This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
La inflación en Estados Unidos ya supera el 5% y en España y en Alemania se ubica por
encima del 4%. Muchos economistas consideran que este estallido de los precios se debe
a cuellos de botella transitorios en ciertas partes de la estructura de producción. Pero
ese es a toda la realidad? Veámoslo.
La inflación en España se ubica en el 4% interanual, en Alemania en el 4,1% y en Estados Unidos en
el 5,2%. Todavía peor, en el caso de Estados Unidos, la inflación subyacente, es decir,
descontando aquellos componentes de la cesta de la compra que son más volátiles de precio,
es decir, los alimentos. Y la energía, la inflación subyacente en Estados Unidos,
se ubica también en el 4%. La cifra más elevada desde el año 1992, hace prácticamente 30 años.
Muchos economistas atribuyen este rebrote de los precios a las consecuencias adversas que
sobre la estructura productiva tuvo la pandemia. Durante el año 2020, muchos sectores dejaron
de invertir para reponer el capital que se iba depreciando o para incrementar su capacidad
productiva y, por tanto, nos encontramos con que en 2021 falta capacidad potencial de producción.
A su vez, la pandemia ha arrojado cambios en los hábitos de consumo de los ciudadanos y,
por tanto, necesitamos más de algunos sectores y menos de otros sectores. Pero, claro, los
factores productivos no se pueden trasladar inmediatamente desde los sectores que se
están contrayendo a los sectores que se están expandiendo y, por tanto, los sectores que se
están expandiendo no pueden aumentar su oferta suficientemente como para ir de la mano del
incremento de la demanda. Y, en consecuencia, en esos sectores que se están expandiendo,
experimentamos repuntes en los precios. La idea, por consiguiente, es que se han
generalizado una serie de cuello de botella en varios sectores de la economía, en el gas,
en el carbón, en el sector del transporte, en el sector de los microchips, en los contenedores,
incluso en el personal laboral, con una cierta formación. Y esos cuello de botella están
estrangulando la capacidad de la economía para aumentar la oferta de bienes y servicios en muchos
otros sectores, en aquellos sectores que necesitan de gas, de trabajadores cualificados, de carbón,
de contenedores, de camiones, de microchips, es decir, de factores productivos que son esenciales
para la producción de muchos bienes y servicios. Y justamente porque la oferta de esos factores
productivos que experimentan cuello transitorios de botella no se puede incrementar lo suficiente como
para abastecer la demanda empresarial de los mismos, entonces los empresarios que necesitan
de esos factores productivos esenciales para incrementar la oferta a su vez de otros bienes
y servicios, por ejemplo, la oferta de automóviles, no se puede incrementar porque se necesitan
microchips y la oferta de microchips de momento es inelástica, pues todos aquellos empresarios
que necesitan de esos factores productivos esenciales cuya oferta no se puede aumentar tampoco son
capaces de aumentar la oferta de sus bienes y servicios lo suficiente como para abastecer la
demanda. Más demanda que oferta significa precios crecientes. De modo que atendiendo a esta narrativa
las tensiones inflacionistas irían desapareciendo con el paso del tiempo conforme los cuello de
botella se vayan solucionando. Si la economía va concentrando cada vez más factores productivos
para aumentar la capacidad potencial de producción en sectores como los microchips,
como el gas, como el carbón, como los contenedores, como los camiones, va formando a nuevos trabajadores
que permitan desarrollar esas actividades esenciales con el paso del tiempo la oferta de estos factores
productivos esenciales que hoy estrangula el resto de la economía, se incrementará y por tanto los
precios se normalizarán. Ahora bien este diagnóstico que en parte es correcto en otra parte es
incompleto porque claro lo que estamos diciendo es que la oferta de determinados factores productivos
esenciales no es capaz de aumentar tanto como lo que ha aumentado el gasto y lo que debemos por
tanto plantearnos es porque el gasto, el gasto global, el gasto en España, el gasto en Alemania,
el gasto en China, el gasto en Estados Unidos ha aumentado tanto como para tensionar tal como
estamos viendo tantos precios en la economía. Por ejemplo, el gasto de consumo personal en
