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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Frente a la Agenda 2030, la Agenda de la Libertad. Veámoslo.
El liberalismo es partidario de la globalización, pero se opone al globalismo. Es decir, está a
favor de la extensión voluntaria de los mercados y del comercio y se opone a la centralización
coactiva del poder político en organismos supranacionales cada vez más alejados del
individuo. Eso no significa, claro, que el liberalismo se oponga a la cooperación internacional, pero sí a
la cooperación internacional para crear un Estado cada vez más global. El propósito de la cooperación
internacional debería ser el de salvaguardar los derechos de los individuos y no el de
concentrar cada vez más poder en manos de cada vez menos políticos. Y esto es esencialmente lo que
acaba de defender Javier Milei, presidente de la Argentina, en un histórico discurso ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas. Y es que durante estos días en las Naciones Unidas se está
debatiendo el llamado Pacto para el Futuro, que no es más que una extensión de la llamada Agenda 2030
hasta el año 2045. Pero en lugar de llamarla Agenda 2045, la han denominado Pacto para el Futuro.
Pues bien, en medio de este debate político internacional sobre la Agenda 2030 bis, sobre la
Agenda 2045, sobre el Pacto para el Futuro, Javier Milei, como presidente de la Argentina, intervino ante
la Asamblea General de las Naciones Unidas, para cantarle las 40 a una ONU cada vez más alejada de
los principios liberales. Lo primero que hace Javier Milei, eso sí, es defender una posible visión liberal
de las Naciones Unidas que desde su punto de vista se halla en sus orígenes históricos, de los que con
el tiempo se ha ido desviando.
todos seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Bajo la tutela de esta
organización y la adopción de estas ideas, durante los últimos 70 años la humanidad vivió en periodo
de paz global más largo de la historia, que coincidió también con el periodo de mayor crecimiento
económico de la historia. Se creó un foro internacional donde las Naciones pudieran dirimir sus conflictos
a través de la cooperación, en vez de recurrir instantáneamente a las armas y se logró algo
impensado. Sentar de manera permanente a las cinco potencias más grandes del mundo en una misma mesa,
cada una con el mismo poder de veto, a pesar de tener intereses totalmente contrapuestos.
Todo esto no hizo que el flagelo de la guerra desapareciera, pero se logró por ahora que ningún conflicto
escalara a proporciones mundiales. El resultado fue que pasamos de tener dos guerras mundiales en menos
de 40 años, que en conjunto se cobraron más de 120 millones de vidas, a tener 70 años consecutivos de
relativa paz y estabilidad global, bajo el manto de un orden que permitió al mundo entero integrarse
comercialmente, competir y prosperar. Porque donde entra el comercio no entran las balas, decía Bastián.
Porque el comercio garantiza la paz, la libertad garantiza el comercio y la igualdad ante la ley garantiza la libertad.
Ahora bien, acto seguido, lo que pasa a hacer Javier Milei es criticar frontalmente la degeneración
institucional experimentada durante las últimas décadas por las Naciones Unidas. De ser un foro
internacional de interlocución entre estados para consensuar unos derechos universales mínimos y para
tratar de buscar soluciones diplomáticas antes de recurrir a un conflicto armado a gran escala,
la ONU se ha convertido en un leviatán global que pretende regir centralizadamente el modo de vida
y las visiones morales de todos los habitantes del planeta.
En algún momento, y como suele ocurrir con la mayoría de las estructuras burocráticas que los
hombres creamos, esta organización dejó de velar por los principios esbozados en su declaración
fundante y comenzó a mutar. Una organización que había sido pensada esencialmente como un escudo
para proteger el reino de los hombres, se transformó en un leviatán de múltiples tentáculos que pretende
decidir no sólo que debe hacer cada estado-nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos
del mundo. Así es como pasamos de una organización que perseguía la paz a una organización que le impone
una agenda ideológica a sus miembros sobre un sinfín de temas que hacen a la vida del hombre en sociedad.
El modelo de Naciones Unidas que había sido exitoso, cuyo origen podemos rastrear en las ideas del
presidente Wilson, que hablaba de la sociedad de paz sin victoria y que se fundaba en la cooperación
de los estados-nación, ha sido abandonado. Ha sido reemplazado por un modelo de gobierno
supranacional de burócratas internacionales que pretenden imponerle a los ciudadanos del mundo
un modo de vida determinado. Y como expresión más clara de ese proyecto de gobierno global,
de esa imposición de una agenda ideológica global que le marque a cada individuo del planeta cómo ha
de vivir su vida, de acuerdo con los caprichos, de acuerdo con el arbitrio de los burócratas que
manejan las Naciones Unidas, Javier Milei menciona la Agenda 2030 en su versión renovada de Pacto para
el Futuro o Agenda 2045.
