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El New York Times afirma que el modelo económico del chavismo en Venezuela es,
atención, el capitalismo brutal. ¿Es realmente así? Veámoslo.
El fraude electoral en Venezuela perpetrado por la oligarquía chavista en las elecciones
presidenciales de este pasado domingo ha sido tan obsceno que en estos momentos son muy pocos
los que se siguen atreviendo a negar lo evidente. Y lo evidente es que Venezuela es un completo
fracaso no sólo en el orden económico, el mayor colapso económico de las últimas décadas,
sino que también es un completo fracaso en el orden político. Cualquier resto de Estado de Derecho o
cualquier resto de democracia ya ha desaparecido enteramente en ese país y ha sido
íntegramente reemplazado por una salvaje tiranía. El descrédito internacional del chavismo es tal
que ahora nadie quiere vincularse ideológicamente con él. Nadie quiere tener nada que ver con los
calamitosos resultados del chavismo en Venezuela. Es verdad que todavía los hay que a estas alturas
continúan defendiendo el régimen. No sabemos si porque tienen la vista muy corta o el bolsillo
muy lleno. Pero en cualquier caso, cada vez son más, y es comprensible, que quieran tomar distancia
de esa calamidad económica, social y política que es la Venezuela chavista. Porque, claro,
cualquier persona que diga en público, mi modelo económico, social y político para mi país es la
Venezuela de Hugo Chávez o la Venezuela de Nicolás Maduro. Cualquiera que venda su ideología en estos
términos cae de inmediato, ipso facto, en la muerte intelectual. ¿Cómo vas a tomar como modelo? ¿Cómo vas
a tomar como referencia una tiranía que ha provocado el mayor empobrecimiento de la historia de la
humanidad en tiempos supuestamente de paz y que ha generado el mayor éxodo de su población en toda la
historia de Hispanoamérica? Alrededor de 8 millones de exiliados venezolanos. Al contrario, ahora mismo lo que
puede tener éxito desde un punto de vista de marketing intelectual no es vincularte con el
chavismo, sino vincular a tus rivales ideológicos con el chavismo. Vuestras ideas están muy cercanas
a las de la Venezuela chavista. Y si se aplican vuestras ideas, nuestro país se convertirá en ese
desastre, en esa calamidad que es la Venezuela chavista. Pero, claro, hay algunos distanciamientos
que no son demasiado verosímiles. Por ejemplo, si ahora Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias,
Podemos se intentaran distanciar del régimen chavista, pues no colaría. Y de la misma manera
hay algunas pretendidas vinculaciones entre el régimen chavista y ciertas ideologías a las que
se pretende denostar, vinculándolas con el régimen chavista, que tampoco cuelan. Este ejercicio de intentar
vincular tramposamente el desastroso régimen político y económico del chavismo en Venezuela
con aquellas ideologías o con aquellos sistemas económicos a los que queremos denostar, es algo
que ha practicado recientemente el mismísimo New York Times. Atención a este artículo de reciente
publicación en el que es uno de los periódicos progresistas de referencia a escala internacional.
El autócrata de Venezuela se declara ganador de unas elecciones contaminadas. El resultado electoral,
que concedería a Nicolás Maduro seis años más como presidente de Venezuela, ha sido cuestionado
por la oposición y Estados Unidos dice tener serias preocupaciones. Es decir, que hasta aquí
parece bastante claro que el New York Times no siente demasiadas simpatías con el chavismo. Y es
normal a vida cuenta del desastre político y económico que ha supuesto el chavismo para
Venezuela. Sin embargo, sigamos leyendo para ver a quién o a qué le intenta endilgar el New York Times
la responsabilidad del desastre del chavismo en Venezuela. Si este resultado electoral se consolida
y Maduro permanece en el poder, el chavismo, un movimiento autóctono de inspiración socialista,
entrará en su tercera década en el poder en Venezuela. El chavismo, fundado por el expresidente
Hugo Chávez, el mentor de Maduro, fue un movimiento que inicialmente prometió sacar a millones de
personas de la pobreza. Hasta aquí parecería que el New York Times está vinculando el chavismo con
el socialismo, algo que probablemente a muchos marxistas ortodoxos no les haga gracia, porque es
cierto que en Venezuela todos los medios de producción no están estatalizados y, por tanto,
ni siquiera cabría hablar desde una perspectiva marxista de dictadura del proletariado, pero que
al menos tiene cierto sentido, porque el partido que fundó Hugo Chávez fue el Partido Socialista
Unido de Venezuela y el partido que actualmente preside y por el que se presenta Nicolás Maduro es
el Partido Socialista Unido de Venezuela. Pero bueno, sigamos leyendo para ver si es así, para ver
si efectivamente el New York Times está atribuyendo el desastre político y económico de Venezuela al
socialismo o a los hijos ideológicos del socialismo. El chavismo, fundado por el expresidente de Venezuela
