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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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La vicepresidenta segunda del Gobierno de España Yolanda Díaz ha escrito un nuevo prólogo
para el manifiesto comunista de Carlos Marx y Federico Engels en el que califica ese texto,
el manifiesto comunista de texto fraternal. Pero, ¿realmente el pensamiento marxista
fue una prédica de la fraternidad? Analicémoslo.
Esta semana, la editorial Galaxia Gutemberg ha publicado una nueva edición del manifiesto
comunista de Carlos Marx y Federico Engels que viene prologada por la vicepresidenta segunda
del Gobierno de España Yolanda Díaz. El texto de Yolanda Díaz la verdad es que no aporta nada
demasiado novedoso con respecto a la exègisis habitual del marxismo, del pensamiento marxista.
Básicamente que Marx reveló las auténticas costuras del capitalismo, las auténticas
relaciones de explotación en las que se fundamentaba el capitalismo, que estaban siendo ocultas,
que estaban siendo enmascaradas por la economía burguesa de su tiempo. Marx descubrió la esencia
detrás de la forma amigable que tiene el capitalismo para los economistas burgueses.
Hasta ahí ninguna novedad realmente relevante. Pero ha habido un párrafo de este prólogo
escrito por Yolanda Díaz que sí ha llamado poderosamente mi atención y es el párrafo sobre
el que quería reflexionar hoy. Dice Yolanda Díaz, el manifiesto comunista es un texto de propaganda,
político, convendría en olvidarlo. Y, sin embargo, sorprende en él su alma literaria,
su estilo límpido, assertivo, en el que se transparentan las cuatro manos de dos amigos,
entrelazando sus juicios y sus anhelos. De nuevo, hasta aquí nos podrá gustar más o menos el estilo,
pero nada demasiado criticable, porque tampoco dice nada demasiado sustancial.
Aquí es donde empieza lo que a mi juicio, si es mucho más discutible, dice Yolanda Díaz.
Es un texto fraternal, no solo por su factura compartida, sino también por su carácter de
carta abierta a la humanidad y a las clases trabajadoras. El pensamiento marxista, dejando de
lado si es correcto o no es correcto, podrá ser muchas cosas, pero, desde luego, si algo no es,
es un pensamiento fraternal. En la base del pensamiento marxista encontramos la idea de que
la historia de la humanidad es una idea de explotadores y explotados, una historia a lo largo
de la cual los explotados tratan de emanciparse de los explotadores. Y es ese proceso de explotación
y de intentos de emancipación de los explotados frente a los explotadores, lo que pone en
movimiento la historia, lo que hace avanzar la historia y lo que nos puede conducir al propio
fin de la historia, donde las relaciones de explotación y, por tanto, las clases sociales,
clases sociales explotadoras y clases sociales explotadas, desaparezcan. Por eso Marx y Engels,
en el propio manifiesto comunista que está prologando Yolanda Díaz, dice que la historia de
todas las sociedades existentes hasta la fecha es la historia de la lucha de clases, porque el motor
de la historia es la lucha de clases, es el antagonismo, no la fraternidad, el antagonismo
entre las clases explotadoras y las clases explotadas. El problema de Marx no es que diagnostique que a
lo largo de la historia de la humanidad ha habido explotación, o que en gran medida a día de hoy
sigue habiendo explotación, incluso estructuras concebidas para explotar al hombre por parte de
otros hombres. Ese no es el problema, evidentemente que en la historia de la humanidad, incluso en la
historia de la evolución de los sedes vivos, existe explotación, es decir, existe parasitismo de
unos organismos sobre otros. El problema de Marx es interpretar que toda relación social,
que no se desarrolle en las idealizadas condiciones que prescribe Marx, básicamente que el ser humano
no tenga ninguna necesidad insatisfecha, es decir, que el ser humano tenga sus necesidades todas,
sus necesidades plenamente colmadas y, por tanto, no sea siervo ni de otros sedes humanos ni tampoco
de la naturaleza. El problema es interpretar que cuando no se dan estas idealizadas e irreales
condiciones sociales, entonces toda relación, o gran parte de las relaciones que se establezcan
entre dos o más personas, han de ser relaciones en las que necesariamente haya explotación. Si
alguna de las partes entra en esa relación social porque tiene necesidades insatisfechas,
porque se ve empujada, presionada a relacionarse con otras personas porque tiene necesidades
insatisfechas, entonces ahí tenemos el germen de la explotación, cuando justamente las personas
nos relacionamos porque tenemos alguna necesidad insatisfecha que creemos que podemos llegar a
satisfacer a través de esa relación, a través de tender puentes hacia otras personas con esas
relaciones sociales. Por eso, cuando Marx reinterpreta el capitalismo desde la óptica ideológica de
la explotación, lo que está no es introduciendo fraternidad en las relaciones entre capitalistas
y trabajadores, sino que está introduciendo conflictividad. Lo que les está diciendo a
los trabajadores es, sed conscientes de que esos otros señores que os están contratando en el fondo
