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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Ha muerto Akira Toriyama. He aquí un insuficiente, pero en todo caso, merecido homenaje personal.
Veámoslo.
En este canal solemos hablar sobre economía, sobre política, sobre filosofía, sobre liberalismo
en general. Pero hoy querría desviarme un poco de las temáticas habituales de este canal para
rendirle un homenaje a Akira Toriyama. Y es que ayer nos enteramos de que Akira Toriyama
murió el pasado 1 de marzo a los 68 años. Y a nadie que siga habitualmente este canal
se le escapará, que es un autor cuya obra aprecio especialmente. Y es que, si os fijáis en el
set de grabación, probablemente muchos ya lo hayáis hecho, observaréis aquí, justamente
aquí, una bola del dragón, que hace referencia a la creación más conocida y reconocida de
Akira Toriyama. Bola del dragón, bola de drag o, de manera más genérica, Dragon Ball.
Dragon Ball es probablemente la obra de manga y anime más importante de toda la historia,
no porque sea ella la que inicie el género. De hecho, Akira Toriyama tiene otros trabajos
previos a Dragon Ball que también son bastante recomendables, por ejemplo, Doctor Slump. Pero
Dragon Ball sí marca un antes y un después en la historia de este género, en la historia del manga
y del anime japonés. Y lo marca, desde mi punto de vista, fundamentalmente por dos razones. La primera
es que Dragon Ball convierte al manga y al anime japonés en un fenómeno verdaderamente internacional.
Es verdad que antes de Dragon Ball había habido otros mangas que habían conseguido permear en la
cultura occidental, en los lectores y espectadores occidentales. Por ejemplo, Astro Boy, Mazinger
Z, Doraemon, Captain Tsubasa o el propio Doctor Slump. Pero ninguno de ellos se convirtió en un fenómeno
de masas fuera de Japón. Pongámosle números a esto. Los 42 volúmenes recopilatorios que constituyen
toda la serie de Dragon Ball, desde la saga de Pilaf hasta la saga de Majin Buu, han vendido 160 millones
de copias dentro de Japón y 100 millones de copias fuera de Japón. Es decir, que casi el 40% de todas
las ventas globales del manga de Dragon Ball se producen fuera de Japón. Una media de 2,4 millones
de ventas por cada uno de los 42 volúmenes que constituyen este manga. Por poner en perspectiva lo
que supone esto. El manga más vendido en números absolutos de toda la historia, al menos hasta el
momento, One Piece, al que por cierto hace referencia esta otra figurita de Luffy, ha vendido hasta ahora
523 millones de copias de sus, hasta la fecha, porque todavía no ha terminado, 107 volúmenes recopilatorios.
Pues bien, de esos 523 millones de unidades vendidas, sólo 100 se han vendido fuera de Japón. Es decir,
menos del 20% del total y menos de un promedio de un millón por volumen recopilatorio. Es decir,
que Dragon Ball, mucho antes de que el manga y el anime japonés se convirtiera en un fenómeno global,
porque de eso vive y bebe hoy One Piece. Si One Piece ha conseguido vender 100 millones de copias
fuera de Japón es porque el manga y el anime japonés hoy ya constituyen un fenómeno global
gracias a Dragon Ball. Pues bien, Dragon Ball, cuando nadie había despejado ese camino, ya vendió 100
millones de copias, lo mismo que One Piece hasta la fecha, pero con menos de la mitad de volúmenes. Es decir,
más que duplicando las ventas medias por volumen. Y en términos relativos, alrededor del 40% de todas
las ventas de Dragon Ball fueron fuera de Japón, y menos del 20% de todas las ventas de volúmenes
recopilatorios del manga de One Piece han sido fuera de Japón. Por tanto, hasta cierto punto cabría
decir que Dragon Ball fue un fenómeno tan japonés como global. Dragon Ball, por tanto, fue la serie que
globalizó el manga y el anime japonés, el que los popularizó en el resto del mundo y el que ha permitido
que hoy el manga y el anime japonés sean vistos y disfrutados por masas de espectadores fuera de Japón.
