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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Seguro que en más de una ocasión he escuchado que a comienzos de los 80 con los gobiernos
de Reagan, Estados Unidos y de Tatcher en Reino Unido, comenzó algo que podríamos
denominar la era neoliberal, una era donde el estado que había tenido un elevado tamaño
durante los 60 y los 70 y que había grabado de manera muy intensa a los ricos para redistribuir
ingentes cantidades de dinero hacia los sectores más desfavorecidos de la sociedad, ese estado
que hasta entonces era gigantesco y muy redistributivo empezó a chicarse, empezó a reducirse, empezó
a contraerse a través de privatizaciones muy variadas, de recortes, omnipresentes,
todo para poder bajar impuestos especialmente a los más ricos y a las empresas.
Esta narrativa incluso se ha complementado por parte de algunos autores con la famosa
doctrina del shock. La doctrina del shock es una conspiración de los sectores más
acaudalados de una sociedad para generar una situación de emergencia ficticia que justifique
recortes del gasto extraordinario por el estado. Por tanto, la era neoliberal de los
últimos 40 años vendría a coincidir con un periodo de desarme, de retroceso, de desaparición
del estado y con una rebaja de los impuestos, consecuente, rebaja de los impuestos a los
sectores más ricos de la sociedad. El problema de esta narrativa, de la narrativa
de la era neoliberal, del auge del neoliberalismo, del retroceso del estado es que casa muy
mal con los datos. Sin ir demasiado lejos, hace unos días, la OCDE, la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico, publicó sus estadísticas de presión fiscal
para el año 2017, es decir, publicó su estimación de cuáles son los ingresos públicos sobre
el PIB de los distintos países que conforman esta organización. Países tan desarrollados
y por tanto tan cercanos al nuestro, como pueden ser Australia, Austria, Bélgica, Canadá,
Chile, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría,
Islandia, Israel, Irlanda, Italia, Japón, Corea del Sur, Letonia, Lituania, Luxemburgo,
México, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, Portugal, Slovakia, Slovenia, España,
Suecia, Suiza, Turquía, Reino Unido o Estados Unidos. Países, por tanto, bastante representativos
de lo que podríamos llamar el mundo desarrollado o las economías desarrolladas, ese conjunto
de países en los que supuestamente, ya digo, en los últimos 40 años prevaleció algo
así como el neoliberalismo, como el retroceso forzado del Estado en nuestras sociedades.
Pues bien, ¿qué nos dicen estos datos que acaba de publicar la OCDE? Pues que la narrativa
de que en los últimos 40 años hemos vivido algo similar a una era neoliberal es totalmente
falsa. Si miramos el siguiente gráfico, gráfico que recoge la estimación de presión fiscal
en la OCDE, comprobaremos que el Estado, desde el año 1965, no se ha reducido jamás, no
ha retrocedido jamás. Entre el año 1965 y el año 80 es verdad que aumenta significativamente
su peso y es verdad que a partir del año 80 ese ritmo frenético de incremento del tamaño
del sector público en nuestra sociedad o de la rapiña fiscal que genera el Estado sobre
nuestra sociedad es verdad que a partir del año 80 no sigue aumentando tan rápido. La
presión fiscal de la OCDE a partir del año 80 básicamente crece del 30% al 33%. Pero
eso no significa que a partir del año 80 la presión fiscal y el tamaño del Estado se
haya reducido lo más mínimo. Al contrario, lo que vemos es que a partir del año 80 el
Estado sigue creciendo. Los recursos que el Estado extrae de la sociedad siguen aumentando
tanto en términos absolutos como en términos relativos, como en relación al PIB. Tan es
así, y este es el dato quizá más llamativo de este informe, que en el año 2017 la presión
fiscal dentro de la OCDE alcanzó su máximo histórico, el 34,2% del PIB. En ningún otro
momento de la historia, ni antes ni después de la llamada era neoliberal, el Estado ha
extraído fiscalmente tantos recursos de la sociedad como los que extrae ahora mismo.
