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La crisis sanitaria del coronavirus está provocando un hundimiento de las bolsas mundiales y todavía
hoy, cuando estos mercados han perdido entre el 25 y el 30% de su valor, hay muchas personas
que no entienden que tiene que ver esta crisis sanitaria con la crisis económica que están
anticipando las bolsas.
¿Por qué el hecho de que la pandemia esté cada vez más extendida por todos los rincones
del planeta tiene que ejercer una influencia tan dañina y tan decisiva sobre el mercado
bursátil?
Bueno, para explicar cuál es la conexión entre la crisis sanitaria del coronavirus
y la crisis económica del coronavirus, empecemos por el principio.
Y el principio es que el coronavirus constituye un shock de oferta, que es un shock de oferta,
una paralización de la producción.
No es que no producimos porque no queramos producir, sino porque no podemos producir.
En el caso del coronavirus, con lo que nos encontramos es con que la mayoría de economías
occidentales ya están aplicando algún tipo de restricción sobre su actividad económica,
por ejemplo cerrando comercios, cerrando fábricas, es decir, impidiendo que se produzcan bienes
o que se distribuyan bienes para así minimizar el riesgo de contagio de los trabajadores
que deberían acudir a la fábrica o que deberían acudir a los comercios.
Por tanto, en primer lugar, como digo, el coronavirus paraliza las economías y esa paralisis puede
ser brutal, es decir, puede afectar a prácticamente todos los sectores de la economía.
Recordemos que en China la provincia de Hubei se cerró, se paralizó totalmente y ahora
mismo en Italia han llegado a decretar el cierre de todo establecimiento, salvo aquellos
que se dediquen a la distribución de medicamentos, farmacias y de alimentos, supermercados.
Por consiguiente, para combatir, para ganarle la batalla al coronavirus, las economías
pueden tener que suspenderse, pueden tener que paralizarse y eso implica un shock de
oferta que evidentemente tiene una serie de repercusiones sobre los agentes económicos,
tanto sobre trabajadores como sobre empresarios, que van a ver cómo sus rentas se reducen
de manera muy significativa.
Si no produzco y no vendo, no puedo cobrar.
Por segundo lugar, el coronavirus también constituye un shock de demanda.
¿Por qué?
Pues porque si se produce una reducción de las rentas de los agentes económicos y los
agentes económicos se empobrecen y sobre todo si se enfrentan a un periodo de incertidumbre
durante el cual no saben en qué momento volverán a tener ingresos, lo que cabe esperar, el comportamiento
que cabe esperar, que desarrollen, es atesorar liquidez, es maximizar sus tenencias de liquidez
a costa de recortar sus gastos en el resto de la economía.
Al final, si tanto empresas como trabajadores son conscientes de que durante el periodo
de tiempo en el que no estén ingresando van a tener que seguir haciendo frente a gastos
y a pagos diversos, gastos para comprar mercancías y pagos para hacer frente a las deudas que
hubiesen contraído en el pasado, para poder hacer todo esto necesitan contar con liquidez,
que no va a venir de unos ingresos que se han frenado, que se han suspendido, que se han
paralizado.
En consecuencia, van a recortar sus gastos presentes para acumular liquidez y ese recorte
de sus gastos presentes, esa caída del consumo familiar o de la inversión empresarial,
genera un shock de demanda que afecta de manera muy negativa a aquellos sectores que podrían
seguir produciendo a pesar del shock de oferta que se había vivido.
Por consiguiente, únicamente con el shock de oferta y con el shock de demanda, nuestras
economías ya sufren un daño tremendo.
El shock de oferta hace que no podamos producir, el shock de demanda hace que no queramos
producir por la caída del gasto y por tanto la economía separa, totalmente deja de generar
nueva producción, deja de abonar nuevos ingresos a los agentes económicos, es decir, empobrecimiento
y ese empobrecimiento es el que en parte están reflejando los mercados bursátiles.
Y digo en parte porque hay una tercera deivada de la crisis sanitaria del coronavirus y por
tanto de sus consecuencias económicas que conviene mencionar porque es con diferencia
la más grave de todas.
El shock de oferta y el shock de demanda, si tienen un carácter transitorio, es decir,
sí conseguimos derrotar al coronavirus en el corto plazo y por tanto podemos volver
a trabajar, podemos volver a gastar con tranquilidad, son shocks que pueden superarse con bastante
rapidez.