Y la segunda razón por la que Dragon Ball marca un antes y un después en la historia del manga y del anime
japonés es que crea un nuevo género en sí mismo. De la misma manera que El Señor de los Anillos de Tolkien
quien crea un nuevo género dentro de la literatura fantástica, la literatura fantástica tolkeniana,
Dragon Ball también crea un nuevo género dentro de los mangas shonen. Un género que reproduce en gran
medida la estructura canónica cuyas bases son sentadas por Dragon Ball. Estamos hablando de
series de manga y animación japonesa herederas de Dragon Ball y que son tan importantes como One Piece,
como Naruto, como Bleach, como Hunter x Hunter o como Kimetsu no Yaiba. Todas ellas series que
reproducen esa estructura canónica cuyas bases sienta Dragon Ball. ¿Y en qué consiste esa estructura
canónica? Pues me aventuraría a decir que tiene al menos 10 elementos. En primer lugar, se trata de
aventuras cuyo propósito es tanto el autodescubrimiento personal como la salvación de la humanidad, o dicho de
otra manera, la salvación personal y la salvación de la humanidad a la vez. Dragon Ball, como su nombre
indica, consiste en principio en una aventura dirigida a buscar las bolas del dragón que permiten
a quien las encuentra y las reúne invocar al dragón Shenlong para pedirle casi cualquier deseo. Pero en
realidad es mucho más que eso, porque a lo largo de todo ese viaje, Son Goku descubre quién es realmente,
no es un ser humano, sino que es un Saiyajin, y también protege y salva en diversas ocasiones a
todos aquellos que quieren esclavizar o aniquilar a la humanidad. Por tanto, como digo, es un viaje de
autodescubrimiento personal que discurre en paralelo a la salvación de la humanidad. O como decía antes,
salvando a la humanidad es como uno mismo descubre quién es. Y en definitiva, por tanto, salvando a la
humanidad es como uno se salva a sí mismo. Y este mismo esquema se reproduce en otros mangas
entre los anteriormente citados, como pueda ser One Piece, donde Luffy emprende un viaje para
descubrir y encontrar el One Piece y convertirse en el rey de los piratas, pero a lo largo de ese viaje
también va liberando a la humanidad esclavizada por el gobierno mundial o por los piratas aliados o
enemigos del gobierno mundial. Y a lo largo de ese viaje para convertirse en el rey de los piratas,
Luffy no sólo va liberando a la humanidad, sino que también va descubriendo quién es realmente,
quién hay detrás de ese Monkey D. Luffy y quiénes son sus padres. Algo similar sucede con Naruto. En
Naruto, su protagonista, Uzumaki Naruto, persiguiendo su sueño de convertirse en Hokage de la aldea oculta de
Konoha, no sólo termina descubriendo la tragedia familiar que experimentó durante su nacimiento,
no sólo termina descubriendo por qué es huérfano y por qué estaba solo desde su nacimiento y por qué
toda la aldea a la que quería proteger lo odiaba o al menos lo miraba con desconfianza y temor,
sino que persiguiendo ese sueño también protege a la aldea de Konoha y al conjunto del mundo ninja
y acaba recibiendo el reconocimiento que siempre había querido tener. O lo mismo sucede, por ejemplo,
con Bleach, donde su protagonista, Kurosaki Ichigo, no sólo descubre su cuadruple identidad,
humano, Shinigami, Hollow y Quincy, a lo largo de diversas sagas tratando de rescatar a sus amigos
secuestrados por los malvados, Rukia, Orihime o Ishida, sino que a su vez esos secuestros o esas
captaciones formaban parte de un complot más amplio para destruir alguno de los diversos planos de la
realidad y, por tanto, al salvarlos, Ichigo no sólo descubre quién es, sino que también termina salvando
los diversos planos, los diversos mundos que componen la realidad en Bleach. Segunda característica
de esta estructura canónica de los mangas que siguen, que reproducen el esquema de Dragon Ball,
la aventura de autodescubrimiento personal y de salvación de la humanidad, es en el fondo una
lucha entre el bien y el mal. El protagonista no descubre quién es y no salva a la humanidad después
de haber superado pequeños obstáculos, de haber esquivado pequeñas piedras en el camino, sino que
tiene que derrotar absolutamente al mal absoluto. Y tiene que hacerlo, además, después de caer en
la desesperación y casi en la derrota total. Ha de ser una victoria épica después de que el
protagonista, de que el lado del bien, haya sido derrotado vilmente. Esto lo podemos observar con
claridad en Dragon Ball. Por ejemplo, Son Goku derrota a Piccolo Daimao, o a Freezer o a Buu después de que
éstos hayan aplastado e incluso asesinado a los amigos de Son Goku, a los maestros de Son Goku y,
en algunos casos, incluso al propio Son Goku. Y esto mismo cabe decirlo, por ejemplo, de Naruto,
frente a Pain o frente a Madara. También cabe decirlo en Bleach de Ichigo respecto a Aisen o a
Yuhabaha. O, más recientemente, también cabe decirlo en One Piece de Luffy respecto a Kaido.
