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El Premio Nobel de Economía Thomas Sargent asegura que
dolarizar la economía argentina es un disparate. ¿Realmente lo es? ¡Veámoslo!
Patricia Bullrich, candidata de Juntos por el Cambio a la Presidencia de Argentina y,
por tanto, rival de Javier Millay, se ha reunido recientemente con el Premio Nobel de Economía
Thomas Sargent y ha conseguido que Thomas Sargent apoye su plan de bimonetizar la economía argentina,
un plan que comentamos y criticamos en el vídeo de ayer y que, a su vez, rechace frontalmente el
plan de Javier Millay de dolarizar la economía argentina. Thomas Sargent, uno de los economistas
que más sabe sobre asuntos monetarios de todo el mundo, afirma que dolarizar la economía es un
disparate. ¿Y cuál es el argumento sintetizado y coloquializado de Thomas Sargent para rechazar
la dolarización? Pues asegura que, por mucho que te pongas la camiseta de Messi, no te conviertes
en Messi. Permítanme comenzar comentando esta última frase que se ha popularizado mucho. Que,
por llevar la camiseta de Messi, no te conviertes en Messi, sino solo en una persona que lleva la
camiseta de Messi. Es decir, que por dolarizar tu economía no te conviertes en la economía de
Estados Unidos. La frase ha sido muy aplaudida como una forma de comunicar de manera muy sencilla una
enseñanza económica muy profunda. Sin embargo, a mí me parece una frase bastante ambigua y no
queda muy claro a qué se está refiriendo exactamente Thomas Sargent. Primera posible
interpretación de esta frase, que por el hecho de que la economía argentina adopte el dólar como
moneda, esa economía argentina no se convierte en la economía de Estados Unidos. Esto parece
bastante obvio y ningún defensor de la dolarización sostiene que Argentina se convertirá en Estados
Unidos por el mero hecho de adoptar su divisa. Para que Argentina pudiese llegar a ser en algún
momento una economía tan rica como Estados Unidos, hacen falta muchísimas más reformas que meramente
estabilizar los precios a través de la dolarización. Por tanto, si la crítica que subyace a esta frase
de Thomas Sargent es que los defensores de la dolarización están vendiendo que Argentina se
convertirá en Estados Unidos por el mero hecho de adoptar el dólar y que eso es un disparate,
entonces, desde mi punto de vista, Thomas Sargent estaría disparando contra un hombre de paja,
porque ningún defensor de la dolarización de Argentina sostiene esto. Sin embargo,
hay una segunda posible interpretación que, desde mi perspectiva, sí tiene bastante más sentido y
que sí tendría bastante razón. La segunda interpretación de esta frase es que, por el mero
hecho de dolarizar la economía argentina, la inflación no tiene por qué desaparecer de
Argentina, o expresado de otra forma, que la dolarización no es ni condición necesaria,
ni condición suficiente para acabar con la inflación. En lo que resta de vídeo,
voy a intentar explicar por qué estoy de acuerdo con esta interpretación de la frase de Thomas
Sargent, con que dolarizar la economía argentina no es ni condición necesaria, ni condición
suficiente para estabilizar los precios, para acabar con la inflación persistente y secular
dentro de Argentina. Sin embargo, mi conclusión terminará siendo bastante distinta de la que
desliza Thomas Sargent, a saber que la dolarización es un disparate. Aun cuando la dolarización no
sea ni condición necesaria, ni condición suficiente para estabilizar los precios para acabar con la
inflación, la dolarización puede seguir siendo la mejor opción de Argentina para acabar con la
inflación, y por tanto, no sería un disparate. Podría ser una estrategia cuyo éxito no está
garantizado, y qué estrategia tiene el éxito garantizado, pero no, desde luego, un disparate.
