This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
¿Qué activos se han comportado mejor en cada uno de los ciclos económicos de los últimos
150 años? Veámoslo.
En los dos vídeos anteriores, dentro de esta serie de tres vídeos apadrinada por Mintos
sobre la estrategia de inversión de la cartera permanente, explicamos por un lado en qué
consistía la estrategia de inversión de la cartera permanente y, por otro lado, también
expusimos cuál es el fundamento económico de esa estrategia de inversión. Es decir,
por qué cada uno de los distintos activos que componen la cartera permanente tiende a comportarse
bien o a comportarse mal en las distintas tipologías de fases del ciclo económico que existen.
Las acciones bursátiles son un activo que lo hace especialmente bien durante las expansiones
inflacionistas. Los bonos son un activo que lo hace especialmente bien durante las expansiones
deflacionistas. El efectivo es un activo que lo hace bien durante las depresiones deflacionistas.
Y, por último, los activos reales, como el oro, bitcoin y, hasta cierto punto, los inmuebles,
son activos que lo hacen bien durante las depresiones inflacionistas.
Pues bien, en este último vídeo, dentro de esta serie apadrinada por Mintos, vamos a repasar
distintos episodios históricos que se corresponden con las diferentes tipologías de las fases del
ciclo económico y vamos a observar cuál fue la rentabilidad lograda por las diferentes categorías
de activos. Y para efectuar este análisis histórico vamos a utilizar, sobre todo, la importante base de
datos de rentabilidades históricas del notable artículo académico de Rate of Return on Everything
de Óscar Jordá y otros. Empecemos con las acciones. Hemos dicho que las acciones han de hacerlo
especialmente bien durante las expansiones inflacionistas. No es que deban hacerlo mal
durante las expansiones deflacionistas, pero sobre todo lo harán bien durante las expansiones
inflacionistas. Pues bien, en este gráfico aparece reflejada la rentabilidad histórica de las acciones
bursátiles. Es la línea punteada. Esta línea refleja la media móvil a 10 años, calculada como 5 años
antes y 5 años después. Es decir, la rentabilidad que aparece en 1930 es la media de los años 1926,
27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34 y 35. Y lo que observamos es que, globalmente, entre el año 1870 y
2015 hubo tres periodos en los que las acciones lo hicieron especialmente bien. Antes de la Gran
Depresión de 1929, después durante los lustros posteriores a la Segunda Guerra Mundial y durante
la segunda mitad de los 80 y principios de los 90. Pues bien, esos tres periodos son periodos de expansión
económica con inflación. La década de los 20 del siglo XX fueron unos años de fuerte crecimiento
económico, incluso exuberante e insostenible crecimiento económico, unidos a una fuerte
inflación. Los lustros posteriores a la Segunda Guerra Mundial también fueron años de muy intenso
crecimiento económico, la década de los 50 y de los 60, unida también a una elevada inflación. Y,
por último, desde mediados de los 80 y a principios de los 90, también se restablece el crecimiento
económico global, unido de nuevo a una cierta, no tan elevada como en los 70 y la primera parte
de los 80, pero a una todavía elevada inflación. Por tanto, los tres periodos en los que la Bolsa lo
hace especialmente bien son, como decíamos, expansiones inflacionistas. Hay un cuarto periodo
en el que la Bolsa también lo hace bien, que es a finales del siglo XIX, el tercer tercio del siglo XIX,
que es un periodo de expansión no inflacionista, sino deflacionista. Lo hace bien, quizá no tan bien
como en los otros tres periodos, porque, como decimos, a la Bolsa le ayuda la confluencia de
inflación y de crecimiento económico. Aunque si sólo hay crecimiento económico, por supuesto,
la Bolsa también lo hará relativamente bien. Y, en cambio, demos cuenta de que hay cuatro periodos en
los que la Bolsa lo hace especialmente mal. La Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión y los
