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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Aprovechando la pandemia, el Ministerio de Hacienda pretende rebajar el límite máximo de pagos en efectivo
desde 2.500 euros a 1.000 euros, y el PSOE ha planteado en el Congreso
que gradualmente el dinero en efectivo vaya desapareciendo, es decir, que los euros de papel,
los euros físicos dejen de circular, dejen de existir dentro de nuestro país
y que, por tanto, todos los pagos se hagan de manera electrónica
a través de nuestras cuentas corrientes. La eliminación del dinero en efectivo es un proyecto
que muchos políticos han planteado desde hace mucho tiempo, pero que al calor de la pandemia
ha cogido impulso adicional. La nueva excusa es que el virus se puede transmitir de manera muy fácil
a través del dinero físico y que, por tanto, conviene que todos los pagos se efectúen de manera electrónica
minimizando el contacto, es decir, maximizando el distanciamiento social.
Sin embargo, como es obvio el verdadero propósito de nuestra clase política,
a la hora de eliminar el dinero en efectivo no es minimizar el riesgo de transmisión del virus,
porque, como digo, esta idea, la eliminación o al menos la restricción muy estricta de los pagos en efectivo
no es una idea nueva, es una idea que tiene muchas décadas, y que cumple con dos propósitos políticos
bastante específicos que perjudican de manera muy notable a los ciudadanos.
El primer objetivo político de la eliminación del dinero en efectivo es la desaparición de la privacidad en materia económica.
Si todos los pagos se efectúan electrónicamente a través de una cuenta corriente de un banco,
todas nuestras transacciones quedan permanentemente registradas para aquellos que tengan acceso a ese historial de transacciones.
Por tanto, la clase política podría conocer totalmente qué estamos haciendo con nuestro dinero, qué estamos haciendo con nuestro patrimonio.
La excusa que se utiliza para justificar esta voracidad de información del político sobre los ciudadanos
es que se trata de controlar el fraude fiscal. Evidentemente, si todo queda registrado en una cuenta corriente de bancaria o en varias,
el político puede supervisar mucho más de cerca que un ciudadano no esté defraudando impuestos.
Y desde luego, esa sería una de las funciones que cumpliría. Pero la pérdida de privacidad no sería el único beneficio que proporcionaría al político.
Imaginemos que un determinado dirigente político, que un determinado gobernante, quiere ridiculizar algún rival político,
algún periodista, algún ciudadano, especialmente crítico, con su labor, y ese político tiene acceso a todo su historial de transacciones.
Y algunas de esas transacciones, digamos, que le podrían provocar algún tipo de vergüenza o deoprobio entre los ciudadanos.
Recordemos, por ejemplo, cuando conocimos el desglose de los gastos de las tarjetas Black, como en los medios de comunicación hicieron especial
hincapié en que algunos de los beneficiarios de las tarjetas Black habían utilizado esa tarjeta para comprar lencería,
dando a entender que podía tener algún tipo de perversión sexual o alguna amante que, evidentemente, su esposa no conociera.
Es decir, se trataba no solo de exponer el uso que habían efectuado de las tarjetas Black, sino de matar civilmente a determinadas personas.
Pues bien, esta misma estrategia se podría emplear contra los disidentes políticos por parte de aquellos gobernantes que, evidentemente,
tendrían acceso a las cuentas corrientes de los ciudadanos, porque en este país el secreto bancario murió hace muchos años,
y que esos gobernantes podrían filtrar determinada información delicada contra determinados disidentes políticos a medios de comunicación,
voceros, afines a ese gobierno, para ridiculizar, para hacer escarnio público de esas personas y, de nuevo, matarlas civilmente.
Por tanto, el riesgo está ahí, que nuestra privacidad de materia económica desaparezca,
puede ser instrumentado políticamente a conveniencia del poder establecido y, por tanto, se trata de un peligro que no hay que menos valorar.
Sin embargo, el segundo objetivo que busca la eliminación del dinero en efectivo, que es un objetivo netamente económico,
es si cabe todavía más peligroso que el anterior,
y es que la eliminación del dinero en efectivo permitiría instaurar sobre los ciudadanos los llamados tipos de interés negativos.