Hugo Chávez, el mentor de Maduro, fue un movimiento que inicialmente prometió sacar a millones de
personas de la pobreza. Y durante un tiempo lo consiguió. Pero en los últimos años el modelo
socialista ha dado paso al capitalismo brutal. Un capitalismo brutal en el que una pequeña minoría
bien conectada con el aparato estatal controla gran parte de la riqueza del país. Acabáramos que ahora
resulta que la culpa del desastre político y económico del chavismo en Venezuela la tiene
no ya el capitalismo, sino la versión más brutal posible del capitalismo. Lo mismito la Inglaterra
victoriana que el chavismo venezolano. A ver, que como decía, yo puedo entender que haya marxistas
ortodoxos que quieran desvincularse del desastre que ha supuesto el chavismo en Venezuela, alegando que en
Venezuela todavía subsiste propiedad privada sobre muchos medios de producción y que, por tanto,
el sistema económico de Venezuela no es el socialismo en su versión soviética. Eso lo puedo
entender. Ahora, que se pretenda vincular el desastre político y económico de Venezuela al capitalismo
brutal, al capitalismo desaforado, al capitalismo descontrolado, es un completo dislate. En Venezuela
lo que ha habido es un intervencionismo económico brutal por parte del Estado chavista. Ha habido un
intento por ir avanzando progresivamente hacia una economía completamente centralizada en manos del
Estado, es decir, hacia una economía socialista. Que no se haya llegado a una total estatalización de
los medios de producción no significa que no se hayan dado pasos decididos hacia ello. Además de mantener
PDVSA, la industria petrolera, como una industria estatal, el chavismo también nacionalizó sectores
como el de la electricidad, el de las telecomunicaciones, el de la producción de cemento, el de la producción
de acero, etc. A su vez, el chavismo se ha caracterizado por establecer controles masivos
de precios a lo largo y ancho de toda la economía, lo que equivale a planificar centralizadamente las
condiciones en las que se pueden vender no sólo los bienes de consumo, sino también los medios de
producción. Y, por tanto, planificar indirectamente qué planes de negocios son rentables y cuáles no
lo son. Y, por supuesto, el chavismo también ha implicado una brutal subida de impuestos sobre el
conjunto de la economía para intentar disparar el tamaño del Estado clientelar para con la población
venezolana. Y nada de todo esto tiene que ver con el capitalismo, y mucho menos con una versión
brutal del capitalismo. Si no lo queremos llamar socialismo brutal, llamémoslo, al menos, estatismo
brutal. De hecho, Nicolás Maduro tiene perfectamente claras cuáles son las ideas fundamentales que
inspira en el programa de gobierno del chavismo. Escuchémoslo.
Nuestra revolución bolivariana ha asumido, desde principio, con el comandante Hugo Chávez,
las ideas fundamentales de Marx y Engels. La idea del materialismo histórico, la idea de la dialéctica
materialista y la idea de la búsqueda de la utopía posible, de la utopía concreta hacia el futuro de una humanidad con un socialismo
con particularidades de acuerdo a todas las regiones y países y culturas del mundo.
Nosotros enarbolamos con mucha fuerza, a 173 años de este documento fundamental de la historia de la humanidad,
enarbolamos las ideas de la lucha revolucionaria, de la lucha de clases por una sociedad superior,
una sociedad más humana, donde la clase obrera, lo digo como orgulloso miembro militante de la clase obrera venezolana,
lo digo como obrero, lo digo como conductor de autobús, como luchador sindical, como luchador de la clase obrera venezolana,
lo digo lo más importante, es agrupar y unir las fuerzas.
173 años después, debemos decir, debe privar el espíritu unitario, abarcador, incluyente, amplio,
de todas las fuerzas progresistas, revolucionarias, que buscan el socialismo en la humanidad.
Desde la Venezuela bolivariana, la Venezuela rumbo al socialismo, desde la Venezuela chavista,
les digo, amigos y amigas del mundo, aquí estamos, en una trinchera de la lucha de ideas,
de la lucha de la humanidad, victoriosos de pie y tendiendo la mano a la unión de todos los movimientos del mundo.
Otro mundo es posible. 173 años y la lucha continúa y avanza.
Capitalismo brutal. En fin, que no nos reescriban la historia.
Que en su intento desesperado por construir un relato autojustificativo
ante el evidente fracaso del chavismo en Venezuela, no nos reescriban la historia.
Que no se intente ahora atribuir al capitalismo lo que es responsabilidad del socialismo,
o si no queremos llamarlo así, sí del estatismo.
Que cuando la tiranía chavista caiga, porque terminará cayendo en algún momento,
no nos olvidemos ni de quiénes fueron las personas cómplices de esa tiranía chavista,
ni tampoco de cuáles fueron las ideas, las ideologías que fundaron y apuntalaron el chavismo.
Es decir, cuáles fueron las ideas y las ideologías que han destruido a Venezuela.
¡A Venezuela!