Tercera característica de este tipo de mangas y de anime. Los buenos son absolutamente buenos,
incluso inmaculadamente buenos. Frente a la tendencia más actual, muy presente, por ejemplo,
en obras como Canción de Hielo y Fuego, de crear personajes que son una mezcla explosiva de bondad
y de maldad, de justicia y de corrupción, de civilización y barbarie, personajes que pueden
comportarse en ciertos contextos de manera muy recta y en otros de manera muy traicionera,
en Dragon Ball y en las obras que siguen que emulan a Dragon Ball, los buenos son siempre
buenos e inmaculadamente buenos. Los buenos son la máxima expresión de la bondad posible. Lo que se
busca es extremar la diferencia, el contraste entre el bien y el mal, para que la derrota del mal a manos
del bien sea todavía más clara y contundente. De hecho, los buenos en Dragon Ball y en estos otros
mangas ni siquiera son buenos porque hayan aprendido o racionalizado que han de ser buenos o porque
quieran señalizar virtud ante los demás mostrando cuán buenos son. Los buenos son buenos desde la cuna y
en muchas ocasiones incluso después de haber padecido infancias terribles. Ahora bien, no confundamos bondad
con perfección, porque los personajes buenos en estos mangas son buenos pero desde luego no son
perfectos. En muchos casos son ingenuos, bobalicones o incluso escasamente empático frente a los demás.
Por ejemplo, Son Goku es la encarnación misma de la bondad, no tiene ninguna arista posible de maldad,
pero al mismo tiempo es un padre y un marido bastante mejorable. Es una especie de niño grande que
incluso en la cuarentena sólo piensa en ejercitarse, en luchar contra otros que quieran luchar voluntariamente
contra él y en proteger a los suyos, aun cuando todo eso suponga desatender sus obligaciones como
marido o como padre. Y esta misma ingenuidad buenista la podemos observar muy claramente en
Luffy en One Piece y también hasta cierto punto en Naruto, en Gon de Hunter x Hunter o en Tanjiro de
Kimetsu no Yaiba. Cuarta característica, no sólo se trata de que los buenos sean muy buenos, sino que
en estos mangas los malos son extremadamente malos, aunque eso sí, siempre dejando un cierto espacio para
su redención. El sueño, la aspiración, la ambición de los malos en estos mangas es la inmoralidad
absoluta. Esclavizar o aniquilar a la humanidad no porque quieran aspirar a fines mayores, no porque
esclavizar o aniquilar a la humanidad sea un medio para alcanzar fines superiores, no. Su mismo fin es
hacer el mal, es esclavizar o aniquilar a la humanidad por el mero placer egoísta de hacerlo. Pero como digo,
hoy pese a todo lo anterior, pese a encarnar el mal absoluto, los malos en estos mangas suelen
tener la opción y suelen aprovecharla de redimirse, de volverse buenos o al menos neutrales. Por ejemplo,
en Dragon Ball, Piccolo Daimao se redime a través de su hijo Piccolo Jr., que termina aliándose con
Son Goku y convirtiéndose en el maestro, en el tutor de su hijo, de Son Gohan. De la misma manera,
Buu se redime de dos maneras. El Buu gordo se redime porque se convierte en bueno y el Buu malo
se redime reencarnándose en Up, que deviene el discípulo de Son Goku. A su vez, el príncipe
Vegeta se redime convirtiéndose en el mejor amigo de Son Goku, en su compañero de armas y también,
de alguna manera, nacionalizándose terrícola al conformar una familia con Bulma. E incluso en
Dragon Ball Super, la última y más reciente de las series de Dragon Ball, Freezer, el emperador del
mal, termina redimiéndose, uniéndose a las filas del universo 7 para salvar a este universo de su
borrado por parte de Zeno. Y este mismo patrón de malvados destructores que acaban redimiéndose,
lo podemos observar también en otros mangas. Por ejemplo, en Naruto, Gaara se redime convirtiéndose
en Kazekage, de la aldea oculta de la arena, y en aliado y uno de los mejores amigos de Naruto.