Son shocks que una vez el coronavirus desaparezca, también van a desaparecer y que incluso podemos
intentar compensar con un exceso de producción futura.
Todo lo que no hemos producido en el pasado nos esforzamos más en producirlo en el futuro,
todo lo que no hemos gastado en el pasado lo gastamos ahora con creces en el futuro.
Pero existe un tercer shock, una tercera forma de crisis que sí sería verdaderamente dañina,
que es la crisis financiera o crisis de liquidez.
Recordemos que los agentes mientras no están produciendo y por tanto no están ingresando
tienen que seguir atendiendo el pago de sus deudas.
Y si los agentes tienen liquidez para hacer frente al pago de esas deudas, justamente
por eso hemos dicho que parte de los agentes recortaban los gastos y generaban un shock
de demanda para acumular liquidez, pero si los agentes no cuentan con suficiente liquidez,
si la liquidez que han acumulado se les agota conforme van pagando sus deudas, nos enfrentaremos
a un problema cierto y ese problema cierto es que los acreedores se van a quedar sin
cobrar y cuando los acreedores no cobran pueden suceder dos cosas.
La primera es liquidar los activos del deudor, es decir el acreedor intenta cobrarse, intenta
recuperar su dinero apropiándose de las propiedades que tiene el deudor.
Si esas propiedades son familiares, normalmente estamos hablando de una vivienda.
Si esas propiedades son empresariales, normalmente estamos hablando de la maquinaria y los locales
de la empresa y por tanto de desmembrar las empresas productivas.
Otra posibilidad es que no se toque a los deudores y que en efecto los acreedores se
queden sin cobrar, es decir que se descapitalice a los acreedores.
¿Cuál es el problema de descapitalizar a los acreedores?
Que el principal acreedor en Europa es la banca, también es el principal deudor porque
es un intermediario financiero, es acreedor y deudor a la vez, pero la banca es un acreedor
de familias y empresas y por tanto si los bancos no cobran los bancos se descapitalizan
y si los bancos se descapitalizan los bancos no pueden hacer frente a sus deudas y sus
deudas son los depósitos que todos tenemos en la banca y ya sabemos que sucede cuando
el sistema financiero estadounidense o europeo se descapitaliza, que tenemos una crisis
económica brutal.
Por consiguiente, la crisis de liquidez que sería la tercera fase de la crisis económica
derivada del coronavirus es con diferencia el peor escenario en el que nos podemos encontrar,
que algo transitorio o supuestamente transitorio, las medidas drásticas de contención de la
producción de la interacción social y por tanto de la producción social, generen daños
persistentes en forma de quiebras empresariales que por tanto pierden permanentemente su capacidad
para producir y para generar empleo o en forma de quiebra del sistema financiero y por tanto
de empobrecimiento de todos aquellos ahorradores que son acreedores del sistema financiero,
es decir, el conjunto de familias y empresas.
Y ante este escenario fijémonos que el margen de actuación que tradicionalmente se otorga
a las políticas de estímulo, a las políticas fiscales expansivas y a las políticas monetarias
expansivas, es verdaderamente reducido.
Por un lado, estas políticas son esencialmente inútiles si lo que pretenden es relanzar el
gasto agregado dentro de la economía.
Porque digo que son inútiles porque recordemos que el efecto originario que genera todo este
problema es un shock de oferta.
El shock de oferta, como ya he explicado, es que no estamos produciendo no porque no tenemos
incentivo a producir, sino porque no podemos producir, porque no se nos autoriza a producir,
porque se ordena un distanciamiento social para luchar contra la epidemia.
Por consiguiente, por mucho que gastemos no vamos a incentivar, no vamos a empujar a que
más trabajadores acudan a las fábricas a producir y por tanto a que el PIB y el empleo
aumente.
Esto no va a suceder o al menos sólo va a suceder en un reducido margen, el reducido
margen de los perjuicios generados por el shock de demanda que a su vez deriva del shock
de oferta.
Es verdad que las políticas de estímulo pueden contrastar en parte el shock de demanda,
pero sólo de manera muy limitada porque el problema fundamental es el shock de oferta.
No podemos producir hasta que hayamos derrotado al coronavirus.
