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En apenas 3 días, China ha devaluado su moneda alrededor de un 4,5%. Se trata de una decisión
que le ha valido las críticas de numerosos sinalistas económicos que acusan al gigante
chino de estar entrando en una guerra de divisas que puede desestabilizar el comercio internacional
y, por tanto, poner en duda la recuperación de la economía mundial. Desde luego, razón
o parte de razón no les falta a estos sinalistas al diagnosticar que China, si parece ser,
está entrando en una guerra de divisas, ni tampoco les falta razón cuando consideran
que una guerra de divisas sería tremendamente perjudicial para la economía mundial. Ahora
bien, resulta un tanto cortoplacista fijarse únicamente en el reciente movimiento de China
de devaluar su moneda a un 4,5% olvidándonos de dónde venimos y olvidándonos incluso
de lo que muchos de estos sinalistas han venido proponiendo para las distintas partes del
planeta. Y es que si echamos la vista atrás, veremos que resulta un tanto hipócrita abusar
a China de haber entrado en una guerra de divisas por el mero hecho de haber depreciado su moneda
a un 4,5%. Si nos vamos al caso de Estados Unidos, la primera economía mundial, lo que
comprobamos es que Estados Unidos lleva devaluando el dólar frente al yuan desde el año 2009-2010.
Vemos claramente cómo el dólar cae de 6,8 yuanes por dólar a apenas 6,1 6 yuanes por
dólar. Es decir, el dólar se ha depreciado en los últimos años frente al yuan. ¿Y
por qué se ha depreciado? Por mero fruto del azar, por mera casualidad. No, se ha depreciado
porque la Rosada Federal, a partir del año 2009, emprendió una política deliberada
para depreciar al dólar. Y esta política deliberada se conoce como cuantitativism,
flexibilización cuantitativa. Por tanto, la Rosada Federal con sus políticas monetarias
expansivas propicio una depreciación del dólar de alrededor del 11 por 100. Es decir, más
del doble que la devaluación que ha ejecutado China en los últimos 3 días. Pero el caso
de Estados Unidos no es único ni excepcional. Podemos ir al caso de Japón. Japón es otra
economía, sino a China, competidor de China en muchos aspectos, que desde finales de 2012
y principios de 2013 inicia otra agresiva política de flexibilización cuantitativa
conocida como Abenomics. Y esto lo que provoca es que cada yen pase de intercambiarse por
0,08 yuanes a intercambiarse por 0,05. Estamos ante una depreciación de prácticamente
el 40% que es el resultado de las políticas monetarias expansivas del Banco Central de
Japón. Es decir, el Banco Central de Japón ya hace años que ha promovido una depreciación
del yen para, supuestamente, incentivar las exportaciones japonesas. Pero no es solo Estados
Unidos o Japón. También recientemente tenemos el caso de la Unión Europea, o mejor dicho,
de la Eurozona. Podemos comprobar claramente como en esta última etapa, cuando empieza
a anunciarse el cuantitatipissing del Banco Central Europeo, el euro pasa de valer 8,5
yuanes a valer menos de 7, prácticamente 6,5 yuanes. Es decir, estamos ante una depreciación
de prácticamente el 25% de nuevo promovida por las políticas monetarias expansivas
del Banco Central Europeo. En definitiva, China lleva, desde el año 2010, soportando
como sus principales socios comerciales, emprenden políticas monetarias dirigidas
a depreciar sus divisas para ganar competitividad falsamente por la puerta de atrás, por la
puerta de hundir la cotización de la divisa, a costa de la economía china. China reacciona
de momento, depreciando, revaluando su divisa a 4,5% y se acusa a China de entrar en la
guerra de divisas, guerra de divisas que, más bien, inició primero Estados Unidos, continuó
Japón y, en el último año, ha proseguido también la Eurozona. De hecho, muchos de
los que acusan a China de entrar en la guerra de divisas son los que llevan años pidiendo
al Banco Central Europeo, pidiendo al Banco Central de Japón, pidiendo a la Rural Federal
de Estados Unidos que adoptaran políticas monetarias expansivas para estimular sus
economías por la vía de depreciar el tipo de cambio. Es decir, son muchos de estos
economistas los que llevan años proponiendo que Estados Unidos, Japón y la Eurozona
entren en una guerra de divisas. Que China ahora responda, toda vez que su economía
parece estar debilitándose, es simplemente la consecuencia lógica de un argumento que
era perverso en origen. Y es perverso en origen, el argumento de que una economía debe salir
adelante hundiendo el valor de su divisa, porque confundimos ganar competitividad, volviéndose
más productivo, volviéndose más eficiente, con ganar competitividad hundiendo el valor
de la divisa. Ganar competitividad, volviéndose más eficiente, es decir, teniendo un tejido