¿Qué es un tipo de interés negativo? Bueno, las transacciones financieras comunes corrientes,
en las que hemos venido experimentando durante siglos de manera tradicional,
el prestamista le cobra un interés positivo al prestatario, es decir, el acreedor precisamente,
por prestarle su financiación, su capital, sus fondos al deudor,
aquel que necesita que busque esa financiación, cobra una especie de comisión, una especie de compensación,
una especie de precio al deudor, el deudor paga intereses al acreedor.
Bien, un tipo de interés negativo es justo lo opuesto,
el acreedor, por tener el privilegio de prestarle a determinados deudores,
paga un tipo de interés, es decir, paga una comisión, un precio, una compensación al deudor,
y el deudor, por el hecho de concederle al acreedor el privilegio de endeudarse con su capital,
cobra ese interés, ese precio, esa compensación del acreedor.
La lógica de los tipos de interés negativos, supuestamente, es que cuando hay mucho ahorro y muy poca inversión,
es decir, cuando mucha gente quiere ahorrar y muy pocos empresarios quieren demandar ese ahorro para invertir,
mucha oferta de ahorro, muy poca demanda para invertir de ahorro,
el precio de pedir prestado ese ahorro se desmorona y puede incluso caer en territorio negativo.
Esto, que desde luego, desde un punto de vista teórico, es algo que podría suceder
si hay mucha gente que quiere prestar y muy poca gente que quiere pedir prestado,
cabría que los tipos de interés fueran negativos, debería llevarnos, sin embargo, a preguntarnos
por qué hay tan poca gente que quiere pedir prestado para invertir.
Y la respuesta que encontraríamos si nos formularamos esa pregunta es que muy poca gente quiere invertir
porque no hay oportunidades de inversión, y por qué no hay oportunidades de inversión,
pues en muchos casos porque la estructura productiva de una determinada economía
estará plagada de malas inversiones, allí donde todo es una mala inversión,
no suele haber cabida para las buenas inversiones de carácter complementario frente a las anteriores.
Por fortuna, el sistema capitalista tiene un mecanismo que es bastante eficaz
a la hora de líquidar las malas inversiones para que puedan emerger las buenas inversiones,
y es cerrarle el grifo de la financiación.
Si una empresa está perdiendo dinero y para seguir operando en el mercado
necesita de nueva financiación, es decir, de nueva gente que le meta dinero en la empresa
para que ésta lo siga quemando, para que ésta no siga generando riqueza,
sino consumiendo la riqueza ajena, pues si las personas que tienen ahorro
se niegan a prestarle ese ahorro o a invertir ese ahorro en la empresa,
llegar a un punto en el que esa empresa no podrá seguir pagando salarios,
no podrá seguir comprando los bienes intermedias a sus proveedores
y dejará de operarse, la liquidada o reestructurada,
y por tanto, la mala inversión se reconvertirá en una buena inversión.
Y si los ahorradores tienen capacidad para denegar la financiación a las malas inversiones,
de tal manera que éstas sean liquidadas y puedan emerger nuevas buenas inversiones,
es porque los ahorradores pueden atesorar su capital,
es decir, porque no están forzados a prestarle a nadie ese capital.
Si a mí me interesa, es decir, si tú me pagas una buena rentabilidad
en relación con el riesgo que estás asumiendo, te presto,
y si no me interesa porque tu rentabilidad en relación con tu riesgo es muy bajo,
yo me siento encima de mi dinero y no te lo presto,
hasta que quiebres, hasta que desaparezcas, hasta que te reconviertas en una buena inversión.
¿Qué sucede? En nuestras sociedades, el atesoramiento de dinero, por parte de los prestamistas,
se suele canalizar a través de dos tipos de vehículos.
Uno de esos vehículos es el dinero en efectivo, son los euros físicos que tenemos,
el otro son los depósitos las cuentas corrientes de los bancos.
En realidad, hoy en día existe un tercer mecanismo,
que es la llamada banca en la sombra, que son determinados pasivos a corto plazo emitidos
por algunos operadores financieros, como la banca de inversión o como los fondos monetarios,
pero esa tercera parte de atesoramiento de los fondos solo es utilizable por parte de grandes
tenedores de efectivo y no la vamos a tratar. Nos vamos a centrar en cómo las familias son
capaces de atesorar su dinero, su ahorro, para denegar la financiación a determinadas empresas
que pierden dinero y que no son buenas inversiones, como digo, efectivo y depósitos bancarios.
