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Durante los últimos años, la revelación de los Panama Papers y de los Paradise Papers
han puesto de nuevo a los paraisos fiscales en la diana de la opinión pública.
En los dos últimos años, las críticas a estos lugares se han multiplicado a lo largo
y ancho del mundo, políticos, empresarios, futbolistas, cantantes o simplemente inversores
y ahorradores.
Muchas personas trasladan parte de sus fortunas de su dinero a estos lugares, supuestamente
para pagar menos impuestos.
Es por este motivo que muchos críticos afirman que si no fuese por estos paraísos de millonarios,
la crisis habría sido menos crisis.
Según nos cuentan, sin estos paraísos, los gobiernos no habrían tenido que realizar
tantos recortes.
Todos pagaríamos menos impuestos y en definitiva, amigos, las cosas funcionarían mucho mejor.
Ahora bien ¿Qué hay de verdad en todo esto?
¿Realmente los paraísos fiscales son tan negativos para el bienestar general como se
cuenta?
Para contestar a todas estas preguntas, hoy volvemos a tener con nosotros a Juan Ramón
Rayo, director del Instituto Juan de Mariana y uno de los economistas más conocidos de
España.
Lo primero que tenemos que tener claro es que es un paraíso fiscal.
Un paraíso fiscal no es más que una jurisdicción con bajos impuestos, alta seguridad jurídica
y extrema protección a la privacidad de los ahorradores.
Esto es muy importante, no basta con recortar impuestos para que un territorio se convierta
de la noche a la mañana en un paraíso fiscal.
En absoluto.
Veréis, los inversores y ahorradores internacionales que utilizan estas jurisdicciones lo que realmente
buscan es proteger sus patrimonios y por eso no solo reclaman impuestos bajos, los impuestos
bajos son una forma evidentemente de que no te quiten tu patrimonio, pero también buscan
todo tipo de seguridad jurídica.
Es decir, aparte de impuestos bajos quieren tener la garantía de que sus patrimonios van
a estar a salvo de todo tipo de rapinas políticas alternativas, nacionalizaciones, confiscaciones,
corrupción, inflación, evaluaciones, etcétera.
Por esto, el elemento común a todos los parísios fiscales, incluso más allá de los
bajos impuestos, es la seguridad jurídica.
Las islas Caimán, Suiza, Singapur, Hong Kong, Chipre, Jersey o las Bermudas, todas estas
jurisdicciones que todos conocemos por ser importantes centros financieros se caracterizan
por su elevada seguridad jurídica.
Los ahorradores saben que el gobierno no les va a quitar su dinero.
Precisamente esta combinación de bajos impuestos y alta seguridad jurídica es la que hace
que estos territorios tienden a recibir mucho capital procedente de todo el mundo y por
tanto a crecer a ritmos mucho más altos que el resto de países.
Y no, a pesar de lo que parece desprenderse de los medios de comunicación, figurar en
los Paradais Papers o en los Panamá Papers no implica necesariamente que quién aparezca
en esos países haya cometido delito alguno.
Es más, la mayor parte de los nombres que figuran en estas listas son gente del todo
inocente.
Así es, a pesar de lo que se suele decir, recurrir a los paresos fiscales no es por
sí mismo motivo de delito alguno.
Hay personas como Alex Cribille o Shakira cuyo patrimonio tiene un origen lícito y que emplean
los paresos fiscales para minimizar su factura tributaria dentro de la legalidad.
Esto nos podrá parecer más o menos moral, pero es perfectamente legal tratar de escapar
del infierno fiscal en el que se están convirtiendo muchos países occidentales.
Tenemos que acabar con los paraísos fiscales, combatir la ilusión fiscal en todos los rincones
de Europa.
Nadie puede estar en el gobierno que haya operado desde paraísos fiscales.
Los patriotas no tienen cuentas en paraísos fiscales, ni en Andorra, ni en Suiza, ni en
Panamá.
Lo que es muy importante que solemos olvidar es que estos paraísos fiscales son todo un
refugio para millones de ciudadanos que han tenido la desgracia de nacer en estados autoritarios
y extractivos.
Me explico, en el mundo hay muchos países donde incluso los derechos humanos más elementales
no están garantizados, donde los gobiernos autoritarios deciden con absoluta arbitrariedad
a quienes quieren reprimir, perseguir o arruinar.
Es decir, muchos de los inversores en paraísos fiscales no buscan protección solo contra
una carga fiscal desmedida, sino también buscan poder escapar, poder proteger sus patrimonios
de la persecución política, ideológica o religiosa.