¿Y por qué dolarizar no es ni condición necesaria, ni condición suficiente para acabar con la
inflación? Pues porque la causa última de la inflación argentina es la dominancia fiscal,
y la dolarización no es ni condición necesaria, ni condición suficiente para acabar con la
dominancia fiscal. ¿Y a qué nos referimos con dominancia fiscal? Pues al deseo de los
gobiernos argentinos de gastar mucho más de lo que ingresan monetizando la deuda pública que
tienes que emitir cuando gastas más de lo que ingresas en un banco central, el Banco Central
de la República Argentina, que no es capaz de oponerse a la voluntad del gobierno de gastar
mucho más de lo que ingresa monetizando su déficit. Por tanto, el Banco Central de la
República Argentina se convierte en un agente pasivo, en un monetizador pasivo de los deseos
del gobierno de gastar mucho más de lo que ingresa. Y claro, si el gobierno argentino emite
mucha más deuda pública que aquella que puede absorber la economía nacional y la economía
extranjera, porque no quieren tanta deuda pública del gobierno argentino, y lo que hace ese gobierno
argentino que no puede colocar toda la deuda que necesita emitir en los mercados es reemplazar esa
deuda que nadie quiere por pesos, pues lo que termina ocurriendo es que los mercados tampoco
quieren esos pesos, que son el reemplazo monetizado de la deuda pública que emite
el gobierno argentino para financiar sus excesivos déficits públicos. Y claro,
si nadie quiere tantos pesos, lo que sucede es que el valor del peso se desmorona, es decir,
que hay una inflación altísima persistente. Por consiguiente, ese es el problema nuclear que
hay que solucionar. Si Argentina pudiese solventar ese problema nuclear, la dominancia fiscal por la
cual los gobiernos argentinos gastan persistentemente más de lo que ingresan monetizando la diferencia
en pesos a través del Banco Central, si hubiese credibilidad a largo plazo de que los gobiernos
argentinos no van a volver a hacer eso en el futuro, pues la inflación bajaría con el peso y no sería
necesario dolarizar la economía para luchar contra la inflación. Ahora bien, creo que todos los
economistas argentinos, y también los no argentinos, que defienden la dolarización como una estrategia
a largo plazo para luchar contra la inflación secular de Argentina, lo defienden con la
resignación de que no es posible, de que no es verosímil, de que no es factible acabar con la
dominancia fiscal en Argentina mientras subsista el Banco Central de la República Argentina. Es decir,
ningún economista argentino plantea que la dolarización sea la mejor de las opciones
posibles en el escenario más ideal imaginable. Si, por ejemplo, reformando la Constitución y
prohibiendo la monetización de los déficits públicos de verdad consiguieramos acabar con
la dominancia fiscal, pues entonces ningún economista defendería la dolarización. Simplemente
abogarían por esa reforma constitucional con la que acto seguido se pondría fin para siempre al mal
de la inflación. Sin embargo, claro, los políticos ya sabemos que son muy aficionados a saltarse la
Constitución siempre que pueden a encontrar excusas para decir que están cumpliendo la
Constitución mientras se la están saltando y, por tanto, a burlar las reglas institucionales
que les pones para controlar su poder. Por eso, si bien en teoría la dolarización no es necesaria
para controlar la inflación a largo plazo en Argentina, dada la calidad de las instituciones
argentinas y dada la composición de la casta política argentina, no resulta verosímil que
manteniendo el peso y manteniendo, por tanto, la capacidad de yure o de facto de los políticos
argentinos para monetizar sus déficits públicos, Argentina pueda acabar persistentemente con la
inflación. Por tanto, repito una vez más, es verdad que la dolarización, en teoría,
no es necesaria para acabar con la inflación, pero en la práctica el hecho de cerrar el
Banco Central de la República Argentina y, en consecuencia, dificultar enormemente que
los políticos puedan monetizar sus déficits públicos hundiendo el valor del peso, de un
peso que ya no existe y que ya no pueden emitir, ese diseño institucional probablemente maniate a
los políticos argentinos mucho más que cualquier otro. Es una forma de quemar las naves para
dificultar muchísimo la dominancia fiscal de los políticos argentinos sobre el sistema monetario
que genera, en consecuencia, inflación persistente. Ahora bien, que con la dolarización se dificulte
muchísimo la dominancia fiscal del gobierno sobre el sistema monetario no equivale a decir
que la dolarización impida completamente la dominancia fiscal. De ahí que, nuevamente,
