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victoria arrolladora de la derecha en las elecciones al Consejo Constitucional de Chile
y derrota arrolladora de la izquierda chilena de Gabriel Boric. Veámoslo.
El pasado 7 de septiembre, la mayoría de los chilenos, concretamente el 62% de todos los
que acudieron a las urnas, rechazaron el primer borrador, el primer proyecto de reforma constitucional
de Chile. Pues bien, a raíz de este muy sonoro fracaso, fracaso esencialmente imputable a la
izquierda y a la coalición gobernante ahora mismo en Chile, porque fueron ellos quienes redactaron
ese primer borrador de nueva Constitución y quienes defendieron el apruebo en el plebiscito
del pasado 7 de septiembre, tras ese muy sonoro fracaso de la izquierda y de la coalición gobernante
ahora mismo en Chile, se decidió dar impulso a una nueva propuesta constitucional con nuevas
reglas que garantizaran esta vez la aprobación de la reforma, la aprobación de la nueva Constitución
en Chile. ¿Y en qué consistía este nuevo procedimiento de aprobación de una nueva
Constitución en Chile? Pues en primer lugar, el Congreso Nacional tenía que escoger una
comisión experta con 24 miembros encargados de redactar una propuesta de reforma de la Constitución.
Y esa propuesta de reforma constitucional, redactada por estos 24 expertos nombrados por
el Congreso Nacional, tenía que ser sometida posteriormente a votación o enmienda por parte
del llamado Consejo Constitucional. Un Consejo Constitucional que estaría integrado por 50
miembros escogidos mediante una votación popular que tendría que celebrarse el 7 de mayo de 2023,
es decir, ayer. Las competencias de este Consejo Constitucional respecto a la propuesta de nueva
Constitución, que posteriormente se someterá en referéndum a los chilenos, son amplísimas. De ahí
que las elecciones del día de ayer fueran unas elecciones tan importantes. Con mayoría de tres
quintos de sus integrantes, es decir, con 30 de 50 votos del Consejo Constitucional,
este organismo puede aprobar la propuesta de Constitución que le remita el Comité de Expertos,
o puede enmendar completamente esa propuesta de reforma constitucional que le haya remitido el
Comité de Expertos. Es decir, que a efectos prácticos, si alguien posee 30 votos o más
dentro del Consejo Constitucional, puede rehacer enteramente la propuesta de Constitución y hacer
caso omiso al documento que le haya remitido la Comisión de Expertos. Por tanto, la cifra crítica
dentro del Consejo Constitucional es contar con al menos 30 votos, con al menos 30 de los 50 miembros
que componen este Consejo Constitucional. Si un partido o una coalición de partidos consiguen 30
o más miembros dentro de este Consejo Constitucional, pueden hacer la Constitución a su gusto. Pero,
a su vez, démonos cuenta de que hay otra cifra complementaria muy importante. Si para aprobar
dentro del Consejo Constitucional cualquier propuesta de reforma de Constitución, sea la que ha remitido
el Comité de Expertos o la que se ha rehecho internamente en el Consejo Constitucional,
es necesario contar con 30 votos, démonos cuenta de que si una formación política o una coalición
de formaciones políticas posee al menos 20 votos, entonces esa formación política o esa coalición
de formaciones políticas adquiere derecho de veto. Si un partido, por ejemplo, tuviera 23 miembros
dentro del Consejo Constitucional, todos los demás partidos solo podrían tener 27. 27 más 23, 50. Y,
claro, solo con 27 votos no puedes aprobar ninguna nueva Constitución en el Consejo
Constitucional. Por tanto, el partido o la coalición de partidos que tuviera 23 votos,
más de 20, posee a efectos prácticos capacidad para vetar cualquier propuesta de reforma
constitucional. Deberá ser, por tanto, parte indispensable en la redacción de cualquier
proyecto de nueva Constitución. Pues bien, ¿qué distribución de miembros del Consejo
Constitucional arrojaron las elecciones de ayer en Chile? La siguiente. 22 de los 50 miembros
del Consejo Constitucional han caído en manos del Partido Republicano de José Antonio Cast. La nueva
derecha chilena, que además, y esto es quizá lo más relevante, se oponía frontalmente a la
redacción de una nueva Constitución. No consideraba necesario reformar, reformular,
reemplazar la actual Constitución que sigue vigente en Chile. Se opuso desde un primer
momento a este nuevo proceso constituyente. Pues bien, esta formación política que no quería
nueva Constitución ha obtenido 22 de 50 miembros en el Consejo Constitucional.