Pensemos, por ejemplo, en disidentes políticos de Rusia o Venezuela, en familias amenazadas
por el secuestro en México, o empresarios de países con tan pocas garantías como Zimbabwe
o Bielorrusia, pues bien, todos ellos se benefician al poder acceder a jurisdicciones
tan garantistas como las que tienen los paraísos fiscales.
Pero es que además es una cuestión de justicia, estoy convencido de que la mayoría de nosotros
consideramos una aberración que un estado impida a sus ciudadanos a abandonar un país,
por ejemplo, lo que sucedía en el muro de Berlín.
Pues bien, de la misma forma también deberíamos considerar una absoluta aberración que un
estado impida a sus ciudadanos sacar parte de sus ahorros de su patrimonio del país
y depositarlos en una jurisdicción extranjera que les ofrece simplemente mayor protección.
Y en cualquier caso, lo cierto es que tanto medios de comunicación como políticos exageran
mucho la importancia y las consecuencias que estos paraísos fiscales tienen sobre nuestras
economías.
Veámoslo.
Un papel muy exagerado.
Para muchos políticos y periodistas, los paraísos fiscales son uno de los grandes responsables
de todos los males que padecemos en la actualidad, como por ejemplo los recortes, la desigualdad
o el desarrollo del tercer mundo.
Esto es lo que hace, por ejemplo, la Organización Progubernamental Intermonóxfam muy activa
a la hora de denunciar todo tipo de daños supuestamente causados por estos paraísos
fiscales.
La actual crisis de desigualdad global tiene un claro aliado en la figura de los paraísos
fiscales.
Estas jurisdicciones suponen el agujero negro de las oportunidades de desarrollo de millones
de personas en todo el mundo, el dinero que no veis, Intermonóxfam.
En primer lugar hay que decir que la definición de paraísos fiscales que utiliza Intermonóxfam
es un poco laxa.
Para su juicio, paraísos fiscales es todo aquel país contributo muy bajos, especialmente
para la inversión extranjera.
Definición bajo la cual incluye a países como Holanda, Irlanda o Luxemburgo, que por
supuesto no reciben semejante calificación ni por parte del gobierno de España ni de
la Comisión Europea ni del Parlamento Europeo ni tampoco de la OCDE.
Pero bien, veamos, incluso con esa definición, cómo de importantes son realmente estos
países fiscales sobre nuestras economías.
Para ello tomemos, por ejemplo, el caso de España, un país de la Unión Europea de
renta media alta y con impuestos así mismo elevados.
Pues bien, de acuerdo con los datos del Ministerio de Economía, la inversión de España en el
extranjero en 2016 fue de 40.910 millones de euros.
De este importe, 9.544 millones fueron a parar a todos los paraísos fiscales según la definición
de Intermón Oxfam, es decir, no a paraísos fiscales propiamente definidos, sino a paraísos
fiscales bajo la ya muy laxa definición que toma Oxfam.
Si tenemos en cuenta, además de la inversión extranjera, que en 2016 la economía española
invirtió internamente en el país 227.000 millones de euros, nos encontramos con que
la inversión en los paraísos fiscales de Oxfam apenas representa el 4,2% de la inversión
española.
Vamos, que la relevancia de estos paraísos fiscales no es tan grande como se la suele
pintar.
De hecho, el economista francés Gabriel Zugmann, que no es precisamente ningún ultraliberal
salvaje, sino que es el coautor de varios papers sobre desigualdad junto con el archiconocido
Tomas Piketty, estima que el patrimonio mundial en paraísos fiscales es de unos 7,6 billones
de dólares.
Esto supone una cuota muy pequeña de todos los capitales mundiales, así que difícilmente
los paraísos fiscales pueden entrañar consecuencias tan importantes como las que muchos de sus
críticos denuncian.
Pero esto no es todo.
Regresemos al caso de España.
El 87% de la inversión española, que en 2016 fue a parara paraísos fiscales, se concentró
en Irlanda, Holanda y Luxemburgo.
Hablamos de algo más de 8.000 millones de dólares.
Pues bien, en el mismo año estos tres países invirtieron en España algo más de 12.000
millones de dólares.
Por tanto, no es que los paraísos fiscales no se estén quitando inversión, sino que
por el contrario están siendo plataformas desde las cuales invertir en economías tan
hiperreguladas y tan asfixiadas fiscalmente como es la española.
Por consiguiente, como veis, los paraísos fiscales no solo no descapitalizan el tejido
empresarial español, sino todo lo contrario.
Estos paraísos fiscales, según la definición de Oxfam, aportan capitales a la economía
española.