productivo que es capaz de generar más bienes y servicios por cada unidad de facto productivo,
es algo perfectamente positivo y que tiene toda la lógica económica posible, si una
economía se vuelve más competitiva, porque sus empresas son mucho más eficientes que
las de otra economía, tiene sentido que las empresas de la economía más eficiente ganen
cuota de mercado en los mercados internacionales, es decir, tiene sentido que estas empresas
incrementen su oferta de mercancías al resto del mundo y que al resto del mundo se las
compren porque son las mercancías que tienen una más clara ventaja comparativa frente
al resto. Ahora bien, cuando lo que hacemos es mantener empresas ineficientes que se vuelven
competitivas porque echamos hacia abajo el valor de la divisa, lo que estamos haciendo
es falsear los términos de la competencia, porque no es que esa empresa que va a ganar
cuota de mercado internacional por el hecho de haber reducido, de haber socavado, de
haber erosionado el valor de la divisa nacional, se haya vuelto más competitiva frente a
otras empresas, es simplemente que los precios internacionales de esa empresa ineficiente resultan
ahora más competitivos porque hemos hundido el valor de la divisa contra la cual se intercambia
en esas mercancías. En lugar, por tanto, de construir una economía mundial basada en
ventajas comparativas reales, estamos construyendo una división del trabajo internacional basada
en el falseamiento y en el hundimiento del valor de las divisas. Por tanto, es lógico
que si tu deprecias la divisa para ganar competitividad, falsamente competitividad, otros países
eventualmente terminan recurriendo a la misma táctica, y evidentemente si todos depreciamos
el valor de la divisa nadie sale ganando competitividad. En lugar de hacer los deberes para ganar
competitividad por la vía sana, por la vía de mejorar la productividad, entramos en una
guerra de divisas que es mutuamente destructora y mutuamente devastada. Pero todos estos problemas
en última instancia solo son una exteriorización de un problema mayor de fondo. Y es que a
lo largo del siglo XX y por supuesto en este siglo XXI se abandonó el único mecanismo
de cooperación monetaria internacional que existía. Se abandonó el único dinero verdaderamente
global, verdaderamente internacionalista que existía, que era el patrón oro. Bajo el
patrón oro nadie podía devaluar su divisa frente a otra, siempre y cuando se hubiera
atado al oro, básicamente porque en todo el planeta la única moneda que había era
el oro, y por tanto tú no podías devaluar tu divisa contra ti mismo. La ventaja del
patrón oro, por tanto, es que aquellas economías que no eran competitivas recuperaban su competitividad
reorganizando su estructura productiva para ser verdaderamente competitivos, generando
una mayor cantidad de bienes por unidad de producto. Una vez se rompe el patrón oro
y entramos en la era de las divisas nacionales, lo que tenemos son bloques económicos separados,
lo que el Premio Nobel de Economía Friedrich Haye llamaba el nacionalismo monetario, dentro
de los cuales se gana competitividad no volviéndose más productivos, sino como decíamos
hundiendo el valor de las divisas. Esto además de ser tremendamente problemático, porque
al fin y al cabo la competitividad de la economía no depende de factores o de elementos fundamentales
que la justifiquen, sino de la fluctuación de un tipo de cambio arbitrariamente en los
mercados financieros o en los mercados de divisas, digo, esto aparte de ser tremendamente
contraproducente, lo que hace es iniciar estas guerras de divisas. Cada bloque monetario
no quiere perder su cuota de mercado en los mercados internacionales, aunque sus empresas
hayan vuelto menos competitivas, y para eso nada mejor que recurrir a la depreciación
de su divisa para recuperar esos mercados. Por tanto, las divisas nacionales, el nacionalismo
monetario, se cargan, destruyen los términos de una cooperación internacional económica
que sea honesta y que se base en ventajas comparativas reales, y lo que instauran es
una lucha encarnizada entre países para ganar cuota de mercado como bloques nacionales,
no como empresas globales más eficientes, más competitivas, sino como bloques conglomerados
empresariales de carácter nacional o nacionalista que intentan medrar a costa de otros a través
de la manipulación del valor de la divisa local, de la divisa nacional que se está
manejando. Por eso, mientras tengamos, mientras sigamos sufriendo un sistema de divisa nacional,
de papel moneda nacional, nacionalista, las guerras de divisas, que son armas de destrucción
mutua asegurada, seguirán produciéndose y seguirán siendo la moneda de cambio común.