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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Hoy, 15 de mayo de 2011, los ciudadanos de este país, libres, conscientes e indignados,
hemos salido de acá y en toda España para pedir a la clase política y financiera que
cambie el rumbo que no roben nuestra democracia.
15 me los llamados indignados españoles fue un movimiento social heterogéneo pero que tenía
un denominador común y es que se trataba de un movimiento antipolíticos, pero no antipolítica.
Los jóvenes que se agolparon en la puerta del sol y que posteriormente recorrieron las calles
y plazas de toda España no pedían una sociedad con menos política, con menos estado intervencionista,
incluso algunos de ellos reclamaban más política, más estado en nuestras vidas.
Lo que sí pedían todos ellos o prácticamente todos ellos es que debían ser otros los líderes
políticos y los procedimientos democráticos que rigieran ese estado intervencionista.
Pero al ser esa su principal reivindicación, lo único que terminaron consiguiendo es encumbrar
a una nueva casta de políticos al frente de ese estado intervencionista que ni era ni podía
ser la solución a los problemas, muchos de ellos legítimos, que estos jóvenes experimentaban.
En primer lugar, ¿de dónde surgió el desencanto de los jóvenes que se congregaron en torno al 15M
contra la clase política de aquel entonces, en particular contra el Partido Socialista
de José Luis Rodríguez Zapatero y el Partido Popular de Mariano Rajoy?
Pues surgió esencialmente del colapso de la burbuja estatal que se había ido inflando
insosteniblemente durante la burbuja inmobiliaria que experimentó España entre el año 2002 y el año 2008.
La burbuja inmobiliaria generó un crecimiento artificial y exuberante de nuestra economía
que llenó de manera extraordinaria las arcas públicas.
Los ingresos del estado entre 2002 y 2008 crecieron como nunca lo habían hecho en el pasado
y eso permitió que el sector público empezara a gastar, a gastar y a gastar
generando la expectativa entre una generación de jóvenes que esos ríos llenos de gasto público estatal
en forma de contrataciones públicas, en forma de becas, en forma de pensiones
podía seguir de manera ilimitada y les terminaría llegando a ellos de un modo o de otro.
En cierto modo, el estado les había dicho a los jóvenes, confíate en mí, os lo voy a dar todo,
no os tenéis que preocupar por nada y cuando la burbuja inmobiliaria pinchó
y por tanto la burbuja de ingresos estatales también pinchó, la ilusión se desvaneció.
En el año 2010, en mayo del año 2010, llegaron los primeros recortes del Partido Socialista
de José Luis Rodríguez Zapatero, congelación de las pensiones, recorte del sueldo de los funcionarios
en un 5% y restricción de otras partidas del gasto público amén de subidas de impuestos.
El estado español no tenía dinero para todo y por tanto ese dinero supuestamente infinito
que iba a terminar llegando a los jóvenes salvándoles todas las papeletas protegiéndoles
de cualquier inclemencia del mundo real, ese dinero ya no iba a llegar.
Y aquí, evidentemente, cabían dos actitudes posibles entre los jóvenes.
La primera, reconocer que las expectativas que se habían formado con respecto a ese estado,
que el dinero iba a ser prácticamente infinito y limitado,
y que les iba a llegar para solucionarles todos los problemas que podían tener en la vida,
esa expectativa era una expectativa irreal.
Una expectativa así alimentada por los políticos que habían esperado comprar su voto en elecciones anteriores
y que ahora se daba de bruces con la realidad de un estado en restricciones presupuestarias,
como todo estado, ningún estado puede gastar hasta el infinito.
Esa era una actitud.
La otra actitud era creer que el sueño seguía siendo posible,
que el estado sí lo podía todo o prácticamente todo,
pero que únicamente había que cambiar a los dirigentes de ese estado
o modificar los procedimientos a través de los cuales los ciudadanos participan políticamente en ese estado.
El problema no es que no hubiese dinero.
El problema es que algunos, los políticos, los financieros lo estaban robando
y por tanto se hacía urgente renovar esa clase política
para que llegaran los buenos políticos que administraran el dinero público
que sí existía, que sí había en suficientes cantidades en beneficio de las mayorías sociales.
Ese fue, por tanto, el punto de unión de ese movimiento heterogéneo
que fue el 15M y que arraigó en España hace ahora 10 años.