os están robando, os están explotando, porque sois vosotros los que producís la totalidad del
valor y ellos, que no aportan absolutamente nada al proceso productivo, se están quedando con parte
del valor que vosotros producís. Por tanto, el valor que producís vosotros y que se están
quedando ellos sin hacer nada valioso para quedárselo es un valor que os están arrebatando y
esa es la explotación de la que os tenéis que emancipar y para emanciparos os tenéis que juntar
con otros trabajadores, adquirir conciencia de clase y revelaros contra el modo de producción
capitalista, que es el que consolida unas relaciones sociales de producción que son
inherentemente explotadoras hacia la clase proletaria. Pero esa no es ni mucho menos la
única interpretación posible de lo que sucede en el capitalismo, de hecho mi juicio no es ni
mucho menos la interpretación correcta, lo que más llamaba los economistas burgueses de su época,
o a los que llamaría hoy los economistas burgueses predominantes en el mundo presente,
esos economistas interpretaban las relaciones sociales de producción del capitalismo de otra
manera. Lo que interpretaban es que capital y trabajo eran los dos factores productivos
complementarios que se tenían que coadyubar el capital al trabajo y el trabajo al capital para
producir conjuntamente riqueza para ambos factores productivos. Es verdad que, como decía Marx,
el capital sin el trabajo no puede producir o no puede producir prácticamente nada,
pero también es verdad que el trabajo sin el capital apenas puede producir una cantidad de
bienes que dan para la mera subsistencia y en muchas ocasiones ni siquiera eso del trabajador.
Por consiguiente, capital y trabajo se necesitan mutuamente, son interdependientes y son interdependientes
porque, repito, son factores complementarios de producción. Se unen los dos para producir
conjuntamente algo y luego se reparten, en función de su contribución relativa a la
producción de ese algo, se reparten los frutos de esa producción conjunta. Por supuesto,
siempre que dos factores productivos, sea capital y trabajo, o sea trabajo y trabajo,
es decir, imaginemos un equipo de trabajadores que producen, entre todos ellos, una determinada
cantidad de mercancías, siempre que diversos factores productivos complementarios producen
algo en conjunto, va a haber un cierto conflicto a la hora de repartirse, entre ellos, esa producción
conjunta, porque básicamente si alguno de los factores productivos que ha contribuido
a producir una determinada cantidad de bienes obtiene mayor cantidad, mayor cuota, mayor
porción de esos bienes que han sido producidos entre todos, el resto que han contribuido
también a producir esos bienes necesariamente obtendrán una menor porción. Es decir, una
vez los bienes han sido producidos, el reparto de los mismos entre los factores productivos
complementarios que han contribuido a fabricarlos necesariamente es un juego de suma cero. Si
un factor productivo, si un trabajador, si un capitalista obtiene más del producto final,
es que otro trabajador, otro capitalista, obtiene menos y ahí está claramente el germen
de un cierto conflicto. Unos dirán, yo he trabajado más que tú, mi aportación ha
sido más valiosa que la tuya para obtener una mayor cuota del producto final.
Y los otros no aceptarán esos argumentos, de hecho darán los suyos propios para recibir
también una mayor cuota. Es decir, una vez se ha producido el bien, si existe o si puede
existir un cierto conflicto en los términos del reparto de ese bien. Pero ese conflicto
final a la hora de repartir un bien entre todos los que lo hemos producido no debería
opacar la circunstancia, el hecho incuestionable de que la cooperación de todos los que hemos
producido ese bien ha sido beneficiosa para todos. Porque si todos hemos sido relativamente
indispensables, cada uno con su aportación relativa para producir ese bien, lo cierto
es que si alguien no hubiese cooperado no habríamos conseguido producir ese bien o en
todo caso habríamos producido muchísimo menos. Por tanto, antes de producir el bien, la cooperación
entre todos los factores productivos es mutuamente beneficiosa para todos, porque a través de
la cooperación, a través de la complementaridad entre capital y trabajo, entre trabajo y trabajo,
se consigue una mayor producción conjunta. Una vez hemos producido, claro, puede surgir
el conflicto, como decía, en cómo repartimos entre todos los que hemos contribuido a producir
este bien como repartimos el bien. Pero ese conflicto final no debería ocultar el enorme
beneficio que existe desde el principio a la hora de cooperar para generar excedente
productivo entre todos los que cooperamos. En cierta medida, esto es como las relaciones
sentimentales de pareja. Para vivir en pareja, ambas partes se tienen que sacrificar en
beneficio de la otra. Por ejemplo, mantén cidelidad, por ejemplo, no dilapides todo
tu dinero, mantén un cierto dinero para el hogar familiar, etcétera, etcétera, etcétera.
Es decir, vivir en pareja impone a cada una de las partes sacrificios, como decía, en
favor de la otra. Pero esos sacrificios se imponen porque ambas partes consideran que
alcanzan un bien superior, que es la vida cordial en pareja.