Es decir, nos capitalizan.
Es decir, nos enriquecen.
Luxemburgo es el país que más invierte en España, en fábricas, edificios, explotaciones,
empleo, pero no es dinero público, sino privado, la gran mayoría procedente de las empresas
y vehículos de ahorro establecidos en el país, Javier Jorrin, periodista de economía
en el confidencial.
Pero dicho esto, veamos otra cuestión clave.
¿Cuánta recaudación nos hacen perder o hacen perder a los gobiernos la existencia
de paraísos fiscales?
¿Es verdad que sin paraísos fiscales, por ejemplo, en España nos hubiésemos ahorrado
todos los recortes que hemos experimentado desde el inicio de la crisis?
Veámoslo.
Como vemos, una de las críticas más habituales que se hace a los parísos fiscales es que
si no hubiésemos sufrido su competencia desleal, los gobiernos no hubiesen tenido que realizar
recortes presupuestarios durante la crisis, pero esto es estrictamente cierto.
Empecemos con el caso de España.
De acuerdo con los datos del Ministerio de Economía de España, la inversión acumulada
año tras año en estos paraísos fiscales, definidos de forma tan laxa por Oxfam, asciende
a 80.000 millones de dólares.
Otras estimaciones, como por ejemplo las de Gabriel Zuckmann, hablan de 120.000 millones.
Pues bien, supongamos que todas estas inversiones logran una rentabilidad del 5%.
En este caso, los beneficios obtenidos por estas inversiones en paraísos fiscales oscilarían
entre los 4.000 millones de euros y los 6.000 millones de euros.
Y una rentabilidad del 5% sostenidamente ya es una rentabilidad muy alta.
Si a estos beneficios entre 4.000 millones de euros y 6.000 millones de euros les aplicáramos
un tipo impositivo del 25%, la recaudación extra que en todo caso lograría el estado
español de no existir paraísos fiscales sería de entre 1.000 millones de euros y 1.500 millones
de euros.
Para entendernos, supone alrededor del 0,1% del VIP español y menos del 0,5% de todos
los tributos que hoy recaudamos.
Una cantidad que aún es inferior si tenemos en cuenta los ingresos fiscales que generan
en España las inversiones que como antes hemos visto proceden de estos paraísos fiscales.
En otras palabras, la importancia real de los paraísos fiscales sobre la merma recaudatoria
del estado español y del conjunto de estados occidentales es tremendamente limitada.
De hecho, si en vez de en España nos fijamos en el resto del planeta, la situación que
encontramos es bastante similar.
De hecho, incluso si tomamos las estimaciones infladas de Gabriel Zuckmann o del Tax Justice
Network, que son las que se suelen utilizar para denunciar el perjuicio que nos están
generando los paraísos fiscales, veremos que se suele hablar de una pérdida de recaudación
mundial de unos 200.000 millones de dólares, pero esto apenas constituye el 1% de todos
los ingresos tributarios del conjunto de gobiernos mundiales.
No, lo cierto es que en contra de lo que suele decirse, los paraísos fiscales no tienen la
culpa de los recortes y nos obligan a pagar más impuestos ni perjudican a nuestras economías.
Todo lo contrario, la presión competitiva que están constituyendo los paraísos fiscales
lo que hace es limitar la voracidad tributaria de nuestros políticos e impide que nos obliguen
a pagar muchos más impuestos, dado que muchos inversores, muchos ciudadanos tienen la opción
de escapar a estos paraísos fiscales que, más bien, habría que llamar los refugios
fiscales.
Esto es realmente lo que molesta a los políticos de los paraísos fiscales, que actúen como
una especie de escudo protector para el conjunto de la ciudadanía.
Por ello, más que perseguirlos, deberíamos tomar nota del éxito que tienen aquellas
políticas económicas que apuestan por impuestos bajos y por seguridad jurídica.
Por ejemplo, en 1980, Irlanda era más pobre que España.
Hoy, gracias a políticas bastante próximas a las que hemos mencionado, es decir, seguridad
jurídica y bajos impuestos, es el segundo país más rico de la eurozona.
Para mejorar el bienestar general necesitamos más empresas, no más políticos, ni más
burocratas, ni más gasto público.
Y eso se consigue con impuestos más bajos, no con menos paraísos fiscales, mayor presión
fiscal y, por tanto, mayor extracción de rentas por parte de los políticos sobre el resto
de la ciudadanía.
Un saludo a todos y hasta la próxima.
Cambatir la ilusión fiscal en todos los rincones de Europa.