años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, la década de los 70 y los años 2007, 2008 y 2009
correspondientes a la Gran Recesión. Repito que estos son rentabilidades globales,
no rentabilidades de la Bolsa estadounidense. Si fuera la Bolsa estadounidense, en la Gran
Depresión veríamos caídas mucho más intensas del mercado bursátil. Son rentabilidades globales,
pero aún así vemos cómo, durante la década de los 30 del siglo pasado, la Bolsa lo hizo
relativamente mal. Pues bien, de estos cuatro periodos en los que la Bolsa lo hace relativamente
mal, dos de ellos son contracciones o crisis de tipo deflacionista, la Gran Depresión y la
Gran Recesión, década de los 30 del siglo pasado, 2007, 2008 y 2009. Y, en cambio, las
otras dos son recesiones, contracciones, época de estancamiento, de incertidumbre, de tipo
inflacionista. Los años de la Primera Guerra Mundial, donde se destruye el patrón oro internacional
y se empieza a inflar masivamente la oferta monetaria con una fuertísima inflación, tanto
en Estados Unidos como en Europa, y la década de los 70, donde nuevamente vuelve a saltar
por los aires el patrón monetario internacional, el sistema de Bretton Woods, y se instala una
altísima inflación global. Por tanto, claramente, lo que más perjudica a la Bolsa, más incluso
que la inflación o la deflación, es sobre todo el estancamiento económico o la caída
de la actividad económica. Vayamos ahora con los activos reales. Aunque
en la estrategia de la cartera permanente, el activo real por excelencia, el que hay que
colocar en la cartera sobre todo es el oro, en la base de datos histórica del artículo
de Rate of Return on Everything, no aparece la rentabilidad del oro, pero sí la rentabilidad
de los inmuebles, la rentabilidad de la inversión inmobiliaria. Los inmuebles no son por entero
un buen proxy del oro, dado que los inmuebles sí proporcionan una rentabilidad, por ejemplo
en forma de alquileres, y por tanto, en ese sentido, se asemejan más a la inversión
bursátil, pero al mismo tiempo sí constituyen una protección contra la inflación, como idealmente
lo constituye el oro u otros activos reales. ¿Y qué sucede con la rentabilidad de la inversión
inmobiliaria? Pues lo primero que llama la atención de este gráfico es que, en términos
generales, la rentabilidad de la inversión inmobiliaria no es inferior a la rentabilidad
de la inversión bursátil y, en cambio, es más estable en el tiempo. La línea verde
experimenta menos oscilaciones que la línea punteada. ¿Y en qué momentos lo hace bien la
inversión inmobiliaria? Pues lo hace bien a finales del siglo XIX, durante la década
de los XX, durante los años 50 y 60 y durante la década de los 90. Todos estos son periodos
de expansión económica con inflación, salvo finales del siglo XIX, donde, como ya hemos
dicho, había deflación. Por tanto, la inversión inmobiliaria, como mencionaba antes, se parece
más a la inversión bursátil que a la inversión en oro. Es un activo con una rentabilidad similar
a la de la bolsa, pero con menor volatilidad. Y, por tanto, es un activo que tiende a proporcionar
su mejor rostro en momentos de expansión inflacionista, aunque tampoco lo hace mal en
momentos de expansión deflacionista e incluso en momentos de crisis inflacionista como la de
la década de los 70. Y a este respecto, por cierto, la plataforma que apadrina esta serie
de vídeos sobre la cartera permanente, Mintos, no sólo proporciona la opción de invertir en
titulizaciones hipotecarias, en bonos fraccionados o en ETFs bursátiles, sino que hace unos días
acaba de lanzar también un nuevo producto de inversión, la inversión inmobiliaria pasiva
a través de Mintos. Una forma de invertir en inmuebles para lograr la rentabilidad que
proporciona el alquiler sin necesidad de comprar la totalidad del inmueble, sino sólo adquiriendo
una fracción de ese inmueble desde 50 euros. Cuidado, no es que con esta inversión se esté
comprando el derecho de propiedad sobre una fracción pequeña de un inmueble, no es que
seamos propietarios del equivalente a 50 o 100 euros de una vivienda. Lo que hacemos es adquirir,
