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La semana pasada, el Papa Francisco visitó Japón y a la vuelta de su viaje comentó lo siguiente.
Lo que el Papa está afirmando es que si no estamos totalmente seguros acerca de que el uso de la energía nuclear
no va a generar un daño sobre terceros, en ese caso no debemos utilizar la energía nuclear.
Al menos hasta que estemos completamente seguros sobre cuáles van a ser sus efectos.
En otras palabras, lo que el Papa Francisco está utilizando es el llamado principio de precaución.
¿Qué es el principio de precaución?
Básicamente es una máxima que nos exhorta a prohibir o a regular gravemente
aquellas acciones sobre cuyos efectos no tengamos certeza absoluta.
Si no sabemos con certidumbre total qué consecuencias, qué efectos va a tener
el que desarrollemos una determinada acción, entonces esa acción no debe ser ejecutada
o al menos solo debe ser ejecutada sometida a numerosísimas restricciones.
El principio de precaución parece algo de sentido común, si no sabemos qué va a suceder
cuando hagamos algo más nos vale que no lo hagamos, más vale prevenir que lamentar.
Sin embargo, en realidad el principio de precaución descansa sobre una hipótesis
que no es ni mucho menos autoevidente y esa hipótesis es que los riesgos de nuestra acción
son mayores o más gravosos que los riesgos de nuestra inacción
y es que no olvidemos que no ejecutar una determinada acción también comporta riesgos,
como poco el riesgo de quedarnos sin parte del bienestar, sin parte de los beneficios
que podríamos haber alcanzado en caso de desarrollar esa acción.
Por tanto, el principio de precaución lo que nos dice es hemos de dar más importancia
a lo que no sabemos que puede generar aquello que hagamos
que a lo que no sabemos que puede generar aquello que no hagamos.
Se esga la prudencia solo en un sentido, en el sentido de la acción,
pero desprecia absolutamente los peligros que pueden derivarse del hecho de quedarnos quietos
y justamente podemos ilustrar por qué el principio de precaución es en general un mal ejemplo
para conducir las políticas públicas remitiendonos al caso al que implicitamente se estaba refiriendo
el Papa Francisco a su regreso de su viaje a Japón, es decir, el desastre que supuso
el accidente de la central nuclear de Fukushima en el año 2011.
Después de este accidente ocasionado, no olvidemos por un terremoto que afectó gravemente
a la central nuclear de Fukushima, las autoridades japonesas decidieron suspender
temporalmente la generación de energía eléctrica a través de fuentes nucleares, a través de centrales nucleares
y en concreto esta suspensión se prolongó hasta el año 2014.
La lógica era si no conocemos todas las consecuencias, si no conocemos todos los efectos,
si no estamos totalmente protegidos frente a los riesgos derivados de utilizar centrales nucleares
más vale que las suspendamos por lo que pueda pasar, es decir, fue una aplicación plena del principio de precaución
al caso de la generación eléctrica por fuentes nucleares, tal como pedía recientemente el Papa Francisco.
¿Y cuál fue la consecuencia de este apagón nuclear entre 2011 y 2014 en aplicación del principio de precaución?
Bueno, en Japón las centrales nucleares proporcionaban hasta el año 2011 cerca del 30% de toda la generación eléctrica del país
en algunas regiones de hecho este porcentaje era bastante superior, por ejemplo en Hokkaido y Kansai
este porcentaje era del 44%, en Shikoku era del 43% y en Kyushu era del 39%.
Por tanto Japón y especialmente algunas regiones de Japón tenían una dependencia muy fuerte de la generación eléctrica por centrales nucleares.
¿Qué sucedió después del apagón? Pues evidentemente que hubo que sustituir de prisa y corriente la generación eléctrica nuclear
por la generación de otras fuentes de energía.
En concreto se recurrió a la importación masiva de combustibles fósiles cuyo porcentaje de generación eléctrica
pasó del 62% de toda la electricidad del país al 88%.
Los combustibles fósiles son más caros que la energía nuclear y también más contaminantes al menos en términos de emisiones de CO2.
Por tanto más allá del efecto que esto tuviese sobre el cambio climático
lo cierto es que sustituir energía nuclear por energía fósil para generar electricidad provocó un encarecimiento de los precios de la electricidad en Japón.
Más en particular los precios de la electricidad en la región de Tokio subieron un 38%, en Hokkaido un 33% y en Kansai un 29%.
Por tanto si generamos electricidad mediante fuentes energéticas más caras más costosas evidentemente el precio de la electricidad subirá.
¿Y cuál es la consecuencia de que suba el precio de la electricidad?
Evidentemente que la demanda eléctrica va a bajar.
De hecho, durante los años siguientes al apagón nuclear, la demanda de electricidad en Japón bajó una media del 8% anual
y esta bajada fue además especialmente grabosa, es decir, fue mayor del 8% durante los meses de invierno.
