This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
¿Puede Europa a corto plazo prescindir del gas ruso?
Muy complicado. ¿Por qué?
Veámoslo.
Las finanzas de Rusia, desde luego, dependen en gran medida de Europa.
Si Europa deja de comprar el petróleo o el gas ruso,
sin duda, Rusia sufrirá de manera muy considerable.
Pero al mismo tiempo, Europa también depende energéticamente del gas ruso.
No es sencillo, a corto plazo, buscar alternativas al gas ruso.
Ni siquiera el gas licuado estadounidense.
Vamos a explicar por qué.
En primer lugar, la Unión Europea consume anualmente 450.000 millones de metros cúbicos de gas.
¿Y cuánto gas produce internamente en la Unión Europea?
Apenas 75.000 millones.
Es decir, que cada año tenemos que importar alrededor de 400.000 millones de metros cúbicos de gas.
Démonos cuenta de que esto no siempre ha sido así.
Démonos cuenta de que esto no siempre ha sido así.
A principios del siglo XXI, la Unión Europea producía alrededor de 250.000 millones de metros cúbicos de gas.
Sin embargo, como desde entonces no se ha invertido nada en incrementar la capacidad de producción doméstica interna de gas,
hemos tenido que ir importando la diferencia.
Pues bien, de esos 400.000 millones de metros cúbicos de gas que importamos cada año,
aproximadamente la mitad, un poco menos de la mitad, pero aproximadamente la mitad,
200.000 millones de metros cúbicos, procede de Rusia.
¿Podemos reemplazar esas importaciones de gas ruso por volumen de 175.000, 200.000 millones de metros cúbicos de gas por otras fuentes?
En esencia, ¿podemos reemplazar el gas ruso por el gas licuado que estamos importando desde Estados Unidos?
Pues solo de manera muy limitada.
Para poder utilizar el gas licuado necesitamos regasificarlo, necesitamos transformarlo en gas natural.
¿Y cuál es la capacidad regasificadora que tiene Europa?
Pues la podemos observar en el siguiente gráfico.
Europa tiene una capacidad de regasificación de 240.000 millones de metros cúbicos de gas al año.
Por tanto, buenas noticias.
Si importamos 200.000 millones de Rusia y tenemos capacidad de regasificar 240.000 millones,
al margen de que todo el proceso de importación y regasificación del gas licuado pueda terminar saliendo más caro que la importación del gas ruso,
al menos parece existir capacidad para reemplazar el volumen que importamos de gas ruso por gas licuado importado desde Estados Unidos.
Sin embargo, este gráfico presenta un espejismo.
Y es que si nos fijamos bien, casi un tercio de toda esa capacidad de regasificación está precisamente en España.
Y el problema que tenemos es que no hay un gasoducto que conecte a España con el centro de Europa.
Por tanto, sí, podemos regasificar el gas licuado en España, pero no lo podemos transportar ya convertido en gas natural al resto de Europa.
Por tanto, sí, España puede importar gas licuado y abastecerse a sí misma, pero el resto de Europa no puede abastecerse a través de las regasificadoras españolas.
Pero es que además existe otro problema y es que gran parte de la capacidad de regasificación que tenemos instalada en Europa es una capacidad que ya estamos utilizando,
que ya estamos empleando para nuestro abastecimiento regular de gas natural.
Europa importa cada año más de 100.000 millones de metros cúbicos de gas licuado de muy diversos países y esa importación forma parte de su suministro regular, de su suministro habitual de gas natural.
Por consiguiente, la capacidad ociosa, la capacidad disponible de regasificación que tenemos, no son 240.000 millones, sino 240.000 millones de metros cúbicos menos los 100.000 millones de metros cúbicos que ya estamos regasificando,
que ya estamos utilizando regularmente en la actualidad.
Por consiguiente, la capacidad neta de regasificación adicional que tenemos, aún olvidándonos del problema de España, que es un problema muy serio, es de 140.000 millones de metros cúbicos de gas.
Importamos desde Rusia 175.000, 200.000 millones de metros cúbicos de gas y la capacidad neta ociosa que tenemos de regasificar gas licuado es, como mucho, siendo optimistas, 140.000 millones de metros cúbicos de gas, insuficiente.
Pero es que además existe otro problema. Puede el mercado mundial de gas natural licuado producir 200.000 millones de metros cúbicos de gas licuado adicionales a los que ya está produciendo, para que los pueda comprar Europa, pues es bastante dudoso.
