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En Occidente estamos bastante acostumbrados a que nuestros gobiernos construyan muros que impidan entrar a ciudadanos extranjeros dentro de nuestras sociedades.
La razón es de sobras conocida, como Occidente es más rico que el resto del planeta,
los ciudadanos más pobres del resto del planeta tienen fuertes incentivos a intentar entrar y prosperar dentro de nuestras sociedades.
Y ante esa potencial avalancha de inmigrantes, los gobiernos occidentales colocan barreras que impidan la entrada.
La existencia de esas barreras que impiden la entrada dentro de nuestras sociedades,
algunos les parecerá bien y a otros nos parecerá mal, pero no es el objeto sobre el que quiero reflexionar hoy.
Y sobre lo que quiero reflexionar es la enorme diferencia que existe entre barreras que impiden entrar y las mucho menos habituales barreras que impiden salir.
En ocasiones hay gobiernos que construyen muros no para evitar que los ciudadanos extranjeros entren dentro de sus sociedades,
sino para impedir que los ciudadanos locales, los ciudadanos nacionales salgan de esas sociedades.
Son gobiernos tiránicos que buscan encarcelar a la población dentro de su régimen despótico.
Y hoy, 9 de noviembre del año 2020, se cumplen 31 años desde que una de esas barreras,
el muro de Berlín, también llamado muro de la vergüenza, fue derrumbado por una astiada población que deseaba libertad,
que gritaba libertad y que por tanto decidió derruir uno de los principales obstáculos a esa libertad.
Pero empecemos por el principio.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania es un país que es dividido por las potencias aliadas.
Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética se reparten a Alemania, ocupan y se reparten a Alemania.
El sistema político y económico de Estados Unidos, Reino Unido y Francia era similar
y por eso se agrupan en torno a Alemania occidental y el sistema político y económico de la Unión Soviética,
que era muy distinto al anterior, era un sistema socialista, con forma la llamada República Democrática Alemana.
En Alemania occidental, en la República Federal Alemana, prevalece una economía de mercado,
o al menos bastante amigable con el mercado, y eso permite que los ciudadanos primeros sean libres
y segundo prosperen libertad y prosperidad.
En cambio, en la parte socialista, en la República Democrática Alemana,
prevalecía, como hemos dicho, un sistema socialista que condenaba a la población a unos índices de miseria
muy superiores a los de Alemania occidental y que además instituía un régimen político basado en la represión,
en el espionaje y en el control de la población local.
Por ese motivo, por la falta de libertad y la falta de prosperidad,
muchísimos ciudadanos de la República Democrática Alemana fueron emigrando a la República Federal Alemana,
es decir, fueron emigrando del este al oeste de Alemania Oriental a Alemania Occidental.
Tal fue la avalancha de migraciones desde el este al oeste que la fuerza laboral de Alemania Oriental
fue disminuyendo, disminuyendo y disminuyendo, y claro, un régimen político, como el régimen socialista,
que se basa, en última instancia, en explotar centralizadamente a la población local,
si esa población local se te está escapando, te está dejando menos cobayas que puedas explotar.
Y por eso, en el año 1952, la Unión Soviética, a través de la República Democrática Alemana,
decidió cerrar la frontera entre la República Federal Alemana, entre Alemania Occidental
y la República Democrática Alemana, Alemania Oriental.
Intentaban detener el flujo migratorio, el muy intenso flujo migratorio, desde el este al oeste.
Sin embargo, había un problema, y es que Berlín había caído dentro de la parte oriental,
dentro de la República Democrática Alemana, y Berlín también estaba partido en dos,
la parte bajo administración occidental y la parte bajo administración socialista.
¿Y por qué eso era un problema? Porque Berlín no estaba separada por ninguna frontera,
partir una ciudad en dos es una auténtica barbaridad, desde un punto de vista social y económico,
dado que lo habitual es que estés partiendo familias, que estés destrozando negocios,
imaginemos trabajadores que vivan en la parte oriental y que trabajen en la occidental,
y por tanto Berlín no estaba partida, no estaba dividida, no tenía ningún muro,
y como consecuencia de ello, los alemanes que residían en la parte oriental
lo tenían muy fácil para escapar a la parte occidental,
bastaba con que se desplazaran desde Berlín Oriental a Berlín Occidental,
y una vez ya en la parte occidental ya podían viajar e instalarse libremente en la República Federal Alemana.
Se estima que entre el año 49 y el año 61, 3,5 millones de ciudadanos de la República Democrática Alemana,
de la parte socialista de Alemania, emigraron a la República Federal Alemana, a la parte capitalista,
y gran parte de esa emigración se produjo a través de Berlín,
porque recordemos que la frontera entre Alemania Oriental y Alemania Occidental estaba cerrada,
y la única vía de escape que quedaba a partir del año 52 era cruzar Berlín Oriental a Berlín Occidental,
y a partir de ahí ya trasladarte a la República Federal Alemana.
Lo podemos observar en este gráfico.
Vemos como año tras año, a lo largo de los años 50,
alrededor de 200, 300 mil o hasta 500 mil personas emigraban anualmente
desde la República Socialista de Alemania a la República Capitalista de Alemania.
Y es por eso que en el año 61 la República Democrática Alemana decidió poner fin a esta sangría,
que estaba desangrando la fuerza laboral alemana, 3,5 millones de personas es un sexto de la población activa del país.
¿Y cómo decidió poner fin a esta sangría? Construyendo el famoso Muro de Berlín.
El propósito del Muro de Berlín era impedir que los ciudadanos de Berlín Oriental
se trasladaran a Berlín Occidental y desde allí tuviesen una vía de escape a la República Federal Alemana.
Es decir, que el propósito del Muro de Berlín, dejémoslo muy claro, fue encerrar, fue capturar, fue secuestrar a la población alemana.
Y el régimen político que construyó el Muro de Berlín, no para impedir la entrada a Berlín Oriental,
sino para impedir la salida desde Berlín Oriental, fue un régimen socialista.
Un régimen que condenaba a la miseria y a la servidumbre a su población,
y que como consecuencia de ello, espoleaba que la población quisiera escapar de ese régimen.
Pero si escapas del régimen que te está explotando, el régimen no tiene capacidad para explotarte.
Y por eso se construyó el Muro para apresar a la población y poderla explotar liberrimamente por parte de la nomenclatura socialista.
A los 31 años de la caída del Muro de Berlín, de este Muro de la vergüenza socialista,
no deberíamos olvidar cuál es la principal lección que nos proporciona este muro,
cuál es la trágica lección que nos proporciona este muro.
Mientras los mercados libres se basan en la cooperación voluntaria,
y por tanto, todas las partes pueden salir mutuamente beneficiadas de las transacciones que libre y voluntariamente se realizan dentro de estos mercados,
el socialismo se basa en la coacción de los planes centralizados,
el socialismo se basa necesariamente en la explotación del hombre, por el hombre.
Por eso el muro no fue una casualidad histórica, no fue una carambola histórica,
el muro es una necesidad del régimen socialista.
Un régimen socialista no puede funcionar sin encarcelar a su población,
sin impedir que su población escape de la explotación que el gobierno está perpetrando contra ella.
Precisamente porque el socialismo es servidumbre y miseria,
cada régimen socialista necesita un muro para funcionar,
cada régimen socialista necesita convertirse en una cárcel para impedir que sus ciudadanos escapen y encuentren la libertad fuera del socialismo.
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