Orochimaru se termina redimiendo, uniéndose a las fuerzas aliadas Shinobi, en la Cuarta Guerra Ninja
contra Uchiha Madara. Pei no Nagato se termina redimiendo, sacrificándose a sí mismo para resucitar
a la aldea de Konoha que previamente había destruido. Y Obito se redime, traicionando
finalmente a Madara y salvando a Kakashi y a Naruto. También en Hunter x Hunter, un villano tan extremo
como Meruem se termina redimiendo en sus últimas horas, muriendo en paz con Komugi. Y en One Piece,
si bien esta estructura de redención de los malvados no es tan habitual, lo habitual en One Piece es que
los malos se rediman estando en la cárcel y pagando por sus atrocidades, por ejemplo el caso muy claro de
Doflamingo, también hay casos de malos que se redimen. Probablemente el más importante sea
Nico Robin, en un principio aliada con el Shichibukai de Crocodile, pero que finalmente se une a la
tripulación de Luffy. Quinta característica, superación a través del esfuerzo personal. En esta aventura que
en el fondo es una lucha del bien contra el mal, lo habitual es que el bien en un principio sea mucho
menos poderoso que el mal, porque si no sucediera esto no habría ninguna aventura que contar. Y por
tanto, para que el bien pueda terminar derrotando al mal, será necesario que el bien se vuelva más
poderoso, que se supere a sí mismo, que se transforme a sí mismo. Y esa superación, esa transformación
personal, se logra a través del esfuerzo, a través del aprendizaje, a través de la experiencia o a través
del entrenamiento. Es por todas estas vías como el bien se va volviendo más poderoso y, como digo,
va transformándose. De hecho, hasta cierto punto, esta transformación del bien no sólo es en términos
figurativos, sino en términos literales, dado que en estas series las transformaciones de los
personajes, tanto de los protagonistas como de los antagonistas, son muy habituales. Transformaciones
corporales que expresan una transformación o una superación personal. En el caso de Dragon Ball es
muy conocido el caso de los Super Saiyajin nivel 1, nivel 2, nivel 3, Super Saiyajin Blue, etc.
Transformaciones de Son Goku o de Vegeta, que por cierto, como ya he dicho, van de la mano de las
transformaciones o niveles de poder de Freezer, de Cell o de Buu. Y también en los otros manga
encontramos este mismo patrón. En One Piece, Luffy se transforma en diversos niveles de poder. Guía
secando, guía force, guía fifth, etc. Ya veremos cuántos más. Y también en Naruto, el protagonista,
Naruto, va recorriendo diversas transformaciones. Manto de la bestia con una cola, manto de la bestia
con dos colas, transformación completa en el Kyuubi, modo sabio, modo sabio de los seis caminos, etc.
De hecho, y como no tal margen, hay que decir que uno de los mayores riesgos al que se enfrenta
este tipo de mangas es no saber graduar adecuadamente estos niveles de poder. Porque si cada vez vas
volviendo a los protagonistas y antagonistas más y más y más y más poderosos, al final
argumentalmente se cae en lo inabarcable, en el sinsentido, y por tanto el contenido de la historia
termina siendo inenarrable. Sexta característica, la superación no solo se alcanza a través de
el esfuerzo personal, sino también a través del aprendizaje y el entrenamiento con un maestro.
Si alguno de los protagonistas quiere dar un salto cualitativo muy importante, suele ser
imprescindible en este tipo de mangas que encuentre a un maestro muy experimentado, muy sabio, muy
poderoso, que le transmita su conocimiento y que lo forme. En estas series, los ancianos no tienen por
que ser personajes débiles e inservibles, sino al contrario, seres muy poderosos, muy doctos e
incluso muy temibles. Pues ellos mismos son el fruto de décadas o siglos incluso de entrenamiento,
experiencia y superación personal. En Dragon Ball, Son Goku tuvo como maestros en primer lugar a su
abuelo Gohan, en segundo lugar a Muten Roshi, en tercer lugar a Karin, en cuarto lugar a Kanisama,
en quinto lugar a Kaito y en sexto lugar, y más recientemente, a Whis. Pero también Naruto tuvo
como maestros a Iruka, a Kakashi, a Jiraiya o a Fakusaku. Y en One Piece, después del desastre en el
archipiélago Shabondi, el rey oscuro Raelich es quien entrena a Luffy. Séptima característica de este
tipo de mangas, la superación personal a través de la rivalidad. No sólo se trata de superarse
personalmente a través del esfuerzo propio o a través del aprendizaje con maestros reverenciales.