En algunos estados, en algunas sociedades como Francia, esta presión fiscal de hecho
se acerca al 50% del PIB. Es decir, casi la mitad de todo lo que producen los franceses
les es arrebatado impositivamente por el Estado francés. Y conste que la presión fiscal no
mide la totalidad de los ingresos públicos. Los estados tienen otros ingresos más allá
de los impuestos, por ejemplo las tasas, los precios públicos o incluso las rentas de
parte de su propiedad estatal. Si sumáramos no solo los ingresos fiscales, sino también
el resto de ingresos públicos, el tamaño total del Estado en sociedad o los recursos
totales que obtiene el Estado a costa de la sociedad sería todavía mayor. En el caso
de Francia, por ejemplo, esta cifra supera el 56% del PIB. Por consiguiente, es totalmente
falaz, es totalmente engañoso hablar de una era neoliberal a partir del año 80. El Estado
no ha retrocedido en la OCDE, no se ha vuelto más pequeño en ningún momento a partir del
año 80. En algunos países como España, la presión fiscal que padecen los ciudadanos
ha aumentado de manera extraordinaria. En el año 1965, la presión fiscal que soportaban
los españoles apenas superaba el 14% del PIB. En cambio, en el año 2017 prácticamente
era del 34% del PIB. Es decir, en poco más de 50 años la presión fiscal sea más que
duplicado. Esto no tiene nada que ver con ninguna revolución neoliberal, sino con todo
lo contrario, con la consolidación de la socialdemocracia del Estado máximo que propunan
los socialdemócratas dentro de nuestras sociedades. Claro que quizá algunos podrían
pensar que este incremento del tamaño del Estado, de la extracción social que genera
el Estado, se ha producido a costa de aumentar los impuestos a la clase trabajadora y de
rebajárselos a la clase capitalista o a la clase empresarial. Sin embargo, esta narrativa
tampoco es acertada. Si miramos la evolución de las distintas figuras tributarias, la evolución
de los impuestos sobre la renta de las personas físicas, la evolución de los impuestos sobre
el patrimonio, la evolución de los impuestos sobre el consumo, la evolución de las cotizaciones
sociales, la evolución de los impuestos sobre la renta empresarial, lo que comprobaremos
es que la recaudación en términos absolutos y en términos de PIB de cualquiera de estas
figuras tributarias dentro de la OCD es hoy sustancialmente más alta de lo que lo era
en el año 65. Es decir, en los últimos 52 años, la presión fiscal de todas las figuras
impositivas ha aumentado, no se ha reducido. Y de hecho, una de las que más ha aumentado
es la de la renta empresarial, es decir, la tributación que recae sobre las empresas,
que ha pasado de proporcionar el 2,3% del PIB en el año 65, ese periodo en el que supuestamente
el estado era enorme y muy redistributivo, ha aportado hoy el 2,9%. En definitiva, cuando
escuchamos que vivimos en la era neoliberal, en la era del retroceso, del estado, de los
recortes generalizados, estamos escuchando una mentira. El estado en términos generales
nunca ha sido tan grande, tan voluminoso como lo es hoy. Y por desgracia, nada nos indica
que a corto plazo esta tendencia expansiva, expansionista del estado se vaya a revertir.
Hoy el gasto público dentro de la OCD es mayor que nunca, la presión fiscal en la OCD
es mayor que nunca, y sin embargo, seguimos escuchando que estamos viviendo serios retrocesos
en el tamaño, en la extensión del sector público frente a los logros cosechados antes
del auge del neoliberalismo en los 60 y los 70. ¿A qué se debe esto? Pues probablemente
a que la mayoría de ciudadanos experimenta una profunda insatisfacción, una profunda
frustración con la calidad de los servicios que proporciona el sector público. Muchos
ciudadanos no están en absoluto conformes con aquello que les proporciona el estado
en relación con los muy gravosos impuestos que están pagando. Y evidentemente, la mitología
estatista para justificar que el estado no está quitando mucho en relación con lo que
queda, tiene que buscar excusas, tiene que buscar narrativas justificativas. ¿Y cuál
es una de esas narrativas justificativas? Que hoy la gente está descontenta con el
estado, porque el estado ha sido vaciado de recursos para entregarle estos recursos a
los más ricos de la sociedad. Que si en cambio, fuéramos capaces de aumentar mucho los impuestos
y de proporcionar todavía más recursos al sector público, entonces la gente estaría
encantada con los servicios que proporciona el estado. Pero como decimos, esta justificación
es falsa. Jamás el estado ha manejado tantos impuestos como en la actualidad, jamás el
estado ha recaudado más de todos los grupos sociales como en la actualidad. Por tanto,
si uno está insatisfecho con los servicios que presta el estado, debería atribuirle
esa frustración no a que el estado esté esclenotizado, sino a que el estado es un
muy ineficiente y torpe gestor de los recursos que sustrae coercitivamente del conjunto de
la población. Algo, por otro lado, lógico y razonable. Si un ente es capaz de forzar
a una persona a que le pague por aquellos servicios que obligatoriamente le fuerza a consumir,
la tendencia natural es que el precio de esos servicios vaya en aumento y su calidad vaya
en descenso. Por tanto, la solución frente a la frustración que genera nuestro estado
ineficiente, nuestro estado mal administrado, no es darle todavía más recursos a esta
maquinaria trituradora de los impuestos de los ciudadanos. La solución, en realidad,
es devolverles sus ingresos a los ciudadanos, es revertir el incremento del estado que hemos
experimentado sostenidamente durante los últimos 50 años, es aumentar el peso de la sociedad
civil y reducir el peso de la política y de la burocracia estatal sobre nuestras vidas.