A menos que exista una enorme capacidad ociosa en el conjunto del planeta para producir gas licuado, no parece que esto sea muy sencillo a corto plazo. Fijémonos en cuál es la distribución del mercado mundial de gas licuado ahora mismo.
Prácticamente todo el gas licuado lo está comprando Asia, casi 400.000 millones de metros cúbicos de gas licuado. Pero es que entre Europa, América y el resto del mundo apenas están importando 135.000 millones de metros cúbicos de gas licuado.
Por consiguiente ya digo, a menos que haya una inmensa capacidad ociosa en este mercado, no parece que se puedan producir de golpe 200.000 millones de metros cúbicos de gas licuado, con lo cual Europa tendría que sobrepujar por ese gas licuado para que en lugar de que vaya a parar Asia, vaya a parar a Europa.
Pero es que el volumen que necesitamos es tan grande que equivaldría a que China y Japón dejaran de importar totalmente gas licuado para que se lo pudiera quedar Europa. Nuevamente, improbable.
Por consiguiente, vemos que a corto plazo es muy complicado reemplazar el gas ruso a través de gas licuado. Ni tenemos infraestructura regasificadora, ni tenemos gasoductos que conecten las distintas partes de Europa, ni tampoco parece que en el mercado mundial de gas licuado vaya a haber una enorme capacidad para incrementar en un tercio, en un 40% la producción global de gas licuado.
Ahora bien, y para que no todo sean malas noticias, hay dos factores adicionales que hay que tener en cuenta y que contribuirían a facilitar la sustitución del gas ruso por parte de Europa. El primer factor es la distribución en la demanda de gas.
Un tercio de todo el gas que consumimos en Europa va a parar a las familias, que lo consumen sobre todo durante los meses de invierno, otro tercio va a parar a la industria y el último tercio va a parar al sistema eléctrico para generar electricidad a través de gas.
Si somos capaces de reemplazar a corto plazo el consumo de gas que efectúa el sistema eléctrico un tercio del total por otras vías, por ejemplo a través del carbón, entonces nuestra demanda de gas y también por tanto de gas ruso será bastante menor.
Estamos hablando, repito, de que un tercio de todo el gas que consumimos, alrededor de 60.000 millones de metros cúbicos anuales, va a parar al sistema eléctrico. El gas que consumen las familias y la industria es bastante más difícil de sustituir.
Sin embargo, aquí encontramos la segunda buena noticia. La mayor parte del consumo de gas por parte de las familias se concentra en los meses de invierno. Si ya estamos superando el invierno y por tanto si nos vamos a adentrar a meses más calurosos, el consumo de gas, ese tercio de consumo de gas de las familias ya lo habremos consumido durante el presente año.
Por tanto, solo nos quedaría el tercio de gas que consume la industria y es así si lo podríamos reemplazar, por ejemplo, a través de las importaciones de gas licuado.
Es decir, que Europa y el mundo tendrían todavía unos nueve meses para prepararse, para readaptarse al próximo invierno, que es cuando se podrían producir los mayores desabastecimientos de gas, si es que las tensiones entre la Unión Europea y Rusia permanecen para entonces.
Por tanto, tenemos cierto tiempo para readaptarnos, aunque todas las infraestructuras que necesitamos para ello, previsiblemente van a tardar más de nueve meses en ser construidas.
En definitiva, no es nada sencillo reemplazar el gas ruso por gas licuado, porque ni tenemos infraestructura nosotros. Para consumirlo, ni el resto del mundo tiene infraestructura para producirlo.
Si en algún momento renunciamos al gas ruso, será probablemente a costa de cierto racionamiento del consumo por parte de familias y por parte de la industria, es decir, parones industriales, porque no habrá suficiente gas, y priorización del consumo de gas para determinados usos familiares y no para otros.
Un enorme quebradero de cabeza que además no pensemos que infligiría un gran daño al Kremlin, porque en contra de lo que podríamos suponer, la mayor parte de los ingresos energéticos por parte de Rusia no proceden de la exportación de gas natural, sino que proceden de la exportación de petróleo.
Concretamente, en el año 2021, el conjunto de exportaciones energéticas por parte de Rusia ascendieron a unos 250.000 millones de dólares. De esos 250.000 millones de dólares, apenas 50.000 millones eran exportaciones de gas.
Tal vez suceda que bloqueando las importaciones a Europa del gas ruso nos causemos a nosotros mismos más daño del que le causemos a Rusia.