Thomas Sargent tenga razón cuando se sugiere que la dolarización no es condición suficiente para
acabar con la inflación. Si la dolarización convive con la dominancia fiscal, seguirá habiendo
inflación. Pero ¿cómo podría el gobierno argentino disfrutar de dominancia fiscal sobre
el sistema monetario si ese gobierno argentino ya no cuenta con un banco central a través del que
pueda emitir la moneda de curso legal de esa economía? ¿Qué dominancia fiscal podría tener
el gobierno argentino en una economía dolarizada? Pues existen al menos dos formas en las que un
gobierno argentino, dentro de una economía dolarizada, podría seguir monetizando sus
déficits y, por tanto, generando inflación. Y, de hecho, son dos formas que ya se han
experimentado durante las últimas décadas en Argentina. Primera forma, si los bancos
privados de Argentina tienen dólares en reservas para hacer frente a los reembolsos de sus depósitos
en dólares, el gobierno argentino podría obligar a esos bancos a comprarles con sus reservas en
dólares deuda pública del gobierno argentino pagadera en dólares. Por esa vía, los bancos
argentinos se quedarían sin reservas en dólares que pasarían a las manos del gobierno argentino,
el cual las podría gastar en exceso de los ingresos por impuestos que obtiene regularmente. Por
tanto, sería una forma de monetizar el déficit público del gobierno argentino. Y, claro,
si los bancos privados de Argentina se ven privados de reservas en dólares, se podría
reproducir una situación similar a la de 2001, es decir, un corralito. Los bancos privados no
podrían reembolsar sus depósitos en dólares porque en el activo, en lugar de tener dólares
para pagar a sus depositantes, tendrían títulos de deuda pública pagaderos en dólares,
pero que el gobierno no puede amortizar. Porque solo hay dos formas de amortizar esa deuda pública
en dólares. O emites nueva deuda pública en dólares que te compre alguien, pero si el
gobierno argentino ya estuviese muy endeudado no la podría colocar en los mercados, o amasando
un superávit público. Pero si persiste el déficit público, pues no dispones de más ingresos que
gastos para amortizar la deuda. Y si los bancos no pueden convertir su activo en dólares, entonces
no pueden entregar los dólares que deben a sus clientes. Y eso genera un corralito. ¿Y qué ocurre
durante el corralito? Pues que el valor de mercado de los depósitos pagaderos en dólares, pero que
están impagados porque el banco no es capaz de convertirlos en dólares, el valor de mercado de
esos depósitos se desploma. Es decir, que los precios de los bienes y servicios de la economía
expresados en términos de esos depósitos cuya convertibilidad en dólares se haya suspendida,
el precio de los bienes y servicios expresados en términos de esos depósitos se dispara. Es decir,
tendríamos una inflación, o incluso una hiperinflación, no contra el dólar que emite
la Reserva Federal de Estados Unidos, sino contra las deudas pagaderas en dólares que emiten las
instituciones bancarias argentinas. Segunda forma en la que el Gobierno argentino podría retener la
dominancia fiscal sobre el sistema monetario a pesar de hallarse en una economía dolarizada.
Imaginemos que el Gobierno argentino gasta sistemáticamente mucho más de lo que ingresa,
es decir, emite deuda en dólares en los mercados, y los mercados ya no le compran la deuda en dólares
a ningún tipo de interés o a ningún tipo de interés que sea factible de devolver. Por tanto,
los mercados están cerrados para el Gobierno argentino, no puede captar dólares en los mercados.
Sin embargo, el Gobierno argentino puede seguir gastando más de lo que ingresa como pagando en
deuda a corto plazo en pagarés denominados en dólares. Y esto es algo que, por ejemplo,
Argentina también hizo durante la crisis de 2001. Hubo provincias argentinas, como la provincia de
Buenos Aires, que emitieron deuda a corto plazo pagadera en pesos. Por ejemplo, los famosos
patacones. Con esta herramienta, los pensionistas o los funcionarios u otros proveedores del
Gobierno argentino cobrarían sus pensiones o sus salarios, o parte de sus pensiones o parte de sus
salarios, no en dólares, sino en deuda a corto plazo pagadera en dólares. Te pagaré 500 dólares
dentro de un mes. En ese caso, fijémonos que el Gobierno argentino se ha convertido en capaz
de emitir él mismo una nueva moneda, deuda a pagadera en dólares, que circule dentro de
Argentina. Porque, claro, transcurrido el mes, no pensemos que esa deuda del Gobierno argentino
pagadera a un mes se amortizaría en dólares contantes y sonantes. Lo que haría el Gobierno
