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Yolanda Díaz promete entregar una herencia universal de 20.000 euros a cada joven una
vez cumpla los 18 años. Asegura que lo financiará con un impuesto sobre los patrimonios más
elevados. ¿Se trata de una buena idea o de una mala idea? Veámoslo.
Yolanda Díaz, candidata a la presidencia del Gobierno por la coalición de izquierdas
ha presentado la que será una de sus medidas estrella para la próxima legislatura. Establecer
una herencia universal de 20.000 euros para todo joven que alcance la edad de 18 años. O dicho de
otra manera, cuando una persona cumpla los 18 años, cobrará 20.000 euros del Estado.
Y aunque a muchos esta idea pueda sonarles como una ocurrencia de última hora que ha tenido Yolanda
Díaz al despertarse, en realidad se trata de una propuesta que ha sido defendida desde hace mucho
tiempo por economistas de izquierdas tan relevantes como Anthony Atkinson o Thomas
Piketty. Por tanto, si uno se opone a esta medida convendría articular una crítica algo
más rigurosa que meramente decir esto no tiene sentido, esto es una locura, esto es una ida de
olla. Porque Yolanda Díaz ni es la primera persona que lo propone, ni seguramente será la última.
De hecho, si nos fijamos bien, esta herencia universal no es más que una especie de renta
básica universal suigéneris. En una renta básica universal, cada ciudadano, por el mero hecho de
ser ciudadano, percibe cada mes una cantidad de dinero en forma de ingreso del Estado. La herencia
universal no deja de ser el valor capitalizado presente de ese flujo de ingresos futuros que
recibiría un ciudadano por el mero hecho de ser ciudadano. En lugar de que el Estado me dé cada
mes 30, 40 o 50 euros a lo largo de toda mi vida, lo que haría el Estado sería decir ¿cuál es el
valor capitalizado en un solo pago de todo ese flujo de ingresos futuros? ¿20.000 euros? Pues te
doy 20.000 euros a los 18 años en lugar de estar dándote cada mes a lo largo de toda tu vida 20,
30 o 40 euros. Por tanto, como digo, la herencia universal es equivalente al valor capitalizado
de la renta básica universal. Sería algo así como un patrimonio básico universal o una herencia
básica universal. Eso sí, como ya he indicado, una herencia universal de 20.000 euros sería
equivalente a una renta básica universal de 40, 50 o 60 euros mensuales. Nada que ver con las
propuestas más extendidas de renta básica universal que defienden pagar mensualmente unos 800 euros,
es decir, alrededor de 10.000 euros anuales, y que por tanto sería equivalente a una herencia
universal de cerca de 300.000 euros. No 20.000 euros, sino 300.000 euros, 15 veces más.
Aclarado todo esto, ¿tiene sentido proponer, como ha propuesto Yolanda Díaz, una herencia universal
de 20.000 euros para todos los jóvenes una vez alcance en los 18 años? De entrada,
permítaseme hacer una reflexión de carácter no económico, sino moral. Los mismos que están
proponiendo esta herencia universal de 20.000 euros para todos los jóvenes son los mismos que
atacan las herencias privadas, argumentando que el heredero no ha hecho ningún mérito para recibir
la herencia, por ejemplo, de sus padres. ¿Es que acaso ser hijo de una determinada persona es un
mérito suficiente como para recibir el patrimonio de esa persona una vez fallezca? Desde luego,
esta crítica a la herencia es muy problemática y no quiero entrar en ella, pero traslademos esta
misma lógica a la herencia universal que ahora proponen estas mismas personas. ¿Cuál es el mérito
que ha hecho un joven para cobrar esta herencia universal de 20.000 euros? ¿Meramente ser ciudadano
de un determinado estado? ¿Por qué ser hijo de una determinada persona no es un mérito suficiente
como para cobrar su herencia, pero en cambio ser ciudadano de un determinado estado sí es un mérito
suficiente como para recibir esa herencia universal por parte del estado? ¿Es que acaso un ciudadano
español tiene más derecho a esa herencia universal que un ciudadano marroquí meramente
