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¿Cuáles son los países europeos más paternalistas, es decir, más prohibicionistas o regulacionistas en
materia de comida, bebida, alcohol o tabaco? ¡Veámoslo!
¿Cuáles son los estados europeos más paternalistas a la hora de establecer restricciones sobre el
comer, el beber, el fumar o el vapear? O dicho de otra manera, ¿cuáles son los peores lugares
de Europa para comer, beber, fumar y vapear en libertad? A estas preguntas ha intentado responder
recientemente el European Police Information Center en un informe titulado NANI State Index 2023,
que ha sido divulgado en España por la Fundación para el Avance de la Libertad. Este informe
clasifica jerarquiza a los distintos países europeos según tengan más o menos restricciones
o impuestos sobre los alimentos, sobre la bebida, sobre el tabaco o sobre el vapeo.
Al tratarse de un ranking, no hemos de interpretar que aquellos países que
obtengan mejor puntuación son paraísos liberales en materia de comida, bebida o tabaco. ¡No!
Lo único que significa es que son menos malos que el resto. Pero, como dice el propio informe,
los mejores países no son maravillosos y los peores son terribles. De hecho,
y en términos generales, se sigue produciendo dentro de Europa una involución en materia
de libertades a la hora de decidir qué y cómo comer, qué y cómo beber, qué y cómo fumar.
Por ejemplo, en el año 2017, hace apenas seis años, solo había siete países europeos que
tenían impuestos a las bebidas azucaradas. Hoy ya son doce los países europeos que cuentan
con este tipo de tributos que oscilan entre siete y treinta céntimos por litro. Asimismo,
en el año 2017 sólo había ocho países europeos con impuestos sobre el líquido de
los cigarrillos electrónicos. Hoy, en cambio, ya son 15 los países que tienen impuestos sobre
el líquido de los cigarrillos electrónicos y hay dos países europeos que han prohibido
totalmente su comercialización. Concretamente, la venta de cigarrillos electrónicos está prohibida
en Turquía y también en Noruega. Y a su vez, ya no existe ningún estado europeo donde la decisión
sobre si se puede o no se puede fumar en un bar dependa del dueño de ese bar. Es decir,
donde existan bares en los que sí se puede fumar, porque el propietario del bar así lo decide,
que sea un bar donde se pueda fumar, y otros bares donde no se pueda fumar,
donde esté prohibido fumar, porque el dueño del bar no quiere que se fume para atraer justamente
a clientela que rehúye los humos. Pues bien, en ningún país europeo el dueño de un bar tiene
ya la potestad de decidir si se fuma o no se fuma dentro de su bar. Lo anterior no significa
que no exista ninguna buena noticia en esta materia. Por ejemplo, Noruega ha eliminado
sus impuestos sobre la comida y las bebidas azucaradas, Italia ha recortado su impuesto
sobre el líquido de los cigarrillos electrónicos, Chipre ha reducido el IVA del alcohol que se vende
en los bares y Eslovaquia y España han relajado un poquito las restricciones horarias sobre la
publicidad de bebidas alcohólicas en televisión. Pero en términos generales, el paternalismo estatal
en estas áreas sigue creciendo, es decir, las libertades individuales siguen retrocediendo.
Vamos a hablar brevemente tanto del país que obtiene una mejor puntuación en este ranking,
es decir, del país menos restrictivo en las áreas de la comida, la bebida o el tabaco,
así como del país que obtiene una peor puntuación en este ranking.
El país europeo menos paternalista en estos campos es Alemania. Alemania es el país europeo
con menores impuestos sobre la cerveza y el alcohol una vez se ajusta por renta per cápita,
es un país que no tiene impuestos sobre las bebidas azucaradas o sobre el vino y cuyas
restricciones sobre el tabaco, que tienen un carácter regional, no llevan en la mayoría del
país a que esté prohibido fumar, completamente prohibido fumar, en cualquier bar o restaurante.
Sigue habiendo bares y restaurantes en Alemania dentro de los cuales se puede fumar. La venta
de cigarrillos electrónicos es libre, no se obliga a los bares a cerrar a una determinada hora
y las restricciones a la publicidad de bebidas alcohólicas son escasas.
No obstante, Alemania dista de ser un paraíso. Existen impuestos sobre el líquido de los
cigarrillos electrónicos, se pretende incrementar la edad mínima para consumir alcohol desde los
16 a los 18 años y se ha prohibido toda publicidad sobre el tabaco salvo en el punto de venta.
