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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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¿Es el gasto social de España reducido en relación con el de otros países desarrollados?
¿Se dirige ese gasto social en España a mejorar las condiciones de vida de las personas más necesitadas?
¿Requerimos de un estado mucho más grande para poder redistribuir más hacia los más pobres?
Contestemos a estas preguntas en el siguiente vídeo. Adelante.
El gasto social son aquellas transferencias monetarias o en especie que se dirigen a proporcionar
apoyo financiero a aquellas familias, a aquellos individuos que atraviesan circunstancias que afectan
negativamente a su bienestar. Ejemplos de gasto social son las pensiones, la sanidad, la prestación de
desempleo, la renta mínima de inserción, etcétera. Con respecto al gasto social en España existen
dos grandes mitos que vamos a intentar desmentir en este vídeo. En primer lugar, que el gasto social
en España es escaso en relación con otros países ricos. Y en segundo lugar, que el gasto social en
España es indispensable para que la inmensa mayoría de la población pueda prosperar y pueda salir
adelante. Empecemos con el primero de estos mitos. ¿Es verdad que el gasto social en España es
escaso en relación con otros países ricos? Pues no. Si acudimos a las estadísticas que proporcionan
la OCDE, el club de los países más ricos del mundo, encontraremos que el gasto social en España
está por encima de la media de la OCDE. En el año 2018, es decir, ya antes de la pandemia, el gasto
social en España era el 23,7% del PIB, mientras que la media de la OCDE era el 20,1% del PIB. En
particular, el gasto social en España era superior al gasto social de países como México, Chile,
Corea del Sur, Turquía, Irlanda, Islandia, Suiza, Israel, Lituania, Letonia, Holanda,
Eslovaquia, Canadá, Australia, Estonia, Estados Unidos, República Checa, Nueva Zelanda,
Hungría, Reino Unido, Polonia, Eslovenia, Japón, Luxemburgo, Portugal o Grecia. Desde luego hay
otros países, en particular Noruega, Alemania, Suecia, Austria, Italia, Dinamarca Finlandia,
Bélgica o Francia, que gastan más que España en estas partidas que integran el gasto social. Pero
que España no sea el país del mundo que más destina a gasto social no significa que seamos uno
de los que menos destina al respecto. Estamos por encima de la media y por encima de la mayoría de
los países de la OCDE. De hecho, la evolución del gasto social en España, a pesar de que se nos
diga que hemos sufrido recortes históricos que han desmantelado el estado de bienestar, ha sido
una evolución al alza. En el año 1990 el gasto social en España era del 19,2% del PIB. En el año
2000 era del 19,5% del PIB. En el año 2018 es del 23,7% del PIB. Vayamos ahora con el segundo mito,
que la inmensa mayoría de la población necesita de este gasto social para poder salir adelante,
para poder prosperar en la vida. Para analizar esta cuestión tenemos que estudiar cómo se
distribuye este gasto social entre los distintos estratos de la sociedad, desde los más pobres a
los más ricos. Y en particular nos vamos a centrar a estudiar cómo se distribuyen las
transferencias monetarias. Recordemos no todo el gasto social son transferencias monetarias,
hay transferencias en especie, como por ejemplo los servicios sanitarios, pero en España más del
60% de todo el gasto social son transferencias monetarias. Pues bien, vamos a estudiar cómo se
distribuye en estas transferencias monetarias entre los ricos, entre los pobres y entre las rentas
medias. En teoría claro para que el gasto social tenga una fuerte influencia redistributiva, la mayor
parte de las transferencias monetarias, o al menos un porcentaje significativo de las mismas,
tendría que ir a parar a los más pobres de la sociedad. Pero ¿es eso lo que sucede en España?
Pues no. Como podemos ver en este otro gráfico de la OCD, el 20% más pobre de la sociedad española
solo recibe el 12,2% de las transferencias monetarias con carácter social. En cambio,
el 20% más rico de la sociedad española recibe el 30% de esas transferencias.
Alternativamente también podemos decir que el 40% más pobre de la sociedad recibe el
29,4% de esas transferencias, mientras que el 40% más rico recibe el 51,7%. Si el gasto social
canalizado a través de transferencias monetarias representa alrededor del 14,5% del PIB, estamos
diciendo que el 20% más pobre de la sociedad española recibe en transferencias monetarias
alrededor del 1,8% del PIB, mientras que el 20% más rico recibe alrededor del 4,3% del PIB.