por ser español? Y entonces, ¿por qué no utilizamos el mismo argumento con respecto a una
herencia privada? ¿Acaso no tendrá el hijo de una persona más derecho a recibir su herencia que el
vecino, que no es hijo de la persona fallecida? No estoy diciendo que la izquierda no pueda
encontrar otros principios morales desde los que defender esta herencia universal, por ejemplo,
la búsqueda de la igualdad patrimonial. Lo que sí estoy diciendo es que evidentemente hay una
falla argumental muy importante en el habitual argumento del mérito contra la herencia privada,
pero no contra la herencia estatal. Parece que aquello que no vale para el sector privado vale
absolutamente para el sector público. Aclarado esto, consecuencias económicas de esta herencia
universal, de esta herencia estatal, consecuencias tanto sobre los perceptores como sobre los
pagadores. Por el lado de los perceptores, ¿qué sucederá cuando las personas de 18 años
reciban una suma de dinero en un pago único de 20.000 euros? Pues desde luego dependerá de cada
joven, pero sí sabemos que hay determinados usos que se puede hacer de ese dinero que serían
disfuncionales económicamente y, en cambio, si hay otros usos de ese dinero que podrían tener
sentido económicamente. ¿Cuáles son los usos de ese dinero que serían disfuncionales económicamente?
Básicamente, gastarlo a corto plazo en consumir. Si lo que hace el Estado con esta política
redistributiva es convertir ahorro de la sociedad, ahorro e inversión de la sociedad, en consumo de
los más jóvenes, lo que sucederá es que la sociedad se descapitalizará, se volverá más pobre.
Si lo que sucede, en cambio, es que los perceptores jóvenes de esta herencia universal ahorran y
reinvierten estos 20.000 euros, lo único que tendríamos es una redistribución del ahorro
social, del ahorro y de la inversión social. ¿Es algo muy negativo que un joven esté capitalizado?
Desde luego, en abstracto, no. Ojalá muchos más jóvenes estuvieran mucho más capitalizados de
lo que lo están ahora mismo. Personalmente, como liberal, aspiro a avanzar a una sociedad
de propietarios, es decir, una sociedad donde cada individuo tenga un patrimonio personal,
una propiedad privada importante, sustancial, cuantiosa, un patrimonio personal del que incluso
perciba rentas que complementen sus ingresos salariales, incluso en algunos casos que algunas
de esas personas puedan vivir únicamente de las rentas que le proporciona su patrimonio personal.
Por tanto, si los jóvenes hacen un uso ahorrador e inversor de esos 20.000 euros,
los efectos económicos sobre los perceptores, luego iremos sobre los pagadores que se harina
de otro costal, los efectos económicos sobre los perceptores no serían malos. Esta medida
contribuiría a hacernos avanzar hacia una sociedad de propietarios, hacia una sociedad donde cada vez
haya más personas con patrimonio, con propiedad privada, clases medias patrimonializadas. Por ejemplo,
un joven podría utilizar esta cantidad de dinero para invertir en bolsa, o podría utilizar esta
cantidad de dinero, en el futuro claro, para pagar la entrada de una hipoteca y convertirse en
propietario de una vivienda. O podría utilizarla como entrada para solicitar un préstamo empresarial
y crear su propia empresa. Todos estos usos ahorradores e inversores de la herencia universal
serían los usos menos negativos o incluso positivos económica y socialmente. Por tanto,
que los jóvenes inicien su etapa de vida adulta con un patrimonio no me parece en sí mismo algo
criticable, sino al contrario, algo a lo que deberíamos aspirar. Cuestión distinta, claro,
es cómo se logra este objetivo. Y Yolanda Díaz propone lograrlo con una herencia universal pagada
con impuestos de otros ciudadanos. Y eso es lo que desde luego resulta muy criticable desde un
punto de vista liberal y también desde un punto de vista económico. Desde un punto de vista liberal,
resulta criticable porque quitarle a otra persona su propiedad para dársela a otro individuo es robar,
y el robo es negativo. Desde un punto de vista económico resulta criticable no tanto porque la
