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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Regular la economía implica obligar a los agentes económicos a que se comporten de manera distinta a cómo se comportarían.
Es decir, implica obligarles a que renuncien a beneficios que alternativamente podrían haber aprovechado
o implica obligarles a que asuman costes que alternativamente no habrían asumido.
Los liberales, precisamente por esto, tendemos a pensar que cuantas menos normas mejor, cuantas menos regulaciones mejor.
Porque, más allá de un marco general que preserve las bases de la coexistencia pacífica,
lo ideal es que cada persona desarrolle sus propios planes de vida aprovechando los beneficios que encuentra
y minimizando los costes a los que se enfrenta.
Lo contrario, obligarle a que renuncia a beneficios o obligarle a que asuma costes,
supone obligarle a que se comporte de una manera ineficiente.
Es decir, a que no genere tanto bienestar como alternativamente habría sido capaz de generar.
Sin embargo, los no liberales consideran que hay determinados comportamientos
que, aunque sean eficientes, deben ser prohibidos, deben ser limitados, deben ser restringidos
por un ramillete de motivos muy diversos.
Y estas ideologías no liberales son las que han ido ganando preponderancia dentro de los gobiernos
y las que han ido influyendo a nuestros políticos para que cada vez
incrementen más el arsenal regulatorio que pesa sobre nuestras economías.
De tal manera que, en las últimas décadas, el número de regulaciones, el número de normativas
que constriñen la libertad de actuación de familias y empresas
se ha multiplicado de una manera verdaderamente exagerada y de una manera verdaderamente desproporcionada.
Veamos un breve vídeo de la serie Free to Choose de Milton Friedman
para comprobar cómo esto ya sucedió en los años 70 en Estados Unidos
y cómo sucedió de un modo totalmente disparatado.
Los reglamentos federales que gobiernan nuestras vidas se encuentran en muchas partes.
Encontramos uno aquí, en la biblioteca del Congreso, en Washington DC.
En 1936, el gobierno federal fundó el registro federal para registrar
todos los reglamentos, audiencias y otros asuntos relacionados con las agencias de Washington.
Este es el primer volumen número uno.
En 1936 se necesitaron tres volúmenes como este para registrar todas las materias.
En 1937 se necesitaron cuatro y después más y más y más.
Al principio aumentaron lentamente pero en forma constante, tanto así que año tras año
se necesitó una pila más y más grande para registrar todas las audiencias de ese año.
Entonces, alrededor de 1970 hubo una verdadera explosión
y una pila no fue suficiente para registrar todos los reglamentos de ese año.
Se necesitaron dos y después tres pilas.
Hasta que un día, en 1977, septiembre 28, el registro federal llegó a contar conó menos de 1.754 páginas.
Y no son precisamente páginas chicas tampoco.
Pero no creamos que lo que nos está contando Milton Friedman con respecto a Estados Unidos
es algo exclusivo de Estados Unidos.
En España también hemos vivido durante los últimos 40 años
un periodo de hiperinflación normativa que está constriendo la capacidad de nuestra economía
para crecer y para prosperar.
De hecho, hace unos días el Banco de España publicó un informe sobre la evolución normativa en España
y sobre el impacto, sobre los efectos de esta evolución normativa en la estructura empresarial
que conviene reseñar para que seamos conscientes de que este maremán normativo
también nos está impactando, también nos está dañando de lleno.
Primero, ¿cuál es el estado presente de la aborágine regulatoria en nuestro país?
Actualmente en España se aprueban cada año 11.700 nuevas normas.
11.700 normas que en páginas del boletín oficial del Estado y de los diarios autonómicos
ocupan casi 800.000 páginas de nuevas regulaciones cada año.
Comparemos este dato, 11.700 nuevas normas por año, con lo que sucedía en el año 79.
En el año 79 se aprobaban cada año 3.000 nuevas normativas.
Ya es mucho, ya son muchas nuevas normas que todos los agentes deben interiorizar en su comportamiento
y que constriñen, que restringen, que limitan las oportunidades de beneficio
o que incrementan los costes de esos agentes, pero de 3.000 a 11.700 estamos hablando
de una multiplicación de prácticamente por 4 de nuevas normativas cada año.
Y en segundo lugar, ¿cómo afecta tanta regulación a la estructura empresarial,
a la vida interna de las empresas?
Pues bien, esta cuestión también la responde el informe del Banco de España
y lo que concluye es que por cada incremento del 1% en el volumen de regulaciones,
en el volumen de nuevas regulaciones en España, el número de empresas se reduce un 0,05%.
