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El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, afirma que capitalismo significa privatizar
ganancias y privatizar pérdidas. Pero ¿realmente el gobierno de Biden está respetando esta
regla con el rescate a los depositantes del Silicon Valley Bank? Veámoslo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció en una rueda de prensa que su gobierno
iba a intervenir el Silicon Valley Bank y, al exponer los detalles de su intervención, dijo lo siguiente.
Los inversores invirtieron su dinero en unos activos que esperaban que les
proporcionaran una rentabilidad a cambio de asumir unos riesgos y, cuando esos riesgos
se materializaron en pérdidas, los inversores han perdido su dinero y, en consecuencia,
de la misma manera que las ganancias de los inversores son privadas, es decir,
los inversores retienen el dinero que ganan cuando invierten correctamente,
las pérdidas también han de ser privadas, es decir, esos inversores que asumieron riesgos
esperando obtener ganancias, si no obtienen ganancias, si no pérdidas,
han de sufrir en su totalidad esas pérdidas. Si yo tengo permitido asumir riesgos extraordinarios
persiguiendo rentabilidades extraordinarias, pero no tengo por qué hacerme cargo de las pérdidas
de los quebrantos que se deriven de esos riesgos extraordinarios que he asumido voluntariamente,
entonces es obvio que los inversores tenderán a adoptar, tenderán a asumir mucho más riesgo
del que deberían asumir. Tiro una moneda al aire, si sale cara gano, si sale cruz no pierdo,
en consecuencia, tiraré muchísimas monedas al aire. Esto es lo que se conoce como riesgo moral
y es un riesgo moral que derivaría, en este caso, de socializar las pérdidas privadas de
los inversores entre todos los contribuyentes. Por tanto, el gobierno de Joe Biden hace bien
en no rescatar a los inversores en el Silicon Valley Bank, es decir, hace bien en imputarles
todas las pérdidas a accionistas y abonistas, a aquellas personas que invirtieron en este banco
esperando obtener altas rentabilidades y, al final, lo que han obtenido son altas pérdidas
que, desde luego, tienen que comerse. Esto es algo que, por cierto, algunos hemos defendido desde
hace más de una década. Ninguna parte de la economía, tampoco el sistema financiero,
debería organizarse bajo el principio de beneficios privados, pérdidas socializadas,
o se socializan beneficios y se socializan pérdidas, o se privatizan beneficios y se
privatizan pérdidas. Y, evidentemente, el capitalismo liberal responde a este último principio.
Cada individuo se responsabiliza de las acciones que toma con el propósito de obtener ganancias.
Si ganas para ti, si pierdes también para ti. Y es que sí, algunos inversores, los accionistas y
los bonistas, lo van a perder todo. Pero otros inversores, como son los depositantes, aquellos
que mantenían una cuenta corriente en el Silicon Valley Bank, no lo van a perder todo. Al contrario,
van a ser rescatados al 100%. De hecho, si el gobierno de Biden no hubiese intervenido y
hubiese modificado las normas de resolución bancaria dentro de Estados Unidos, lo que habría sucedido
con el Silicon Valley Bank es algo bastante sencillo. De entrada y en principio, los accionistas lo
perderían todo, los bonistas lo perderían todo y los depositantes lo perderían todo, salvo 250.000
dólares por depósito que están garantizados por el FEDIC, por el Fondo de Garantía de Depósitos
de Estados Unidos. En realidad, a medio plazo ni siquiera habría sucedido exactamente esto. Los
activos de Silicon Valley Bank se habrían vendido en el mercado y los ingresos que se hubiesen
cosechado con la venta de los activos de Silicon Valley Bank se habrían distribuido entre bonistas
y depositantes, porque tanto bonistas como depositantes son acreedores. Y además,
esto es algo que aparece muy claramente en el contrato de depósito del Silicon Valley Bank.
