo comenzó después de entrar en mi red social de Twitter y encontrarme
con este tuit de la Sexta en el que básicamente está criticando al ministro Oscar Puente,
al ministro de Transportes Oscar Puente, por haber dicho que la Sexta mentía sobre unas declaraciones
que según la Sexta había pronunciado Oscar Puente. Y claro, este tuit de la Sexta es una réplica a
un tuit que publica Oscar Puente. Con lo cual, después de leer el tuit de la Sexta, quería
leer el tuit de Oscar Puente al que estaban replicando. Y cuando pulsé para acceder al tuit
de Oscar Puente al que estaban replicando, me encontré con esto. Es decir, me encontré con que
el ministro de Transportes de todos los españoles me había bloqueado en Twitter y, por tanto,
me impedía leer los tuits y las declaraciones que el ministro de Transportes, y como ministro
de Transportes, estaba efectuando. A ver, en términos generales, creo que la acción de bloquear a alguien
en Twitter es una acción incorrecta. Personalmente, no tengo a nadie bloqueado en esta red social.
¿Por qué? Pues porque, aunque es cierto que hay mucha gente muy pesada y muy tóxica en esa red
social, si no quieres leerla, y puedes no querer leerla porque sean comentarios insultantes o porque
sean muy pesados o porque sean en el fondo spam, tienes una opción más sencilla que es la de
silenciar. Si tú silencias una cuenta, no vas a recibir los tuits de esa cuenta. Pero no impedirás
que esa otra persona lea lo que tú escribes. Solo bloqueando impides que otra cuenta lea lo que tú
escribes y que pueda interactuar con lo que tú escribes. ¿Por qué alguien podría querer que
terceros no lean lo que está escribiendo o que no puedan interactuar con lo que está escribiendo?
Quizá en algunos casos específicos pueda haber supuestos válidos para ello, pero en términos
generales no se me ocurren. Por eso, la actitud bloqueadora que tienen muchos en Twitter a mí,
en particular, no me convence. No es que quiera restringirles ni mucho menos el derecho que les
confiere esa red social a bloquear a otras cuentas. Simplemente digo que esa actitud no me parece una
actitud correcta. Me parece una actitud que denota una actitud cerrada y divisoria. Pero
en cualquier caso es perfectamente legítimo que alguien en su red social, sobre todo si Twitter
le otorga esa posibilidad, que alguien en su red social bloquee a un tercero. Sin embargo,
cuando el bloqueador compulsivo es un ministro, ya es más discutible que podamos juzgar en
equivalentes términos morales la actitud bloqueadora de ese ministro. El ministro
supuestamente es un servidor público. Es un servidor público de todos los ciudadanos. Se
debe, por tanto, a todos los ciudadanos. Está gobernando, supuestamente claro, en favor de
todos los ciudadanos. Y si eso es así, ¿cómo compatibilizamos? Que esté al servicio de todos
los ciudadanos con que bloquee en sus redes sociales, en las cuales ejerce esencialmente
como ministro, no estoy diciendo que sea una cuenta oficial, pero es la cuenta del ministro
en la que actúa e interactúa esencialmente como ministro, ¿cómo compatibilizamos eso con que
bloquee a ciudadanos, a los cuales supuestamente debería servir en esta red social? Es más,
¿cómo compatibilizamos el deber de fiscalización y de crítica al que debe someterse todo político
por el hecho de ser político, es decir, por el hecho de formar parte del aparato coactivo del
Estado y poder instrumentalizar el Estado para que haga lo que él le ordena hacer,
¿cómo compatibilizamos el bloqueo con el deber de fiscalización y de crítica al que debe someterse
todo político por ser político? Si ahora mismo Oscar Puente publica un tuit que es completamente
falso o un absoluto disparate, yo no puedo darle réplica para exponer esas mentiras, esos engaños,
esos infundios, no puedo darle réplica en Twitter. Por tanto, de alguna manera se está aislando en
esa red social para inmunizarse contra las críticas, algunas infundadas, otras potencialmente
fundadas, que pueda recibir en contra de su actividad, de su gestión, de sus declaraciones.
Y eso en el fondo denota una actitud bastante despótica, la actitud de un político que no
quiere someterse a la fiscalización ciudadana, de un político sectario que no considera que esté
gobernando para todos ni que sea el servidor de todos los españoles, sino de un oligarca que se
ve por encima de los ciudadanos y que considera a estos sus súbditos. En mi caso, además,
nunca había interactuado con Oscar Puente, con el ministro Oscar Puente, a través de esta red
social. No es que yo le insultara y él a modo de reacción furiosa optara por bloquearme. Nunca
habíamos tenido ninguna interacción. Por tanto, se trata de un bloqueo preventivo e ideológico.
