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En el año 2007, justo antes de empezar la crisis económica, la deuda pública de España
equivalía al 35,5% del PIB.
Se trataba de un stock de deuda moderado que no generaba dudas en cuanto a su capacidad de evolución.
Básicamente, la deuda pública equivalía aproximadamente a un año de ingresos fiscales
por parte del conjunto de las administraciones públicas.
Sin embargo, en la actualidad y tras la crisis económica, la deuda pública
equivale al 97,7% del PIB, casi el 100%.
Es decir, que equivale a unos dos años y medio de ingresos fiscales
si todos ellos se destinarán, obviamente, a amortizar la deuda pública.
Uno podría desde luego entender que durante un periodo de crisis económica tan intenso
como el que vivió España entre 2008 y 2014, la deuda pública creciera.
Es verdad que creció mucho porque del 35,5% al 97,7% van más de 60 puntos del PIB en apenas siete años.
Por tanto, un incremento de casi 10 puntos del PIB de deuda, de endeudamiento público
de casi 10 puntos de PIB anual, pero, como digo, uno podría entender que en una crisis tan complicada, tan dura
como la que atravesó España, la deuda pública crezca de manera bastante intensa.
Lo que nos entiende también es que una vez hemos comenzado nuestra etapa de recuperación
con un crecimiento bastante intenso a partir del año 2014, la deuda pública se haya quedado estancada
prácticamente en el mismo nivel y es que en el año 2014 la deuda pública equivalía al 100% del PIB
y hoy, como hemos dicho, al 97,7%. Es decir, que en un lustro en cinco años
apenas hemos reducido nuestro endeudamiento público en 2,3 puntos del PIB.
Una magnitud absolutamente raquítica si tenemos presente que la economía, como decía,
ha experimentado un crecimiento muy grande. Es decir, que en la ratio deuda pública dividido por PIB
el PIB ha aumentado sustancialmente y eso debería haber llevado a que la ratio cayera mucho más.
¿Cuánto más? Bueno, ayer la AIREF, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Financiera,
publicó un informe en el que estimaba que si, a partir de 2014, hubiésemos tenido equilibrio presupuestario
el mero hecho de que la economía haya crecido como ha crecido
habría reducido nuestro endeudamiento público en 18 puntos del PIB.
Es decir, que hoy tendríamos una ratio de deuda pública no del 97,7%, sino cercana al 80%.
Eso en 5 años y gracias meramente al crecimiento económico, al aumento de nuestro PIB.
Sin embargo, como digo, estamos en el 97,7%. ¿Y por qué?
Pues porque al mismo tiempo que la economía crecía y por tanto expandía la base en relación a la cual
se calcula, se estima el peso de nuestro endeudamiento público, al mismo tiempo que esto sucedía,
los distintos gobiernos españoles, primero los del PP y luego ahora los del PSOE,
siguieron con un déficit público imprudentemente elevado.
En particular, de acuerdo con la AIREF, la contribución del déficit público del desequilibrio presupuestario
a partir de 2014, es decir, no durante la crisis, no durante los años en los que los ingresos caían
y los gastos aumentaban por la dinámica propia de la depresión económica, sino a partir del año 2014
con crecimiento económico intenso, muchos años incluso por encima del 3%
Pues bien, el desequilibrio presupuestario durante esos años de crecimiento intenso ha contribuido
a elevar la deuda pública sobre el PIB en 16 puntos.
En definitiva, si el crecimiento del PIB ha contribuido a reducirla en 18 puntos
y el desequilibrio presupuestario ha contribuido a aumentarla en 16 puntos,
el saldo neto es que entre 2014 y 2019, tercera trimestre de 2019,
la deuda pública sobre el PIB apenas se ha reducido en 2 puntos.
¿Y por qué este dato de que la deuda pública, después de 5 años de crecimiento económico,
sigue estancada en los entornos del 100% del PIB nos debería preocupar?
Bueno, en esencia porque hemos perdido una oportunidad histórica
para reconducir nuestro endeudamiento público a porcentajes más razonables.
Durante los últimos años no solo hemos vivido una época de crecimiento económico intenso,
sino también una época de tipos de interés históricamente bajos
y pese a estas dos circunstancias, pese a que los tipos de interés han ayudado
y pese a que el crecimiento económico ha ayudado,
no hemos sido capaces de reducir la deuda pública.
Por tanto, el futuro, no muy lejano, no se antoja necesariamente
mejor que el pasado que hemos vivido.
De hecho, la AIREF plantea que a medio largo plazo
hay tres escenarios que son posibles.
El primer escenario, que sería el más optimista de todos,
es que conseguimos equilibrar nuestras cuentas,
que conseguimos eliminar nuestro déficit público en el corto plazo
y que los tipos de interés se mantienen en los niveles históricamente reducidos
en los que están ahora.
Por eso, según la AIREF, en 15 años conseguiríamos reducir
nuestro endeudamiento público del 100% del PIB al 60% del PIB.
Cantidad, monto, que se mantendría estable hasta el año 2050.