Huelga señalar que el consumo de electricidad es fundamental para mantener los hogares del país a temperaturas razonables, a temperaturas aceptables
que nos protejan frente al frío y de hecho la llamada pobreza energética, es decir, la incapacidad de algunas familias por no poder costearse
un suministro de energía que reduzca el frío dentro de sus viviendas, está relacionada con la mortalidad por el frío.
¿En qué medida este encarecimiento de los precios de la electricidad, consecuencia del apagón nuclear,
consecuencia a su vez de la aplicación del principio de precaución en materia nuclear, generó una caída de la demanda eléctrica
que pueda ligarse con un incremento de la mortalidad por el frío?
Bueno, pues tres economistas acaban de publicar un paper donde efectúan precisamente esa estimación, es decir, donde estiman
qué porcentaje de las muertes vinculadas al frío en Japón entre los años 2011 y el año 2014
son atribuibles o pueden relacionarse con la subida del precio de la electricidad derivado del apagón nuclear.
Concretamente, el ensayo se titula, tengamos cuidado con el principio de precaución, evidencia del accidente nuclear de Fukushima
y ha sido redactado por tres investigadores, Maciunidl, Shinsuke Uchida y Marcela Veronesi.
En esta investigación, en este paper, estos tres economistas estiman que el encarecimiento de la electricidad en Japón
como consecuencia del apagón nuclear después de Fukushima y en aplicación del principio de precaución tras el accidente de Fukushima
habría costado, habría generado en Japón 4.500 muertes.
El 20%, alrededor del 20% de todas las muertes por frío vividas durante esos años.
¿Por qué esta cifra, aparte de la tragedia humana que supone que 4.500 personas muran, por qué esta cifra es tan relevante?
Pues porque supera con creces cualquier estimación que se haya publicado sobre las muertes derivadas del accidente de Fukushima.
Más en particular, se estima que a largo plazo van a morir 130 personas como consecuencia de la exposición a la radiación tras el accidente nuclear de Fukushima
y además también se calcula que durante el proceso de evacuación tras el accidente murieron 1.230 personas.
En cualquier caso, estamos hablando de menos de 1.3 de las muertes ocasionadas por el apagón nuclear tras el accidente de Fukushima.
¿Esto qué significa? Significa, esencialmente, que el principio de precaución es un principio hemiplegico en la consideración de los riesgos.
Solo tiene en cuenta los riesgos de la acción, de la actividad, pero no tienen en cuenta los riesgos de la pasividad.
Y esos riesgos, en ocasiones, como en este caso, pueden ser mucho más gravosos que los riesgos que los peligros de la actividad.
Con este vídeo no quiero dar a entender que estoy promoviendo un uso generalizado de la energía nuclear.
La energía nuclear en el mundo actual es una energía que, en gran medida, está subsidiada por aquellos que la padecen.
O dicho de otra manera, la energía nuclear hoy en día, tal cual está configurado el mundo, no internaliza todos los costes que genera.
Por un lado, hay costes de aseguramiento de las centrales nucleares que están siendo asumidos por los estados donde esas centrales nucleares están implantadas.
No son los inversores en centrales nucleares los que pagan las primas de seguro necesarias como para asegurar a la población frente al riesgo de accidente nuclear.
Eso lo paga el estado socializándolo entre todos.
Y a su vez, los inversores tampoco asumen la totalidad del coste de la gestión de los residuos nucleares a muy largo plazo.
Por tanto, en la medida en que quien invierte en centrales nucleares no asume todos los costes que está generando, como decía, podemos afirmar que la energía nuclear está hoy parcialmente subsidiada
por aquellos que soportan los riesgos de accidente nuclear y por los contribuyentes que se terminan haciendo cargo o de esos riesgos o de la gestión de los recursos nucleares.
Pero imaginemos que internalizamos todos esos costes y el precio de la energía nuclear sigue siendo más barato que otras fuentes de energía alternativas.
En tal caso, si sería irresponsable con nuestro nivel de conocimiento actual, con nuestro nivel de tecnología actual, no utilizar intensivamente la energía nuclear para generar electricidad.
Y sería especialmente irresponsable no hacerlo con argumentos como los que utiliza el Papa Francisco, es decir, que mientras no tengamos una absoluta seguridad en las consecuencias futuras de la energía nuclear,
aunque estemos seguros al 99% de sus efectos, si no hay un 100% de seguridad, debemos renunciar enteramente a emplear esta energía nuclear,
cuando, obviamente, tampoco estamos 100% seguros de las consecuencias que puede generar la ausencia, el no uso de la energía nuclear.
Mucho me temo que si el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene, tal vez tendría que modificar los postulados de su fe.
El Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,
y el Papa Francisco exigiera el mismo nivel de certeza a todas las creencias que él mantiene,