invertir en el derecho a recibir la parte proporcional de los alquileres y de la revalorización del
capital de ese inmueble. Y eso permite simplificar toda la carga burocrática inherente a la adquisición
de un inmueble y también lograr una mayor liquidez o negociabilidad sobre nuestras inversiones,
ya que podemos revenderlas en el mercado secundario. Si quieres obtener más información sobre la
inversión inmobiliaria pasiva a través de Mintos, puedes obtenerla pinchando en el enlace que aparece
en la caja de descripción de este vídeo o en el comentario destacado. En cualquier caso, si acudimos
a otras fuentes y analizamos cuál ha sido la rentabilidad histórica de invertir en oro,
comprobaremos que en el último siglo ha tenido tres buenos momentos. Por un lado, la Gran Depresión
del siglo pasado, la década de los 30, por otro lado, la estanflación de los años 70 y, por último,
la crisis económica de la Gran Recesión. ¿Por qué el oro lo hace bien durante la Gran Depresión y
durante la llamada Gran Recesión? Porque el oro es una protección frente a la incertidumbre,
frente a la depresión. Por tanto, en momentos de depresión lo hace bien. Pero lo hace especialmente
bien si esa depresión es de tipo inflacionista. Es decir, si no solo hay crisis económica, sino una
huida de la moneda. Y eso es lo que sucedió durante los años 70. Por eso, la década de los 70 fue el
momento en el que el oro lo hizo mejor. Y, a su vez, el oro no tiende a hacerlo especialmente bien
cuando la economía crece sin incertidumbre. Aún cuando haya inflación de por medio. Por ejemplo,
después de la Segunda Guerra Mundial, o a finales de los 80 y durante la década de los 90, el oro lo
hizo mal. Eran épocas de crecimiento económico sólido, aun cuando hubiese inflación de por medio.
Vayamos ahora con la renta fija. La renta fija, en teoría, ha de hacerlo bien en momentos de expansión
deflacionista. Pues bien, observemos el gráfico de las rentabilidades históricas de los bonos. Como
vemos, los bonos, la línea verde, lo hicieron especialmente bien a finales del siglo XIX,
después de la Primera Guerra Mundial y antes de la generalización global de la Gran Depresión,
y por último, durante la década de los 90 y parte de los 2000. Como ya hemos explicado,
finales del siglo XIX es un momento de expansión económica deflacionista. Por tanto,
ahí tiene pleno sentido que los bonos, que la renta fija, lo haga bien. En cambio,
la década de los 20 del siglo pasado es una década de expansión económica inflacionista. Por tanto,
desde el lado de la inflación, los bonos no tendrían que hacerlo bien. Aunque desde el lado
de la expansión económica y, por tanto, de la reducción del riesgo de impago, sí. Por tanto,
parece que en este contexto prevaleció más la importancia del crecimiento económico que de la
inflación. Que, en cualquier caso, durante la década de los 20 tampoco es que fuera una inflación
absolutamente desbocada. Sí una inflación más alta de lo normal, pero no desbocada. Y,
por último, la década de los 90 y la década de los 2000, sobre todo la década de los 90,
es una década de crecimiento económico con desinflación. No deflación, pero sí desinflación.
Es decir, las tasas de inflación van bajando progresivamente, hasta el punto de que es una época
que se conoce como la gran moderación de las tasas de inflación. Por tanto, también ahí tiene sentido
que los bonos lo hayan hecho bien. Y, en cambio, tenemos tres periodos en los que los bonos lo
hicieron muy mal. Durante la Primera Guerra Mundial, durante la Segunda Guerra Mundial y
durante la década de los 70. Y, a su vez, durante los años 60 y los 50 tampoco es que los bonos lo
hicieran especialmente bien. ¿Por qué motivo? Bueno, pues porque son épocas esencialmente
inflacionistas. La Primera Guerra Mundial fue una era de inflación muy fuerte, como ya hemos
explicado. Y, además, una era donde las finanzas públicas estaban en duda. De ahí que el riesgo
de impago fuera creciente. Tres cuartos de lo mismo sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.