El tercer motor de la superación personal es la rivalidad entre compañeros. El protagonista suele
tener un alma mater, un compañero de armas, con el que compite para ver quién supera, quién se vuelve
más poderoso que quién. Esa competencia además suele ser ferocísima, hasta el punto de que el
compañero de armas puede terminar corrompiéndose por la envidia de no ser capaz de superar al
protagonista siempre. El caso más claro en Dragon Ball es la dupla Son Goku-Vegeta, pero recordemos
que previamente también lo había sido Son Goku-Krilin. En Naruto nos encontramos con una rivalidad
parangonable a la de Son Goku y Vegeta con el caso de Naruto o Sasuke. En Hunter x Hunter la cierta
rivalidad entre Gon y Killua. Y en One Piece, si bien este tipo de rivalidades están bastante más
atemperadas porque, en el fondo, todos los piratas compiten entre sí por convertirse en el rey de los
piratas, sí es cierto que cabe observar una rivalidad algo más cercana, algo más personal, entre los
integrantes de la llamada peor generación. Por ejemplo, entre Luffy y Captain Kit. Octava característica
canónica de este tipo de mangas, la fraternidad como nexo de unión básico entre los buenos. Que
exista rivalidad entre algunos de los buenos no es óbice para que, al mismo tiempo, haya un fortísimo
compañerismo. Y es que, si los malos cuentan normalmente, y salvo casos excepcionales de locos
solitarios destructores, como pueda ser, por ejemplo, Buu o como pueda ser Uchiha Madara en
Naruto, si los malos en general cuentan con organizaciones criminales, en Dragon Ball, por
ejemplo, Freezer tiene su propio ejército con sus soldados, sus lugartenientes, Zarbon y Dodoria, y
también su cuerpo de élite, las fuerzas especiales Ginju. En Naruto, Akatsuki es una banda criminal cuyo
objetivo es destruir el mundo ninja. En One Piece, tanto la Marina, como los Shichibukai, como los
Yonkou, tienen su propio ejército y su propia jerarquía de mandos. En Bleach, tanto los Shinigamis
en la Sociedad de Almas, los Hollows en Huecomundo o los Quincy's tienen también su propio ejército y sus
propias jerarquías, capitanes, vicecapitanes, etc. En Hunter x Hunter no solo encontramos al Genei
Ryodan, sino que las hormigas quimera son, en sí mismas, un ejército con toda su cadena y su
jerarquía de mandos, en última instancia comandadas por Meruem. Y en Kimetsu no Yaiba,
el demonio Muzdanki Butsuji tiene a las doce lunas demoníacas. Por tanto, si las fuerzas del mal
cuentan con un ejército o al menos con una banda criminal, las fuerzas del bien también tendrán
que unirse, la unión hace la fuerza, para combatir a las fuerzas del mal. Y en ese sentido, el principal
nexo de unión que existe dentro de las fuerzas del bien es el compañerismo, o incluso podríamos ir
más allá y hablar de la fraternidad, porque los propios protagonistas terminan convirtiéndose en
algo así como hermanos, a pesar de que no los unan lazos de sangre. A diferencia de lo que puede
suceder dentro del bando de las fuerzas del mal, donde los jefes pueden sacrificar, asesinar a los
peones meramente porque han fracasado en una misión, o meramente por el placer sádico de
verlos sufrir, entre los buenos impera el deber irrestricto de defender, de proteger a los nakamas.
