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El gobierno estadounidense y con él la práctica totalidad de gobiernos occidentales
llevan décadas inmersos en la llamada guerra contra las drogas.
La guerra contra las drogas es en realidad una guerra contra individuos, adultos y responsables
que deciden hacer uso de unas sustancias que el gobierno de turno, en este caso el estadounidense
y sus aliados occidentales consideran que son dañinas para esa persona porque además
generan adicción.
El daño y la adicción son los dos criterios que suele emplear el gobierno para justificar
esta cruzada contra la libertad individual por la cual una persona ya no puede hacer
lo que quiera con su propio cuerpo aún sin generar daño a terceros.
El gobierno se arroga a la apodestad de proteger al individuo frente a sí mismo, frente a
las decisiones que como adulto como ser consciente y responsable de sus decisiones decide asumir.
Por tanto, estos son los dos criterios por los cuales deberíamos evaluar la guerra contra
las drogas, incluso desde la propia lógica paternalista, intervencionista de cualquier
gobierno que se sume a esta guerra contra las drogas.
Se sucede que cuando uno analiza mínimamente el sentido común la coherencia de los dos
parámetros utilizados daño y adicción para justificar la guerra contra las drogas uno
se encuentra con incoherencias bastante marcadas.
Empecemos simplemente por el número de muertes que generan las drogas o que generan las drogas
en Estados Unidos en el año 2013.
Como podemos observar, la droga que generó un mayor número de muertes fue el tabaco,
pero la segunda droga que generó un mayor número de muertes fue el alcohol, 47.000
el tabaco y 29.000 el alcohol.
Y la tercera droga que generó un mayor número de muertes fueron los opiáceos, 16.000 muertes.
Estamos hablando de un triángulo de drogas, tres drogas que son legales y que sin embargo
han sido las que han generado un mayor número de muertes, muy por encima de la heroína,
de la cocaína y por supuesto de la marihuana que no generó ni una sola muerte en Estados
Unidos en el año 2003.
Por tanto, incluso aceptando que el gobierno debe protegernos de nosotros mismos a la
hora de causarnos daño o a la hora de consumir sustancias que generan adicción, no parece
que al menos el criterio del daño se esté aplicando coherentemente.
Las drogas más dañinas no son las que están prohibidas, las drogas que no están generando
tanto daño sí están prohibidas.
Por supuesto, uno podría argumentar que la heroína o la cocaína no han generado tantos
muertos justamente porque están prohibidas.
Bueno, podría ser una explicación que sirviera para estas dos drogas, pero desde luego no
sirve para la marihuana, que ha generado o generó en 2013 cero muertos y obviamente
el consumo de marihuana en Estados Unidos no es igual a cero.
Por tanto, la justificación del daño, aunque fuera válida, no se está aplicando coherentemente.
El gobierno aplica un paternalismo asimétrico, algunas drogas matan y están prohibidas,
otras drogas matan mucho más y están perfectamente legalizadas.
Pero vayamos ya no con el criterio del daño, uno podría pensar que no se aplica de manera
coherente y pasemos al criterio del adicio.
Aquí tenemos una tabla que se publicó en la revista Lancet en la cual se intenta medir
cuál es el grado de dependencia medio que generan distintas sustancias, siendo el nivel
más alto las que generan la mayor dependencia y el número más bajo las que generan una
menor dependencia.
Efectivamente, por ejemplo, vemos que la heroína genera una alta dependencia porque tiene una
media de adicción igual a 3, la cocaína también genera una adicción bastante significativa,
pero luego, o sorpresa, nos encontramos con que el tabaco genera un nivel de adicción
muy parecido a la cocaína y el alcohol no genera desde luego un nivel de adicción sustancialmente
menor como para que esté legalizado y las otras estén prohibidas.
Pero es que, por supuesto, si vamos descendiendo nos encontramos de nuevo con que el cannabis
genera un nivel de adicción menor al tabaco y al alcohol y, sin embargo, está prohibida
el LSD tres cuartos de lo mismo y, por tanto, lo que estamos viendo es que tampoco este
criterio se está aplicando de manera coherente y de manera uniforme.
Hay drogas muy adictivas y que generan mucho daño, con, por ejemplo, el tabaco, que están
legalizadas.
O, si no es el tabaco, también el alcohol, que genera una adicción no tan alta como
el tabaco, no genera tantos muertos al daño como el tabaco, pero también tiene un alto
grado de dependencia, genera más muertes que la cocaína o la heroína y, sin embargo,
está legalizado.
Y, en cambio, tenemos una droga, el cannabis, la marihuana, que no genera ni mucho menos
tantas muertes como el tabaco, como el alcohol, es mucho menos adictiva que el tabaco o el
alcohol y, sin embargo, está prohibida, está prohibida en la inmensa mayoría de países
occidentales.
Por tanto, ni siquiera desde la perspectiva del gobierno de turno que alega que hay que
prohibir las drogas porque generan daño a la persona adulta y responsable que voluntariamente
decide consumirlas y que acepta los costes que esa droga genera, ni siquiera desde esa
óptica el daño y la dependencia se está aplicando el criterio de manera coherente.
Lo que tenemos, como decíamos antes, es un asimétrico paternalismo estatal por el cual
algunas drogas que pueden ser bastante más duras que otras, el tabaco frente al cannabis
o la marihuana, o el alcohol también de nuevo frente al cannabis o la marihuana, pues estas
drogas, las primeras, están legalizadas, están socialmente acertadas, no se consideran
ni siquiera un desecho social a la que haya persona que las consume de manera habitual
y en cambio otras drogas no solo están prohibidas, sino que tienen el estigma social de que
quien las consume debe ser de alguna manera un reducto de la marginalidad social.
Deberíamos, primero, abrir un poco las miras sobre el uso y el consumo de drogas y no estigmatizar
socialmente a aquellas personas que, de la misma manera que hay usuarios de alcohol
y de tabaco que hacen un uso responsable, hacen un uso responsable de otras drogas,
y segundo, y principal, deberíamos eliminar toda restricción a la compraventa y producción
de drogas, al menos entre adultos responsables que conocen las consecuencias de tomar esas
drogas, uno podría defender medidas gubernamentales para informar sobre las consecuencias del
uso y el abuso de las drogas, uno puede desde luego defender que los menores tengan un acceso
restringido a las drogas, lo que no tiene sentido es que el gobierno nos trate como
niños, el mismo gobierno, no lo olvidemos, que se determina por los votos de las personas,
si las personas son adultas y responsables para escoger un gobierno que es algo que genera
mucho más daño que cualquier droga, también, por supuesto, son adultos y responsables a
la hora de consumir drogas.