En segundo lugar, tenemos a la coalición de izquierdas, que actualmente sostienen al
presidente chileno Gabriel Boric. Esta coalición, denominada Unidad para Chile,
donde se integra el Partido Comunista de Chile o el Partido Socialista de Chile,
ha obtenido 17 de 50 miembros en el Consejo Constitucional. Y finalmente, la derecha
tradicional chilena, más bien el centro derecha, agrupada en torno a la coalición Chile Seguro,
ha logrado 11 de los 50 miembros del Consejo Constitucional. Por tanto,
démonos cuenta de lo que sucede. En primer lugar, la unión del centro derecha o de la
derecha tradicional con la nueva derecha de José Antonio Cast, suma, totaliza, 33 miembros de los
50 del Consejo Constitucional. Es decir, que la derecha tradicional y la nueva derecha,
el centro derecha y la derecha, cuentan con más de tres quintos de todos los miembros del
Consejo Constitucional y, por tanto, cuentan con mayoría suficiente para hacer y deshacer
la propuesta de Constitución a su gusto. No es necesario que cuenten, para nada,
con la izquierda chilena en la redacción de esta nueva Constitución. Los 17 miembros de la
coalición gobernante de izquierdas carecen de poder de veto, porque no llegan a 20. Por tanto,
podrían ser absolutamente ignorados en este proceso de redacción de una nueva Constitución.
Pero es que, además, y en segundo lugar, uno podría decir, bueno, ¿y qué ocurre si el
centro derecha se alía con la izquierda para ignorar a la nueva derecha o a la derecha del
Partido Republicano de José Antonio Cast? ¿Acaso no cabe una coalición de élites
gubernamentales tradicionales, la derecha de toda la vida y la izquierda radical,
pero que hoy está gobernando Chile? ¿No cabría esa posibilidad? Bueno, entre ambos sumarían 28
miembros de los 50 del Consejo Constitucional, es decir, tendrían más miembros que el Partido
Republicano, que cuenta con 22. Pero recordemos que es necesaria una mayoría de tres quintos para
aprobar la propuesta de reforma constitucional en este Consejo, y tres quintos son al menos 30
miembros. Por tanto, el Partido Republicano de José Antonio Cast, con sus 22 miembros,
posee derecho de veto para cualquier acuerdo al que pueda llegar la izquierda chilena con
el centro derecha de Chile. Es imposible aprobar una propuesta de reforma constitucional con este
Consejo Constitucional que no cuente con el visto bueno del Partido Republicano de José
Cast. El único escenario político más favorable para el Partido Republicano de José Antonio Cast
habría sido que esta formación política, solo esta formación política, hubiese superado la cifra
de 30 miembros en el Consejo Constitucional. Más allá de este escenario que no era factible,
el mejor concebible es el que tenemos ahora mismo. Es decir, que la derecha y el centro
derecha suman más de tres quintos del Consejo Constitucional y la izquierda, por tanto, carece
de derecho de veto. Veremos, por tanto, qué termina ocurriendo finalmente. Puede suceder que,
al final, el Partido Republicano de José Antonio Cast ceda a muchas de las peticiones del centro
derecha que, a su vez, están influidas por la izquierda con el objetivo de alcanzar un
consenso amplio de nueva Constitución. Ese es un escenario que no puede descartarse en absoluto,
pero, al menos, hoy por hoy, a diferencia de lo que sucedía hace unos meses, Chile tiene la
opción de contar con una nueva Constitución que no destruya el mar constitucional chileno que ha
constituido la clave para su fuerte desarrollo durante las últimas tres décadas. La primera
propuesta de Constitución, que fue felizmente rechazada en referéndum, suponía socavar las
bases del Estado de Derecho del Estado Limitado de Chile. Ahora, con la nueva correlación de
fuerzas dentro del Consejo Constitucional, hay una llama de esperanza para que la nueva Constitución
no sea calamitosa. Sin embargo, a tenor de estos resultados, querría efectuar una reflexión final.