Y ese deber no discurre tanto desde los débiles a los fuertes, que es lo que ocurre en el caso de
los malos, sino más bien desde los fuertes a los débiles, porque nobleza obliga. Por ejemplo,
en Dragon Ball, Son Goku se sacrifica con Raditz para salvar a Piccolo y a su hijo Son Gohan,
y posteriormente vuelve a sacrificarse antes él para proteger a los suyos y, en última instancia,
al conjunto del planeta. También Naruto en muchas ocasiones pone su propia vida en riesgo para salvar,
para rescatar a Sasuke de su propia autodestrucción. Y en One Piece, Luffy también pone su vida y la de
su tripulación en riesgo para salvar a sus nakamas, que han sido secuestrados por los malvados y,
en última instancia, por los fantasmas del pasado que los atormentan. Es el caso, por ejemplo,
de Nico Robin, de Sanji o de Jinbei. Novena característica, la existencia de lo que
podríamos llamar armas nucleares con capacidad para la destrucción, pero también la salvación
global. Dentro de estos mangas, en medio del combate que describen entre las fuerzas del bien y
las fuerzas del mal, suele existir algún tipo de poderes ocultos ancestrales con una enorme capacidad
tanto para destruir como para crear. Estas armas nucleares, que actúan dentro de la historia como
auténticos Deus Ex Machina, son en sí misma instrumentos neutrales, son amorales. Que se
utilicen para el bien o para el mal dependerá de quién llegue a controlarlas y del uso que quiera
darles. De ahí que dentro de la historia tengan un enorme potencial para desequilibrar la balanza,
ya sea en favor del bien o en favor del mal. Y por eso parte de esa aventura, dentro de la que se
desarrolla la lucha entre el bien y el mal, se termina orientando hacia la búsqueda, la captura,
el encuentro de esas armas nucleares que tienen el potencial de darle la victoria al bien o de darle
la victoria al mal. El caso más claro de estas armas nucleares en Dragon Ball son las propias bolas
del dragón, que tienen tanto la capacidad de concederle a los malos la juventud o la vida
eterna, cuanto también la capacidad de otorgarles a los buenos el deseo de deshacer todo el caos y la
destrucción que han provocado los malvados. En Naruto esa figura de las armas nucleares está
representada en el caso de los Bijuu, de las bestias de diversas colas, de una a nueve colas. En One Piece
esas armas nucleares son las llamadas armas ancestrales, Plutón, Poseidón y Uranus, y en Bleach
el Ho-Yo-Q, que termina siendo controlado por Aizen. Y la décima y última característica que atribuiría
a este tipo de mangas que siguen más o menos la estructura canónica de Dragon Ball es el humor en
medio incluso de la adversidad y la tragedia. Aunque como hemos visto, estos shonen son aventuras
épicas donde uno alcanza la autosalvación a través de la salvación de la humanidad, derrotando a las
fuerzas del mal después de haber sido sumido en la desesperación más absoluta, en la derrota casi
aplastante, en todos estos mangas también existe una voluntad expresa de mantener siempre la capacidad
de humor y de hacer reír en casi cualquier situación. Las notas puntuales de humor, no estoy
diciendo que todo el manga sea humorístico ni mucho menos, pero intercalar notas puntuales de humor
sirve tanto para mantener el interés y la atención del espectador, sobre todo cuando esas notas se
colocan en momentos extemporáneos no esperados, cuanto también para mostrar que incluso en medio
de la adversidad más absoluta siempre hay margen para sonreír. Además, estas situaciones humorísticas
suelen proceder de la ridiculización, de la exageración de algunos de los vicios posibles
de la personalidad. De tal manera que el humor también se utiliza indirectamente para criticar
estos vicios. Es el caso, por ejemplo, de la gula, un vicio en el que pueden caer Son Goku,
Luffy o Naruto. También es el caso de la lujuria, vicio en el que caen, por ejemplo, Muten Roshi en
Dragon Ball o Sanji en One Piece o Jiraiya en Naruto. O el caso de la ira o más bien la irascivilidad,
que es lo que le sucede, por ejemplo, a Chichi en Dragon Ball, a Nami en One Piece o a Sakura en
Naruto. Es verdad que a tenor de todo lo que he descrito, podríamos pensar que estos mangas
tienden a caer en un maniqueísmo simplista exagerado. Pero lo cierto es que también sirven
para transmitir desde la misma infancia a lectores y espectadores valores tan importantes para vivir
una buena vida como pueden ser la superación personal, el aprendizaje continuado, la honorabilidad,
el sentido de justicia, la cultura del esfuerzo, la superioridad del bien frente al mal, la perseverancia,
el perdón, el deber de ayudar a los débiles, el respeto hacia los mayores, la entrega desinteresada
hacia tus amigos o el rechazo de los vicios de la personalidad. Por todo ello, tanto por lo que
creó directamente, cuanto por lo que contribuyó a crear indirectamente, creo que hay que reconocer
que Akira Toriyama creó un universo maravilloso que marcó de una manera muy clara la infancia y la
adolescencia de millones de personas. No es que el universo específico de Dragon Ball sea el universo
con las mejores tramas argumentales o con los personajes más variados, complejos y desarrollados
de todos los manga shonen. No es así. Pero sí es un universo que transformó para siempre la cultura
del manga y, a través de ella, la vida de todos sus aficionados. Ese universo, el de Dragon Ball,
se cierra definitivamente con la muerte de su autor, de su creador, de su inventor, pero seguirá acompañando
durante toda su vida a muchas generaciones presentes y futuras. Descanse en paz, Akira Toriyama,
y muchísimas gracias por tantas horas de emoción, de diversión, de alegría, de imaginación,
de expectación y, en última instancia, de pasión.