logo

Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

En los últimos cuarenta años las Cortes Españolas han aprobado hasta ocho leyes
educacionales. Atención, LOE se en el año 1980 por la UCD, LOE de en 1985 por el
PSOE, LOXE en 1990 por el PSOE, LOPEG en 1995 por el PSOE, LOCE en el año 2002 por
el PP, LOE en el año 2006 por el PSOE, LOMCE en el año 2013 por el PP y LOMLOE en el año
2020, la famosa ley CELA por PSOE Podemos. Por tanto, vamos a una media de una ley sobre
educación cada cinco años y esto no parece que vaya a cambiar. Pablo Casado ya ha anunciado
que una de las primeras cosas que hará si llega al gobierno, o cuando llegue al gobierno, es derogar
la ley CELA y aprobar su propia ley de educación. Por tanto, parece que la perspectiva es continuar
por el mismo camino, ir modificando las leyes de educación según quien esté en el gobierno.
Igual gara decir que esta inestabilidad permanente del marco educativo en el que tienen que desarrollar
los estudiantes. Su aprendizaje es tremendamente perjudicial para estos estudiantes porque se
les van cambiando continuamente los objetivos, las metodologías, los planes de estudio,
incluso la orientación general del sistema. Teníamos presente que la etapa de educación
obligatoria en España dura 10 años, de los 6 a los 16 años, y estamos diciendo que en términos
medios cada 5 años se aprueba una nueva ley sobre educación. Por tanto, como digo, la inestabilidad
es la nota dominante dentro de nuestro sistema educativo, y muchas veces escuchamos discursos
bien intencionados, ingenuamente bien intencionados, que apelan a la necesidad de un gran pacto sobre
educación entre todas, o entre la inmensa mayoría de fuerzas políticas, para que, de una vez por
todas, tengamos un marco, una regulación en materia de educación que sea estable y que dure
durante varias generaciones, o al menos durante varios lustros. Sin embargo, como digo, estas
apelaciones a un consenso general entre todas las fuerzas políticas para llegar a un gran pacto
de educación, por bien intencionadas que sean, son pura quimera, son de una ingenuidad tremenda.
¿Y por qué razón? Porque estamos hablando de un pacto sobre educación. Y en materia de educación,
muchas de las diferencias de los partidos políticos son absolutamente irreconciliables. Por ejemplo,
¿cómo vamos a poner de acuerdo a Esquerra Republicana de Cataluña y a Ciudadanos con
respecto a cuál debe ser la lengua vehicular en Cataluña? ¿O cómo vamos a poner de acuerdo a
Podemos y a Vox sobre si hay que enseñar valores feministas? ¿Y qué valores feministas dentro
del sistema educativo? ¿O no hay que hacerlo? ¿O cómo vamos a poner de acuerdo a PSOE y a PP
sobre el rol evaluable o no evaluable, por ejemplo, que ha de jugar la religión dentro de las aulas?
Hay cuestiones que son absolutamente irreconciliables, donde no existe ningún acuerdo posible entre
las fuerzas políticas, porque lo que quiere una es lo contrario de lo que quiere la otra. Por
tanto, no existe una postura intermedia. No existe la posibilidad de vamos a quedarnos a mitad camino
entre lo que pides tú y lo que pido yo, y así los dos alcanzamos un objetivo intermedio. No, el
objetivo de unos es que los otros fracasen, y el objetivo de los otros es que los otros también
fracasen. Por tanto, no hay acuerdo posible en determinadas materias muy sensibles, lo cual es
lógico. ¿Por qué es lógico? Porque la visión sobre lo que es una buena educación, incluso sobre
lo que es una buena vida, sobre los valores y los objetivos que deben inspirar una buena vida,
son muy diversos dentro de la sociedad. Y, por tanto, si yo creo que hay que ir en una determinada
dirección, si yo creo que es bueno que mis hijos vayan en una determinada dirección, y otra persona
cree algo absolutamente opuesto, y las dos visiones son potencialmente aceptables, porque hay muchas
formas de realizarse vitalmente y de triunfar profesionalmente, pues entonces, si yo estoy
convencido de una cosa, y tú estás convencido de otra, y los dos tenemos potencialmente razón,
porque ninguno de los dos necesariamente se equivoca, pues no nos vamos a poner de acuerdo. Yo
que reír en una dirección, tú querras ir en otra que eso puesta, y no hay reconciliación posible.