Estados Unidos está con diferencia en máximos históricos, lo podemos ver en este gráfico,
no sólo es que haya recuperado los niveles prepandemia, es que se ubica muy por encima
de los niveles prepandemia. ¿Y esto a qué se debe? Pues en parte claro podríamos decir que se debe
al entusiasmo del levantamiento de las restricciones, la gente está volviendo a salir a la calle a
gastar, las empresas que habían paralizado su inversión en 2020 vuelven a invertir y parte
de eso hay pero no podemos desconocer que a lo largo de 2020 y también de esta parte de 2021 los
gobiernos de todo el mundo han aplicado el mayor programa de estímulos del gasto,
estímulos fiscales y monetarios, el mayor programa de estímulos concertados de toda la
historia de la humanidad. Los gobiernos en 2020 y durante esta parte de 2021 han tratado de
estimular artificialmente el gasto privado y público de las economías para acelerar el
ritmo de recuperación desde los mínimos de la pandemia. Y claro si tú aceleras el gasto
puedes acelerar la recuperación pero si tienes partes de la economía cuya oferta es relativamente
inelástica acelerando el gasto no sólo acelerarás la recuperación de parte de la economía sino
también los precios de esa otra parte de la economía cuya oferta no se puede aumentar
proporcionalmente al incremento del gasto. Esto por cierto no debería ser absolutamente ninguna
novedad. El propio John Maynard Keynes el padre intelectual de estos programas masivos de gasto
público y de estímulos monetarios sobre todo más de gasto público que de estímulos monetarios pero
de estos programas masivos de estímulo en el capítulo 21 de la teoría general, capítulo que
lleva por título la teoría de los precios, en ese capítulo 21 Keynes ya nos advierte de que si la
demanda aumenta mucho nos podemos encontrar con cuello de botella y con tensiones inflacionistas.
Atención a lo que escribió Keynes en el año 1936. Conforme la producción va incrementándose se
irán alcanzando una serie de cuello de botella en aquellos casos en los que la oferta de ciertas
mercancías de GDS elástica y sus precios se incrementen hasta aquel nivel que sea necesario para
que la demanda se desvíe hacia otras direcciones. En definitiva, aparte del punto crítico del pleno
empleo al que los salarios monetarios tienen que incrementarse sí o sí como reacciona un
aumento de la demanda efectiva nominal, un incremento de los salarios que sería plenamente
proporcional al encarecimiento de la cesta de bienes que consumen los trabajadores,
tenemos toda otra serie de puntos semicríticos en los que los salarios monetarios aumentarán
como reacción a un aumento de la demanda efectiva, pero no lo harán de un modo totalmente
proporcional al encarecimiento de la cesta de bienes que adquieren los trabajadores. Es decir,
que mucho antes del pleno empleo ya nos encontraremos con tensiones inflacionistas si el gasto,
si la demanda agregada aumenta mucho de golpe. Es importante entender que existe un desequilibrio
entre la oferta sectorial de determinados factores productivos y la demanda, el gasto global en la
economía, porque si no lo entendemos no adoptaremos las políticas adecuadas para evitar que este
desequilibrio se prolongue en el tiempo y que la inflación se convierta en estructural por dos
razones. Primero, si los collos de botella son muy generalizados, afectan a muchos sectores,
es evidente que no los podemos resolver todos ellos a la vez. Hay que priorizar que collos de
botella hay que resolver antes cuáles son más importantes, cuáles son más críticos, cuáles
son más valiosos. Y para eso necesitamos que el gasto se concentre en determinados sectores a costa
de contraerse en otros sectores. Sin embargo, si mantenemos el flujo de estímulos del gasto
público y privado sobre el conjunto de la economía, esa borrachera de gasto público y privado va
retrasando el momento en el que algunos agentes económicos dicen yo dejo de demandar determinados
bienes, dejo de demandar determinados factores, porque me he quedado sin capacidad para demandarlos,
porque he tocado ya mi restricción presupuestaria. Pero claro, si vamos desplazando esa restricción
presupuestaria inyectando gasto, ya sea, ya digo, vía gasto público directo o vía crédito laxo en
la economía, todo el mundo sigue gastando a manos llenas y por tanto no se raciona nada y por
tanto no se economiza nada y por tanto no se prioriza específicamente la producción de nada.