Sin embargo, si hay una dimensión en la que estas políticas de estímulo podrían contribuir
a paliar en el corto plazo las peores consecuencias de esta crisis y es justamente tratando de
contener la crisis de liquidez que se va a desatar por la parálisis de la producción,
por el shock de oferta y su derivado shock de demanda.
Sin embargo, si hay una dimensión en la que acaso las políticas de estímulo focalizadas
en algunos agentes económicos concretos y no de manera generalizada sobre toda la economía
podrían contribuir a paliar o a minimizar en el corto plazo algunos de los mayores riesgos
de esta crisis económica como son los riesgos de iliquidez.
Por ejemplo, una política fiscal consistente en bajar impuestos permitiría que el estado
no drenara liquidez de los agentes económicos.
Si el estado renuncia a cobrar impuestos durante un tiempo el dinero que tendríamos que haberle
pagado al estado lo retenemos nosotros mismos para poder atender nuestros propios pagos,
para poder hacer frente a nuestras propias obligaciones.
También sería el caso, por ejemplo, de que el estado se haga cargo de las bajas de los
trabajadores que estén suspendidos de actividad para frenar la extensión del coronavirus.
¿Por qué?
Porque estos trabajadores al no estar trabajando no estarían percibiendo un salario, pero el
estado reemplazaría ese salario con una transferencia estatal que se financiaría con el propio
déficit, con el propio endeudamiento del gobierno.
Todo parecido que habría de decir de las políticas monetarias expansivas dirigidas o condicionadas
a la banca para que esta otorgue líneas de crédito refinanciaciones a aquellos deudores,
a aquellas familias y empresas cuyos vencimientos de deuda están llegando y que se ven asfixiadas
por la falta de liquidez para poder atender esos pagos.
Si la banca refinancia a familias y empresas, en cierto modo nos encontramos ante una moratoria
en el pago de las deudas, moratoria que se prolongaría hasta que familias y empresas
reanuden su actividad y, por tanto, puedan pagar esas deudas con los ingresos que obtienen
por la vía de producir.
No estoy abogando precisamente o exactamente por ninguna de estas políticas, simplemente
estoy haciendo un análisis descriptivo de cuáles serían sus consecuencias, aunque tampoco
podemos obviar el gran riesgo moral que insertan en el sistema, si siempre que hay un problema
el estado acude al rescate, los agentes económicos tienden a aprender de esta indisciplina,
de esta irresponsabilidad y, por tanto, no rectifican su comportamiento en el futuro.
Pero dicho esto, si las políticas fiscales y monetarias se orientan no a intentar reinflar
el gasto agregado dentro de la economía, sino a proporcionar liquidez o anodrenar
liquidez del sector privado, en ese caso sí podrían contribuir a que los problemas,
las tensiones, la crisis de liquidez no se manifieste muy pronto y, por tanto, a que
tengamos tiempo para vencer la epidemia y a reanudar la actividad productiva antes de
que comiencen los impagos y, por tanto, las liquidaciones de los deudores o la descapitalización
de los acreedores.
No obstante, también esta última línea de actuación política tiene sus muy serias
limitaciones.
Durante un tiempo puede funcionar, pero seamos conscientes de que si la parálisis de producción
se prolonga durante muchos meses, en última instancia terminarán fracasando, porque al
final el problema con el que se va a enfrentar Europa es uno muy simple.
Si yo no produzco, si yo no genero mercancías, yo no puedo comprar mercancías, no puedo
disponer de mercancías, salvo que aquel que las produce, pensemos en una economía extranjera
no afectada por el coronavirus, me las quiera vender a cambio de que yo se las pague más
tarde, de que yo se las pague cuando vuelva a tener ingresos, cuando vuelva a producir
y a poder venderle mis mercancías a cambio de las suyas.
Es decir, la única forma que tendremos en Europa, si la parálisis de la producción,
si el shock de oferta se prolonga durante mucho tiempo, la única forma que tendremos
de consumir, de disponer de los productos más básicos, será importándolos del extranjero
suponiendo, repito, que el extranjero no se haya paralizado a su vez y pagarle a esos
extranjeros que nos venden su producción, su mercancía, con nuestras deudas, deudas
que en este caso se podrían ver avaladas o mejoradas por el sector público, es decir,
en lugar de colocar en el extranjero deuda privada, que siempre es más arriesgada,
más incierta, ya de pagar tipos de interés más altos, podríamos, a través de las políticas
fiscales y monetarias expansivas que he descrito antes, podríamos comprar las mercancías
extranjeras vendiéndoles deuda pública europea o vendiéndoles divisa europea, es decir,
euros, que en última instancia no son más que pasivos deuda del sector público.