Por ejemplo, es mejor que los niños estudien en catalán en Cataluña. Es mejor que los niños
estudien en español en Cataluña. ¿Cuál de las dos posturas es correcta? Las dos son potencialmente
correctas. Es decir, un niño puede triunfar profesional y vitalmente estudiando en catalán
en Cataluña, y también puede triunfar personal y profesionalmente estudiando en español en
Cataluña. Por tanto, las dos posturas, como digo, pueden ser correctas, y si uno intenta imponer
su postura sobre la otra, habrá razones más que de peso para intentar oponerse a esa imposición,
y desde la perspectiva del que se revela, también para intentar imponer su postura sobre la que
previamente estaba siendo impuesta. Por tanto, no se llegará a un acuerdo. Unos querrán imponer
el catalán, otros querrán imponer el español, y los dos tendrán razones para que ello se haga,
porque tanto estudiando en catalán como en español se puede triunfar y se puede fracasar igualmente.
Y si las dos posturas son potencialmente válidas, ninguno dará su brazo a torcer. Por eso creo que
más que apelar a un gran pacto educativo que siente las bases de una educación omnicomprensiva,
que dure durante varias generaciones o varios lustros, creo que la postura más realista en
este contexto de diferencias irreconciliables, en este contexto donde se ganan unos, imponen su
evangelio educativo, y si ganan otros imponen su antievangelio educativo, en lugar de seguir por
esta dinámica que convierte a todo el sistema de enseñanza y, por tanto, a los estudiantes en rehen
de la refriega, de la batalla política, de la batalla electoralista, de la batalla por el poder
político, en lugar de ir en esa dirección, creo que es mucho más fructífero plantearse otra
posibilidad. Y la alternativa es llegar a un pacto, sí, pero no a un pacto sobre cuáles tienen que
ser todos los contenidos, o sobre cuál ha de ser la estructura concreta de todo el sistema
educativo nacional. El pacto debe ir en otra dirección. El pacto ha de ser un pacto de no
agresión, ha de ser un pacto de tú puedes organizar la educación de tus hijos, tal como
consideres oportuno, y yo puedo organizar la educación de mis hijos tal como considere oportuno.
No vamos a aprobar una regulación muy intrusiva, muy amplia, muy exhaustiva, que intenté regular,
que intenté controlar, que intenté planificar todos los aspectos de la educación integral de
un menor, porque vamos a dejar la inmensa mayoría, la práctica totalidad de los aspectos de la
educación de cada menor a la discreción de sus tutores legales, es decir, de sus padres. Son
los padres los que han de poder escoger, no solo el colegio al que llevan a sus hijos, sino que
también los colegios han de poder organizarse, autoorganizarse, según consideren oportuno,
según consideren más adecuado para proporcionar una educación de calidad a los menores. De esta
manera, si cada colegio se organiza autonomamente para ofrecer un plan de estudios y una metodología
de estudios propia, serán los padres los que, entre los diversos colegios con diversos planes de
estudio y diversas metodologías de estudio, escogerán cuáles encajan mejor en lo que ellos
consideran una buena educación para sus hijos. Las fuerzas políticas, como mucho, deberán
llegar a un pacto de ultramínimos, es decir, un pacto sobre aquello en lo que sí sea posible,
incluso que box, y podemos estén de acuerdo. Por ejemplo, quizá, no lo sé, cuáles son
las capacidades en matemáticas que ha de haber adquirido un menor una vez concluya la etapa
de educación obligatoria. Si puede haber un acuerdo, si puede haber un consenso en eso,
a partir de ahí ya dejamos que sea cada escuela la que determine el itinerario específico sobre
cómo capacitar a los alumnos dentro de esa escuela para que adquieran esas habilidades, pero no se
le tutela a la escuela indicándole cómo ha de impartir matemáticas o con qué plan de estudios,