El 15M fueron los hijos de la burbuja inmobiliaria
que no querían despertarse de ese sueño durante los años del pinchazo
de la burbuja inmobiliaria y de la consecuente austeridad económica.
Queremos volver a lo que había antes de 2008
y si vosotros no sois capaces de traernoslo,
que vengan otros mejores y que nos lo traigan.
Y en la medida en que el 15M no se constituyó como un movimiento
que desconfiara de la política, que desconfiara del Estado,
que confiara más en la capacidad de cada uno de esos jóvenes de salir adelante,
si los impuestos, si las regulaciones estatales no se interponen en su camino,
el 15M terminó inevitablemente siendo capturado por nuevos políticos
que lo utilizaron como plataforma para convertirse en una nueva casta,
en una nueva oligarquía, en una nueva clase dominante
de políticos dentro de nuestro país.
El 15M sí sirvió para abrir la puerta del estamento político
a una nueva generación de jóvenes políticos
que no procedían de los partidos políticos tradicionales,
pero para la inmensa mayoría de jóvenes,
las puertas de las oportunidades sociales y económicas
siguieron tan o más cerradas de lo que ya lo estaban entonces.
Hoy, 10 años después del 15M,
las grandes reformas que están obstaculizando,
que están cerrando el ascensor social de los jóvenes
como la reforma laboral, como la reforma del mercado inmobiliario,
como la reforma de las pensiones o incluso como la reforma fiscal,
esas reformas que implicarían reducir el poder del Estado sobre nuestras vidas
y eliminar aquellos obstáculos que dificultan,
que imposibilitan, que muchos jóvenes prosperen y salgan adelante,
a día de hoy siguen pendientes, siguen sin haberse hecho
y en algunos casos incluso hemos retrocedido
respecto a la situación en la que nos encontramos durante el 15M.
Y como consecuencia de todo ello, la situación a día de hoy
de los jóvenes es peor de lo que lo era en el 15M,
cuando esos jóvenes salieron a protestar,
porque supuestamente unos determinados políticos
les estaban robando el futuro,
cuando el futuro no se lo estaba robando un determinado político
y no otro, sino el Estado hiperintervencionista
que sufriamos entonces y que por desgracia seguimos sufriendo a día de hoy.
En la actualidad, la situación laboral de los jóvenes
sigue siendo igual o peor de lo que lo era entonces.
El número de ocupados entre 20 y 35 años ya era antes de la pandemia
entre un 15 y un 20% menor a las cifras alcanzadas en el año 2011.
La temporalidad, la altísima tasa de temporalidad
que padecen los jóvenes no se ha reducido desde el año 2011.
Y como consecuencia, la población joven en riesgo de pobreza
o exclusión social sigue siendo hoy tan elevada como lo era en el año 2011.
Y estas lacras sociales se materializan en que, por ejemplo,
en el año 2011 prácticamente la mitad de las personas
entre 20 y 30 años eran propietarias de vivienda.
Hoy solo lo es el 25%.
O se materializa, por ejemplo, en la evolución de la riqueza
de los hogares jóvenes que ha caído desde 100.000 euros en el año 2011
a 50.000 a menos de 50.000 en el año 2017.
Probablemente sería injusto decir que la mala evolución de estos parámetros
que miden de alguna manera al bienestar de los jóvenes
es responsabilidad del 15M.
Pero desde luego no parece que el 15M haya logrado revertir
ninguno de estos problemas y no lo ha logrado
porque el diagnóstico del auténtico problema de fondo era un mal diagnóstico.
En lugar de reclamar más y mejor política debería haber pedido
mucha menos política.
En lugar de reclamar menos libertad individual
y menos responsabilidad individual debería haber reclamado
más libertad individual y más responsabilidad individual entre los jóvenes.
Y en lugar de luchar por todo lo anterior,
se limitó a convertirse en trampolín
para que una nueva élite política penetrara en el interior de ese estado
que sigue estrangulando a través de su legislación laboral,
a través de su legislación urbanística,
a través de su legislación tributaria,
que sigue estrangulando las posibilidades de promoción económica y social
de esos jóvenes que, al final y sin ser conscientes de ello,
terminaron manifestándose para llenar el camino a sus nuevos verdugos.
Subtítulos por la comunidad de Amara.org