Esto, como decía, se puede prolongar durante un tiempo, es decir, si los extranjeros, si
economías foráneas siguen produciendo y siguen dispuestos a vendernos esa mercancía a cambio
de nuestros compromisos de repago futuro, a cambio de nuestras deudas avaladas, incluso
por el Estado, entonces, aunque no produzcamos dentro, podremos seguir disponiendo de bienes.
Pero ¿qué pasa si fuera de nuestras fronteras también se deja de producir? Es decir, si
la pandemia paraliza la economía mundial, o si, aun cuando no la paralice, los extranjeros
en algún momento dicen, no quiero más deuda europea, porque seguís sin producir nada y
solo me estáis dando largas para pagarme más tarde.
Pensemos, y habrá un paréntesis, que cuanto más endeudado estoy sin seguir produciendo
sin generar nuevos ingresos más insolventes hoy, por consiguiente prolongar el endeudamiento
exterior para poder consumir internamente mientras no producimos internamente, nos conduce inevitablemente
en el muy largo plazo al impago, a la insolvencia y a que, por tanto, los vendedores extranjeros
dejen de vendernos porque no quieran financiarnos todavía más.
No digo que estemos obviamente en ese escenario, no digo que se vaya a llegar en el corte
otro plazo a ese escenario, porque por fortuna hay países europeos que siguen siendo muy
solventes, como por ejemplo Alemania, todos aquellos, por cierto, que durante tantos años
recomendaron que Alemania se hiperendeudara, quizá ahora deberían rectificar y deberían
agradecer que Alemania sea tan solvente y tenga tanto margen de endeudamiento, porque
si no, si estaríamos en una situación muy delicada.
Pero en todo caso, que Europa tenga mucho margen de endeudamiento gracias a algunos países
solventes como Alemania, no significa que tenga un margen de endeudamiento ilimitado
y, por tanto, las políticas monetarias y fiscales expansivas dirigidas a proporcionar
liquidez para que los agentes económicos puedan mantener sus adquisiciones de bienes
incluso básicos, se pueden topar a medio plazo con un obstáculo infranqueable, con
un obstáculo insalvable, el obstáculo de que si seguimos sin producir, los extranjeros
pueden saturarse de nuestra deuda o pueden estar dispuestos solo a comprar nuestra deuda
a tipos de interés cada vez más altos que nos vayan colocando en una situación más
frágil y más delicada.
Y todo esto, en última instancia, se traduce, por cierto, en más inflación.
Si no producimos dentro y lo que queremos consumir lo traemos de fuera, pero cada vez los extranjeros
están dispuestos a vendernos menos porque consideran que somos una posición de riesgo
cada vez mayor, al final nos venderán pero a precios más altos y, por tanto, compraremos
también a esos precios más elevados y esa subida de precios se llama inflación y se
llama progresivo desabastecimiento de nuestros mercados.
Por consiguiente y, en definitiva, es del todo razonable que los mercados gursátil se
estén en modo pánico porque, de momento, no ven un final a la epidemia, a la pandemia
del coronavirus y no lo ven porque los políticos no están adoptando las medidas necesarias
para instaurar el distanciamiento social y, por tanto, para derrotar a esta pandemia,
para derrotar a este virus.
Y mientras esto no suceda, el shock de oferta va a permanecer con nosotros y, mientras el
shock de oferta y su derivado shock de demanda permanezcan con nosotros, cada vez más, la
crisis de liquidez a la que se enfrentarán aquellos países que sigan sin producir será
mayor.
La crisis de liquidez, si se manifiesta en liquidaciones de deudores o en descapitalizaciones
de acreedores, genera daños, perjuicios, lesiones persistentes en la economía y esas lesiones
persistentes, esa incertidumbre sobre el grado de las lesiones persistentes debido a la negligencia
de nuestros políticos es lo que los mercados bursátiles llevan días descontando.
La crisis de liquidez, si se manifiesta en liquidaciones de deudores, genera daños, perjuicios,
el shock de deudores, genera daños, perjuicios, el shock de deudores, genera daños, perjuicios,
el shock de deudores, genera daños, perjuicios, el shock de deudores, crea daños, de deudores,