Y todavía más ocurrió durante la década de los 70. Una década de fortísima inflación y estancamiento
económico. Por tanto, ahí no tiene ningún sentido que los bonos lo hicieran bien. De hecho, lo hicieron
bastante mal. Y, por último, estudiemos el caso del efectivo, del dinero en efectivo. El dinero en
efectivo debería hacerlo bien durante las depresiones o las crisis de carácter deflacionista. Y, de nuevo,
en la base de datos de The Rate of Return on Everything no aparece la rentabilidad del efectivo. Pero
podemos estimarla a través de la media móvil de la variación de precios, del IPC. Cuando los precios
suben, cuando el IPC aumenta, el dinero pierde valor. Cuando hay deflación, el dinero gana valor. Pues bien,
si hacemos esto, obtendremos el siguiente gráfico para Estados Unidos. Vemos, esencialmente, dos
periodos en el que el dinero lo hace bien. Finales del siglo XIX. Como ya he mencionado antes, se trata
de un periodo de deflación, de crecimiento con deflación. Y aquí, debido a la deflación, el
dinero lo hace bien. Y, en segundo lugar, la gran depresión de los años 30. Una depresión con caída de
precios donde, en consecuencia, se revaloriza el dinero. Y luego, como podemos observar, durante la
gran recesión, durante la última gran crisis económica, si bien el dinero, el efectivo en dólares,
sigue teniendo una rentabilidad negativa, es una rentabilidad negativa que se aproxima a cero.
Porque fue un periodo deflacionista o cuasi deflacionista. Y, en cambio, ¿en qué periodos
el dinero lo hace muy mal? Pues, fundamentalmente, durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial,
que son épocas de alta inflación. Y, sobre todo, durante la década de los 70, que fue una década de
muy alta inflación, de descomposición del sistema monetario internacional. No obstante, en realidad,
para calcular la auténtica rentabilidad del efectivo, del dinero, de mantener dinero en efectivo,
tendríamos que poner en relación la evolución del valor del dinero con la evolución del precio del
resto de activos en dinero. Me explico si durante la gran depresión uno tenía almacenado dinero en
forma de liquidez. La ganancia que consigue no es ya que, durante algunos años, los precios caigan un
2 o un 3%. La ganancia que consigue es la posibilidad de comprar con ese dinero acciones
que, durante esos años, se han depreciado un 30, 40, 50 o 60%. Y, de la misma manera, la ganancia que
uno obtuvo por mantener liquidez durante la gran recesión, durante los años 2007, 2008 o 2009,
no fue esa pequeña rentabilidad negativa que aparece en el gráfico como consecuencia de la escasa
inflación que hubo durante esos años. La gran rentabilidad que pudo lograr por el hecho de estar
atesorando dinero es la oportunidad de comprar una bolsa, unas acciones bursátiles o una vivienda que se
había desmoronado de precio durante esos años. En cualquier caso, como podéis observar, la evolución
de la rentabilidad de los activos depende enormemente de la evolución del ciclo económico, de si estamos
creciendo o estamos en depresión, de si la moneda pierde valor, es decir, hay inflación, o de si la
moneda gana valor, es decir, si hay deflación. Todo ello son coordenadas que necesariamente el
inversor ha de tener presente antes de decidir invertir su capital. Lo invierta a través de la
estrategia de la cartera permanente que hemos explicado en este y en los vídeos anteriores o
a través de cualquier otra estrategia. Espero, en cualquier caso, que hayáis disfrutado de esta
serie de tres vídeos sobre la cartera permanente apadrinada por Mintos.