Lo que se está discutiendo esta semana aquí en Nueva York, en la Cumbre del Futuro, no es otra cosa
que la profundización de ese rumbo trágico que esta institución ha adoptado. La profundización de un
modelo que, en palabra del propio secretario de las Naciones Unidas, exige definir un nuevo contrato
social a escala global, redoblando los compromisos de la Agenda 2030. Quiero ser claro en la posición
de la Agenda Argentina. La Agenda 2030, aunque bienintencionada en sus metas, no es otra cosa que un programa
de gobierno supranacional de corte socialista que pretende resolver los problemas de la modernidad
con soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados-Nación y violentan el derecho a la vida,
a la libertad y a la propiedad de las personas. Es una agenda que pretende solucionar la pobreza,
la desigualdad y la discriminación con legislación que lo único que hace es profundizarla.
Porque la historia del mundo demuestra que la única manera de garantizar la prosperidad
es limitando el poder del monarca, garantizando la igualdad ante la ley y defendiendo el derecho
a la vida, a la libertad y a la propiedad de los individuos.
Por ejemplo, en el orden económico, Javier Milei es muy crítico con las políticas promovidas
por el Foro Económico Mundial, conducentes a limitar la natalidad y a dirigir políticamente
la transición energética.
Tampoco ha ayudado el tutelaje del Foro Económico Mundial, donde se promueven políticas ridículas
con antiojeras malthusianas, como las políticas de emisión cero, que dañan sobre todo a los
países pobres, a las políticas vinculadas a los derechos sexuales y reproductivos, cuando
la tasa de natalidad de los países occidentales se está desplomando, anunciando un futuro sombrío
para todos.
Y frente a esa agenda 2030 o 2045 como máxima expresión de la progresiva centralización
política globalista, de la progresiva centralización política hacia la construcción de un gobierno
mundial o de instituciones supranacionales de gobernanza global, Javier Milei propone volver
a los principios fundacionales de las Naciones Unidas, que no son otros, desde su punto de
vista, que los principios liberales en el orden internacional.
Esos principios que ordenan el proceso de cambio que estamos llevando adelante en la Argentina
son también los principios que guardará nuestra conducta internacional a partir de ahora.
Creemos en la defensa de la vida, de todos. Creemos en la defensa de la propiedad, de todos.
Creemos en la libertad de expresión, para todos. Creemos en la libertad de culto, para todos.
Creemos en la libertad de comercio, para todos. Y creemos en los gobiernos limitados, todos
ellos. Y como en estos tiempos lo que sucede en un país impacta rápidamente en otros, creemos
que todos los pueblos deben vivir libres de la tiranía y la opresión, ya sea que tome
forma de opresión política, de esclavitud económica o de fanatismo religioso.
Esa idea fundamental no debe quedarse en meras palabras, tiene que ser apoyada en los hechos,
diplomáticamente, económicamente y materialmente, a través de la fuerza conjunta de todos los
países que defendemos la libertad. Esta doctrina de la nueva Argentina no es más ni menos que
la verdadera esencia de la Organización de las Naciones Unidas, es decir, la cooperación
de Naciones Unidas en Defensa de la Libertad. Si las Naciones Unidas decide retomar los principios
que le dieron vida y volver a adaptar el rol para la que fue concebida, cuente con el apoyo
inclaudicable de la Argentina en la lucha por la libertad. Sepa también que la Argentina
no acompañará ninguna política que implique la restricción de las libertades individuales,
del comercio ni la violación de los derechos naturales de los individuos. No importa quién la
promueva ni cuánto consenso tenga esa institución. O expresado con otras palabras, frente a la
colectivista y centralizadora Agenda 2030 o Agenda 2045, Javier Milei propone la liberal y
descentralizadora Agenda de la Libertad. Por esta razón queremos expresar oficialmente nuestro
disenso sobre el Pacto del Futuro firmado el día domingo. Invitamos a todas las naciones del
mundo libre a que nos acompañen, no sólo en el disenso de este pacto, sino en la creación
de una nueva agenda para esta noble institución, la Agenda de la Libertad.
A partir de este día, sepan que la República Argentina va a abandonar la posición de neutralidad
histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la
libertad. Porque como decía Tomás Pein, aquellos que desean cosechar las bendiciones de la libertad
deben como hombres soportar la fatiga de defenderla. Y eso, defender la libertad, es justamente lo que
está haciendo Javier Milei no ya sólo dentro de la Argentina, sino también ahora frente al
Leviatán de las Naciones Unidas. Y ojalá estas ideas liberales que hasta el momento han permeado
de manera tan exitosa dentro de la sociedad argentina, también terminen permeando dentro de la sociedad global.