Por tanto, en los próximos 30 años, si los tipos de interés se dieran muy bajos
y no tuviéramos déficit público, conseguiríamos estabilizar nuestro endeudamiento
en un entorno del 60% que es bastante razonable,
es aquel que marca el pacto de estabilidad y crecimiento.
Sin embargo, tan pronto como empezamos a relajar alguno de estos supuestos,
la previsión de futuro dista de ser tan optimista como la anterior.
En particular, si conseguimos equilibrar el déficit público
pero los tipos de interés no se mantienen en los actuales niveles,
que son, repito, históricamente bajos, la evolución de la deuda pública
a lo largo de las próximas décadas apenas la reduciría,
apenas la rebajaría hasta el 87% del PIB.
Es decir, repito, equilibrando nuestras cuentas,
con equilibrio presupuestario, sin déficit,
pero con tipos de interés a los niveles históricos normales,
solo conseguiríamos rebajar nuestro endeudamiento público sobre el PIB
en 10 puntos porcentuales a lo largo de los próximos 30 años.
Seguiríamos, por tanto, con una losa de deuda pública muy considerable
sobre nuestras espaldas. Pero es que si vamos al supuesto más pesimista,
que no por ello más improbable, a saber que no conseguimos
el equilibrio presupuestario a lo largo de las próximas décadas
y los tipos de interés regresan a su media histórica,
lo que sucedería es que la deuda pública sobre el PIB
se dispararía hasta el 133% en el año 2050.
No solo no la reduciríamos, sino que aumentaría en unos 35 puntos porcentuales.
Y niveles de deuda pública de 130, 133, 140 puntos del PIB
son niveles muy difíciles manejables donde los inversores
con razón empiezan a desconfiar de la capacidad de repago
que tiene un estado de sus pasivos.
Insisto, este es el supuesto más pesimista que contempla la IREF,
pero evidentemente podemos pensar en otros supuestos todavía más pesimistas.
Estamos a las puertas de un gobierno de coalición de la izquierda con la extrema izquierda
y sabemos que la extrema izquierda aboga por un incremento muy fuerte del gasto público
que no podrá ser financiado enteramente con subidas impositivas.
Y, por tanto, todo apunta a que si ese gobierno bascula hacia la extrema izquierda
vamos a tener incrementos sustanciales del déficit público.
Incrementos sustanciales del déficit público con tipos de interés
que regresen a la media histórica nos llevarían a ratios de deuda pública
sobre el PIB muy por encima del 133%.
Y en ese caso seríamos el país de Europa más endeudado después de Grecia.
Es decir, a menos que el Banco Central Europeo nos estuviera cuidando la deuda,
nos estuviera mimando la deuda, nos estuviera subsidiando la deuda,
es muy probable que no lográramos restablecer nuestra credibilidad
ante los mercados internacionales que, por tanto, experimentáramos una fuga masiva de capital
ante la perspectiva de impago de la deuda y que, si finalmente impagáramos
la economía española quedará severamente, muy seriamente,
tocada en pobrecida después de este repudio soberano de la deuda.
Por no hablar, obviamente, del riesgo que ello implicaría para la mera subsistencia
de la moneda única, es decir, del euro.
Por tanto, en un escenario, ciertamente pesimista, no digo que no,
pero tampoco del todo improbable, es decir, que podemos y peso de consolidar
niveles precientes de gasto con deuda pública y que los tipos de interés regresen
al nivel al que han estado normalmente, no es un escenario especialmente catastrofista.
Pues bien, bajo ese escenario, no especialmente catastrofista,
España prácticamente está condenada al default soberano y a salir del euro.
Con esto, no quiero generar ninguna dar mismo, pero sí quiero poner de manifiesto
una vez más la enorme, la gigantesca, la titánica y responsabilidad
de los gobiernos que nos han antecedido o del gobierno que tenemos ahora mismo.
Esos gobiernos, para subsistir electoralmente, se han negado a reducir el déficit público,
es decir, se han negado a estabilizar la deuda pública en niveles mucho más bajos
que los actuales porque, a pesar de que todo ha acompañado, a pesar de que todo les ha acompañado
crecimiento económico, tipos de interés bajos, no querían perder ni un solo voto
aprobando recortes del gasto o, desde otra perspectiva ideológica, subidas de impuestos.
Estos gobernantes únicamente han mirado la conveniencia de su corto plazo,
únicamente se han preocupado por sobrevivir un día más al frente del poder,
aún cuando estuvieran sacrificando la solvencia y la sostenibilidad financiera
de España en el largo plazo. Y estos señores, son los políticos,
los políticos de todo signo y de todo partido, son aquellos que dicen velar por el bien común,
son aquellos a los que supuestamente se elige porque son representantes del pueblo
que persiguen el interés general. No es así en absoluto.
Son mentirosos, compulsivos, son manipuladores de masas, que para no afrontar
la realidad presupuestaria del país, para no perder votos afrontando esa realidad
presupuestaria del país, están dispuestos a exponer a ese país al que tanto dicen querer
a un riesgo no bajísimo, a un riesgo no despreciable
de que en el medio largo plazo pueda terminar quebrando.
Estos son los guardianes del bien común y del interés general.
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