En el efectivo nosotros sí controlamos directamente si prestamos o no prestamos,
porque si no nos desprendemos del efectivo nadie recibe ese efectivo. Sin embargo,
con los depósitos bancarios nosotros no controlamos directamente si el banco presta ese depósito
o esa capacidad de financiación a otro agente económico. Yo puedo tener una cuenta corriente
en el banco y esa cuenta corriente a través del banco puede estar financiando a determinadas
empresas que son ruinosas. Si el banco así lo decide puede canalizar mi capacidad de financiación
hacia la necesidad de financiación de empresas ruinosas. El banco es un intermediario financiero
que conecta, en ocasiones en contra de su voluntad, a creedores y deudores. Ahora bien,
¿qué ventaja tenemos a día de hoy? Si un determinado banco no me convence, si creo que un
determinado banco está asumiendo muchos riesgos, si un determinado banco está efectuando con mi
ahorro, inversiones de muy baja rentabilidad, yo puedo ir al banco y decirle, oye, dame el dinero
en efectivo que tengo derecho a cobrar por mi cuenta corriente. Devuélveme el efectivo. No quiero
seguir financiando al banco para que su vez el banco financie a otras empresas. Por tanto, gracias
al efectivo, yo tengo la capacidad de retirarle la financiación al banco y si el banco pierde la
financiación que yo le estoy dando a través de los depósitos, el banco también pierde a su vez
la capacidad de financiar a otras empresas ruinosas. Imaginemos que el efectivo desaparece, que el dinero
en efectivo desaparece. Las familias únicamente tendrían, como dinero básico, las cuentas
corrientes en los bancos. De tal manera que si un banco efectúa inversiones ruinosas, inversiones
disparatadas, ¿podría la familia retirar su dinero de ese banco? No, podría como mucho transferírselo
a otro banco. Pero ¿qué sucede si todos los bancos, a la vez coordinados por un banco central,
realizan inversiones ruinosas? ¿Podrían las familias retirar la financiación del sistema
bancario? No, no podrían porque la única fuente que tendrían para mantener su liquidez, para mantener
su dinero base, serían los depósitos. Yo no habría dinero en efectivo. Por tanto, los ciudadanos
seríamos rehenes del sistema bancario, seríamos los prisioneros del sistema bancario coordinado
por el banco central. Imaginemos que el sistema bancario y el banco central quieren ayudar a
las empresas ineficientes con tipos de interés negativos. Es decir, que la banca, coordinada
por el banco central y a su vez por el gobierno, les dice a empresas ruinosas que pierden, pongamos
el 1% de su activo cada año, oye, los préstamos que te he otorgado, te los voy a cobrar al menos
2% de tal manera que aunque tú pierdas el 1% por el lado de tu activo, como te pago el 2% tipo
interés negativo por el lado del pasivo, al final terminas ganando dinero. Claro, si el banco hace
eso, está subsidiando la pervivencia de empresas ineficientes, de empresas ruinosas. Pero ¿por qué
hoy en día los bancos no son capaces de hacer esto a una grandísima escala? Porque claro, si el banco
le paga intereses a una empresa, tipos de interés negativos, esos intereses que le paga el banco son
pérdidas que experimenta el banco. Si yo, en particular, le pago intereses a otra persona,
le pago intereses a un deudor, a mi deudor, tipo de interés negativo, yo pierdo esos intereses,
yo tengo esas pérdidas en forma de intereses. Por tanto, el banco, los bancos hoy en día no quieren
trasladar tipos de interés negativos a sus deudores, a sus empresas, porque si se los comen ellos,
pierden dinero. Ahora bien, ¿qué sucede si el banco es capaz de traspasarle ese muerto de los
tipos de interés negativos no a sus accionistas, sino a sus acreedores, es decir, a los ciudadanos
que mantienen depósitos en el banco? Imaginemos que el banco, como decía, les paga a las empresas
que están endeudadas con el banco un 2% de interés, es decir, que la empresa está pagando
un menos 2%, está cobrando el 2, está pagando el menos 2. Y a su vez, los bancos les dicen a
los depositantes, vais a tener que pagar cada año un 2,5% de intereses, me vais a tener que pagar
un 2,5% de intereses sobre vuestros depósitos. Es decir, los depositantes, en lugar de cobrar
intereses del banco, tipos de interés positivos, pagan intereses al banco, tipos de interés negativos.
