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Bueno, buenas tardes otra vez. Aquí estamos en la segunda ponencia, que vamos a hablar
de economía, criptomonedas y metaderso, con semejantes profesionales. Entonces, aprovechémos
los. Voy a aprovechar lo primero para presentarlos. Voy a empezar por Juan Ramón Rayo, uno de
los economistas más conocidos e influentes de España, profesor en la universidad, expedidez
de la Novia San Francisco Marroquín y en el IE University, especialista en el estudio
de las crisis financieras y de modelos de organización social alternativos a la provisión estatal
de servicios como la educación, la sanidad o las pensiones. Es autor de numerosos libros
entre los que destacan una revolución liberal para España, contra la renta básica y liberalismo,
dos puntos, los diez principios del orden político-liberal.
Bueno, buenas tardes a todos. Buenas tardes también a los supervisores de la CNMV, si
nos están viendo y por tanto, supervisando.
Y, bueno, haciendo bueno el llamamiento que nos ha hecho la CNMV, sobre que advirtamos
acerca de los riesgos de la inversión en criptoactivos y, por tanto, que contribuyamos
a formar y a educar para que esa inversión se haga sobre un terreno más firme, querría
reflexionar sobre el concepto de criptoactivo y cómo encaja dentro de la economía actual
y de la economía moderna. A mí, personalmente, el concepto de criptoactivo, aunque lo utilizo,
lo empleo bastante, es un concepto que se ha popularizado, pero que no me gusta, porque
lo que caracteriza a un activo no es la tecnología o el soporte, sería como hablar de papiroactivos
para meter en el mismo saco el franco suizo, el peso argentino o un certificado de una acción
de Apple. La tecnología puede ser muy importante, la criptografía puede ser clave, pero no define
la naturaleza de un activo. Ese es el primer motivo por el que el término en sí mismo
no me gusta. Y el segundo motivo es que hasta cierto punto meter a Bitcoin dentro de la
categoría de criptoactivo, junto con otros muchos activos que no tienen nada que ver
con Bitcoin, termina mezclándolo todo. Y querría reflexionar sobre esto, sobre por
qué creo que Bitcoin es un activo cualitativamente distinto a muchas otras cosas que se denominan
criptoactivos, que a lo mejor pueden tener su utilidad, pero que no son Bitcoin. Y por
qué creo que existe un abismo que diferencia Bitcoin de otros activos criptográficos.
Bueno, primero porque Bitcoin es un activo real, es uno de los pocos activos reales digitales
que existe, quizá el único. El oro también es un activo real, pero no es un activo digital.
Bitcoin es un activo real y digital, que significa que es un activo real, que no es el pasivo
de nadie más. Es decir, que su valor no depende de que nadie haya prometido nada con respecto
a Bitcoin. Bitcoin no es una obligación de nada. Bitcoin es una moneda, o aspira a ser
una moneda, cuya utilidad como luego remarcaré depende de su escasez programada, de su irrevocabilidad
en las transacciones y, por tanto, y en definitiva, de su inconfiscabilidad. Es escasez digital,
digamoslo así. En cambio, muchos otros criptoactivos son activos financieros, no activos reales.
¿Por qué son activos financieros? Pues porque de Yure lo son. Es decir, porque prometen algo
específico. Un stablecoin, por ejemplo, promete una estabilidad de valor con respecto
a una moneda. Por tanto, es una obligación del emisor del stablecoin para cumplir un
determinado compromiso. Y otros criptoactivos, aunque no sean formalmente activos financieros,
su valor sí que depende de que quien los haya emitido ejerce una serie de acciones
a la hora de cuidar o de mejorar la calidad de la red en la que se insertan esos criptoactivos.
Y, por tanto, su valor también depende de las acciones que desempeñen, que desarrollen
determinadas personas que controlan, que administran esa red. Por tanto, son activos
financieros de facto. Esa es la primera diferencia. Bitcoin es un activo real. No es el pasivo
de nadie más. Además, Bitcoin como activo real tuvo un nacimiento, digamoslo así, muy
limpio. Cualquiera pudo crear unidades de Bitcoin en igualdad de condiciones frente a cualquier
otra persona. No hubo nadie que acaparara inicialmente la oferta inicial de bitcoins.
Cualquiera que quisiera minar bitcoins. En 2009 pudo hacerlo en igualdad de condiciones
a sus impulsores iniciales. Bitcoin aspira a ser un activo monetario, un activo de reserva
patrimonial a largo plazo. Y aspira a hacerlo porque es un activo real. Por tanto, no hemos
de confiar en que nadie preserve ese valor. Bitcoin como escasez digital lo preserva y
porque, como decía antes, tiene tres características fundamentales que contribuyen a pensar que
puede ayudar a preservar ese valor patrimonial a largo plazo. Limitación cuantitativa,
21 millones de unidades y revocabilidad de las transacciones. Una vez se han validado,
no es posible echarlas atrás. No hay nadie que las controle. Y, por último, y en definitiva,
hay una escabilidad de esa escasez patrimonial, de esa escasez digital que pretende actuar
como reserva patrimonial. Por eso, solo tiene sentido que bitcoin haya uno. Porque la escasez
digital, que es lo que le da valor, no puede multiplicarse de manera más o menos ilimitada
o más o menos libre. Si se pudiera multiplicar, esa escasez digital no existiría y, por tanto,
no proporcionaría ese servicio de reserva de valor, de reserva patrimonial a largo
plazo. Eso no significa que otros criptoactivos, entre comillas, no puedan ser útiles y no
puedan tener valor. Pero si tienen valor, será porque proporcionen servicios distintos
a los que proporciona bitcoin. Bitcoin es un patrón. El resto de criptoactivos proporcionarán
otros servicios, como las stablecoins que he mencionado, pero no compiten directamente
en la misma liga que bitcoin. Por eso, antes de invertir en cualquier criptoactivo, también
en bitcoin, no estoy diciendo que bitcoin sea un activo en el que invertir sin ningún
tipo de riesgo. Pero antes de invertir en cualquier otro activo que no sea bitcoin, uno se tiene
que hacer dos preguntas básicas. Primero, ¿cuál es el flujo de utilidades o cuál
es el flujo de valor que espero que vaya a proporcionar a mí o a otras personas este
criptoactivo? Y si no encuentro ni hoy ni mañana ningún flujo de valor, ningún flujo de servicios
que pueda proporcionar ese criptoactivo, quizá no sea un buen lugar para invertir.
Y segundo, ¿me fío del emisor de ese criptoactivo? Porque si la mayoría de criptoactivos son
activos financieros, su valor en última instancia depende de la credibilidad del emisor. El
emisor es creíble, ¿me fío de él o no me fío de él? Aunque el criptoactivo pueda
potencialmente proporcionar servicios útiles, si no me fío de quien lo emite, tampoco debería
invertir en él. Pero ahí entra justamente la tarea del inversor, formarse e informarse
sobre aquel criptoactivo en el que uno quiere invertir. Y si uno se ha formado y se ha informado
para invertir en un criptoactivo, si uno localiza valor, si uno ha estudiado al emisor y confía
en el emisor, entonces esa persona debería poder invertir responsablemente en ese activo,
sea criptográfico o no lo sea. Diga la CNMV una cosa o diga la contraria.