cuantía de este programa sea absolutamente inasumible. En España, cada año alrededor de
500.000 jóvenes alcanzan los 18 años. Por tanto, si se les quiere entregar 20.000 euros a cada uno
de estos 500.000 jóvenes que cada año alcanzan la edad de 18 años, tendríamos que el coste del
programa sería de 10.000 millones de euros, algo menos del 1% del PIB. O por ponerlo también en
perspectiva, menos de lo que ha costado la revalorización de las pensiones, según el IPC,
en el año 2022. En 2022 nos gastamos casi 14.000 millones de euros en ajustar el poder adquisitivo
de las pensiones al IPC de ese año, y es un gasto que queda consolidado en el presupuesto. Es decir,
cada año a partir de 2022 tendremos que pagar 14.000 millones de euros adicionales para compensar
esa revalorización, esa indexación de las pensiones al IPC en 2022. O dicho de otra manera,
si no hubiésemos revalorizado las pensiones según el IPC en el año 2022, podríamos haber
sufragado gratis esta propuesta de Yolanda Díaz de entregarle a cada joven 20.000 euros a los 18
años. No, si la medida es criticable no es tanto por lo que cuesta, que barata tampoco es, pero se
cometen muchas otras locuras en políticas públicas cada año que probablemente tengan
objetivos y consecuencias más nefastas que esta propuesta de Yolanda Díaz, si resulta criticable,
como digo, no es por el coste recaudatorio, sino por cómo se pretende específicamente financiar.
Yolanda Díaz ha dicho que pretende financiar estos 10.000 millones de euros de coste de esta
política pública mediante un impuesto a los más ricos, al patrimonio de los más ricos.
Concretamente, ha dicho que con un tipo impositivo sobre el patrimonio de alrededor del 10% se
podrían llegar a recaudar estas cantidades. Bueno, un impuesto sobre el patrimonio del 10% o del 9 o
del 8 o del 7 o del 6 o del 5% es una absoluta locura. Un impuesto sobre el patrimonio del
10% significa que aquella persona grabada por este tributo, si no consigue rentabilizar su patrimonio
al menos un 10% cada año, verá cómo su patrimonio va siendo consumido, cómo su patrimonio se va
reduciendo con el paso del tiempo. Imaginemos que yo tengo un patrimonio de 100 y consigo una
rentabilidad de 5. Pues bien, si el impuesto sobre el patrimonio es del 10%, yo tendré que pagar impuestos
de 10, a pesar de que sólo he ganado, sólo he generado 5 con mi propiedad. Por tanto, lo que sucederá
es que mi propiedad, no mis ingresos, mi propiedad se reducirá de 100 a 95. Y eso cada año mientras
no consiga rentabilizar esa propiedad al 10% de tasa de retorno anual. Muy pocos inversores logran
rentabilizar su patrimonio a un 10% anual de manera sostenida. Y si no se consigue,
insisto, lo que sucederá es que los contribuyentes grabados por ese altísimo impuesto sobre el
patrimonio se irían descapitalizando con el paso del tiempo. Por ejemplo, Amancio Ortega,
sólo por el hecho de residir en España y ser dueño de Inditex, tendría que pagar cada año
5.000 millones de euros, sólo por su participación en Inditex. Y con independencia de si Inditex ese
año ha ganado dinero, lo ha perdido, ha distribuido dividendos o no los ha distribuido. Y al margen de
todo esto, por supuesto, Amancio Ortega tendrá que pagar los otros impuestos que esté pagando.
Impuesto sobre la renta de las personas físicas, a través de Inditex, impuesto sobre sociedades,
etcétera, etcétera, etcétera. ¿Esto qué supone? Pues lo que supone es que si estableciéramos
un impuesto sobre el patrimonio del 10% en España, inmediatamente todos los contribuyentes grabados
por este tributo se marcharían del país. Porque recordemos que el impuesto sobre el patrimonio no
ya un impuesto sobre el patrimonio del 10%, sino meramente el impuesto sobre el patrimonio no existe
en prácticamente ningún país del mundo. Y allí donde existe, los tipos impositivos suelen ser del
1% o del 2%, como mucho. Pero, como digo, en la práctica totalidad de países no existe impuesto
sobre el patrimonio y, por consiguiente, sería muy fácil evitar el pago de ese impuesto en España.