Y cuanto más retrasemos esta resolución ordenada de los cuellos de botella dentro de la economía,
priorizando antes el aumento de la oferta en aquellos factores productivos que sean más
esenciales que otros, durante más tiempo se prolongará esta inflación que se debe a que el gasto
agregado supera la capacidad de la economía, supera la capacidad de la oferta para atender ese
gasto agregado. Y en segundo lugar, la inflación que estamos viviendo ahora es una inflación que
se debe fundamentalmente a que el gasto agregado supera la capacidad de la economía para aumentar
la oferta al mismo ritmo que el gasto. Sin embargo, en el futuro podría llegar a venir otro tipo de
inflación que es mucho más preocupante porque puede ser todavía más elevada y más persistente
en la economía, que es una inflación puramente monetaria. Si las actuales tasas de inflación
penetran en las expectativas de los agentes, ya sea porque cada vez más familias, cada vez más
empresas consideran que la situación actual se va a prolongar en el tiempo, o ya sea porque cada
vez más agentes económicos dejan de confiar en la capacidad de gobiernos, en la capacidad de bancos
centrales, para estabilizar a largo plazo el valor de las divisas dentro de unas tasas de
inflación moderadas, ya sea por lo uno o por lo otro, si la mayoría de agentes económicos
empieza a revisar sus expectativas de inflación futura y como consecuencia de esas mayores
expectativas de inflación futura, reduce su demanda de dinero, es decir, esos agentes económicos
están dispuestos a atesorar menos dinero que antes. Y además, cuando venden cualquier cosa,
cuando venden sus propiedades o cuando venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario,
cuando venden cualquier cosa, reclaman una mayor cantidad de unidades monetarias que antes,
porque valoran menos ese dinero como depósito de valor, como mecanismo de transferencia de
valor a largo plazo, pues entonces si la demanda de dinero cae, nos podemos encontrar como
digo, con un rebrote inflacionista todavía más intenso que el actual, porque los precios
de las mercancías son la interacción del valor de las mercancías y del valor del dinero,
y el valor del dinero depende de la oferta de dinero y de la demanda de dinero. Si la
demanda de dinero se desploma, el valor del dinero se desploma, y por tanto, los precios
del resto de mercancías expresados en una unidad monetaria cuyo valor se ha desplomado,
los precios se disparan, y esa inflación de origen monetario, esa inflación que deriva
del desequilibrio entre no el gasto agregado de la economía y la capacidad productiva
de la economía, sino del desequilibrio entre la oferta de dinero y la demanda de dinero
es mucho más complicada de solucionar, porque la demanda de dinero depende en gran medida
de la credibilidad de las instituciones monetarias para estabilizar a largo plazo el valor del
dinero. Y si esa credibilidad se ha esfumado, es complicado que la demanda regrese con la
misma intensidad que tenía en el pasado. Por tanto, si sufriramos de inflación puramente
monetaria y los bancos centrales quisieran controlar esa inflación, solo tendrían
dos caminos. Por un lado, reducir la oferta monetaria para volverla igual a la demanda
monetaria que se ha desplomado, pero claro, después de tantos años de flexibilizaciones
cuantidadivas, reducir la oferta monetaria en máximos históricos no es tan sencillo.
Para ello tendrían que liquidar gran parte de sus stocks de activos, gran parte de los
activos que han monetizado, y si malvenden esos activos, los tipos de interés subirán.
La otra alternativa, claro, sería tratar de recuperar la confianza de los inversores
en la moneda, pero para esto tendrían también que subir los tipos de interés. Tendrían
que mandar una señal creíble de que están comprometidos en su lucha contra la inflación,
por ejemplo, ya digo, subiendo los tipos de interés enfriando la provisión de crédito
y recompensando a aquellos inversores que adquieren depósitos en esa determinada moneda,
por ejemplo, depósitos en dólares a un tipo de interés altamente remunerado. Lo peor
es que ni lo uno, ni la reducción de la oferta, ni el intento de reanimar la demanda garantizan
que se pueda terminar con la inflación monetaria, porque si el descrédito de la moneda es superior
a lo que intentan corregir vía reducción de oferta o vía estímulos de la demanda
de dinero, pues nos encontraríamos con una situación similar a los años 70, estancamiento
económico como consecuencia de las subidas de los tipos de interés e inflación creciendo
hasta las nubes. Si no lo hacen, la inflación originada en los cuyos de botella se prolongará
en el tiempo y el descrédito de las instituciones monetarias se irá alimentando, y con ella
la caída de la demanda de moneda y, por tanto, la muy inquietante inflación puramente monetaria.
El problema no son solo los cuyos de botella, sino el gasto artificialmente estimulado
por los gobiernos de todo el mundo. Evitemos la inflación retirando más pronto que tarde
todos esos estímulos artificiales que están agravando los cuyos de botella y con ellos
se están alimentando la inflación anómalamente alta que estamos sufriendo en estos momentos.