Tal como podemos leer, nuestra relación contigo, entre el banco y el depositante,
será la relación que existe entre deudor y acreedor. En otras palabras, nosotros te debemos
la cantidad que figura en tu depósito sujeto a los términos del acuerdo de depósito. En otras
palabras, los depositantes son acreedores del banco y, por consiguiente, dentro de un concurso
de acreedores, el depositante no tiene preferencia en el recobro a partir de los activos frente al
bonista. Ambos están a un mismo nivel de relación en el cobro. Es más, el depositante podría
incluso estar en una posición subordinada frente a aquellos bonistas garantizados, es decir,
aquellos inversores que han adquirido bonos cuyo repago está garantizado por una cartera
específica de activos. Pues bien, lo que ha hecho Biden es alterar toda esta jerarquía de cobros. Ha
impuesto una prioridad absoluta de cobro de los depositantes frente a los bonistas, cualquiera
que sea el importe de los depósitos. Por tanto, serán accionistas y bonistas, será la ruina,
la descapitalización de estos dos colectivos del Silicon Valley Bank, la que sufrague gran parte del
rescate a los depositantes que ha articulado el gobierno de Biden. ¡Qué cuidado! Me parece mucho
mejor que sean accionistas y bonistas quienes paguen el rescate de los depositantes a que sean
los contribuyentes, porque los contribuyentes no tienen absolutamente ninguna responsabilidad en
lo que se cocía en el Silicon Valley Bank. En cambio, accionistas y bonistas sí tienen una
responsabilidad más directa o más indirecta, pero en todo caso, una responsabilidad en cómo se ha
administrado el Silicon Valley Bank. Y por tanto, antes que los contribuyentes, quienes tienen que
pagar, sin duda, son accionistas y bonistas. Pero el punto sigue siendo por qué los depositantes
no tienen que pagar también, al menos en parte. ¿Por qué? Si una empresa como Circle, la compañía
emisora de la stablecoin USDC, tiene más de 3.000 millones de dólares en depósitos en el Silicon
Valley Bank, ¿por qué esta compañía no ha de sufrir ningún tipo de quita sobre sus depósitos?
Y en cambio, un inversor que haya comprado un bono a un año del Silicon Valley Bank, quizá por 100.000
o 200.000 dólares, tiene que sufrir una quita del 100% sobre el importe de ese bono. Al final,
lo que está imponiendo el gobierno de Biden es que las acciones y los bonos son instrumentos
arriesgados y los depósitos son instrumentos sin riesgo. El problema es que los depósitos
siguen siendo un pasivo de la entidad financiera, es decir, siguen siendo una fuente de financiación
del banco. Con la financiación que obtiene vía depósitos, el banco sufraga operaciones de
inversión. Sufraga, por ejemplo, la concesión de préstamos o la adquisición de activos financieros
como deuda pública o deuda hipotecaria. Y si los depositantes en ninguna cantidad sufren ningún
tipo de responsabilidad por el hecho de estar financiando a un banco, ese banco puede utilizar
la financiación que capta de los depositantes para cometer cuálesquiera locuras financieras.
Imaginemos el siguiente modelo de negocio. Yo monto un banco con 10 euros de fondos propios,
capto depósitos, ofrezco a los depositantes un 2, un 3% de rentabilidad sobre los depósitos. La
financiación que obtengo con los depósitos la dirijo a invertir en hipotecas suprime de la
peor calidad posible que están pagando un 10, un 12, un 13% de interés o incluso en instrumentos
más arriesgados, bonos basura de empresas que estén pagando el 20, 30 o 40% de tipos de interés
o deuda soberana de gobiernos bananeros que estén pagando igualmente el 20, 30 o 40% de tipos de
interés. Si finalmente esos gobiernos, esas empresas en dificultades financieras, los hipotecados
me terminan pagando lo que les he prestado, todos esos gigantescos beneficios me los apropio yo que
he montado el banco con 10 euros de capital. Y si en cambio, como es en gran medida previsible,
muchos de esos préstamos que he efectuado a empresas, a gobiernos, a familias sin capacidad
de repago, si muchos de esos préstamos terminan impagándose, yo como accionista del banco perderé
10 euros. Pero ¿quién se comerá todas las otras pérdidas derivadas de mis malas inversiones?
Los depositantes no, a pesar de que han sido ellos quienes han posibilitado que yo invirtiera en todo
esto, porque ellos me han dado la financiación al 2 o al 3% para que yo cometa todas estas locuras.
Pero si los depositantes no tienen ninguna responsabilidad y se los rescata siempre al
100%, ¿quién terminará pagando todo esto? Pues o bien otros bancos, que es el modelo que ha
impuesto Biden, o en última instancia, si no se puede pagar a través de otros bancos,
quien sin duda lo pagará es el contribuyente. En realidad, el exagerado modelo de negocio que
os he expuesto hace unos minutos no sería posible dentro del marco regulatorio que tenemos hoy.
El acuerdo de Basilea 3 impediría crear un banco con tan poco capital, con tan pocos fondos propios.
Si quiero asumir mucho riesgo como el que estaba asumiendo, necesitaré, según este marco
regulatorio, mucho más capital. Pero ubicándonos dentro de esta regulación, si podemos extremar el
riesgo que estamos asumiendo gracias a la financiación que obtenemos de los depósitos.
Por tanto, en el margen y bordeando la regulación, sí es posible el riesgo moral. Y ese riesgo moral,
sin duda, se ve impulsado, se ve recompensado si a los depositantes se les rescata plenamente.