Fijémonos en que España es uno de los países de la OCD que menos redistribuye monetariamente hacia
las rentas más bajas de la sociedad y se nos está diciendo continuamente que el gasto social en
realidad es gasto para sacar adelante para ayudar a prosperar a las rentas más bajas de la sociedad,
que son aquellas que reciben, insisto, un menor porcentaje de ese gasto social al menos del gasto
social que se canaliza a través de transferencias monetarias. Podemos comparar la situación de
España con la del país que más redistribuye hacia las rentas más bajas, que es Nueva
Zelanda. Nueva Zelanda en el año 2018 tuvo un gasto social que fue 5 puntos de PIB inferior al
de España, es decir, la totalidad del gasto social de Nueva Zelanda es inferior, sustancialmente
inferior al de España. Ahora bien, como el 45% del gasto social canalizado a través de transferencias
monetarias en Nueva Zelanda va a parar al 20% más pobre de la sociedad neozelandesa, al final,
gastando menos en términos sociales, Nueva Zelanda redistribuye 4 puntos del PIB para las
rentas más bajas, mientras que España, repetimos, gastando 5 puntos de PIB más que Nueva Zelanda,
redistribuye 1,8 puntos del PIB para el 20% más pobre de la sociedad. ¿Y esto por qué es así?
Pues porque la inmensa mayoría de transferencias monetarias en España y también en otros países
mediterráneos de nuestro entorno son transferencias de tipo contributivo, es decir, que el dinero que
recibes del estado, cuando te jubilas, cuando tienes un accidente, cuando quedas desempleado,
cuando tus hijos quedan huérfanos, es un dinero que depende de cuánto has cotizado a los seguros
sociales y cuánto has cotizado a los seguros sociales depende de cuál sea tu nivel de renta.
Por tanto, si tú eres una persona de renta alta, cotizarás mucho a la seguridad social y recibirás
una pensión muy alta. Si tú eres una persona de renta baja, cotizarás poco a la seguridad social
y recibirás una pensión muy baja. Por tanto, las rentas altas tenderán a concentrar la mayor
parte del gasto en pensiones y las rentas bajas concentrarán un pequeño porcentaje sobre el
total del gasto en pensiones. Se nos dice que el estado de bienestar es necesario para que los
ricos redistribuyan hacia los pobres y para que podamos mejorar la situación de los pobres gastando,
focalizando el gasto fundamentalmente en ellos y al final resulta que los pobres son los que menor
porcentaje reciben de las transferencias monetarias de ese estado de bienestar que absorbe gran parte
de nuestro PIB y que al final no redistribuye demasiado hacia las rentas más bajas. ¿Cuál es
por tanto la conclusión de todo esto? La conclusión es que podemos tener estados mucho más pequeños,
el gasto social de nuestro estado se puede reducir y, aún así, incrementar el componente redistributivo
hacia las rentas más bajas. Por tanto, si una persona está hondamente preocupada por el bienestar
de las rentas más bajas, si esa persona cree que el bienestar de las rentas más bajas sólo
puede incrementarse a través de redistribuciones forzosas de renta a través del estado y no a
través de una mayor libertad económica que permita que esas rentas más bajas prosperen,
aún así, esa persona no tiene por qué defender un estado más grande del que tenemos ahora mismo.
Puede defender un estado apreciablemente más pequeño, pero que destine un mayor porcentaje
del gasto social. Reducido, por ejemplo el caso de Nueva Zelanda, insisto, 5 puntos menos de PIB
y Gasta Nueva Zelanda en gasto social que España, pero que destine un mayor porcentaje de ese gasto
social disminuido a mejorar la situación de las rentas más bajas. En definitiva,
dejemos de repetir que necesitamos un sector público hipertrofiado para permitir que la
mayoría de la población salga adelante. No es verdad, la mayor parte de las transferencias
monetarias de ese estado hipertrofiado no van a parar a las rentas más bajas, van a parar a
las rentas más altas. Los pobres son la excusa, en ocasión es una excusa bien intencionada,
en otras un pretexto deliberadamente malintencionado para cebar innecesariamente el tamaño del estado.
Incluso para aquellos que defienden la redistribución forzosa de la renta desde ricos a pobres,
es posible un estado más pequeño que el que tenemos actualmente y que sea más redistributivo
hacia los que menos tienen. Por consiguiente, no existen razones de peso para seguir justificando
un crecimiento desbocado de nuestro estado.