Pues en ese caso, el banco le está pagando un 2% de intereses a las empresas deudoras del banco,
y a su vez está cobrando un 2,5% de intereses de los depositantes del banco. El mundo al revés,
lo normal sería que las empresas deudoras le pagaran intereses al banco y que el banco pagara
parte de sus intereses a los depositantes. Pero con tipos de interés negativos, como digo,
es al revés. Las empresas cobran intereses por estar endeudadas y quienes están financiando al banco,
los depositantes, las familias, pagan intereses al banco para que el banco no pierda dinero
cuando le paga los intereses a las empresas deudoras. ¿Por qué hoy esto no puede suceder? Pues porque,
evidentemente, si cualquier banco nos dice, oye, que vais a empezar a pagar un 2,5% de intereses por
vuestros depósitos cada año, ¿qué haría el grueso de la población ir al banco, sacar el dinero
y guardarlo en su casa? Porque hoy indistintamente pueden utilizar el efectivo, o los depósitos
bancarios, las cuentas corrientes para efectuar las transacciones diarias. ¿Pero qué sucede si
no existe efectivo? Que los ciudadanos no pueden sacar el dinero del banco. Los ciudadanos han de
mantener sus depósitos en el banco. Es la única forma, la única fuente que tienen de efectuar
sus pagos diarios, con lo cual se les podría trasladar integramente esos tipos de interés del
menos 2,5% o del menos 3%, del menos 4%, sin que ellos pudieran reaccionar de ningún modo.
Por consiguiente, la eliminación del dinero en efectivo es una forma de habilitar al sistema
financiero cartelizado y coordinado por el banco central y, por tanto, por los políticos para
expropiar la riqueza de los ahorradores, es decir, para expropiar la riqueza de las familias en
forma de depósitos bancarios para transferirle esa riqueza a las empresas ineficientes, a las
empresas zombificadas, a las empresas deudoras del sistema financiero. Se trataría de una
transferencia vampirizadora en favor de los deudores y a costa de los acreedores. Y además,
una transferencia vampirizadora para evitar reestructurar la economía para perpetuar empresas
ineficientes y que, por tanto, llevaría a que no surgieran de manera generalizada buenas inversiones
que permitan generar riqueza, que permitan generar bienestar para el conjunto de la población. Por
eso, eliminar el dinero en efectivo es un riesgo tanto político como económico, porque les otorga
a los políticos mucha información muy delicada sobre nuestras vidas y porque habilita al estabilismo
en político bancario a expropiar la riqueza de los ahorradores que mantenga al menos su riqueza
en los depósitos bancarios. Por supuesto, los tipos de interés negativos llevarían a potenciar
otras formas alternativas de atesorar en líquido nuestra riqueza. Muy probablemente llevarían
a que mucha gente empezara a explorar, por ejemplo, Bitcoin, es decir, un activo monetario que no es el
pasivo de ningún otro agente y que, por tanto, no es susceptible de confiscación a través de
tipos de interés negativos decretados políticamente. En Bitcoin nadie puede ordenar tipos de interés
negativos y, por tanto, nadie puede expropiar la riqueza que esté atesorada en Bitcoin. Pero
todos aquellos que se mantuvieran en el sistema financiero formal, todos aquellos que atesoraran
parte de su riqueza en el instrumento base que proporcionaría el sistema político económico
vigente como vehículo de atesoramiento, como vehículo también para saldar nuestras deudas
tributarias y, por tanto, un vehículo por el que habría que pasar si o si en determinado momento,
todos esos serían víctimas potenciales de una expropiación de esa riqueza por parte del poder
político. Ese es el auténtico objetivo de eliminar el dinero en efectivo, no controlar la propagación
de esta pandemia, sino expropiar nuestras libertades civiles y nuestras libertades económicas.
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