Más leyes, más regulaciones, menos beneficios, más costes para las empresas
significa menos empresas en general, aunque el Banco de España también desagrega esta cifra
y llega a una segunda conclusión bastante interesante.
El efecto del aumento de las regulaciones no es el mismo para todo tipo de empresas,
mientras que, por un lado, un incremento del 1% en el número de regulaciones
reduce la cantidad de sociedades limitadas en un 0,12%.
Al mismo tiempo, y por otro lado, un incremento en un 1% del número de regulaciones
aumenta la cifra de personas físicas que ejercen la actividad empresarial,
autónomos o sociedades de responsabilidad ilimitada en un 0,06%.
O dicho de otra manera, aunque en general más regulaciones vayan de la mano
de menor cantidad de empresas, las empresas que se reducen especialmente
son las de responsabilidad limitada, es decir, aquellas que pueden aspirar a tener
un mayor tamaño y a operar en varios mercados a la vez.
Y, al contrario, el incremento del número de regulaciones lo que hace es fomentar
el pequeño empresario, que personas físicas a título prácticamente particular,
como autónomos, se dediquen a emprender en determinados sectores.
¿Y por qué esto puede ser así?
Pues porque, como decía, las sociedades limitadas tienden a tener un mayor tamaño
y aspiran a operar en un mayor número de mercados, y sí, como sucede en España,
la hiperinflación normativa está vinculada con la dispersión normativa,
es decir, que distintos territorios tengan regulaciones muy diversas sobre muchos asuntos,
ser una gran empresa que opera en mercados distintos con diferentes marcos regulatorios,
lo que hace es incrementar notablemente los costes de ser una gran empresa multimercado.
En cambio, si eres una muy pequeña empresa que opera únicamente en un territorio concreto,
la dispersión, la inflación y dispersión normativa no te afecta tanto,
porque únicamente estás en un territorio y únicamente te cambian las normas de tu territorio
y únicamente tienes que adaptarte a seguir las regulaciones propias de ese territorio.
Por tanto, y en definitiva, la hiperinflación normativa de España,
combinada con la dispersión normativa autonómica,
lo que está provocando es un fraccionamiento del tamaño de nuestras empresas.
Lo que está dificultando es que empresas locales escalen en empresas regionales,
en empresas nacionales y por tanto en empresas multinacionales,
porque existen barreras regulatorias, dispersión normativa,
cada territorio tiene sus propias barreras regulatorias,
que encarecen mucho el que una misma empresa esté presente en diversos mercados,
cumpliendo diversos marcos regulatorios.
Y esto es un problema porque tanto en España como internacionalmente,
las empresas grandes, sobre todo si son grandes evolucionando desde pequeñas,
es decir grandes porque han pasado el test de la eficiencia de mercado,
son empresas en general y en términos promedios más productivas que las empresas pequeñas.
Por tanto, que haya empresas grandes que han evolucionado desde empresas pequeñas,
potencia una mayor creación de riqueza dentro del país.
Más empleo, mejores salarios y mayores condiciones de vida.
Que España, por la losa regulatoria, por la hiperinflación normativa que padecemos,
esté limitando, esté estrangulando el crecimiento de nuestras empresas,
es también una condena a estrangular el crecimiento económico de nuestro país.
Por tanto, regular no sale gratis, multiplicar el número de normas cada año desde 3.000,
a casi 12.000 no sale gratis.
Lo que provoca es una atomización del tamaño de nuestras empresas
y por tanto menor prosperidad para todos.
La solución es revertir este curso de hiperregulación que venimos padeciendo en las últimas décadas.
Lo que necesitamos no son miles de normativas, no son millones de páginas en los boletines oficiales del Estado.
Normas que nadie ha leído, normas que nadie comprende, normas que nadie puede cumplir,
porque en su conjunto son ininteligibles para cualquier ser humano.
Lo que necesitamos son reglas sencillas, claras y transparentes.
Pocas normas que todos conozcan, que sean comprensibles para todos,
que no sean muy intrusivas y que en definitiva sienten las bases para la coexistencia pacífica,
que constituyan un marco dentro del que podamos desarrollar nuestros planes de vida,
dentro del que podamos autoregularnos, respetando siempre a los demás.
Ese es el tipo de marco normativo que necesitamos y no la diarrea legislativa
con la que nuestros políticos nos han castigado en las últimas décadas.
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