No me gusta lo que dices, no me gusta cómo piensas y, por tanto, no te voy a dar opción de leer lo
que yo escribo como ministro en Twitter y tampoco te voy a dar opción a ti, que tienes una ideología
muy alejada a la mía, no te voy a dar opción de exponer ante el público ninguna crítica que puedas
efectuar a lo que hago o a lo que digo a través de esta red social. Y dado todo lo anterior,
cuando descubrí que Oscar Puente, ministro de Transportes de Todos los Españoles, me había
bloqueado en Twitter sin ningún motivo razonable para ello, publiqué el siguiente tuit en esta red
social. Ministro de Transportes de Todos los Españoles, otro oligarca sectario que trata
a los ciudadanos como si fueran súbditos. Pero la cosa no terminó aquí. Después de publicar esta
crítica a Oscar Puente por su actitud bloqueadora con los ciudadanos a los que debería estar
sirviendo, resulta que en las respuestas me encontré con esta réplica de Félix López Rey. ¿Quién es
Félix López Rey? Pues es un concejal de Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid, el municipio
de España en el que yo resido. Por tanto, es un concejal que supuestamente también me está
representando a mí. También es, por tanto, un servidor público de los residentes en Madrid,
entre los que me encuentro. Y, por tanto, también es alguien del aparato estatal que debería ser
sometido a la fiscalización y crítica de los ciudadanos y no a la inversa. Como digo,
me encuentro con el siguiente tuit a modo de réplica de Félix López Rey. Yo creo que Oscar
Puente se ha hartado de los insultos de los fachas. Ya de entrada me está insultando como facha,
porque si me está diciendo que es lógico que Oscar Puente me haya bloqueado porque Oscar Puente
se ha hartado de los fachas, implícitamente me está llamando facha. Pero es que esto no es todo,
continúa Félix López Rey. Yo creo que se ha hartado de los insultos de los fachas, también de
los insultos a la inteligencia. ¿Qué mal llevan los niños de papá que les traten como ellos
tratan? Los privilegiados exigen que les hagas el casito que ellos no hacen a los problemas sociales.
Es decir, este señor, concejal del Ayuntamiento de Madrid, que está defendiendo a un ministro
del Gobierno de España por bloquear sectariamente a los ciudadanos en una red social, me está
acusando primero de facha y luego de ser un privilegiado niño de papá que trato de manera
desdeñosa a los demás que están en una situación de precariedad. ¿Pero cuándo hemos normalizado que
los políticos, que deberían ser nuestros representantes y nuestros servidores, cuándo
hemos normalizado que los políticos nos insulten con este nivel de ligereza y frivolidad? Primero,
yo nunca he interactuado a través de Twitter ni con Óscar Puente ni con Félix López Rey,
de tal manera que difícilmente les he podido insultar. Segundo, pese a no haber interactuado
con ellos y mucho menos a haberlos insultado, el primero, ministro del Gobierno de España,
me bloquea en esa red social para que no pueda fiscalizar la labor que está haciendo como
ministro del Gobierno de España, en parte con mi dinero y en parte sobre mis libertades. Y el
segundo, justifica la actitud injustificable del primero insultándome como facha y como niño de
papá. Pero vamos a ver, ¿usted qué sabe, por un lado, sobre mis ideas acerca de las cuales está
demostrando una ignorancia absoluta y, por otro lado, sobre mi padre y sobre mi familia? ¿Usted
qué sabe sobre mis orígenes familiares y económicos? Porque se nota que no sabe absolutamente nada. Y
sin saber absolutamente nada, sin tener un ápice de información sobre mis orígenes familiares,
porque si la tuviera no habría escrito lo que ha escrito, ¿con qué cara sale a esta red social
a insultarme por facha y por privilegiado? Que esto lo hiciera un ciudadano anónimo en sí mismo
ya estaría mal, porque en principio, como regla general, no hay que insultar a terceros,
y mucho menos insultarles con difamaciones. Pero que esto lo haga un político, un representante
de los ciudadanos, uno de mis representantes, o esa legitimidad se arrogan para cobrar lo que
cobran y para hacer lo que hacen desde el Ayuntamiento de Madrid. Que esto lo haga un
político, uno de mis representantes, uno de mis servidores públicos, míos y de todos los madrileños,
es inaceptable. Pues a estos niveles de bananeirismo institucional estamos llegando. A que,
por un lado, los políticos bloqueen a los ciudadanos en redes sociales por cuestiones
meramente ideológicas y para que no puedan fiscalizar su labor, y por otro, y todavía
peor, a que los políticos ya directamente insulten a los ciudadanos de manera preventiva y, de nuevo,
haciendo gala de un extremo sectarismo ideológico. Porque la causa de los insultos simplemente es que
ese político piensa distinto de ti. No te conoce, no sabe lo que has hecho o lo que has dejado de
hacer y, no obstante, te insulta por si acaso por el mero hecho de que estás criticando a uno de
los suyos, en este caso además criticándolo con razón, y por tener unas ideas opuestas a las suyas.
Pero estos señores, ¿qué se creen? ¿Que las instituciones son su cortijo y que nosotros somos
sus siervos? ¿Que además de dejar que nos metan coactivamente la mano en el bolsillo y que recorten
nuestras libertades hemos de permitir que nos insulten? Aquí no hay atisbo de la más mínima
nobleza. Son casta y oligarquía de la peor especie, de la más degenerada especie, déspotas que ni
siquiera tienen remordimientos de conciencia por el hecho de serlo, que se creen arrogantemente con
el derecho a que tú les sirvas y a que ellos te insulten. Imaginad qué harían si tuvieran más
poder del que ya tienen. Y precisamente por eso, precisamente porque la gravedad del asunto en estos
casos reside en que personas que tienen tanto poder se comporten de manera tan impúdica,
la solución ya no pasa ni siquiera por echarlos a patadas, que también, sino por recortar al máximo
el poder que detentan. Porque si no, detrás de ellos vendrán otros iguales o peores. Y de lo
que se trata es que detrás de ellos no venga ya nadie más.