Y vamos ahora con el país que obtiene una peor puntuación en este ranking o más bien la segunda
peor puntuación, porque el que obtiene peor puntuación es Turquía, pero me interesa más,
quizá por cercanía ideológica, hablar del siguiente peor país en este ranking, que es Noruega.
Noruega es el país europeo con impuestos más altos sobre el vino, la cerveza y el alcohol en
general. Toda publicidad de alcohol está prohibida. Solo se puede consumir vino y
cerveza a partir de los 18 años y el resto de bebidas alcohólicas a partir de los 20 años.
El estado cuenta con un monopolio sobre la distribución de vino, cerveza y alcohol,
no se puede vender alcohol entre semana a partir de las 8 de la noche y los sábados no se puede
vender alcohol a partir de las 6 de la tarde. Si uno quiere consumir alcohol a partir de esas
horas tiene que acudir a un bar y los bares tienen prohibido vender alcohol más allá de las 3 de la
madrugada. En Noruega se prohíbe fumar en todo bar y restaurante, no hay excepciones salvo los
clubs de fumadores siempre que no se sirva comida. Todavía se permite fumar, eso sí, dentro del
vehículo o en la calle. No obstante, toda forma de publicidad de tabaco es ilegal, incluso en el
punto de venta. ¿Y qué decir de España? Pues que, por sorprendente que pueda parecernos,
dado el panorama que estamos describiendo, se trata de uno de los países menos restrictivos,
menos paternalistas dentro de toda Europa en materia de comida, bebida o tabaco. Los impuestos
sobre la cerveza y el alcohol son de los más bajos de Europa y en el vino ni siquiera existen
impuestos. Al menos, claro, hasta que Sánchez Ofeijo lo remedien. No existe todavía un impuesto
sobre el líquido de los cigarrillos electrónicos y los impuestos sobre el tabaco, una vez los
ajustamos por el nivel de renta, se hallan por debajo de la media europea. Y a su vez,
el dueño de un bar, restaurante o empresa todavía puede decidir si en su propiedad se vapea o no se
vapea. No puede decidir si se fuma o no se fuma, pero sí, al menos, si se vapea. Y a su vez,
es posible anunciar vino o cerveza a partir de las 8 y media de la noche o el resto de bebidas
alcohólicas entre la 1 y las 5 de la madrugada. No obstante, recordemos que existe una prohibición
radical de fumar en bares, restaurantes o centros de trabajo y que en 2021 se incrementó el IVA de
las bebidas azucaradas desde el 10 al 21%. Es decir, que nuestra buena posición en el ranking,
más que a méritos propios, se debe sobre todo a de méritos ajenos. Si los demás empeoran más
que nosotros, nosotros, en términos relativos, mejoramos, aún cuando sigamos empeorando en
términos absolutos. En definitiva, en materia de comida, bebida o tabaco, los distintos países
europeos están metidos en una carrera para ver quién es más paternalista, para ver quién restringe
más nuestras libertades en estos tres campos, comida, bebida y tabaco. Pero si, como decía
Antonio Escotado, de la piel hacia dentro comienza mi jurisdicción, de la piel hacia dentro mando yo,
ninguna de estas regulaciones, ninguna de estas prohibiciones está justificada. Habría cierta
justificación para aquellas que pretendan que internalicemos las externalidades negativas que
generamos al comer, beber o fumar. Es decir, que si al desarrollar alguna de estas actividades
generamos un daño sobre terceros, ahí sí hay un motivo válido para regular y evitar la generación
de ese daño, o al menos para forzar a que se ha reparado el daño una vez causado. Pero para
todo lo demás, para todo aquello que tiene que ver sobre cómo vivo yo mi vida, ahí ninguna
regulación está justificada. Porque soy yo quien decido y quien debe decidir que como, que bebo y
que fumo. O que no como, que no bebo y que no fumo. Y por eso el paternalismo estatal a la hora de
regular nuestras vidas en materia de comida, de bebida o de tabaco, no busca realmente mejorar
nuestras vidas. Lo único que busca es expandir el poder del Estado sobre nuestras vidas. Porque
si ni siquiera de la piel hacia adentro mandamos nosotros, olvidémonos de tener algo que decir
de la piel hacia afuera.