con qué programa de estudios, con qué organización curricular ha de conseguir que los alumnos aprendan
ese conocimiento. Y quien habla de adquirir capacidades también habla de consensuar unos
valores mínimos que no puedan ser desbordados por el sistema educativo. Por ejemplo, hay muchos
que se preocupan qué pasaría si en un colegio se hiciera apología del holocausto o qué pasaría
si en un colegio se hiciera apología de matar cristianos. Bueno, pues probablemente digo yo que
la inmensa mayoría de fuerzas políticas estarán de acuerdo en llegar a un pacto de ultra mínimos
sobre qué esas cuestiones, esos antivalores, han de estar excluidos del sistema educativo
porque atentan contra los derechos humanos más nucleares. Ahora, si hay que impartir ideología
de género o no hay que impartir ideología de género, probablemente no sea una materia en la que
puedan ponerse todos de acuerdo. Y por tanto, eso debería quedar fuera del pacto de ultra mínimos
y habría que permitir que cada escuela decida si quiere impartirlo o no quiere impartirlo. Y a
partir de ahí deberían ser los padres, los que escojan a qué escuelas llevan a sus hijos o a qué
escuelas públicas o no públicas no llevan a sus hijos porque no coinciden ni con la filosofía
educativa ni con los valores que quiere transmitir ese colegio ni con el plan de estudios ni con
nada. En definitiva y como decía el pacto por la educación ha de ser un pacto de ultra mínimos,
más bien un pacto de no agresión, es decir, trasladar a la esfera educativa el pacto civil
básico que propone, que propugna el liberalismo. Tú no me pisas y yo no te piso, tú no me agredes
y yo no te agredo. En materia educativa tres cuartos de lo mismo. Tú permites que yo eduque a
mis hijos como considero pertinente dentro, eso sí, de un marco muy general que permite que los
menores no queden desatendidos o no se conviertan en ciudadanos absolutamente disfuncionales y yo
te permito a ti hacerlo propio dentro de ese marco muy general, pero dado que hay muchas formas muy
plurales de instruir bien a un alumno, de educar bien a un menor y de conseguir por tanto que ese
menor se convierta en un adulto funcional dentro de nuestras sociedades, no hay por qué imponer una
única forma, un único camino, una única metodología, una única escala de valores, absolutamente todos
los niños de España. Entiendo que esa sea la ambición de muchos políticos que están obsesionados
con adoctrinar a los alumnos para moldearles el cerebro de tal manera que en el futuro se
conviertan en sus votantes o al menos en votantes con una determinada inclinación ideológica, pero
desde luego ese no debería ser el objetivo de ningún sistema educativo. Un sistema educativo
no debería tener como objetivo manipular a los estudiantes en función de la agenda política
del gobierno de turno, pero mientras ese siga siendo el objetivo de todos nuestros partidos
políticos, evidentemente la inestabilidad dentro del sistema de educación va a continuar. ¿Y por qué
va a continuar? Porque cuando unos consigan imponer su librito adoctrinador, otros llegarán más
tarde y tratarán de revocar ese librito adoctrinador imponiendo el suyo, y tanto unos como otros se
estarán equivocando, tanto unos como otros estarán conculcando los derechos más nucleares de las
personas, y en este caso el derecho a la educación de los menores según es tutelado, según es modulado,
por quienes sustentan la padria potestad, es decir, en términos generales sus padres. Por
tanto avancemos a un pacto de ultramínimos en educación. Un marco muy general que establezca
fronteras muy amplias dentro de las cuales cada padre y cada escuela pueda educar a los menores
como consideran que es mejor educar a los menores, no someter a todos los niños de España al mismo
programa adoctrinador que quiere imponerles en cada momento un determinado partido político.
Más información en www.mooji.org