Uno puede, por tanto, interpretar las relaciones sentimentales de pareja desde la perspectiva
de la conflictividad, que existirá, claro que existe conflicto, una parte de la pareja
vive oprimida por la otra parte o puede analizar las relaciones de pareja desde la perspectiva
de la fraternidad. Es decir, las dos personas conforman un proyecto común de vida, cada
uno eso sí tiene que adoptar sacrificios en favor de la otra parte o más bien en favor
de la vida conjunta en pareja, pero al final esa unión en pareja mejora el proyecto de
vida de cada una de las partes de esa pareja. Como digo, uno puede interpretar esa relación
en clave conflictividad o en clave fraternidad. Y Marx interpretó esa relación, o más bien
las relaciones sociales de producción, desde la óptica de la conflictividad, no desde
la óptica de la fraternidad. Marx sería como aquella persona que le está susurrando
todo el día a una de las partes de la pareja, diciéndole, tienes que romper con la otra
parte porque fíjate tú cuánto ha cambiado tu vida desde que te has juntado con la otra
persona en pareja, has renunciado a tu individualidad, no eres realmente libre, vives oprimido
por la otra parte, por tanto, toda relación en pareja es necesariamente una situación
de explotación y te tienes que emancipar rompiendo las cadenas y rompiendo con la
otra persona. Con esto no quiero decir que no existan claro relaciones tóxicas de pareja,
pero no toda relación de pareja es necesariamente tóxica, y Marx sí interpretaba toda relación
obrero capitalista como una relación tóxica, como una relación de explotación del capitalista
hacia el obrero. Y claro, si tú extiendes, si tú popularizas
el mensaje de que el capitalista explota al obrero, como si extendieras el mensaje de
que el hombre en una pareja necesariamente explota o prime a la mujer, lo que contribuirías
a hacer es generar conflictividad entre las dos partes de esa relación, entre los dos
grupos de esa posible relación, entre el capitalista y el obrero, entre el hombre y la mujer
en una pareja heterosexual. Que los marxistas podrán creer que está muy bien extender
la conflictividad entre ambas partes, porque si el capitalista es un parásito y explota
al obrero, pues mejor que el obrero adquiera conciencia de ello y se revele contra el capitalista.
Pero lo que no nos pueden vender en absoluto es que al difundir este tipo de ideas, están
tratando de difundir la fraternidad en las relaciones sociales. En absoluto, Marx inocula
el virus de la conflictividad social dentro del capitalismo. No el virus de la fraternidad
en las relaciones sociales de producción, sino el virus del antagonismo permanente hasta
que una clase, la clase proletaria aplaste, destroce, destruya, aniquile a la clase capitalista
y se convierta en la dictadura del proletariado en una clase dominante que articule la transición
hacia una sociedad sin clases.
¿Acaso Yolanda Díaz puede intentar salvar su prólogo diciendo que Marx se apeló a
la fraternidad dentro de la clase proletaria? No entre clases sociales, donde ahí sí existe
un evidente antagonismo, pero sí dentro de la clase proletaria. Pero eso sería tanto
como decir que un racista supremacista propugna la fraternidad porque dentro de la raza elegida,
dentro de la raza superior, ese racista sí predica a fraternidad, pero sólo predica
a conflictividad desde esa raza hacia todas las demás. No creo que eso se calificara
desde el sentido común de ideología fraternal en ninguna de las acepciones del término.
O quizá Yolanda Díaz también intenta salvar su prólogo diciendo que como el objetivo
último, como el fin de la historia es una sociedad sin clases, entonces sí habrá relaciones
fraternas, lo cual también sería lo mismo que decir que una vez la raza dominante haya
aniquilado a todas las demás, como ya sólo quedará la raza superior y dominante, entonces
a ella podremos tener relaciones fraternas. De hecho, en realidad la sociedad sin clases
sería un continuo de revolución permanente, porque en la medida en que cualquier persona
quisiera desarrollar comportamientos que son perfectamente pacíficos, pero incompatibles
con el orden social de esa sociedad sin clases, por ejemplo, una persona que ahorra su salario
y que con ese ahorro quiere montar una empresa y en esa empresa contratara trabajadores y
no pagarles, evidentemente, la totalidad de los ingresos de la empresa, porque parte
de la productividad de la empresa viene de su ahorro y de la creación de capital a
través de su ahorro, pues en la medida en que eso pueda llegar a emerger, pueda llegar
a nacer desde una sociedad sin clases, eso debe ser aplastado porque esos comportamientos
que, repito, son perfectamente pacíficos y respetuosos con la libertad del resto de
las personas, Marx lo ha interpretado o reinterpretado desde la perspectiva de la conflictividad
y por tanto es algo que debe ser continuamente reprimido para no reestablecer el antiguo
orden burgues.
En definitiva, Yolanda Díaz, no te equivoques, Marx no fue el teórico sobre una posible
fraternidad humana universal, más bien fue el apologista sobre que las relaciones humanas
eran inevitablemente conflictivas.