Fuimos algunos los que, en su momento, afirmamos que Chile no necesitaba de una nueva Constitución,
que iniciar un proceso constituyente en Chile era una auténtica e innecesaria barbaridad. Una
barbaridad, por cierto, iniciada por el presidente de Centroderecha, Sebastián Piñera. Y dijimos eso,
porque iniciar un proceso constituyente suponía dar por fin y quitada la Constitución actualmente
vigente en Chile, que había sido el mar constitucional bajo el que se había desarrollado Chile y que,
durante tantos años, había supuesto un consenso silencioso para la inmensa mayoría de los
chilenos. Sin embargo, como la izquierda de Chile quería una Constitución a su medida,
y basta con ver qué ocurrió con el primer borrador, con la primera propuesta de reforma
constitucional, la izquierda decidió romper ese consenso tácito alrededor de la Constitución
de 1980, la actualmente vigente en Chile, e iniciar la búsqueda de una nueva Constitución
que reforzara el poder del Estado y la capacidad intervencionista y liberticida de ese estado
chileno. Y algunos fuera de la izquierda argumentaron que este proceso constituyente sí tenía su lógica,
sí tenía su sentido, porque la Constitución actualmente vigente, aún cuando fue abrazada
por la democracia, fue originalmente redactada bajo la dictadura de Pinochet. Y que, por tanto,
Chile necesitaba de una nueva Constitución que hubiese nacido plenamente bajo el nuevo
Estado democrático. Era necesaria una nueva Carta Magna que contara con una amplia legitimidad
social e institucional, una amplia legitimidad social e institucional que incluyera incluso
a la extrema izquierda, no solo a la izquierda, al centroizquierda, a la derecha o a la extrema
derecha, sino también a la extrema izquierda. Y para eso era necesario redactar una nueva
Constitución desde cero. Pues bien, con este resultado de Consejo Constitucional encargado
de redactar una nueva Constitución, realmente nos creemos que la izquierda, no digamos ya
la extrema izquierda, se va a sumar al pacto constitucional, al consenso constitucional
tácito de un texto que pueda ser elaborado, veremos si es así, por la derecha y por el
centro derecha chilenos, excluyendo a la izquierda. La izquierda ha aceptado estas
reglas de juego. La izquierda ha dicho que con una mayoría de 30 sobre 50 miembros del
Consejo Constitucional se podía aprobar la propuesta de nueva Constitución. Pero claro,
ahora que el centro derecha y la derecha cuentan con más de 30 miembros en el Consejo Constitucional,
¿de verdad nos creemos que la izquierda aceptará como legítima la Constitución que pueda terminar
surgiendo de este Consejo Constitucional? Evidentemente no. Y si la izquierda no se
suma a ese consenso, ¿qué sentido ha tenido iniciar todo este proceso constituyente que
supuestamente era necesario porque la izquierda había abandonado el consenso alrededor de la
Constitución de 1980? Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Y si al final lo que
estamos diciendo es que la única Constitución que será válida será aquella que acepte la
extrema izquierda, pues entonces que la redacten ellos en exclusiva sin ni siquiera someterla a
referéndum, porque ya vimos que si se sometía a referéndum la mayoría de chilenos la rechazaban.
Por este tipo de cosas es tan irresponsable iniciar un proceso constituyente sectario como
lo hizo la izquierda, es decir, un proceso constituyente de parte para nosotros,
porque te cargas los consensos alrededor de marcos institucionales funcionales sin saber
qué los va a reemplazar. Porque al final la izquierda chilena es muy numerosa, pero no es
mayoritaria para aprobar una nueva Constitución. En cambio, la derecha, al menos ahora mismo,
sí parece ser mayoritaria, pero como la izquierda es tan numerosa, previsiblemente no aceptará nada
que surja de esa mayoría. Y por tanto, llegamos a una situación de bloqueo institucional mutuo.
Un bloqueo institucional mutuo que no existía con la anterior Constitución hasta que la izquierda
decidió cargarse el consenso amplísimo alrededor de esa Constitución para tratar de imponer su
Constitución. Recordemos si no lo que dijo el presidente de izquierdas o de centroizquierda,
Ricardo Lagos, en el año 2005, cuando se aprobó por plebiscito una muy amplia reforma de la
Constitución de 1980. Escuchémosle. Este espíritu de consenso alrededor de la Constitución
de 1980, que en realidad cabría considerar de 2005 por la amplísima reforma que se fraguó en
ese año, ese espíritu constitucional de consenso es el que el aventurismo sectario e irresponsable
de la extrema izquierda chilena, encabezada ahora mismo por Gabriel Boric, se cargaron.
Y se lo han cargado no está muy claro para qué. Porque si hoy saliera adelante una propuesta
constitucional, sería una propuesta constitucional que ellos aborrecerían. Es decir, que pasarían
del fuego a las brasas, pero se seguirían quemando. Ojalá en no mucho tiempo una amplísima
mayoría de chilenos termine dándose cuenta de que todo este proceso constituyente ha sido un
tremendo error y que, con diferencia, la opción menos mala que tienen disponible es quedarse
con la Constitución que aún tienen vigente a día de hoy.