argentino sería emitir otra ronda de pagarés denominados en dólares y pagaderos amortizables
a un mes con la que reemplazaría la antigua ronda emisora, de modo que esos pagarés en dólares
del Gobierno argentino permanecerían estructuralmente dentro de la economía. Y los funcionarios o los
pensionistas que cobraran en esos pagarés los endosarían a terceros para recibir bienes y
servicios a un enorme descuento. Los funcionarios no quieren deuda pública, sino que quieren
comida, electricidad, vivienda, etcétera. Y si lo que tienen para pagar por todo eso no son dólares
como tal, sino pagarés en dólares, mal venderán esos pagarés en dólares. Imaginemos que el
Gobierno argentino se compromete a pagar en un mes 500 dólares. Como se sabe que no los va a pagar,
sino que dentro de un mes te dará otro pagaré de 500 dólares, pues lo que puede hacer el funcionario
es liquidar ese pagaré de 500 dólares como si fueran 200 dólares. Aceptas, por tanto, un descuento
de más del 50% sobre ese pasivo. Pero, claro, si el Gobierno argentino emite un pasivo que circula
como moneda por la economía y que empieza a cotizar con descuentos del 50%, del 60% o del
70%, lo que estamos generando ahí es precisamente inflación, no contra el dólar que emite el
Gobierno de Estados Unidos o la Reserva Federal, sino contra la deuda a corto plazo pagadera en
dólares por el Gobierno argentino, que sería la moneda que circularía o que cocircularía por la
economía argentina si el Gobierno mantiene la dominancia fiscal y quiere seguir gastando mucho
más de lo que ingresa, imponiendo que la deuda circule como moneda. Es decir, que la dolarización
tampoco es suficiente para evitar la inflación en Argentina siempre y cuando el Gobierno retenga
capacidad de imponer su dominancia fiscal sobre el sistema monetario. Pero, nuevamente, aquí también
debemos plantearnos. ¿Les será más fácil al Gobierno argentino mantener la dominancia fiscal
en una economía dolarizada sin Banco Central de la República Argentina que en una economía con el
peso emitido por el Banco Central de la República Argentina y con un banco central, por tanto,
capturable por el Gobierno argentino? Pues probablemente no. Los bancos privados podrían
intentar protegerse del Gobierno argentino operando desde jurisdicciones extranjeras. Y en ese caso
al Gobierno argentino le resultaría más difícil robarles sus reservas en dólares a cambio de
títulos de deuda pública del Gobierno pagaderos en dólares. A su vez, la resistencia de funcionarios
o de pensionistas a que el Gobierno pagara parte de su salario o parte de su pensión en un pagaré
en una deuda pública a corto plazo reembolsable en dólares probablemente sería mayor que la
resistencia que puedan oponer cobrando en unos pesos que son la moneda de curso legal en Argentina
y que resultan emitidos por un banco central que monetiza los déficits públicos del Gobierno
argentino. En definitiva, es verdad que la dolarización no es ni condición necesaria ni
condición suficiente para acabar con la inflación. No es condición necesaria porque, en teoría,
podría haber otros métodos que acabarán igualmente con la inflación y no es condición
suficiente porque el Gobierno argentino podría encontrar en el futuro nuevos mecanismos para
imponer su dominancia fiscal dentro de una economía dolarizada y, por tanto, para que siguiera
habiendo inflación. Sin embargo, y valiéndonos de la analogía que ha establecido Thomas Sargent
entre la dolarización y la camiseta de Messi, por el hecho de que te coloques la camiseta de
Messi y no te conviertes en Messi, por el hecho de que dolarices tu economía, no consigues
necesariamente acabar con la inflación, no consigues convertirte en una economía con
precios estables como la de Estados Unidos, más o menos precios estables, podríamos transformar
ligeramente esta analogía y decir que la dolarización es como colocarle una camisa
de fuerza a un delincuente para que deje de delinquir. Colocarle una camisa de fuerza a
un delincuente no es condición necesaria para que deje de delinquir. Una persona podría dejar de
delinquir porque ha comprendido que está muy mal delinquir y, por tanto, no necesitar una camisa
de fuerza. La camisa de fuerza, a su vez, tampoco es condición suficiente para que ese delincuente
deje de delinquir. Si es capaz de librarse de la camisa de fuerza, volverá a delinquir. Sin embargo,
colocarle una camisa de fuerza al delincuente para que deje de delinquir sí incrementa
sustancialmente la probabilidad de que ese delincuente deje de delinquir,
porque se lo estamos poniendo mucho más difícil para que delinca.