Simplemente te vas. Pero es que, además, si alguno de estos ricos no se marcharan,
no se fuera del país en un alarde de patriotismo, pronto dejaría de ser contribuyente. Porque si
ese rico no es capaz de generar sobre su patrimonio un rendimiento anual del 10%,
su patrimonio irá menguando, menguando y menguando con el paso del tiempo. De modo que,
en algún momento, dejará de ser rico y dejará de tributar. O dicho de otro modo,
a los que se quedan te los comes y los que se marchan los pierdes.
En definitiva, la propuesta de herencia universal de Yolanda Díaz no es criticable tanto por los
objetivos de la misma. Básicamente que los jóvenes comiencen su edad adulta con un cierto
patrimonio. Aunque habrá que ver si los jóvenes, una vez reciben ese dinero, no se lo funden,
no lo gastan, no lo despilfarran. Especialmente en un país donde no existe educación financiera
y donde, por tanto, no se es consciente de la importancia del ahorro y de la inversión a largo
plazo. Pero, como digo, la propuesta de Yolanda Díaz no es criticable tanto por lo que busca,
sino por cómo lo busca. Y busca que los jóvenes estén capitalizados creando un impuesto
absolutamente aberrante sobre los patrimonios más elevados, que o bien se marcharían del país,
o si se quedaran en el país serían desplumados y cocinados al horno cual gallina de los huevos
de oro que, una vez devorada, deja de dar huevos de oro. Por supuesto, Yolanda Díaz podría plantear
la financiación de este programa por otra vía, por ejemplo, subiendo el IVA o, por ejemplo,
subiéndoles el IRPF a las clases medias. Pero, ¿qué sucedería si Yolanda Díaz hiciera esta
propuesta? Pues que, evidentemente, todos entenderían que se está robando a muchos
ciudadanos para darle ese dinero robado a los jóvenes que cumplen 18 años. Y, en tal caso,
mucha gente no votaría a Yolanda Díaz porque sentiría en sus carnes el coste de esta política.
Y como Yolanda Díaz lo que quiere es maximizar el número de votantes para tener opciones de
mantenerse en el gobierno o incluso de ser presidenta del gobierno, solo sopesa,
como alternativa política realista para financiar esta propuesta, es quilmar descaradamente con un
impuesto sobre el patrimonio del 10% a los más ricos de España. Y, en tal caso, la política de
redistribución de la riqueza no sería un juego de sumacero. No es que aquello que les quitará
a los ricos se lo darías a los pobres en términos patrimoniales. Es que sería un juego de suma
negativa. El patrimonio de los jóvenes aumentaría mucho menos de lo que se reduciría el patrimonio
de los ricos residentes en España. Básicamente porque esos ricos terminarían marchándose en
grandes cantidades del país y, por tanto, el conjunto del país estaría mucho menos capitalizado
después de la propuesta de Yolanda Díaz que antes de ella. Si queremos que los jóvenes
cuenten con margen para ahorrar y capitalizarse, deberíamos comenzar por algo más sencillo,
con no sablear a los jóvenes con cotizaciones sociales gigantescas, y este gobierno las ha subido,
y con no sablearlos a su vez con precios de la vivienda y con precios de los alquileres
disparatados por la falta de oferta. Y la mayoría de políticos de este país siguen
limitando la oferta de nueva vivienda y, por tanto, siguen impulsando al alza sus precios.
En lugar de quitarles la riqueza a unos para dársela a otros, permitamos que esos otros creen
su propia riqueza, ahorrando, invirtiendo y cooperando de buena fe con los demás. En
lugar de una sociedad parasitaria, fomentemos una sociedad simbiótica. Pero la política es
inherentemente parasitaria, y en esto desde luego Yolanda Díaz no es una excepción.