Porque en ese caso, los depositantes no van a tener ningún celo a la hora de vigilar si el
banco en el que mantienen sus depósitos está adoptando una estrategia de negocio viable,
sostenible a largo plazo o no lo está haciendo. Y muchos podréis pensar, bueno, pero es que las
familias, los pequeños inversores no saben valorar si un banco está desarrollando un
modelo de negocio sostenible o insostenible. No tienen los conocimientos financieros suficientes
para hacerlo. Por tanto, en cualquier caso, no retirarán sus depósitos, haga lo que haga el
banco con ellos. Pero recordemos que el gobierno de Biden no solo ha rescatado a pequeños depositantes,
también ha rescatado a grandes y gigantescos depositantes. Empresas que tenían cientos o miles
de millones de dólares depositados en el Silicon Valley Bank. Y estas empresas, sin duda alguna,
sí poseen conocimientos financieros suficientes para enjuiciar si la estrategia que estaba
desarrollando el Silicon Valley Bank era sostenible o no lo era. Y si esas compañías
depositantes en el Silicon Valley Bank se despreocupan de lo que haga el Silicon Valley Bank con la
financiación que le están dando, sin duda deberían ser corresponsables. Y, precisamente,
si se las vuelve corresponsables y si, por tanto, se ponen a vigilar, a supervisar qué está haciendo
aquel banco al que le proporcionan financiación, se observan que ese banco está adoptando una
estrategia de negocio demasiado arriesgada, demasiado peligrosa, que pone en riesgo la
capacidad de repago de los depósitos por parte de ese banco. Si esas grandes empresas empiezan
a retirar los depósitos del banco porque ya no se fían del banco, después de las grandes
empresas vendrán los pequeños depositantes que, por si acaso, y dado que una gran empresa que
tiene mejor información que yo lo está retirando, muchos de ellos también empezarían a retirarlos,
es decir, se fraguaría un pánico bancario. Los depositantes retirarían rápidamente la
financiación que le están otorgando al banco, tan pronto como algunos de los grandes depositantes,
responsables financieramente frente a un concurso de acreedores, tan pronto como esos grandes
depositantes retiren sus depósitos por no fiarse del banco. Y el hecho de que el banco sepa que
se adopta una estrategia de negocio demasiado arriesgada, demasiado peligrosa, va a ir seguida
de una fuga de depósitos, primero de los grandes depositantes y después de los pequeños depositantes,
constriñe justamente la capacidad de ese banco para financiar locuras, diga lo que diga la
regulación. El mejor contrapeso contra la irresponsabilidad de los bancos es la amenaza
creíble de que van a entrar en suspensión de pagos y de que, por tanto, los accionistas y
los acreedores lo pueden terminar perdiendo todo. Protegiendo a todos los depositantes por el 100%
de sus depósitos, lo único que se consigue es que esos depositantes no vigilen, no supervisen,
la labor financiera del banco. Es decir, lo único que consigue es que las suspensiones de pagos de
los bancos se retrasen en el tiempo y que mientras tanto sigan acumulando más y más y más basura,
más y más estrategias financieras erróneas en sus balances. De hecho, la única forma de evitar
esto es que el Estado supervise en mayor medida a los bancos. Si no supervisan los depositantes y
no retiran sus depósitos estrangulando financieramente al banco cuando éste se comporta mal,
quienes tendrán que supervisar a los bancos serán los supervisores estatales. Los mismos
supervisores estatales que no han hecho precisamente una magnífica labor en esta crisis ni tampoco en
ninguna de las anteriores. Y es que al final una supervisión descentralizada, la supervisión de
miles o de millones de depositantes sobre lo que hace bien o sobre lo que hace mal aquel banco
al que esos depositantes están financiando con sus depósitos, esa supervisión descentralizada
y continuada es muy superior a la supervisión centralizada y esporádica en el tiempo que
puedan efectuar los supervisores estatales. Pero al rescatar al 100% de los depositantes por el
100% de sus depósitos, lo que se está haciendo es desincentivar claramente que los depositantes
supervisen al banco, ni siquiera ya a los grandes depositantes, y se le entrega todo ese poder y
todo ese deber de supervisión al Estado. En definitiva, sí, capitalismo es privatizar
las ganancias y privatizar las pérdidas y en ese sentido hay que celebrar que Joe Biden, al menos
de momento, se haya opuesto a socializar las pérdidas del Silicon Valley Bank y de otros
bancos regionales de Estados Unidos en una situación similar, se haya opuesto a socializar
esas pérdidas entre todos los contribuyentes. Pero es que las pérdidas han de privatizarse entre
todos aquellos que suministran financiación al banco que ha quebrado y todos los que
suministran financiación a un banco son accionistas, bonistas y depositantes.